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Tema: La Heroína de Castellfort

  1. #1
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    La Heroína de Castellfort

    Francisca Guarch. Y la jovencita cogió su fusil

    Francisca Guarch. Y la jovencita cogió su fusil


    Cuando el rey carlista don Carlos VII le reveló la verdadera identidad de aquel mozalbete alistado en sus filas, no daba crédito. Porque ese muchacho al que llamaban “el valencianet”, de demostrado valor, disciplinado, fuerte como un hombre adulto… ¡era una jovencita de diecisiete años! Esta es la extraordinaria historia de Francisca Guarch Folch.


    Coloquémonos a principios de 1872. Estamos en la localidad de Castellfort, un pueblo del Maestrazgo de Castellón. Allí vive la familia Guarch Folch. El padre, Vicente, es un veterano de la primera guerra carlista. Como la mayoría de la gente en la región, los Guarch son tradicionalistas. Vicente ha contado a sus hijos mil historias sobre las hazañas de los guerreros de Dios, la Patria y el Rey. Los hijos de Vicente son un mozo, Julián y una chica, Francisca. En el momento de nuestro relato, con España manga por hombro, los voluntarios de la boina roja vuelven a echarse al monte. El mozo Julián se alista y es destinado al frente del norte, en Navarra. La chica, Francias, se exalta con las cartas que su hermano envía desde el frente. Sólo tiene 16 años, pero una idea obsesiva se instala en su corazón: ella también quiere combatir, aun siendo mujer. Ahí empieza la increíble epopeya de Francias Guarch. Pero antes vayamos al escenario de nuestra historia.
    La tercera guerra carlista

    La tercera guerra carlista fue el último intento militar de los partidarios de la monarquía tradicional. La Revolución de 1868, con el consiguiente exilio de Isabel II, había abierto un periodo de intensa inestabilidad política. Aquella no fue exactamente una revolución popular; sus promotores eran los mismos militares de renombre –Prim, Serrano, Topete- de la gran burguesía liberal. En el gobierno se sucedieron Serrano y Prim, se buscó un rey y éste terminó siendo el italiano Amadeo de Saboya, que reinó entre noviembre de 1870 y febrero de 1873. Fue la peor opción posible, porque Amadeo enseguida contó con el franco rechazo de la aristocracia, los republicanos, la Iglesia y, por supuesto, los carlistas, que tenía a su propio aspirante al trono: Carlos VII, nieto del primer rey carlista, Carlos María Isidro. Como no podía ser de otro modo, la fantasmagórica monarquía de Amadeo terminaría dando lugar a una República que sería todavía más calamitosa.

    En semejante marasmo, el carlismo vio una nueva oportunidad para levantar la bandera de su causa. El pretendiente Carlos VII –Carlos María de Borbón y Austria-Este-, poco más de veinte años, grandote y barbado, está resuelto a sublevar a sus partidarios, que seguían siendo numerosos. Llama al viejo general Cabrera, el héroe del Maestrazgo, jefe político del carlismo, pero Cabrera no lo ve claro: sabe que para ganar una guerra es necesario controlar eficazmente el propio territorio y garantizar abastecimientos y comunicaciones, y ninguna de las dos condiciones se da en ese momento. Cabrera se baja del tren –es ya 1870,-, pero Carlos VII insiste en llevar adelante su plan. En las elecciones de 1871 el carlismo –como Comunión Católico- Monárquica-había conseguido cincuenta diputados en el Congreso. En abril de 1872 Carlos VII da la orden de movilización militar.


    El levantamiento prendió con fuerza en Navarra, el País Vasco y Cataluña; también en Valencia y en Aragón, así como en áreas de Andalucía, Galicia, Cuenca, Albacete, Ciudad Real y Extremadura. El mensaje es el de siempre: Dios, Patria, Fueros, Rey. Es la atmósfera que Valle-Inclán, años más tarde, reflejará en su relato los cruzados de la causa. El carlismo puso capitales en Olot, Cuenca, Cantavieja, Estella y Durango. En septiembre de 1874 ya había logrado constituir una suerte de mini-Estado con sus diputaciones forales, su consejo de ministros, sus aduanas, su código penal y hasta una universidad en Oñate. Y esa es la situación en la que aparece nuestro personaje.

    Un cruzado de la causa

    El 3 de diciembre de 1872, con 17 años recién cumplidos, Francisca se escapó de casa. Quería ser cruzado de la causa, que para ella, como para otros muchos miles de españoles, era una causa santa. A solas y a pie emprendió camino hacia Tortosa. Por el camino se cortó la trenza y enana iglesia la ofreció a la Virgen. Con el pelo rapado y vestido como un zagal, nadie diría que se trataba de una muchacha. Su destino: Gerona, lo mas lejos posible de su hogar, para que nadie pudiera encontrarla. En aquel momento los carlistas habían logrado controlar un territorio relativamente homogéneo entre el norte de Castellón, el sur de Teruel y el interior de Cataluña, el sur de Teruel y el interior de Cataluña. Francisca, que ahora es Francisco, marchó al Ampurdán, donde se había hecho fuerte el general Savalls. No sobraban voluntarios, de manera que fue acogido sin problemas. Le dieron un fusil y una boina roja. Como era menudo y con cara de niño, le pusieron de apodo el valencianet.


    El valencianet resultó ser un soldado de lo más notable: sufrido, valiente, enérgico “como un león”, según decía su capitán. Actuó en partidas de la provincia de Gerona e hizo algunas cosas muy comentadas, como cargar en hombros con un compañero herido, lo cual no deja de ser asombroso si tenemos en cuanta que estamos hablando de una joven de diecisiete años. Como sus curtidos compañeros dudaban de su virilidad –demasiado joven, demasiada cara de niño-, al valencianet no se le ocurrió mejor cosa que fingir que cortejaba a una lugareña. Tan mal lo hizo que, al parecer, el episodio terminó en duelo y arresto. Esto, en todo caso, son leyendas. Lo que no son leyendas, sino hechos comprobados, porque constan en el historial militar, son las hazañas de Francisca. Y realmente son para quitarse el sombrero. O la boina.

    En febrero de 1873, Francisca queda atrás durante una retirada y es alcanzada por un destacamento de la caballería enemiga. La muchacha hace frente a los jinetes, hiere a uno, apresa a otro, captura sus monturas y los lleva a todos, cautivos y caballos, al propio campamento, donde es recibida entre vítores. Sigue combatiendo con éxito en los meses siguientes, siempre en el Ampurdán y en el Bajo Pirineo. En septiembre de 1873, la columna de Francisca ataca un convoy enemigo en Puig-Reig, pocos kilómetros al sur de Berga. El soldado Guarch se distingue de tal modo que en atención “a sus servicios y méritos” es condecorado con “la Cruz del Mérito Militar de Plata (roja) de Primera Clase”, según reza el documento expedido en octubre de 1873.

    Francisco Guarch ya es soldado de primera y un tipo muy popular en filas. Demasiado popular: sus compañeros le preguntan de dónde es, de qué familia viene, por qué no escribe a sus padres. Terminó escribiendo, naturalmente. Así los Guarch Folch supieron qué había sido de su hija Francisca Vicente, el padre, no tardó ni un minuto en ponerse en marcha: había que encontrar a la niña… entre las partidas guerrilleras de Cataluña.

    Papá busca a su hija

    El testimonio directo de lo que pasó entonces nos lo dejó nada menos que Doña María de las Nieves de Braganza, esposa de Alfonso Carlos, el hermano de Carlos VII. Alfonso Carlos fue jefe de ejército carlista en Cataluña y la propia María de las Nieves, su mujer, participó en los combates vestida de uniforme y tocada con la boina roja. Y esto escribió la brava señora: “Un día se nos presentó un hombre del Maestrazgo y nos pidió, con mucha insistencia, que le devolviéramos a su hija, que servia, decía él, en nuestras filas. Al principio le creíamos loco y le aseguramos que no había mujeres en nuestras tropas, pero él insistió, y nos dijo que su hija tenia 16 años y se llamaba Francisca Guarch, vecina de Castellfort, provincia de Castellón”.


    Al principio el mando no hizo gran caso de aquel hombre: era imposible que hubiera una jovencita en fila. Pero el hombre insistía y, aún más, mostró una carta enviada por la propia joven en la que afirmaba estar con los carlistas, aunque sin especificar con qué unidad. De manera que Alfonso Carlos cedió. Y sigue contando Doña María de las Nieves: “Alfonso dijo a aquel hombre que mandaría formar la fuerza y que entonces podía pasar la revista, y si encontraba allí a la chica, llevársela con él. Así se hizo, y vio el feliz padre a su Francisca convertida en voluntaria carlista…”.

    Efectivamente, allí estaba Francisca: un cruzado de la causa como otros tantos miles, con la particularidad de que este cruzado era una chica de 17 años. El padre dio saltos de alegría, pero Francisca…

    “Estaba desconsolada, porque ahora, ¡adiós filas! ¡Adiós batirse por la Religión! Único motivo por el que dejo su casa… Tenía una fuerza extraordinaria para su edad. En un combate llevó durante horas a un herido a hombros. Se distinguió siempre por su buen comportamiento y su gran valor… ¡Pobre Francisca! ¡Qué dolor el abandonar su uniforme! Antes del triste momento de despojarse de él prendí en su pecho la Cruz del Mérito Militar, que acababa Alfonso de concederle… El quedar en España era demasiado expuesto para Francisca y así que la mandamos a Francia, a Perpiñán”.

    El carlismo perdió aquella guerra. La I República se había hundido en diciembre de 1874, al mismo tiempo que un pronunciamiento militar traía a España al hijo de Isabel II, Alfonso XII, con el que la monarquía volvía a nuestro país. En esa situación, el nuevo Gobierno concentró todas sus fuerzas contra las partidas carlistas de Cataluña, primero, y de Navarra y el País Vasco después. Entre noviembre de 1875, y febrero de 1876 terminó la sublevación carlista. Carlos VII volvió al exilio. Y Francisca regresó a su casa.

    Los últimos años

    Nadie sabe bien qué hizo Francisca después. Algunos dicen que en 1900 participó en la llamada “conspiración de Badalona”, que fue un conato de insurrección armada de los carlistas, pero esto parece bastante poco probable. Lo único que sabemos con seguridad es que nuestra heroína enfermó. A la altura de noviembre de 1903 la tenemos postrada en cama, consciente de que la vida se le va. Y en esa tesitura escribió una carta del siguiente tenor: “Parece que moriré pronto, pero a pesar de todo te diré que, si estando como estoy oyese la corneta de mi batallón, creo que aún tendría fuerzas para levantarme y ocupar mi puesto defendiendo la bandera de la Santa Tradición. Muero muy alegre y resignada a la voluntad de Dios. Reza por mi…”.

    Francisca Guarch Folch expiró el 30 de diciembre de 1903, a los 48 años de edad. Su historia la recogió –de voz de la propia protagonista – Jorge de Pinare y la publicó en 1909, en Barcelona, en la imprenta de Altes y Alabart, bajo el título La heroína de Castellfort: episodio histórico tradicionalista. Alicia de los Reyes y María Victoria Santos la ha recordado en sus Mujeres en el campo de batalla (Ciudadela, 2009). El Museo histórico –militar de Valencia guarda un retrato al óleo de Francisca y también una fotografía de época, donde se la puede ver de uniforme y con su fusil. Esa misma fotografía estaba en el viejo Museo Militar de Madrid, pero ya no aparece en el nuevo de Toledo. Singular aportación de la ministra de Defensa.


    Fuente: Revista Época
    07/08/11

    Hyeronimus, ReynoDeGranada, Vainilla y 1 otros dieron el Víctor.

    Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)

  2. #2
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    Re: La Heroína de Castellfort

    Cita Iniciado por Carolus V Ver mensaje
    Francisca Guarch. Y la jovencita cogió su fusil

    Francisca Guarch. Y la jovencita cogió su fusil


    Cuando el rey carlista don Carlos VII le reveló la verdadera identidad de aquel mozalbete alistado en sus filas, no daba crédito. Porque ese muchacho al que llamaban “el valencianet”, de demostrado valor, disciplinado, fuerte como un hombre adulto… ¡era una jovencita de diecisiete años! Esta es la extraordinaria historia de Francisca Guarch Folch.


    Coloquémonos a principios de 1872. Estamos en la localidad de Castellfort, un pueblo del Maestrazgo de Castellón. Allí vive la familia Guarch Folch. El padre, Vicente, es un veterano de la primera guerra carlista. Como la mayoría de la gente en la región, los Guarch son tradicionalistas. Vicente ha contado a sus hijos mil historias sobre las hazañas de los guerreros de Dios, la Patria y el Rey. Los hijos de Vicente son un mozo, Julián y una chica, Francisca. En el momento de nuestro relato, con España manga por hombro, los voluntarios de la boina roja vuelven a echarse al monte. El mozo Julián se alista y es destinado al frente del norte, en Navarra. La chica, Francias, se exalta con las cartas que su hermano envía desde el frente. Sólo tiene 16 años, pero una idea obsesiva se instala en su corazón: ella también quiere combatir, aun siendo mujer. Ahí empieza la increíble epopeya de Francias Guarch. Pero antes vayamos al escenario de nuestra historia.

    Un cruzado de la causa

    El 3 de diciembre de 1872, con 17 años recién cumplidos, Francisca se escapó de casa. Quería ser cruzado de la causa, que para ella, como para otros muchos miles de españoles, era una causa santa. A solas y a pie emprendió camino hacia Tortosa. Por el camino se cortó la trenza y enana iglesia la ofreció a la Virgen. Con el pelo rapado y vestido como un zagal, nadie diría que se trataba de una muchacha. Su destino: Gerona, lo mas lejos posible de su hogar, para que nadie pudiera encontrarla. En aquel momento los carlistas habían logrado controlar un territorio relativamente homogéneo entre el norte de Castellón, el sur de Teruel y el interior de Cataluña, el sur de Teruel y el interior de Cataluña. Francisca, que ahora es Francisco, marchó al Ampurdán, donde se había hecho fuerte el general Savalls. No sobraban voluntarios, de manera que fue acogido sin problemas. Le dieron un fusil y una boina roja. Como era menudo y con cara de niño, le pusieron de apodo el valencianet.


    El valencianet resultó ser un soldado de lo más notable: sufrido, valiente, enérgico “como un león”, según decía su capitán. Actuó en partidas de la provincia de Gerona e hizo algunas cosas muy comentadas, como cargar en hombros con un compañero herido, lo cual no deja de ser asombroso si tenemos en cuanta que estamos hablando de una joven de diecisiete años. Como sus curtidos compañeros dudaban de su virilidad –demasiado joven, demasiada cara de niño-, al valencianet no se le ocurrió mejor cosa que fingir que cortejaba a una lugareña. Tan mal lo hizo que, al parecer, el episodio terminó en duelo y arresto. Esto, en todo caso, son leyendas. Lo que no son leyendas, sino hechos comprobados, porque constan en el historial militar, son las hazañas de Francisca. Y realmente son para quitarse el sombrero. O la boina.

    En febrero de 1873, Francisca queda atrás durante una retirada y es alcanzada por un destacamento de la caballería enemiga. La muchacha hace frente a los jinetes, hiere a uno, apresa a otro, captura sus monturas y los lleva a todos, cautivos y caballos, al propio campamento, donde es recibida entre vítores. Sigue combatiendo con éxito en los meses siguientes, siempre en el Ampurdán y en el Bajo Pirineo. En septiembre de 1873, la columna de Francisca ataca un convoy enemigo en Puig-Reig, pocos kilómetros al sur de Berga. El soldado Guarch se distingue de tal modo que en atención “a sus servicios y méritos” es condecorado con “la Cruz del Mérito Militar de Plata (roja) de Primera Clase”, según reza el documento expedido en octubre de 1873.

    Francisco Guarch ya es soldado de primera y un tipo muy popular en filas. Demasiado popular: sus compañeros le preguntan de dónde es, de qué familia viene, por qué no escribe a sus padres. Terminó escribiendo, naturalmente. Así los Guarch Folch supieron qué había sido de su hija Francisca Vicente, el padre, no tardó ni un minuto en ponerse en marcha: había que encontrar a la niña… entre las partidas guerrilleras de Cataluña.

    Papá busca a su hija

    El testimonio directo de lo que pasó entonces nos lo dejó nada menos que Doña María de las Nieves de Braganza, esposa de Alfonso Carlos, el hermano de Carlos VII. Alfonso Carlos fue jefe de ejército carlista en Cataluña y la propia María de las Nieves, su mujer, participó en los combates vestida de uniforme y tocada con la boina roja. Y esto escribió la brava señora: “Un día se nos presentó un hombre del Maestrazgo y nos pidió, con mucha insistencia, que le devolviéramos a su hija, que servia, decía él, en nuestras filas. Al principio le creíamos loco y le aseguramos que no había mujeres en nuestras tropas, pero él insistió, y nos dijo que su hija tenia 16 años y se llamaba Francisca Guarch, vecina de Castellfort, provincia de Castellón”.


    Al principio el mando no hizo gran caso de aquel hombre: era imposible que hubiera una jovencita en fila. Pero el hombre insistía y, aún más, mostró una carta enviada por la propia joven en la que afirmaba estar con los carlistas, aunque sin especificar con qué unidad. De manera que Alfonso Carlos cedió. Y sigue contando Doña María de las Nieves: “Alfonso dijo a aquel hombre que mandaría formar la fuerza y que entonces podía pasar la revista, y si encontraba allí a la chica, llevársela con él. Así se hizo, y vio el feliz padre a su Francisca convertida en voluntaria carlista…”.

    Efectivamente, allí estaba Francisca: un cruzado de la causa como otros tantos miles, con la particularidad de que este cruzado era una chica de 17 años. El padre dio saltos de alegría, pero Francisca…

    “Estaba desconsolada, porque ahora, ¡adiós filas! ¡Adiós batirse por la Religión! Único motivo por el que dejo su casa… Tenía una fuerza extraordinaria para su edad. En un combate llevó durante horas a un herido a hombros. Se distinguió siempre por su buen comportamiento y su gran valor… ¡Pobre Francisca! ¡Qué dolor el abandonar su uniforme! Antes del triste momento de despojarse de él prendí en su pecho la Cruz del Mérito Militar, que acababa Alfonso de concederle… El quedar en España era demasiado expuesto para Francisca y así que la mandamos a Francia, a Perpiñán”.

    A la altura de noviembre de 1903 la tenemos postrada en cama, consciente de que la vida se le va. “Parece que moriré pronto, pero a pesar de todo te diré que, si estando como estoy oyese la corneta de mi batallón, creo que aún tendría fuerzas para levantarme y ocupar mi puesto defendiendo la bandera de la Santa Tradición. Muero muy alegre y resignada a la voluntad de Dios. Reza por mi…”.

    Francisca Guarch Folch expiró el 30 de diciembre de 1903, a los 48 años de edad. Su historia la recogió –de voz de la propia protagonista – Jorge de Pinare y la publicó en 1909, en Barcelona, en la imprenta de Altes y Alabart, bajo el título La heroína de Castellfort: episodio histórico tradicionalista. Alicia de los Reyes y María Victoria Santos la ha recordado en sus Mujeres en el campo de batalla (Ciudadela, 2009). El Museo histórico –militar de Valencia guarda un retrato al óleo de Francisca y también una fotografía de época, donde se la puede ver de uniforme y con su fusil. Esa misma fotografía estaba en el viejo Museo Militar de Madrid, pero ya no aparece en el nuevo de Toledo. Singular aportación de la ministra de Defensa.


    Fuente: Revista Época
    07/08/11

    Y llegado ese 1872 que balance de vida tuvo la reina, creo ya marchó a París ( Que gran patriota, no?), por comparar una mujer de la causa liberal a una de la Carlista , por ejemplo, valga la redundancia.

    Aquella niña educada en lo liberal:
    Aparte de abortos, múltiples relaciones, una baja educación cultural, etc....Yo me pregunto: Qué?

    Ahh! Sí, que traían la modernidad por qué éramos unos retrasados. Debe ser por eso que cuando llenaron de vías ferroviarias su familia saco un gran provecho monetario, ya que nuestro pueblo hubiese sido incapaz de absorber modernidad, e de avanzar..."Los cuentos libeLoros"

    Pues valga el paralelismo, si miramos la vida de la monarca reivindicada por lo liberal junto a la de esta joven tradicionalista, me parece esta cristalino quién es digna de admirar.
    Yo no culpo a la reina, sino a los que así la enseñaron, pues se la nombro de niña. Menuda obligación cumplieron con esa pobre mujer (pobre en formación, los lujos no alimentaron nunca un espíritu)

    Los liberales y su degradación. Sin más.


    Tándem Aquila Vincit
    ———————————



    Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
    Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

    Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.

    TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.

  3. #3
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    Re: La Heroína de Castellfort

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    Otra heroína más para la colección de Mujeres de armas tomar

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