Revista FUERZA NUEVA, nº 500, 7-Ago-1976
DEMOCRACIA “CRISTIANA” ¿POR QUÉ?
(La mentalidad y propósitos de Calvo Serer y Gil-Robles coinciden en hacer caso omiso de la Ley Moral y de la Soberanía Divina)
Las sentencias o pronunciamientos de don José María Gil Robles, senior, concernientes a la democracia cristiana, deben de ser autorizados, indiscutibles, oficialmente representativos de su “gens” política, cuando –según él mismo escribe en “Ya”- el presidente del Gobierno belga y del Congreso Internacional de la Democracia Cristiana de 1962, Teo Lefevre, le dio la investidura de “pionero de la democracia cristiana en el mundo”. Poner por delante su autoridad en la D. C. terrestre –todavía no se ha implantado en Marte, ni en otros astros del mundo- es necesario para poder justipreciar el alcance de la conclusión a la que aquí pretende llegarse: ¿qué razón de ser tiene ya la democracia cristiana en el mundo si la D. C. ya no es confesional ni se diferencia de las democracias ateas?
Lo diferencial de la D. C. ya no es lo cristiano
Establece en efecto, el pionero Gil-Robles que la diferencia entre los partidos democrático-cristianos “anteriores a la guerra” y los posteriores a ella consiste en que “los anteriores a la guerra eran, ante todo, partidos confesionales, cuyo nacimiento se basó en la necesidad de hacer frente a una política antirreligiosa”, mientras que los modernos partidos demócratas cristianos han nacido para hacer frente a los totalitarismos…, para devolver al pueblo el ejercicio de la soberanía”… “El centro de la gravedad de la democracia cristiana después de la guerra se ha desplazado desde la pura confesionalidad… hacia una inequívoca significación democrática”.
Exigencia cristiana: la colaboración con el comunismo
Parejamente, cuando a don Rafael Calvo Serer, aun cuando no pertenezca a la D. C., le preguntan cómo puede hacer compatible su pertenencia no ya a la Iglesia, sino al Opus Dei, y su colaboración con el Partido Comunista, Calvo Serer responde a “Diario de Barcelona”: “Mi colaboración con el P. C. está claramente precisada y delimitada en los acuerdos unitarios de la oposición democrática: la lucha por la libertades democráticas, que sólo existen cuando se aceptan y practican integralmente todos los derechos humanos. En esto no hay incompatibilidad alguna con mi pertenencia al Opus Dei, sino que viene exigido por las exigencias de mi concepción cristiana del mundo”.
Como se ve, la mentalidad y los propósitos de Calvo Serer y de Gil-Robles coinciden en hacer caso omiso de la Ley moral, es decir, de la soberanía divina: políticamente para la vida pública, aceptan sin reservas un planteamiento agnóstico, ateo, merced al cual ha de hacerse caso omiso de la voluntad de Dios sobre el mundo, para aceptar sin discusión la voluntad o, mejor dicho, las apetencias de los hombres sobre el mundo, aun cuando sean contrarias a la voluntad del Dios soberano.
Lo cristiano, subordinado a lo democrático
Como se ve, los hombres y los partidos que antes eran sustantivamente cristianos y adjetivamente demócratas, insensiblemente se han tornado sustantivamente demócratas y adjetivamente cristianos; han subordinado lo cristiano a lo democrático; han dejado realmente de buscar inspiración en los principios cristianos, para buscarla en los principios que singularizan o caracterizan a la Revolución, que son contrarios a los principios, proposiciones o preceptos de la Revelación.
La “inspiración cristiana”, traducida en praxis atea
Ni en este artículo de Gil-Robles, ni en sus anteriores declaraciones, ni en el libro que firma su hijo Jaime sobre la Federación Popular Democrática, que la familia Gil-Robles protagoniza, ni en los pronunciamientos de Calvo Serer o de Ruiz-Giménez se advierte cómo la concepción teocéntrica cristiana (del hombre, de la sociedad, del Estado y del mundo) pueda traducirse en una moral o en una praxis que conduce a la colaboración con los ateos (liberales o marxistas) y a las repulsas de los creyentes (tradicionalistas, falangistas, franquistas, etc.). No se pone de manifiesto cómo la “inspiración cristiana” pueda inducir a estos hombres a una concepción, a una praxis política y a un Estado en los que se reniega la soberanía de Dios –la Ley moral-, sustituyéndola por la soberanía del pueblo –por el sufragio universal amoral.
El humanismo delicuescente
Siquiera en el proyecto de Jacques Maritain acerca de un “Humanisme Intégral” se ponía de relieve el hecho de que sólo el humanismo teocéntrico era un humanismo cabal y que el humanismo antropocéntrico es un humanismo inconsistente, delicuescente, por ser falso. Lo va a advertir en seguida, el teólogo Henri de Lubac cuando en “Le drame de l´humanisme athée”, homologado por Pablo VI, registre la realidad de que “sin Dios, el hombre no puede organizar la Tierra más que contra el hombre”.
Prescindir de Dios políticamente
Gil-Robles, Ruiz-Giménez, Calvo Serer, etc., los demócratas que se dicen cristianos, tienen la ingenua o la estúpida pretensión de prescindir oficial y públicamente de Dios (para no incomodar a los ateos liberales y marxistas), limitándose a combatir tan sólo contra los totalitarismos, cuando la verdad es que, histórica, filosófica, teológica y sociológicamente, el único soporte de la concepción del hombre investido de derechos inviolables por el Estado, es decir, la única prevención contra el totalitarismo, es la concepción confesionalmente cristiana, el humanismo teocéntrico, del que ellos reniegan.
Es un fenómeno que lo advierte hasta el agnóstico y liberal Bertrand Russell en su “Historia de la filosofía occidental”: el pensamiento de la Revolución y del racionalismo, que culmina en Hegel, evoluciona fatalmente en dos direcciones: una es la que acaba en el fascismo (en Mussolini y en Hitler); la otra es la que culmina en el marxismo (en Lenin, en Stalin, en Mao). En Maritain, como en Dom Sturzo o en Montalembert, la democracia habrá de ser efectivamente cristiana o no será democracia respetuosa de los derechos del hombre respaldados por Dios.
Votar a la D. C. es favorecer el ateísmo
¿Por qué llamar cristiana a una democracia que prescinde realmente de Cristo en su constitución y en su actuación? ¿Por qué seguir llamando cristiana a una democracia realmente atea, coincidente con la de los ateos? ¿Cómo vamos a dar los cristianos nuestros votos a una democracia como la llamada “cristiana” que los ponga al servicio de los ateos y desconfesionalice el Estado?
Eulogio RAMÍREZ
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