El general carlista José Borges, un héroe en Italia y un desconocido en España
Su vida, narrada en el libro “José Borges. El carlista catalán que murió por la independencia del sur de Italia” (Editorial Txalaparta), fue una verdadera odisea que podría dar pie al guion de una película de aventuras ambientada en el siglo XIX. Martorell, periodista y doctor en Historia, narra en su libro la gesta de este general, que se unió a la lucha de los «briganti» tratando de impedir la desaparición del Reino de las Dos Sicilias, territorio del sur de Italia que hoy conocemos con el nombre del Mezzogiorno.
El escritor navarro Manuel Martorell (Elizondo, 1953) relata en su último libro las legendarias proezas del general carlista catalán José Borges, que es considerado un héroe en Italia, donde se le rinden numerosos homenajes, pero que es un gran desconocido en España.
Este libro, ha señalado Martorell a Efe, «es el producto de una casualidad». Fue durante unas vacaciones a la zona de Pompeya, en Nápoles, cuando en un quiosco de segunda mano encontró un libro en italiano titulado «Por Dios y con el Rey», que le pareció que podía estar relacionado con el carlismo.
Entonces descubrió que a este personaje, un general de la primera y la segunda guerra carlista, de los años 30 y 40 del siglo XIX, en la zona italiana de los Abruzzos, «se le llevan haciendo homenajes como un héroe desde hace veinte años». «En Italia hay una decena de libros dedicados a él, aparece en tesis doctorales, en películas, en una obra de teatro, incluso se le dedican salas de museos. A mí me sorprendió muchísimo que a un catalán que es considerado un héroe en Italia, en su tierra, en la zona de Artesa de Segre, en Lleida, no lo conozca nadie», ha asegurado.
Borges ya se había exiliado a Francia en dos ocasiones, tras la primera y la segunda guerra carlista. Y aún lo haría una tercera vez tras un suceso que es muy poco conocido: un intento de tercer alzamiento carlista con origen en Pamplona del que se supo de una forma que también parece sacada de una película de misterio.
Fue durante el derribo de un edificio en el centro de Badajoz cuando se hallaron varias cartas entre dirigentes carlistas cifradas con una clave numérica. Una vez descifradas, se supo de un complot para llevar a cabo un estallido insurreccional en Pamplona al que seguirían otros en Levante, Cataluña, Castilla y Aragón.
Pero, en el último momento, los mandos militares de Pamplona descubrieron el complot y varios implicados, entre ellos el general Borges y sus oficiales, huyeron de nuevo a Francia.
Borges, ha destacado Martorell, «estaba ya bastante desilusionado por los sucesivos fracasos del carlismo» y buscó trabajo como cajero en un hotel de París, hasta que comenzó el proceso de unificación italiana promovido por la burguesía del norte y el general acudió con sus hombres para apoyar a las sublevaciones populares del sur, carentes de mandos porque los oficiales se habían pasado al bando unionista.
El general y una veintena de sus oficiales no dudaron en acudir en defensa de los «briganti» (bandoleros, como eran conocidos en sentido peyorativo en Italia), en cuya causa Borges vio muchos elementos comunes con el carlismo. La mayoría en este grupo de carlistas eran catalanes (cinco de la provincia de Lleida) y también de lugares como Bilbao, Valencia, Soria o Zaragoza.
Pero Borges no recibió en Italia las tropas prometidas y, en lugar de volver a Francia, intentó por su cuenta unificar a los diferentes grupos de partisanos para formar un ejército. Fue una larga marcha de más de tres meses y mil kilómetros desde Calabria hasta la zona de los Abruzzos, «en la que vive una verdadera aventura épica, casi una odisea», ha subrayado el escritor.
La marcha de este grupo de carlistas en Italia se narra en un diario de campaña del propio Borges, que Martorell incluye íntegro en su libro. En el diario, el general relata sus vicisitudes y las de sus hombres, los recorridos que hacen cada jornada, las personas con las que se encuentran, los alimentos que consiguen y, sobre todo, el hambre y el cansancio que sienten mientras son perseguidos por las tropas de siete generales italianos.
“Esta noche ha sido horrible. Nunca he sufrido tanto física y moralmente”, “uno con los pies destrozados se tira al suelo e invoca la muerte”, “otro pone su fusil en bandolera y toma dos palos como muletas”… son algunos de los dramáticos pasajes que el general anota en su diario. Finalmente, uno de sus oficiales termina por tomar el mando de facto: “He sido destituido y de muy mala manera”, asegura Borges.
A partir de ese momento, no cesan los sufrimientos del grupo. “Este pueblo es teatro de los desórdenes más inauditos; no quiero dar detalle de ellos, tan espantosos son en todos los sentidos”, apunta Borges en otro momento. El 1 de diciembre de 1861, el general hace su última anotación, solamente esta fecha, sin comentario alguno. Una semana después fue apresado por el ejército italiano y fusilado por la espalda junto a sus hombres.
Una de las contribuciones de este libro, ha afirmado Martorell, es explicar que los dirigentes carlistas «no eran bloques de piedra inmutables, eran gente que también sufría una evolución personal e ideológica. El Borges de 1861 no tiene nada que ver con el Borges de la primera guerra carlista, en la que tenía fama de sanguinario».
En 1861, ha resaltado, «es una persona que rechaza la violencia, que perdona la vida a los prisioneros, que ha adquirido cierta formación cultural, que habla cuatro idiomas, que da clases en los liceos franceses, que lee la prensa internacional y que ha adquirido una conciencia social
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