El Cardenal Cisneros, reformador de la Iglesia en España

Jesús Caraballo 15/07/2022




El cardenal Francisco Ximénez de Cisneros (1436-1517), arzobispo de Toledo (1495), fue una de las figuras más relevantes en la historia de la Iglesia en España, pues llevó a cabo una profunda reforma que la inmunizó contra el luteranismo, y de la historia de España misma, en cuanto confesor y consejero de Isabel la Católica y dos veces regente (1506, a la muerte de Felipe el Hermoso, y 1516, a la muerte de Fernando el Católico). Impulsó, asimismo, una profunda renovación cultural, que abarca desde la fundación de la Universidad de Alcalá (1499) a la publicación de la Biblia Políglota (1514-1517).

La figura que avaló y apoyó a Cisneros en todo momento fue el cardenal Pedro González de Mendoza (1428-1495). Siendo él obispo de Sigüenza, le nombró vicario general y provisor de la diócesis. Luego sugiere su nombre a la Reina como confesor para que orientase su conciencia en las tareas de reforma que estaban emprendiendo Isabel y Fernando. Y cuando Mendoza se está muriendo y le visitan los Reyes Católicos, le propone como su sucesor en Toledo, una diócesis que entonces abarcaba más de media España.

Los Reyes Católicos ya habían empezado el camino de la reforma de la Iglesia en España. Cisneros se suma a lo que ya hacen Isabel y Fernando y a los movimientos de observancia que habían nacido años antes.

Tras ser nombrado confesor de la Reina, Cisneros adquiere un reconocimiento público que mueve a los franciscanos a elegirle como su provincial en Castilla. Aunque Cisneros siempre se resistió a los nombramientos, pues su deseo era dedicarse lo más posible a la contemplación y el estudio, en este caso aceptó con prontitud, pensando que de este modo estaría más alejado de la corte, pero no fue así. Hubo de compatibilizar su tarea de confesor real con una intensa actividad de visita a los conventos franciscanos.

¿Cuál era la situación de esos conventos?

A raíz de la epidemia de peste a mediados del siglo XIV y la gran mortandad que produjo, muchos conventos habían relajado sus criterios de admisión, aceptando a personas poco preparadas, lo que daba lugar a una gran relajación y abusos de la regla. Además, la situación general de la Iglesia en la Baja Edad Media había afectado también a la orden franciscana, que en gran parte había perdido su original espíritu de pobreza.

¿Fue Cisneros un pionero en la Reforma?



Pedro de Villacreces (1350-1422), acompañado de Pedro Regalado (1390-1456), había salido del convento de La Salceda (Guadalajara) para fundar el eremitorio de Domus Dei en La Aguilera (Burgos), con la intención de reformar la vida conventual franciscana. Cisneros, que había estado retirado varios años en eremitorios y en La Salceda (1484-1492), impulsa el movimiento de la estricta observancia entre los franciscanos, y luego lo extiende a las demás órdenes.

¿Por qué había llegado él a La Salceda?



Este es el gran misterio interior de la vida de Cisneros, como una conversión. Siendo ya sacerdote, tras haber estado preso en Uceda y Santorcaz por orden del arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo de Acuña, Cisneros llega a la diócesis de Sigüenza como Capellán Mayor de la Catedral, es nombrado Vicario General, está haciendo carrera eclesiástica… y de repente decide dejarlo todo y ocultarse en la vida religiosa en el monasterio de La Salceda. Cambia incluso de nombre: de Gonzalo a Francisco.

Cisneros es un gigante del espíritu de quien conocemos todas las cosas que hizo… pero muy poco sobre sus motivaciones y su vida interior. Durante toda su vida intenta ocultarse del mundo, vivir discretamente y no abrazar las formas externas del poder, más que por obediencia. En su retirada a La Salceda puede que influyese que su deseo de unión con Dios y de estudiar se veía alterado por los innumerables asuntos administrativos que implicaba un cargo eclesiástico en aquella época de gran poder de la Iglesia. Y ve que en medio de todo eso su alma se está perdiendo.

Cuando sale de La Salceda, el cambio que ve más necesario es la santidad de vida de los bautizados. En particular, la de los consagrados: que practicasen la vida comunitaria, respetasen la regla fundacional y viviesen en continencia, pobreza y obediencia. Su reforma puede resumirse en una expresión suya que sirve de lema a la diócesis de Alcalá: «El servicio de Dios primeramente».

La situación era mala, ya que conviene recordar que hasta Mendoza o Carrillo tenían hijos. Pero no solo es eso. También las riquezas constituían un problema. La Iglesia vivía de rentas y beneficios, pero muchos prelados y sacerdotes no residían en sus sedes o parroquias y eran auténticos señores temporales. Se descuidaba la formación y la atención pastoral de los fieles. La reforma emprendida por los Reyes Católicos y por el propio Cisneros busca reformar las órdenes religiosas y corregir los abusos de los hombres y mujeres de Iglesia.



Cisneros es, además, un impulsor de la cultura. Su formación comienza en Torrelaguna, en el seno de una buena familia cristiana, y continúa en el Estudio General franciscano de Alcalá y en la Universidad de Salamanca, donde conoce a grandes maestros. También va a Roma. Durante toda su vida siente un gran interés por las Sagradas Escrituras, interpretadas por los Padres de la Iglesia. En Alcalá hará editar obras de Raimundo Lulio y de Jerónimo Savonarola, la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, traducciones de las obras de Santa Catalina de Siena y otros autores espirituales… Son obras que envía, a sus expensas, a monasterios y laicos, para mejorar la formación y la vida espiritual.

En cuanto al alcance de su obra escrita, no nos han llegado escritos propios de Cisneros, salvo numerosas cartas, tanto a sus secretarios como al Cabildo de Toledo, muchas de ellas publicadas por su hermano de orden el padre Juan Meseguer Fernández.

Aunque Cisneros estuvo siempre muy bien informado, no hay constancia de que llegara a saber de la mítica escena de Lutero en el Palacio de Wittemberg, pero sin duda conocía los movimientos previos que en Europa fueron preparando la Reforma luterana.



Por eso editó la Biblia Políglota. Uno de sus biógrafos, Pedro de Aranda Quintanilla y Mendoza, explica que Cisneros era un firme partidario de la Vulgata de San Jerónimo, la versión latina utilizada por la Iglesia, y precisamente quiso editar la Políglota para demostrar que la Biblia de la tradición católica era fiel a los textos originales. Por eso utiliza las versiones hebreas del Antiguo Testamento que consigue localizar, la Septuaginta o versión griega de los LXX, y otros manuscritos y códices, en una empresa filológica y científica que no tiene parangón. Todo ello, antes de Lutero, del Concilio de Trento y de los grandes santos de la Contrarreforma.

Otra pregunta que cabe plantearse es de qué manera influyó Cisneros en la evangelización de América. Cuando Colón llega a Barcelona con los primeros indígenas es Cisneros quien los bautiza. Y cuando llegan noticias de las primeras rebeliones y del modo en que son esclavizados los indios, la Reina Isabel le consulta. Cisneros responde que “la causa de esta miseria provenía de haber errado desde el principio la conquista, pues no se había tratado de ganar las almas de los indios, sino el oro, la plata, perlas y sus haciendas».



Y ¿qué hizo él al respecto? Ya en 1502 Cisneros envía a las Indias Occidentales a tres frailes franciscanos, entre ellos a Francisco Ruiz, su compañero y secretario personal, con poderes espirituales y temporales para procurar la evangelización de los indígenas. Durante su primera regencia Cisneros envía nuevos religiosos, esta vez dominicos y en la segunda regencia a tres religiosos jerónimos. También se entrevistó con Bartolomé de las Casas. Recordemos que las Leyes de Burgos de 1512 establecieron la libertad de los indios, súbditos de la Corona, pero también su obligación de trabajar a cambio de un salario justo. El problema era el sistema de «encomiendas» del que algunos colonizadores se aprovechaban para la esclavización de los nativos. Cisneros, como ya había hecho en Granada, procuró ganarse a los jefes indígenas, para facilitar la conversión, y ordenó que se les tratara bien y se les enseñara la doctrina cristiana.

¿Cómo fueron las relaciones de Cisneros con otros confesores de la Reina?. Él sucedió a fray Hernando de Talavera, jerónimo, como confesor de Isabel. Tras la conquista de Granada, a Talavera le habían nombrado arzobispo de Granada y le encomendaron la evangelización de los musulmanes de la ciudad recién conquistada. Él intenta ganárselos: estudia árabe, frecuenta a sus líderes, busca un acercamiento más lento pero más duradero… hasta el punto de ser llamado “el santo Alfaquí”. Pero cuando en 1499 los Reyes Católicos regresan a Granada ven que en gran medida la ciudad sigue siendo musulmana. Entonces llaman a Cisneros, para que apoye la evangelización.



Si bien, sus métodos serán menos complacientes, pero hay que entenderlo en el contexto de la época. Por un lado, había más relación entre cristianos y musulmanes de lo que hoy podríamos pensar. Boabdil, por ejemplo, tenía una hija, Aixa, que fue religiosa con el nombre de Sor Isabel de Granada. Las Capitulaciones de Granada fueron muy generosas y establecieron que no se debía forzar a los musulmanes a convertirse al cristianismo. Pero después de tantos siglos de dominación musulmana la Corona deseaba la conversión. Era en gran parte una cuestión de estado. Por otra parte, Cisneros y Talavera no eran tan distintos como se suele decir. Ambos, como todos los cristianos de su tiempo, veían la religión musulmana como una herejía, porque niega la Trinidad y la Encarnación. Por eso procuraban trabajar por la conversión de quienes estaban en el error, para salvar sus almas. En los métodos es cierto que Cisneros fue más expeditivo. Llamó misioneros, se reunió con los dirigentes musulmanes, los intentó ganar con halagos y en algunas ocasiones no tuvo más remedio que permitir el uso de la fuerza para sofocar rebeliones y sediciones. Recordemos los levantamientos del Albaicín y las Alpujarras. Es aquí también donde se sitúa la famosa quema de Coranes en Granada. Hoy lo vemos como un gesto de intolerancia y una ofensa a la libertad religiosa. Pero estas prácticas fueron realizadas por muchos vencedores en el mundo antiguo. Era casi un acto de propaganda, para condenar el error. Sabemos además que Cisneros mandó rescatar los libros de Medicina, Filosofía y otras ciencias para llevarlos a su querida Universidad de Alcalá.

Y en cuanto a las relaciones con Mendoza, aunque fue su mentor, Cisneros y Mendoza son muy distintos. Cisneros es un religioso, muy espiritual, ajeno al mundo de la Corte; Mendoza es un príncipe de la Iglesia, un hombre de armas y de gobierno. Proviene de una casa nobiliaria con mucho peso, y aunque a Cisneros se la ha intentado buscar también un prestigioso linaje, ciertamente no pudo ni quiso presumir de títulos de nobleza. Mendoza, eso sí, acertó en sus decisiones al apoyar a los Reyes Católicos y en el nombramiento de sus colaboradores. Mendoza respetó la decisión de Cisneros de dejarlo todo y retirarse a la vida contemplativa. Pero luego le hizo volver.



Ante una figura de su talla, cabe preguntarse cómo es que Cisneros aún no ha sido ni siquiera beatificado. Los franciscanos observantes de Torrelaguna comenzaron a documentar su causa ya en el segundo tercio del siglo XVI. Pero la causa propiamente dicha se abre en 1626. Hay que tener en cuenta que el Concilio de Trento emanó nuevas disposiciones para los expedientes de canonización. En la Edad Media muchos santos lo fueron por culto inmemorial y aclamación popular. Si se hubiera seguido ese modelo, Cisneros hubiera sido probablemente proclamado santo, pues hay muchos testimonios del reconocimiento universal de sus virtudes y de su fama de santidad. Pero la causa se inició por la vía del «non cultu«, conforme a los recientes decretos de Urbano VIII. La Universidad de Alcalá fue la gran promotora de la causa, que nombró al franciscano alcalaíno Fray Pedro de Aranda Quintanilla y Mendoza postulador de la causa en Roma. Quintanilla publicó en 1653 su Arquetypo de virtudes, en el que recoge abundante información sobre la vida, los hechos y las virtudes de Cisneros. Pero en el siglo XVIII el proceso sufre un parón, debido a la falta de medios económicos de la Universidad fundada por Cisneros y a la llegada al pontificado del franciscano Clemente XIV (1769-1774).



Clemente XIV era franciscano conventual. Hay que recordar que Cisneros quiso que los franciscanos conventuales, más relajados, pasasen a la estricta observancia. Muchos se resistieron y acabaron marchándose a Italia. Digamos que, desde entonces, los conventuales no le tenían mucha simpatía. Estas son algunas de las razones que los especialistas señalan.

En cualquier caso nada impediría reabrir el proceso, pero haría falta un gran trabajo por parte de diversas instituciones, al menos los obispados de Alcalá y Toledo. Lo que sí sería muy interesante es estudiar la Positio, es decir, la documentación que se conserva en Roma avalando la beatificación y canonización de Cisneros. Hay ya algunas personas en ello.

Fue un hombre de Dios y un hombre de Iglesia. Es un modelo como religioso franciscano y también como gobernante. Fue muy escrupuloso con el uso de los bienes del arzobispado de Toledo y con los del Reino cuando fue Regente, tuvo siempre en el centro de mira a los pobres, a los enfermos y a las mujeres sin recursos, se preocupó por el bien común, trabajó por la unidad de España… Cómo ejerció Cisneros la política es, sin duda, un ejemplo para nuestros días.





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