No me sorprende porque a mi me dejó un regusto más que amargo. Para quienes no sepáis de qué va, este era el argumento en cuatro líneas:
La acción se centra en un Nueva York del Siglo actual, en el que un detective (Charlton Heston) investiga una serie de desapariciones misteriosas. Los "ricos" viven con toda clase de lujos en ciertas zonas muy acotadas y protegidas por los servicios de seguridad más sofisticados. En el campo, hay unas granjas muy especializadas en las que se crían animales y cultivan verduras, frutas, etc., para el consumo de los privilegiados.
Las masas, mientras, viven en condiciones infrahumanas en todos los aspectos, con contínuas intervenciones policiales que incluyen el disuasorio método de cargar a la gente que pillan en camiones muy similares a los de la recogida de la basura, gente de la que no vuelve a saberse más. Lo cierto, es que tal situación se nos indica en la película que es algo común en la mayoría de las ciudades del mundo.
Al tiempo, hay personas mayores ya, ancianos, que nacieron en el Siglo XX y que no pueden soportar la situación. Entonces eligen ir a unos centros muy asépticos, muy ¿humanos?, en los que son internados. Una vez allí, las cosas van rápidas, entran en una sala, los tumban en una especie de cama de quirófano, se apagan las luces y en una pantalla panorámica se proyectan escenas de tiempos ya pasados, paisajes preciosos que ya no existen... mientras suenan las notas de composiciones de Mozart, Vivaldi, o cualquier compositor elegido por el anciano. Dura, lo que tarda en hacer efecto la inyección de muerte que le han metido.
Nuestro investigador sigue haciendo sus indagaciones y siempre tropieza con muro tras muro. A las masas se les sigue alimentando gratuitamente con unas tabletas de color verde: soylent green. Por fin el investigador descubre la verdad... imaginaos de qué están hechas las tales tabletas.
No sé si es una advertencia catastrofista del autor, una premonición de algo peligrosísimo y no tan lejano de la realidad, o el producto de una mente sádica, sarcástica, y truculenta al estilo de la de Edgar Allan Poe, o está escrita por Menguele con seudónimo. En cualquier caso trata de tres cuestiones: el poder como instrumento de opresión absoluta, los peligros de una explosión demográfica desatada, y una contaminación medioambiental que ha acabado con todo.
Claro está que plantea como soluciones el control de la natalidad, el aborto y la eutanasia activa. Pero no me pareció que las aplaudiera precisamente. La verdad es que han pasado muchos años y tendría que volver a verla, o leer la novela, para sacar conclusiones. Además, la mayor parte de los detalles y, obviamente, los diálogos, no los recuerdo en modo alguno.
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