Éste es uno de los asuntos que más me avergüenzan como español: cuando me enteré de que España es el segundo país del mundo (sólo superado por los EE.UU.) en producción y consumo de pornografía infantil, se me cayó el alma a los pies.
Pero la cosa no queda ahí: hace poco descubrí que somos el primer país emisor de turistas sexuales al tercer mundo (entre 30.000 y 35.000 cada año).
Añadamos los matrimonios homosexuales, y ya tendremos tres hermosos motivos para renegar. Da la impresión de que nos hemos convertido en un pueblo de degenerados en sólo una generación; porque los españoles no éramos así.
Y lo que más me atormenta es que no puedo entender cómo hemos llegado a esto.
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