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Tema: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

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    "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    El título completo es "Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza" .
    Obra publicada por Editorial Española, S. A. Burgos,
    1937.

    Extractos de la obra :

    Palabras preliminares

    Escribimos la presente monografía abrumados por un medio ambiente que justificaba el descorazonamiento y desesperanza reflejados en el prólogo. Al abandonar nuestro hogar, el 18 de julio, para incorporarnos al glorioso Movimiento Nacional, yacían en la mesa de trabajo las galeradas que hoy recuperamos, gracias a la diligencia del editor. Experimentamos idéntica alegría que el padre que encuentra al hijo perdido durante unos meses y apresúrase a mostrarlo a los amigos, aunque sea raquítico y deforme, por parecerle hermoso y dotado de altas cualidades estéticas.

    Ha cambiado el panorama nacional y renacen potentes las virtudes de la raza, después de verterse a torrentes sangre juvenil en los campos de batalla. Millares de vidas en flor se ofrendaron en holocausto del ideal patriótico. La que parecía juventud frívola y aletargada ha sorprendido al mundo con sus gestos epopéyicos.

    Ni se han agotado los manantiales de energía y de vitalidad de la raza, ni tampoco su virilidad; pero el límpido y generoso caudal necesita canalizarse, para que no se pierda en las ruidereñas lagunas de la intriga y del arribismo.

    Creará la guerra la estirpe de caballeros de que está necesitada la Nueva España, y se revalorizarán las ejecutorias de hidalguía espiritual.
    Signos distintivos de los bandos en lucha serán, aristocracia en el pensamiento y sentimiento de los caballeros de la Hispanidad; plebeyez moral en los peones del marxismo.

    Tiene en sus manos la juventud española la regeneración de España, a costa de renunciamientos y sacrificios. Son los jóvenes quienes deben dar un ejemplo que no puede esperarse de una masa social contaminada por los virus democrático y marxista. Todavía flotan en el ambiente las inmorales corruptelas que carcomieron la sociedad española liberaloide y nos llevaron al alzamiento militar contra el abyecto Gobierno que la representaba. Vivirá alerta la juventud contra los corruptores sociales infiltrados en nuestras filas para restarle espacio vital, para pervertirla nuevamente.

    Lástima sería que la generosa sangre vertida en el altar de la Patria no fecundase el venero de virtudes raciales y que en el terreno tan costosamente regado brotasen la maleza y la cizaña. A fin de evitarlo, deben reunirse los jóvenes, formando grupos de selectos, precisamente de caballeros de la Hispanidad, tan admirados y admirables en la guerra como en la paz. No se entregue la juventud hispana a sus seculares enemigos, e incube en sus espíritus la idea de ser selectos, mediante el sacrificio de toda tendencia egoísta y sensual.

    El Autor

    Burgos, 22 marzo 1937
    Última edición por ALACRAN; 27/10/2020 a las 20:26
    ReynoDeGranada dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    Prólogo

    Contemplamos el panorama nacional profundamente doloridos. Cierto es que aumenta la afición al deporte; que contendemos, incluso con alguna fortuna, en los torneos internacionales; que los jóvenes se alistan en las filas de los Legionarios de la Salud o instituciones similares: vislumbramos pródromos de revigorización física de la raza. Empero trátase de fugaces destellos, y la triste realidad es que increméntase más cada día el cretinismo racial iniciado en las postrimerías de la dinastía austríaca, hallándonos al borde de la desaparición de la raza a partir del último heroico esfuerzo de la guerra napoleónica.

    Parece como si se hubieran agotado los manantiales de energía y vitalidad de la raza. Atribuyen algunos el agotamiento a la inoculación de savias y virus exóticos, inadecuados a la especial fisiología del conglomerado de pueblos que, luego de innúmeros cruzamientos, ha cristalizado en un genotipo de propiedades tan peculiares, que necesita para vivir estar sometido a temperaturas extremas, atmosféricas o ideológicas.

    Del grado degenerativo de la antaño viril raza hispánica sabemos tanto los médicos como los moralistas, sociólogos y políticos. Balmes,
    Menéndez y Pelayo, Nocedal, Silvela, Costa, Ganivet, Unamuno, Ortega Gasset y otros pensadores aplicaron cantáridas que apenas produjeron escozor en la paquidérmica epidermis del cuerpo racial. Quizás debieron inyectar forzadamente el reconstituyente, en lugar de limitarse al anuncio de panaceas. Acaso el alcaloide activo estuviera diluido en excesiva cantidad de excipiente. O la degradación haya llegado a tal grado que sea imposible galvanizar un cadáver.

    Mientras subsistieron los hidalgos, templo de la caballerosidad, redoma continente de esencias y virtudes patrióticas, contaba la raza con una fuerza de reserva. Absorbidos los restos de la pequeña nobleza por la burguesía engendrada por una democracia aplebeyada, el instinto de adquisitividad hipertrofiábase en perjuicio de cualidades ancestrales excelsas. El fenotipo amojamado, anguloso, sobrio, casto, austero, transformábase en otro redondeado, ventrudo, sensual, versátil y arrivista, hoy predominante. Tiene tan estrecha relación la figura corporal con la psicología del individuo, que hemos de entristecernos de la pululación de Sanchos y penuria de Quijotes.

    Sin pretensiones de originalidad, ni alardes literarios, queremos contribuir en la medida de nuestras modestas posibilidades a la regeneración de la raza. Abocetamos en la presente monografía temas que adquirirán amplio desarrollo en manos especializadas y más expertas. Contamos con la indiferencia de las masas. Ilusiónanos la esperanza de entusiastas ignorados, futuros apóstoles de los postulados eugenésicos conductistas, germen de la nueva aristocracia racial, incubada al calor de supremos ideales.

    La aristocracia racial brotará del pueblo ansioso de alcanzar la investidura de selecto. La regeneración de la masa necesita de la autorregeneración del individuo. El autoperfeccionamiento de muchos terminará a la larga por regenerar a la inmensa mayoría. Renuncian el sabio y el atleta a infinitos goces y placeres si quieren mantener el vigor del ingenio o del músculo. También habrá de renunciar a la sensualidad el superselecto que quiera ser tronco de noble descendencia.

    Discutida y discutible la órbita de la eugenesia, también sus fines y medios, renunciamos a la infalibilidad. Señalamos un camino, posiblemente equivocados, mas el trato con dementes nos ha enseñado la causa de la locura, la más triste de las degradaciones humanas. Por eso creemos que luchando contra la locura hacemos política racial, pues preservando al espíritu de enfermedad, también resguardamos al cuerpo de muchas enfermedades e impedimos la degeneración del genotipo.

    Trazamos las presentes líneas mirando a nuestros hijos, a las futuras generaciones, nacidas posiblemente en un ambiente más puro que el actual, propicio al florecimiento de aquellas virtudes raciales que fueron pasmo y envidia del mundo en pasados siglos. Sembramos en terreno árido y pedregoso, cuyo mantillo desapareció arrastrado por torrentes y tempestades desatados por las bajas pasiones. Labradores minifundistas, trabajamos de sol a sol en el cultivo de nuestra parcela, sin desanimarnos la desolación del latifundio hispano. Descansaremos satisfechos en el crepúsculo de nuestra vida si el leve jardín que cultivamos ha merecido algún que otro gesto de benevolencia.

    A. Vallejo Nágera

    Madrid, marzo, 1936.
    Última edición por ALACRAN; 27/10/2020 a las 20:05
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    ... XXXIV

    Concepto de la raza


    Los intelectuales materialistas se han revuelto contra el concepto, netamente genérico, de la raza, que quieren aplicar en un sentido estrictamente biológico. Todavía existen algunos pueblos, indios, negros, judíos, japoneses, que, gracias a un aislamiento endogámico, conservan relativa pureza. La mayoría de los pueblos hállanse constituidos por el cruzamiento de genotipos diferentes y numerosos, no pudiendo hablarse en ellos de raza, si concedemos al concepto una aplicación exclusivamente zoológica.

    Cuando Oswald Spengler habla de raza, no lo hace en el sentido que hoy está de moda entre los semitas de Europa y América, esto es, en un sentido darwinista-materialista. Dice el mencionado filósofo que la pureza de raza es un término grotesco, ante el hecho de que hace milenios que se han mezclado todas las especies y estirpes, habiendo acogido gustosas al extranjero, precisamente las estirpes guerreras, las más ricas y sanas en su porvenir. Lo que importa no es la raza pura, sino la raza fuerte que un pueblo integra. La mujer de raza no quiere ser «compañera» o «amante», sino «madre», y madre de muchos hijos. La mera reflexión sobre el número de hijos deseado o temido delata la extinción del instinto de perduración de la raza. El hombre quiere tener hijos esforzados que continúen y acrecienten en el futuro, más allá de su propia muerte, su nombre y sus hechos, lo mismo que él se siente heredero del renombre y de la obra de sus mayores.

    Creemos, con Spengler, que lo que importa es la raza fuerte que integra el pueblo o nación. Raza fuerte en cuerpo y en espíritu, como tantas veces hemos repetido. Al hablar nosotros de raza, nos referimos a la raza hispana, al genotipo ibérico, que en el momento cronológico presente ha experimentado las más variadas mezclas a causa del contacto y relación con otros pueblos. Desde nuestro punto de vista racista, nos interesan más los valores espirituales de la raza, que nos permitieron civilizar tierras inmensas e influir intelectualmente sobre el mundo. De aquí que nuestro concepto de la raza se confunda casi con el de la «hispanidad».

    No podemos los españoles hablar de pureza del genotipo racial, menos quizás que otros pueblos, pues las repetidas invasiones que ha experimentado la península han dejado sedimento de variadísimos genotipos. Mezclados los antiguos iberos con griegos y latinos, han sufrido las invasiones africanas, las infiltraciones judía, germana, gala e incluso nórdica, de manera que más que de una raza trátase de un pueblo sometido a muchas influencias civilizadoras y cruces de genotipos.

    En la raza ibérica no existe unidad en el biotipo, y así el vasco nos ofrece una figura corporal, un temperamento y un carácter que le hacen muy distinto del andaluz, del catalán, del gallego y del castellano. Pero la raza ha rebasado los límites territoriales y ha poblado o repoblado muchas naciones americanas, infundiéndoles no solamente caracteres biológicos, sino ideas, hábitos, idioma, religión y cultura, de manera que el argentino, el peruano, el chileno, el mejicano, ofrecen tales semejanzas con el castellano, por ejemplo, que podemos hablar de unidad racial. Empero repetimos que no hemos de dar importancia ni al ángulo facial ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido exclusivamente por las características biológicas que pueden transmitirse al través del plasma germinal, sino por aquellas que son luz del espíritu, como el pensamiento y el idioma.

    Depurada la civilización ibérica primeramente en el crisol hispano-romano-visigótico, pulimentada por la influencia arábiga, alcanza el máximo esplendor en el Siglo de Oro, para declinar, a partir de entonces, en triste decadencia. A pesar de la decadencia política internacional y de la merma del poderío guerrero, el pensamiento español subsiste vigoroso y mantienen los pensadores españoles su prestigio hasta mediado el siglo XVIII. Todavía iluminan el mundo chispazos del ingenio hispano después de los grandes desastres que nublaron los postreros años del rey inmortalizado por Velázquez y el reinado de su cretino vástago. Consúmase la decadencia con la guerra de sucesión, comenzando con la dinastía borbónica una invasión de aventureros, cortesanos y lacayos franceses, irlandeses y saboyanos, carcoma de España, culpables de la ruina de la filosofía hispana, baluarte de la raza.

    La política racial tiene que actuar en nuestra nación sobre un pueblo de acarreo, aplebeyado cada vez más en las características de su personalidad psicológica, por haber sufrido la nefasta influencia de un círculo filosófico de sectarios, de los krausistas, que se han empeñado en borrar todo rastro de las gloriosas tradiciones españolas. Somos en la actualidad, tanto desde el punto de vista biológico como psicológico, un pueblo inculto, arrivista, materializado. Podríamos remozarnos con el recuerdo de glorias pasadas, pero hasta de esto se quiere despojarnos, y una prensa a sueldo del marxismo internacional se ha dedicado, con finalidades políticas, a derribar los ídolos de nuestra historia. El hecho de substituirse en un grupo escolar el nombre de Lope de Vega por el de un obscuro maestro argentino, revela claramente lo que puede esperarse de nuestra «raza».

    Necesitamos emprender denodada lucha higiénica contra los gérmenes morbosos que carcomen la raza hispana para conducirla a la más abyecta de las degeneraciones. No se trata de volver a los valores humanos del siglo XV o XVI pura y simplemente. Trátase de reincorporados al pensamiento, hábitos y conducta del pueblo, a los fines de sanear moralmente el medio ambiente, de manera que se refuerce psicológicamente el fenotipo para que no degenere el genotipo. La política racial comprende en sus medios todo lo que enseña la biología y la higiene, pero atiende como supremo fin a la civilización dimanada de la formación filosófica, traducida siempre en sana moral del pueblo.

    Se ha propuesto la segregación de los inferiores biológicos y psíquicos, y se abren las puertas de la cárcel para que influyan en la vida pública una serie de psicópatas antisociales y amorales. Se aísla a las gentes afectas de enfermedades infecciosas y no a quienes contaminan el cuerpo social con ideas disolventes que conducen a la corrupción, la criminalidad y la locura. De esta suerte es imposible una raza sana de cuerpo y de espíritu, impregnada del espíritu de la hispanidad...
    Última edición por ALACRAN; 27/10/2020 a las 20:04
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    XXXV

    Concepto de la Hispanidad


    Hemos llegado los españoles a un punto de nuestro desenvolvimiento histórico sumamente delicado para el porvenir de la raza; pues o nos dejamos arrastrar por las corrientes positivistas y materialistas que dominan en la mayor parte del mundo, o, con los pueblos italiano y alemán, volvemos a la demanda de nuestros valores espirituales y raciales, que nos permitieron civilizar tierras inmensas, todavía, ligadas a la Madre España, después de un siglo de independencia, por los lazos de una civilización común.

    Un patriota español residente en la Argentina, don
    Zacarías de Vizcarra, propuso hace pocos años que el titulado Día de la Raza se denominase en lo sucesivo Día de la Hispanidad. El concepto Hispanidad comprende y caracteriza a la totalidad de los pueblos hispanos. Un ilustre pensador, don Ramiro de Maeztu, recogió la idea del sacerdote argentino, erigiéndose en paladín de la Hispanidad. Del libro Defensa de la Hispanidad (Editorial Fax, Madrid 1934) recogemos las siguientes ideas:

    Desde que España dejó de creer en sí, en su misión histórica, no ha dado al mundo de las ideas generales más pensamientos valederos que los que han tendido a hacerla recuperar su propio ser. No hay un liberal español que haya enriquecido la literatura del liberalismo con una idea cuyo valor reconozcan los extranjeros, ni un socialista la del socialismo, ni un anarquista la del anarquismo, ni un revolucionario la de la revolución.

    Lo que nos hace falta es desarrollar, adaptar y aplicar los principios morales de nuestros teólogos juristas a las mudanzas de los tiempos. El ímpetu sagrado de que se han de nutrir los pueblos que ya tienen valor universal, es su corriente histórica. La corriente histórica nos hacía tender la Cruz al mundo entero.

    Hizo brillar el Padre Vitoria con su doctrina de la gracia la esperanza de la salvación en todos los mortales. Con ello se salvó en el hombre la creencia en la eficacia de su voluntad y de sus méritos, idea que inspiró la legislación de las tierras americanas descubiertas. De la posibilidad de salvación se deduce la de progreso y perfeccionamiento, no solamente ético, sino también político. Es comprometerse a no estorbar el mejoramiento de sus condiciones de vida y aun a favorecerlo todo lo posible.

    El ideal hispano está en pie. Lejos de ser agua pasada, no se superará mientras quede un solo hombre en el mundo que se sienta imperfecto. Cuando volvemos los ojos a la actualidad, nos encontramos, en primer término, con que todos los pueblos que fueron españoles están continuando la obra de España. Si ha de evitarse la colisión de Oriente y Occidente, existe una necesidad urgente de que se resucite y extienda por todo el haz de la tierra aquel espíritu español que consideraba a todos los hombres como hermanos, aunque distinguía los hermanos mayores de los menores.

    Hace doscientos años que el alma se nos va en querer ser lo que no somos, en vez de querer ser nosotros mismos, pero con todo el poder asequible. Estos doscientos años son los de la Revolución.

    El hombre inferior admira y sigue al superior, cuando no está maleado, para que le dirija y proteja. El hidalgo de nuestros siglos XVI y XVII recibía en su niñez, adolescencia y juventud una educación tan dura, disciplinada y espinosa, que el pueblo reconocía de buena gana su superioridad. Todavía en tiempos de Felipe IV y Carlos II sabía manejar con igual elegancia las armas y el latín. Hubo una época en que parecía que todos los hidalgos de España eran al mismo tiempo poetas y soldados.

    Pero cuando la crianza de los ricos se hizo cómoda y suave, y al espíritu de servicio sucedió el de privilegio, que convirtió la Monarquía Católica en territorial, y a los caballeros cristianos en señores, primero, y en señoritos luego, no es extraño que el pueblo perdiera a sus patricios el debido respeto. En el cambio de ideales había ya un abandono del espíritu a la sensualidad y a la naturaleza; pero lo más grave era la extranjerización, la voluntad de ser lo que no éramos, porque querer ser otros es ya querer no ser, lo que explica, en medio de los anhelos económicos, el íntimo abandono moral, que se expresa en ese nihilismo de tangos rijosos y resignación animal, que es ahora la música popular española.

    La historia, la prudencia y el patriotismo han dado vida al tradicionalismo español, que ha batallado estos dos siglos como [113] ha podido, casi siempre con razón, a veces con heroísmo insuperable, pero generalmente con la convicción intranquila de su aislamiento, porque sentía que el mundo le era hostil y contrario al movimiento universal de las ideas.

    El mundo ha dado otra vuelta, y ahora está con nosotros, porque sus mejores espíritus buscan en todas partes principios análogos o idénticos a los que mantuvimos en nuestros grandes siglos. Y es que han fracasado el humanismo pagano y el naturalismo de los últimos tiempos. El sentido de la cultura en los pueblos modernos coincide con la corriente histórica de España. Hay que salir de esta suicida negación de nosotros mismos con que hemos reducido a la trivialidad a un pueblo que vivió durante más de dos siglos en la justificada persuasión de ser la nueva Roma y el Israel cristiano.

    El espíritu de la Hispanidad fortalecerá los débiles, levantará los caídos, facilitará a todos los hombres los medios de progresar y mejorarse, que es confirmar con obras la fe católica y universalista...
    Última edición por ALACRAN; 27/10/2020 a las 20:08
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    XXXVI

    Esencia de la raza


    La esencia de la raza radica en el patriotismo. No puede existir Raza mientras no haya Patria: habrá «población», pueblo, conjunto de habitantes de un territorio, sin características psicológicas propias que eleven y extiendan su pensamiento, y con ello su influencia, por todo el universo.

    El patriotismo es un concepto muy complejo, y cada cual lo entiende a su manera. Comprende el patriotismo el territorio, la raza, los valores culturales, tales como las letras, las tradiciones, las hazañas históricas, la religión, las costumbres, &c. El concepto que tienen el intelectual, el político y el aldeano de la patria es enteramente distinto, apreciando unos el territorio, otros la raza, otros la cultura y los elementos espirituales.

    El hombre normal ama el territorio nacional porque es el que le ha nutrido; quiere a las gentes de su raza porque son pedazos de su tierra y porque las entiende mejor que a las de otros países; aprecia más los valores culturales patrios porque los encuentra más compenetrados con su tierra, su gente y su alma. Hoy puede decirse que en España ha desaparecido aquel patriotismo instintivo que ya trató Cánovas de despertar con su desesperada fórmula: «Con la Patria se está con razón o sin ella, como se está con el padre y con la madre.»

    Ha sido el espíritu patriótico el que ha levantado a los pueblos caídos en la miseria y en la desgracia después de la catástrofe de la Gran Guerra. Las razas que han sabido encontrarse a sí mismas, las naciones que han mirado a su historia, los pueblos que han luchado por la recuperación de sus valores espirituales y resucitado las antiguas tradiciones, éstos, cual fénix, han renacido de sus cenizas y han podido enfrentarse con el mundo entero para mantener su personalidad racial.

    Mantiene el patriotismo el espíritu racial. El espíritu racial es aquella parte del espíritu universal que nos es asimilable, por haber sido creación de nuestros padres en nuestra tierra, patrimonio que nos han legado para que lo incrementemos y enriquezcamos, no para destruirlo y malbaratarlo. La raza es espíritu, España es espíritu, la Hispanidad es espíritu. Perecerán las razas, las naciones y los pueblos que por extranjerizarse no sepan conservar su espíritu.

    El espíritu racista siempre ha estado latente en España, como lo pregonan los expedientes de limpieza de sangre necesarios en pasados siglos para habilitarse para los cargos públicos y pertenecer a las corporaciones gremiales. Cierto es que la limpieza de sangre se refería más bien al origen judío o morisco, pero era esto con objeto de asegurar la pureza de la fe. El extranjero que se asimilaba el espíritu de la hispanidad y la cultura hispana transformábase en exaltado patriota e hispanófilo, incorporándose gustoso a nuestra raza.

    Llama la atención Maeztu (loc. cit.) acerca de que siempre se han manifestado contrarios a las supremacías raciales aquellos españoles no creyentes. Una parte de ellos son resentidos, hostiles a nuestra verdadera civilización, porque sus instintos les impulsan a combatir a sangre y fuego todo aquello que sea selecto, a causa de que su plebeyez espiritual impídeles formar en las filas de la aristocracia cultural. Otros son pedantes infatuados, sectarios de escuelas filosóficas extranjeras, astígmatas intelectuales que divisan deformado el campo visual del pensamiento universal. Para éstos carece de valor la raza hispana; les interesa tan sólo que sea fuerte la especie.

    Es patriota quien quiere para su país la prosperidad, el respeto de sus derechos y su verdadero lugar en el concierto mundial. El patriotismo territorial es peligroso, porque hace olvidar que la vida de los pueblos debe ajustarse a los principios generales del derecho y de la moral. Si una nación roba y mata a otra por engrandecerse, somete a su albedrío la moral universal, es innoble en su conducta, y su pensamiento no adquirirá universalidad.

    La raza es cuerpo y espíritu, y la política racial verdadera consiste en vigorizar física y moralmente al pueblo, para que fructifique su propio pensamiento tradicional, que por haber nacido de las circunstancias ambientales constituye la raigambre histórica de su existencia.
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    XXXVII

    Regeneración de la raza


    Sabemos que los caracteres hereditarios no se reciben exclusivamente de los padres, sino que en la masa hereditaria individual intervienen todos los ascendientes. De aquí que el saneamiento y regeneración eugenésico de un pueblo o raza requiera que se actúe sobre la «totalidad» de los individuos que le constituyen, y no limitarse a la selección de padres aislados, pues las apariencias engañan frecuentemente en biología, y la pureza de sangre –en sentido biológico– es mucho más difícil de averiguar que la limpieza de sangre que se exige para el ingreso en las Ordenes Militares aristocráticas.

    La regeneración de una raza impone una política que neutralice el daño que puede venirle al plasma germinal de los agentes patógenos, tanto físicos como psíquicos, materiales como morales. Coincidimos con los nacionalsocialistas en que cada raza tiene un significado cultural particular, y unas características biopsíquicas que deben exaltarse en sus facetas excelsas. Los españoles no tememos ni hemos temido enlaces bastardos; nos hemos cruzado despreocupadamente con las más diversas razas, sin perder nuestra individualidad, antes afirmándola, mientras hemos conservado la esencia de la hispanidad que alimentaba nuestra personalidad psicológica.

    Lejos de nuestro ánimo propugnar una política racial enfocada en el sentido endogámico de las sociedades primitivas. Nunca nos pronunciaremos en contra de la mezcla de las castas superiores e inferiores de nuestra raza. Pero abogaremos por una supercasta hispana, étnicamente mejorada, robusta moralmente, vigorosa en su espíritu. Para ello hemos de estimular la fecundidad de los selectos, pues en biología la cantidad no se opone a la calidad.

    Dícese que las razas peligran por el incremento en la reproducción de los tarados y enfermos, e incluso afirma Grote que el médico no puede ser higienista de la raza, pues al luchar en favor de la salud de enfermos y degenerados, conserva la vida a individuos inaptos para engendrar hijos robustos. Ya hemos dicho todo lo que teníamos que decir acerca de la falibilidad de las leyes de la herencia y de los procesos de degeneración y regeneración; también hemos combatido los métodos propuestos por la eugenesia geneticista, habiendo de insistir todavía sobre algunos puntos capitales.

    No es cierto en absoluto que la degeneración de una raza sobrevenga por contraselección, por ser menor la fecundidad de los individuos normales y vigorosos que la de los deficientes físicos y mentales. Hay una multitud de factores que influyen en la degeneración de la raza, por lo cual creemos que la regeneración de la raza estriba en el aumento de la natalidad, con objeto de que todas las clases sociales se reproduzcan proporcionalmente, a fin de que se mantenga el equilibrio en la transmisión de los valores raciales.

    Compréndese que si es necesaria tal proporcionalidad en la reproducción, impónese urgentemente y en primer término una radical reforma social comprensiva de la totalidad de los factores físicos, culturales y morales, que mejore las condiciones ambientales en que se reproducen los individuos inferiormente dotados. Ha de abonarse el terreno con abonos de la mejor calidad, para que las generaciones futuras reciban rica savia, robustecedora principalmente de las cualidades de los inferiores. Únicamente así podremos despojar a los genes dañados de sus taras. Con suprimirlos nada adelantaremos, puesto que persisten las condiciones nocivas del medio ambiente que actúan sobre ellos perniciosamente.

    Enemigos de la segregación y supresión de los tarados y enfermos, partidarios de mejorar sus condiciones de vitalidad, no por eso creemos que la higiene racial deba impulsar denodadamente la procreación de los inferiores. Pero tampoco hemos de limitarnos a estimular la fecundidad de los selectos. Nuestro programa tiende a despertar en los individuos de todas las clases sociales un deseo de ascender a las jerarquías selectas, aristocráticas de cuerpo y espíritu, ambicioso programa que reclama la colaboración de sociólogos, economistas y políticos. Nos referimos a los políticos de doctrina, no a los políticos de partido, porque éstos ejercen una influencia funesta y demoledora sobre la raza.

    La regeneración de la raza ha de sustentarse necesariamente en la regeneración de la institución familiar, porque la familia constituida con arreglo a los tradicionales principios de la moral cristiana representa un vivero de virtudes sociales, una coraza contra la corrupción del medio ambiente, un depósito sagrado de las tradiciones. Si buscamos la exaltación de los valores espirituales del pueblo, necesitamos de incubadora y de estufa que los haga germinar y florecer, aun en contra de condiciones atmosféricas desfavorables. La familia viene a ser una especie de célula en el cuerpo social que forma la raza. El vigor y la salud de muchas células defiende al cuerpo de las infecciones e intoxicaciones, además de prestarle vitalidad. Muchas familias sanas y prestigiosas terminan por vigorizar una raza decadente.

    Cultura y religión son consubstanciales con la familia cristiana, de la que irradia hacia el ambiente una influencia depuradora moral que consolida y mantiene los valores raciales. Las civilizaciones griega y romana han subsistido veinte siglos gracias a la depuración efectuada por el Cristianismo. El pueblo árabe, heredero también de la civilización griega, sufrió al cabo de pocos siglos un colapso degenerativo del que no ha logrado levantarse. Reflexionemos unos instantes sobre las bases de la institución familiar tal como la comprende el Catolicismo, y nos convenceremos del sólido apoyo que encuentra en ella la regeneración de la raza.

    Las familias no pueden ser selectas si los individuos que las forman abandonan el autoperfeccionamiento de sus condiciones innatas de elevada jerarquía biopsíquica. El potencial energético racial almacenado en cada individuo necesita desarrollarse, para que no se extingan la familia y la raza.
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    XXXVIII

    Autoperfeccionamiento de los preselectos


    La raza que no quiere estar subyugada por los inferiores y débiles de cuerpo y de espíritu debe engrandecer los biotipos de buena calidad hasta lograr que predominen en la masa total de la población. Una raza debe reproducir sus mejores elementos, no aniquilarlos, no asfixiarlos. Ha de escoger los individuos de elevado potencial biopsíquico y colocarlos en las mejoras condiciones posibles de desarrollo. Política contraria a la democrática, que ha nivelado las clases sociales, en beneficio de los inferiores, en perjuicio de los selectos, para proporcionar medios de vida a la multitud de mediocres.

    Precisa un automejoramiento de los selectos en potencia. Es necesario que cada uno de nosotros modifiquemos nuestro modo de existencia, imponiéndonos una disciplina mental, una austeridad, una moral y una actividad altruista que nos haga dueños de nosotros mismos. Puesta la mira en los elevados ideales de la hispanidad, autoperfeccionándonos individualmente, llegaremos, por simpatía afectiva, a constituir grupos sociales de idénticas tendencias, donde fermenten los deseos de automejoramiento del «yo ideal» que todos nos hemos forjado.

    Siempre que sintonizamos afectivamente con un tercero, tratamos de imitarle en todo o en parte: fenómeno, elemento o proceso psíquico que los psicoanalistas denominan identificación. El proceso de identificación representa las primicias de las relaciones del niño con sus familiares, pero se renueva en épocas ulteriores de la vida, cuando advertimos comunidad de deseos e intereses en otras personas. Siempre deseamos identificarnos con la persona a quien veneramos y que nos entusiasma, debido a que tal persona es el «yo ideal» a que todos aspiramos. Imitemos a los superselectos de la raza, a los personajes egregios de la ciencia, de las letras y de las armas que nos han legado el espíritu racial hispano. Nunca más identificarnos con toreros, boxeadores o caudillos políticos, astros refulgentes de un día, pronto sumidos en la sombra de la nada.

    No es indiferente que el niño se identifique con el Gran Capitán o con Charlot, que se entusiasme con el detective o con el bandido, con Don Juan Tenorio o con Iñigo de Loyola. Infinitos los ejemplos de grandes hombres influidos en su niñez por determinados héroes de la antigüedad. Acaso las glorias de Napoleón engendráronse en su esfuerzo por imitar las virtudes y los pensamientos aprendidos en las páginas de Plutarco. Don Quijote hizo muchas locuras, pero aprendió caballerosidad en los libros de caballería.

    Divulguemos en el pueblo, en la masa juvenil principalmente, vidas heroicas que puedan ser otros modelos de «yo ideal». Imite la juventud a los selectos y superdotados, no a los ídolos de la plebe. Es la única manera de dotar a la raza de una aristocracia espiritual que favorezca el desenvolvimiento y desarrollo de las potencialidades raciales de superior categoría.

    Propone Carrel un eugenismo voluntario, haciendo comprender a los jóvenes los peligros a que se exponen matrimoniando con personas en cuyas familias existan antecedentes de cáncer, tuberculosis, &c. Igualmente que los jóvenes saben escoger muchachas con dote y sacrifican frecuentemente el amor a los intereses materiales, o se enamoran solamente de ricas herederas, deben pretender muchachas con todas las garantías exigidas por la eugenesia. El problema ofrecería muchas menos dificultades si interviniera el médico de familia como consejero, pues el consejo desinteresado del médico puede evitar muchas uniones que, desde el punto de vista biológico, han de presumirse desgraciadas.

    Conformes con la proposición del sabio francés, creemos que el eugenismo voluntario debe comenzar por el mismo individuo, adiestrado desde pequeño a someterse a las reglas de la higiene, además de imponerse severa disciplina moral, para sustraerse a la influencia de un medio ambiente deletéreo. La disciplina constituye el más fuerte baluarte contra el contagio psíquico, por representar un elemento imponderable de educación de la voluntad.

    Somos partidarios de una disciplina social muy severa, divisando en ella la salvación de la raza, por imponer a la masa las ideas de los dirigentes responsables. La disciplina educa a las masas, por inculcar el respeto a la jerarquía, que es el respeto a sí mismo. Pero, además, contribuye al autoperfeccionamiento de los preselectos, por recibir y dar ejemplo de subordinación.

    Muchos son los métodos pedagógicos de formación del carácter y de educación de la voluntad. Puede seguirse cualquiera de ellos, pues todos son buenos, con tal de que desenvuelvan la inteligencia, el sentido moral y la virilidad. El individuo aislado lucha con dificultad contra un medio ambiente materializado y corrompido; necesita asociarse en pequeños grupos con otras personas que pretendan igualmente el automejoramiento eugenésico. Diez selectos fundaron la Compañía da Jesús, cuya acción se irradia a todo el mundo y que tanto participó en la civilización de los pueblos descubiertos a partir del siglo XVI.

    Las Ordenes de Caballería, las Ordenes monásticas y otras instituciones medioevales, nacidas en tiempos de lucha contra la barbarie, eran rigurosas en las pruebas exigidas a los aspirantes y en la conducta observada por sus miembros. Al relajarse los austeros principios fundamentales, también cayeron tales instituciones en franca decadencia. Quienes hayan alcanzado aisladamente cierto grado de autoperfeccionamiento deben agruparse, al objeto de que el mutuo ejemplo corrija las flaquezas y desfallecimientos.

    La nación que quiera velar por el porvenir de su raza, debe crear una aristocracia eugenésica, no constituida exclusivamente por atletas, sino por selectos autoperfeccionados y ansiosos de superarse, tanto en la esfera corporal como en la espiritual y moral. Ha de estimularse por todos los medios posibles el desarrollo de las potencialidades de elevada cualidad que se descubran en jóvenes y niños, en lugar de permitir que se derrochen y esfumen en el libertinaje. Ello no quiere decir que hayamos de proletarizar la cultura.
    Última edición por ALACRAN; 27/10/2020 a las 20:22
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    XL

    Orgullo del selecto

    No todos los preselectos, dotados de buenas aptitudes, desarrollables a beneficio de un trabajo pedagógico y de una autoformación, alcanzan las altas jerarquías de la raza. El preselecto ha de estar sometido durante su infancia, juventud y parte de la adolescencia a un trabajo de entrenamiento y formación privativo de los placeres sensuales. Ha de recibir una educación rígida y disciplinada. Ha de renunciar a mucho para lograr que su personalidad biopsíquica se eleve considerablemente sobre el promedio.

    Es difícil fabricar genios porque ignoramos la génesis del genio. Es relativamente fácil crear, mediante la higiene racial, una aristocracia biopsíquica que, gracias a cruzamientos afortunados con los mejores elementos de la raza, favorezca su regeneración y perfeccionamiento. Conocida la posibilidad de transmitir a los retoños parte de las cualidades adquiridas por los padres, la organización social, dirigida por los principios de la higiene racial, fomentará el eugenismo individual en los padres y en la familia, venero de selectos.

    Obstáculos infinitos habrá de vencer el niño antes de llegar a la categoría de selecto. Muchos son los sacrificios que se habrá impuesto. Crueles dolores habrán producido ciertos renunciamientos. Pero se habrá dominado a sí mismo, y podrá sentirse orgulloso de haber dominado sus bajos instintos.

    El orgullo del selecto puede ser peligroso para la raza si conduce a la soberbia, a la misantropía y a la inadaptabilidad social. Porque el selecto no debe menospreciar a sus prójimos inferiores en dotes, antes al contrario, debe amarlos, para estar más cerca de ellos y poder injertarles o inocularles su pronta esencia.

    Ejemplo viviente por la austeridad en las costumbres, moralidad en la conducta y constancia en el trabajo, ha de pensar el selecto constantemente en el porvenir de la raza, puesta la mira en su perfeccionamiento. Sírvale el pedestal de su selección para que se le pueda contemplar desde todas partes, no para ser admirado, sino para ser imitado. El único orgullo permitido al selecto es el de dominarse a sí mismo, y si sabe dominarse, será humilde con iguales e inferiores.

    Algunas personas que llevan apellidos ilustres en el mundo intelectual, créense por este simple hecho, que han recibido hereditariamente las cualidades de los progenitores y que ello basta para inscribirse en la aristocracia de los selectos. Como no han pasado el calvario paterno de renunciaciones, la personalidad tampoco adquiere el necesario vigor, y degenera. Raramente el hijo del genio o del hombre grande supera a sus padres. Criado en la molicie, algo descuidada su formación, orgulloso de su casta, las cualidades heredadas y las que podrían adquirirse por el trato constante con el selecto, no se desarrollan suficientemente. Principalmente, a causa del orgullo de casta.

    El nepotismo ha sido fatal para las clases selectas y para la raza. La influencia social ha colocado prematuramente a los hijos de selectos en puestos destacados, y no siempre han logrado dominarse a sí mismos, como lo hicieron sus padres. El retoño del selecto debe recibir todavía una educación más austera y disciplinada que su padre, por correr mayores peligros de que se pierda su potencial biopsíquico hereditario. Colíguese que la higiene racial debe luchar contra el nepotismo.


    Última edición por ALACRAN; 19/11/2020 a las 20:04
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    XLI

    Elementos indeseables


    Existen en el conglomerado racial tipos biopsíquicos indeseables por las cualidades de su personalidad: son los psicópatas o degenerados superiores. En las democracias modernas córrese el peligro de que adquieran relevante puesto social psicópatas cuyo papel debe reducirse a figurar en la masa anónima y pasiva. Pero precisamente están dotados de gran actividad, carecen de inhibiciones morales y alcanza libre expansión su conducta antisocial.
    Un degenerado es un individuo en quien predominan las disposiciones vitales desfavorables a expensas de las favorables con la particularidad de que la tara biológica ha sido transmitida y es transmisible por herencia, de no experimentar una regeneración el biotipo. La principal característica de la psicopatía radica en los trastornos de la conducta, dependientes de una reactividad anormal del sujeto a los estímulos externos e internos. El psicópata flaquea en la afectividad y en la moralidad, y carece de fuerza inhibitoria sobre sus impulsos instintivos.

    El psicópata no solamente es peligroso por su constante reactividad antisocial, sino también por la especial visión que tiene de la vida, consecuencia de complejos afectivos, principalmente de inferioridad, conducentes al empleo de insólitos medios de defensa y resistencia. Dotado de buena inteligencia por regla general, tiene aspiraciones, deseos e intereses superiores a sus disponibilidades, y al no alcanzarlos, brotan en los bajos fondos de su psiquismo complejos afectivos de resentimiento, rencor y venganza que movilizan dinámicas fuerzas instintivas, traducidas en una conducta antisocial.

    Exaltada su dinamicidad instintiva, afectiva o volitiva, no encuentra el psicópata el contrapeso regulador e inhibidor de los sentimientos elevados y de la moral; la exuberante fantasía no está frenada por una crítica suficiente; las apetencias instintivas no están contenidas por el razonamiento. Intolerante para los estímulos externos desagradables, inadaptado a la vida, es el psicópata un elemento social indeseable, cuya libre expansión y crecimiento perjudica a la raza.

    Figuran entre los psicópatas el criminal nato, el amoral, el perseguido-perseguidor, el pasional, el vagabundo, el dipsómano, la prostituta congénita, todos los anormales sexuales, el egocéntrico, el pedante, el irritable, el estafador, el flemático, el tímido, el fóbico, el triste y tantos otros tipos, importando mucho los fanáticos, por lo que pueden pesar en la balanza del equilibrio social.

    La psicopatía es un lastre de todas las razas, actualmente muy gravadas por esta tara, por favorecer el ambiente político-social mundial el desarrollo de las reacciones antisociales de los psicópatas. Tiene la democracia el grave inconveniente de que halaga las bajas pasiones y de que concede iguales derechos sociales al loco, al imbécil y al degenerado. El sufragio universal ha desmoralizado las masas, y como en éstas ha de predominar necesariamente la deficiencia mental y la psicopatía, al tener igual valor el voto del selecto que el del indeseable, predominarán los últimos en los puestos directivos, con perjuicio del porvenir de la raza.

    Todavía agrava el peligro del predominio de los indeseables la afinidad y simpatía que se establece entre las personas que presentan idénticas anomalías psicológicas. Un conductor de multitudes inmoral, sanguinario, egolátrico y cínico, atrae a todos los individuos de tendencias psicopáticas semejantes. He aquí la fuente contraselectiva de las razas degeneradas.

    La democracia ha liberado las tendencias psicopáticas en todos los países, habiendo aumentado la criminalidad en proporción directa a lo que podríamos llamar índice democrático nacional. Padece el mundo una criminalidad brutal y consciente, que se ha tratado de justificar con miras revolucionarias y políticas, por lo que daña a los fundamentos de la llamada sociedad burguesa. El crimen social tiene sus glorificadores, los mismos que han desterrado la pena de muerte de los códigos. Las razas selectas todavía han podido contrarrestar en alguna manera la invasión democrática antisocial. Otras razas, no tan fuertes, como la nuestra, corren grave peligro de ser anegadas por el predominio de las tendencias sociales psicopáticas.

    Han desaparecido de la conciencia colectiva las constelaciones Dios, Patria y Familia, que tanto influyen en la sensibilidad del pueblo y aristocratizan la raza. Aplaude la muchedumbre el incendio de una artística iglesia y persigue a los religiosos por las calles como si fueran reses. Se han pulverizado los conceptos jerarquía y disciplina social, para que, diluido el sentido de la responsabilidad personal de la masa, puedan tener las tendencias antisociales libre desenvolvimiento.

    La raza perece porque solamente una minoría selecta se mueve por la razón. La mayoría se moverá siempre por el sentimiento y cuando el sentimiento, además de haberse transformado en pasión, desciende a las bajas categorías pasionales, entonces se quebranta el armazón de la sociedad civilizada.

    Precisa privar a los indeseables de los derechos ciudadanos mientras no se hayan regenerado mediante la reeducación. Compete a políticos y sociólogos purificar el medio ambiente fomentador del desenfrenado desarrollo de las tendencias instintivas de las masas. Ha de impedirse que ególatras, inadaptados, mediocres y resentidos puedan influir sobre las masas, cuya resonancia afectiva propende a la crueldad, al odio, a la injusticia, a la envidia, al engaño, al estupro, a todo lo meramente instintivo y reactivo.
    Última edición por ALACRAN; 19/11/2020 a las 20:08
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    XLV

    Nuevas rutas eugenésicas

    … Una política social francamente eugenésica no puede desligarse de las enseñanzas de la Higiene mental, ya que los principios psicológicos tienen constante aplicación en la formación cultural de la juventud, en la organización del trabajo, e incluso en las relaciones político-sociales del pueblo. La Eugenesia no puede basarse únicamente en la Biología, que también necesita de la Biopsicología.

    La Higiene mental aparece íntimamente unida a la Moral y al Derecho natural. Fusionadas la Moral y la Eugenesia, podremos modificar numerosas aberraciones del pueblo conducentes a la degeneración. Una atmósfera saludable de elevadas esencias éticas es indispensable para el mejoramiento del genotipo.

    La educación popular es otra de las rutas eugenésicas que llevan a la regeneración de la raza. Un pueblo inculto, ha de ofrecer siempre valores raciales de inferior entidad, y encontrará reducido su espacio vital. El ensanchamiento del espacio vital individual, no se logra por la intervención del músculo vigoroso; que también debe intervenir el cerebro. Transformado el pueblo en un inmenso equipo gimnástico, la lucha por la existencia retrogradará a los métodos del periodo cavernario. La cultura suaviza los métodos de lucha por la existencia, y amplifica los medios de vida.

    El fomento de la natalidad es uno de los factores que más pueden contribuir a la regeneración de la raza; pero el aumento de la natalidad es insuficiente por sí mismo, pues es preciso, además, que las sucesivas generaciones valoricen sus caracteres raciales de buena calidad. El germen de la raza radica en la familia, institución social que favorece la expansión de los principios eugenésicos. Formado el tronco por biotipos de buena calidad, los retoños han de colocarse en las mejores condiciones de desarrollo, para que predominen en la masa de población los potenciales biopsíquicos selectos.

    Si, como se ha dicho, la civilización perjudica el porvenir de las razas, ellos e debe a que la actual civilización es materialista, mecanizada e industrializada. Contra el avasallador torrente materialista no podemos oponer otro dique que los ideales religiosos y patrióticos, reavivando los existentes o creando otros nuevos. Ningún ideal puede superar la sublimidad del religioso, ni contiene tan poderosa energía psicoafectiva, por lo cual la religiosidad del pueblo jamás se extinguirá, y aumentará con su cultura, que la religiosidad nunca puede ser estigma de ignorancia.

    Sin religiosidad y sin patriotismo, no puede subsistir la raza, que necesita de un patrimonio espiritual destinado a elevar la moral de la personalidad. Incrustada en el genotipo, ambas fuerzas permanecen latentes si el medio no los estimula. Cuando se borran en un pueblo la religiosidad y el patriotismo, la raza no tarda en perecer.
    Última edición por ALACRAN; 19/11/2020 a las 20:14
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    Otro libro muy interesante sobre la materia es «Eugenesia y catolicismo» del prelado magiar Tihamér Tóth. En él, condenaba «la eugenesia meramente materialista» por pretender «aplicar a los valores de la vida humana la medida con que se mide la cría de animales» y pregonar «el colectivismo» y «la esterilización de hombres inocentes». En cambio había otra eugenesia que para regocijo del Vaticano se basaba en «el gran esfuerzo que intenta asegurar una generación humana más valiosa, más sana, más fuerte, más resistente en el trabajo»

    En definitiva, y siguiendo las recomendaciones de Toth, la verdadera eugenesia que debía ser impulsada desde el derecho era aquella «más valiosa que cualquiera otra» la del «pregonar la vida completamente pura hasta el matrimonio y exigir a los cónyuges una vida moral».

    Saludos en Xto.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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    Re: "Eugenesia de la Hispanidad" (1937) del Dr. Antonio Vallejo Nágera

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Otra perspectiva más:

    Antonio Vallejo-Nájera: "El marxismo como enfermedad mental"

    Tomado de aquí: https://virtualinternetandbusinesson...ismo-como.html

    Antonio Vallejo-Nágera Lobón (Paredes de Nava, Palencia, 1889 - Madrid, 25 de febrero de 1960) fue un médico español, primer catedrático numerario de Psiquiatría en la Universidad española. Es el padre del también psiquiatraJuan Antonio Vallejo-Nágera.

    Realiza los estudios de Medicina en la Universidad de Valladolid, donde obtiene la Licenciatura en 1909. A continuación ingresa en el cuerpo de Sanidad militar, desempeñando su función con notable mérito, principalmente en las epidemias y en las acciones de guerra de la época, por lo que obtiene diversas condecoraciones nacionales. En1917 es nombrado Agregado de la Embajada de España en Berlín, como miembro de la comisión militar que debía inspeccionar los campos de prisioneros de guerra; por el cumplimiento de esta misión se hace acreedor de otras varias condecoraciones de diferentes países europeos.

    Durante su permanencia en Alemania tiene oportunidad de conocer las clínicas psiquiátricas, así como de escuchar las lecciones de Emil Kraepelin, Hans Walter Gruhle y Gustav Schwalbe; estas circunstancias determinan en Vallejo-Nájera su definitiva vocación por la Psiquiatría. Allí traduce al castellano las obras de Gruhle y Schwalbe. De nuevo en España, fija su residencia en Madrid y dirige, desde 1930, la Clínica Psiquiátrica de Ciempozuelos. En 1931 es profesor en la Academia de Sanidad Militar, centro donde se imparte la primera enseñanza de la especialidad. Afecto al nazismo, durante la Guerra Civil el coronel Vallejo-Nájera dirigió los Servicios Psiquiátricos del Ejército franquista y escribió extensamente sobre la degeneración de la raza española, que, según él, habría ocurrido durante la República, postura adoptada también por Juan José López Ibor, Ramón Sarró, José Solé Segarra, Marco Merenciano y otros psiquiatras de su mismo bando, y convenció a Franco para que creara el Gabinete de Investigación Psicológicas del Ejército a semejanza del Ahnenerbe (acrónimo del Instituto de Investigación y Estudio de la Herencia Ancestral Alemana), creado en 1935 en la Alemania nazi por Heinrich Himmler, para demostrar su teoría de que el marxismo era una tara mental, según expresaba en libros suyos como La locura y la raza, Psicopatología de la guerra española, Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza o Psiquismo del fanatismo marxista.

    En 1947 es nombrado por las instituciones franquistas profesor de Psiquiatría en la Universidad de Madrid, puesto que desempeña hasta 1959; es, por tanto, el primer catedrático numerario de dicha especialidad en la Universidad española. Su actividad docente se pone de manifiesto en su obra y en el ingente número de cursillos y conferencias que organiza. En 1951 es elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina.

    Teorías

    Como jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de la dictadura franquista, le fue encargado un estudio que demostrase la inferioridad mental de las personas de ideología marxista. Según Eduard Pons Prades en su obra Los niños republicanos (editado en RBA, 2005), Antonio Vallejo-Nájera "dirigió, en 1938, un estudio sobre los prisioneros de guerra republicanos, para determinar qué malformación llevaba al marxismo. O sea: iba en busca del gen rojo." En estos estudios, Vallejo-Nájera afirma que las mujeres republicanas tenían muchos puntos de contacto con los niños y los animales y que cuando se rompen los frenos sociales son crueles por faltarle inhibiciones inteligentes y lógicas, además de tener sentimientos patológicos. Pons también afirma en su libro que Vallejo-Nájera pidió en otro de sus trabajos la creación del Cuerpo General de Inquisidores.

    Para llevar a cabo el estudio, se utilizaron dos grupos: uno de prisioneros miembros de las Brigadas Internacionales y otro compuesto por 50 presas malagueñas. Algunas de las conclusiones del estudio realizado por Vallejo-Nájera son las siguientes:

    "La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible".

    La inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política o desafectos: "La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores".

    "El imbécil social incluye a esa multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes anónimas".

    Además de argumentar las bases biológicas de las opciones políticas, sus textos contribuyeron a fomentar la idea de la inferioridad de las mujeres

    “A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella.”

    Otras de sus conclusiones son:

    La raza es espíritu. España es espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas. Este espíritu lo definía como "militarismo social, que quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes sociales, fortaleza corporal y espiritual". Y para mejorar la raza era necesaria "la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales".

    Su purificación de la raza incluía el resurgimiento de la Santa Inquisición en contra de las personas que consideraba antipatrióticas, anticatólicas y antimilitares que corrompían la raza española. Afirmó que:

    La parte del problema racial de España era que había demasiados Sanchos Panzas (físico redondeado, ventrudo, sensual y arribista), y pocos Don Quijotes (casto, austero, sobrio e idealista), personajes imbuidos en un militarismo, identificando la cultura militar como la máxima expresión de raza superior.

    Toda su bibliografía y sus investigaciones están encaminadas a demostrar que el marxismo es una enfermedad mental, que existe un gen rojo que hace enfermar a las personas y que lo mejor es que los rojos no tengan hijos o, si los tienen, se les separe de sus padres», explica Montse Armengou. El comandante y psiquiatra Antonio Vallejo Nágera (1889-1960) fue una de las figuras clave de la represión franquista en la posguerra porque la revistió de un manto seudocientífico.

    El 23 de agosto de 1938 Franco autorizó la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas, cuya finalidad era «investigar las raíces biopsíquicas del marxismo», tal y como le había demandado Vallejo Nágera, que era un psiquiatra prestigioso desde los años veinte. Vinyes explica que resultó «decisivo» para desvelar el drama de los niños perdidos acceder a la documentación del gabinete de Vallejo Nágera.

    Para corroborar sus hipótesis preconcebidas, el militar estudió a 297 brigadistas internacionales encarcelados en Burgos y a 50 presas políticas recluidas en Málaga, y publicó los resultados en Biopsiquismo del fanatismo marxista, que demostrarían la inferioridad mental de los partidarios de la igualdad, social y política, la brutalidad de su fanatismo e incluso su fealdad. «Intentaba probar que el adversario era un infrahombre malvado y, a partir de ahí, todo está permitido contra él», explica Vinyes. En su libro Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza, Vallejo defendía la «eugenesia positiva», cuyo fin era «multiplicar los selectos y dejar que perezcan los débiles», que en su universo obsesivo eran los rojos, a quienes consideraba «individuos mentalmente inferiores y peligrosos en su maldad intrínseca». La dramática conclusión de sus teorías la expuso en La locura y la guerra: psicopatología de la guerra española, en el que abogaba por la separación de los hijos de los padres de los marxistas, pues «la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de una plaga tan temible».




    Última edición por ALACRAN; 02/08/2022 a las 14:13
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