Evolución ideológica del integrismo al liberalismo durante el Régimen del 18 de Julio del profesor y ministro franquista Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), fundador y viejo líder de Alianza Popular, actual PP.
(Fraga en Barcelona, 1968, en un homenaje a José Antonio)
Sin embargo, desde 1969, nombrado embajador de España en Londres, abrazó al liberalismo. Retornando a España poco antes de la muerte de Franco, donde había configurado una asociación política, se pasó decididamente a la democracia liberal. Primeramente fue ministro con Carlos Arias; después, con la llegada de Adolfo Suárez, con varios ex-ministros también exfranquistas fundó Alianza Popular, de la que fue líder durante las crisis que motivaron tanto el ascenso de la UCD de Suárez, como la imposibilidad posterior de derrotar al PSOE, que llevó a la refundación del partido en los años 80. Etc. Posteriormente pasó Fraga a encabezar el gobierno de Galicia, etc.
Aquí un estudio de la evolución de su pensamiento (sólo de la época de Franco), mediante confrontación de sus escritos
Revista FUERZA NUEVA, nº 470, 10-Ene-1976
“Scripta manent”
LOS “TRES FRAGAS”
-Los tienes aquí todos, coleccionados.
-Sí, en tanto que Fraga no los reúna en otro de sus numerosos libros.
-Tienes también un buen montón de ellos. ¿Qué pasa? ¿Te vas a dedicar a escribir tu tesis sobre el pensamiento político de Manuel Fraga?
-Tanto como eso, no. Pero sí te digo que, desde que fui leyendo la serie de los artículos de Fraga en el “ABC”, me empezó a interesar la trayectoria de su pensamiento. Me empecé a preguntar por la evolución de este hombre que, sin duda, tiene la clave del presente español (1975). Al menos, es el único gobernante que se ha molestado en exponer al público su idea de las reformas que considera necesarias.
-¿Y qué? ¿Estás de acuerdo? A mí me parece, en conjunto, un plan de reformas completísimo.
-A mi juicio, no lo es. Ha dejado sin tratar un capítulo fundamental: el de la reforma fiscal. Lo que no se debe, puedes estar seguro, a olvido o descuido, impensable en una mente como la suya, sino a la conveniencia de no perder apoyos en su clientela más afín: las altas finanzas. También veo insuficiente el tratamiento de la reforma educativa, tan indispensable y urgente como la fiscal, si no más…
-No se puede agotar todo en unos artículos periodísticos.
-De acuerdo, pero precisamente por eso, y dado el carácter de enunciación programática que esos artículos tienen, debió exponer sólo lo fundamental, pero todo lo fundamental. En fin, a mí lo que me interesa es ver esta serie de artículos como el resultado de una evolución intelectual, que ha atravesado, hasta ahora, tres etapas y que, con su reciente incorporación a la política activa, quizá inaugure la cuarta.
***
-Me sorprendes. Yo creía que Fraga ha sido fiel a sí mismo y que sus artículos no son más que la expresión de esa fidelidad a su modo de pensar de siempre.
-Pues yo creo que no conoces bien la obra teórica de Fraga. Para mí, puede hablarse, repito que por el momento, de “tres Fragas”: el preministerial, el ministerial y el posministerial, llamando “ministerial” al período en que tuvo a su cargo la Información el Turismo de España, de 1962 a 1969. Y su tránsito mental es tan acusado que, si consideramos como síntesis del pensamiento del “tercer Fraga” la serie de artículos del “ABC”, ésta no parece escrita por la misma mano que trazó las obras de su primera etapa.
-Estás exagerando. A lo más, cabría hablar de “variaciones sobre un mismo tema”.
-Te aseguro que no es así. Existe en Fraga un cambio de norte tan radical, que no me extraña que, al proyectar su acción sobre la vida política, se muestre tan afanoso por reformar todas, o casi todas las estructuras españolas. Lo veo como dotado de esa especial virulencia de los conversos contra lo que antes fue ocasión de sus fervores más arraigados. Una muestra: lee aquí, en el artículo de “La reforma política”, del “ABC” del 12 de noviembre (1975), este párrafo que tengo subrayado.
- “La legitimidad democrática debe ser reconocida en la elección por sufragio universal de una Cámara representativa…” ¡Bueno! ¿Qué te extraña? Este es uno de los tópicos más universalmente aceptados en Derecho Constitucional y Fraga es catedrático de Derecho Constitucional…
-Lo sé. Pero ese tópico no lo usaba Fraga en su cátedra ni en sus libros durante su primera etapa: la preministerial, de 1945 a 1961. Para que compruebes lo que digo, toma este libro, el cual, por cierto, se ha convertido en joya bibliográfica, porque su autor no lo reeditará jamás, ni aislado ni en sus “Obras completas”.
***
-A ver… “Apuntes de Teoría de la Sociedad y de la Política. (Para economistas)”. Manuel Fraga Iribarne…. Profesor auxiliar de la asignatura… curso 1944 45… Está editado por la Delegación del SEU de la Facultad… con el viejo emblema del “pato” ajedrezado y las cinco flechas asomando por detrás… ¡Cuánto han variado las cosas en estos 30 años!
-Pero más que las cosas han variado las personas. Sobre todo, la persona de aquel Manolo Fraga que, a sus veintidós años explicaba fogosamente a unos estudiantes muy poco más jóvenes que él, e incluso a algunos mayores que él, su acerada crítica del sufragio universal. Abre por aquí, página 246: “… el sufragio universal es la antítesis de la organización (y, por tanto, de la representación)”. ¿No es esto la contradicción más total del párrafo que hemos leído antes? Luego cita a Benoist, en apoyo de su tesis, y la cita no puede ser más expresiva: “El sufragio inorgánico se organiza y se acciona por estas dos únicas fuerzas: los comités y el dinero. Pero en cuanto a los comités, deja de ser universal, y por el dinero, deja de ser un sufragio”.
-¡Estupenda cita! Aunque me parece que Fraga no la usaría hoy en sus lecciones de cátedra.
-Seguro que no. Ahora escucha esta otra crítica, hecha ya por su propia cuenta, al sufragio universal: “El sufragio universal mató (por paradoja) al principio de representación. A nadie se le puede ocurrir que dentro de la comunidad mayoritaria tengan la misma relevancia los hombres de ciencia y los analfabetos, los buenos y los malos, los viejos y los niños…”
-¡Caramba! ¡Si le hubiesen dicho entonces, que eso se le iba a ocurrir a él, al cabo de treinta años!
-Imprudencia juvenil, sin duda. Pero déjame que continúe: “La fuerza bruta del número se impuso a toda idea de autoridad y competencia. Por eso el sufragio universal, cuando no es un peligro formidable, es una mixtificación”.
-Eso sí, que suena fuerte… Y eso sí que ya no concuerda en modo alguno con el Fraga de hoy.
-¿No te lo decía yo? Pues mira, mira lo que sigue: “Pero hubo otra consecuencia todavía más grave del principio de la (falsa) voluntad general. Considerándose sus intérpretes, los nuevos parlamentarios no se conformaron con “representar” (como en las antiguas Cortes): quisieron “gobernar”. Con ello, se trastornó toda la dinámica del Estado: el poder mayoritario devora al minoritario. El resultado no se hizo esperar: la Convención gobernó a Francia, pero llevándola a la desesperación, haciendo correr mares de sangre y llevándola a la más espantosa de las confusiones de toda su historia. A pesar del ejemplo vivo, en todos los países se aceptó el principio (no advirtiendo que no eran sólo los hombres, sino que la idea misma era funesta)”. ¿Te das cuenta? El principio de la voluntad general, para Fraga hoy, no sólo no es funesto, sino el único factor de legitimidad y de estabilidad. Escucha lo que dice el “tercer Fraga” en su artículo sobre “La reforma política”: “Ninguna organización política puede ser estable si no se corresponde con las verdaderas fuerzas sociales, es decir, con los intereses, ideas y creencias de la mayoría de los ciudadanos y los grupos que forman”.
-A eso sí que lo llamaría yo “contraste de pareceres”.
***
-Más que contraste, abierta contraposición. Pero espera, que te voy a seguir leyendo, un poco más adelante, el concepto que le merecía al “primer Fraga” la “opinión pública”: “La opinión pública, partiendo casi siempre de las mejores intenciones, con frecuencia es equivocada; otras, resentida e interesada, (…) es necesario tenerla en cuenta, y el principio de representación se impone, pero sería absurdo querer plegarse siempre a ella, por sólo el hecho de que es la de los más. Aestima iuducia, non numeros, decía Séneca. Y mejor todavía dijo Maeztu que un hombre sólo, si es Sócrates, puede tener razón contra Atenas; y si es Cristo, contra toda la humanidad”.
-Oye, ¡qué frase más estupenda esa de Maeztu. ¿Sabes que el “primer Fraga” me gusta más que el “tercero”?
-Claro, y a mí. Pero, ¿no te parece que sería apasionante conocer el itinerario recorrido por él desde su primera posición a la actual? ¿No tiene que haber sido una interesantísima agonía de pensador, peleando consigo mismo? En serio te digo que Fraga, tan fecundo en libros, nos está debiendo el libro magno de su conversión.
-Ya. Después de haberse atrevido a equipararse al maestro Platón, rotulando a dos de sus libros “La República” y “Las Leyes”, no tiene por qué privarse de escribir unas “Retractaciones”, al modo de ese gran platónico que fue San Agustín.
- O una “Autocrítica” al modo de los maoístas.
***
-Bueno, el caso es que hemos de reconocer que todo el mundo va evolucionando a lo largo de su vida. No se puede pedir a un hombre de cincuenta y tantos años que piense igual que a los veintitantos…
-Desde luego. Pero es que Fraga siguió pensando así durante bastantes años; más o menos hasta los cuarenta, edad en que fue nombrado ministro de Información y Turismo. En 1955 publicó “La crisis del Estado. Estudios de Teoría del Estado contemporáneo”, cuya segunda edición, muy aumentada, apareció en 1958. Ya no era, por entonces, un joven y apasionado profesor auxiliar; era todo un catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Madrid y, al mismo tiempo, secretario general técnico del Ministerio de Educación, subdirector del Instituto de Estudios Políticos, consejero nacional y procurador en Cortes. Una figura de notorio relieve en la vida académica y política. El profesor Royo Villanova, al escribir el prólogo, destaca, como representativa del sentido de la obra, esta opinión de Fraga: “No hay conflicto radical entre libertad y orden. Lo que hay que buscar, en cada situación histórico-social, es la combinación precisa de máximo equilibrio de los elementos de orden y libertad, si bien, en caso de crisis, el orden es lo primero…”. Y más abajo: “La Ciencia política tiene que desmontar el mito democrático como una superestructura que oscurecido la mayor parte de las cuestiones vitales del Estado contemporáneo…”
Como ves, la democracia no merecía a Fraga entonces valoración positiva alguna. Todo el libro, documentadísimo y repleto de citas hasta rebosar, parece, hasta por el título, estar a la sombra del maestro Charles Benoist, profesor de Derecho Político en París en los albores del siglo XX, y autor, entre otras muchas obras, de “La crisis del Estado moderno”, propugnando, como solución a esa crisis, cuyo origen ve en el sufragio universal inorgánico, una reforma que conduzca a la representación orgánica, más coincidente con la realidad vital de la nación.
En esa línea también estaba Fraga. Para no abusar, te voy a leer solo este párrafo de la página 9, referente a la revolución religiosa, que inicia la crisis del Estado, a cuyo estudio está dedicado el libro. Aquí considera a la Reforma protestante “el primer gran paso hacia la secularización, la desamortización eclesiástica, la abolición de las órdenes religiosas y, en buena parte, del sacerdocio”. Luego sigue hablando de que la Revolución francesa extendió estos fenómenos a los Estados católicos e hizo cristalizar en forma jurídica la nueva situación, encubriendo la realidad de la apostasía de las minorías dirigentes, embriagadas de espíritu iluminista en el XVIII, que se corrió a las masas en el XIX y en el XX. Y dice: “Todo lleva a la situación actual de una sociedad y una cultura decididamente paganas o, mejor, apóstatas”. Y más adelante: “Su Santidad Pío XII ha recordado valientemente esta trágica situación en su reciente y trascendental Encíclica “Humani Generis” y la imposibilidad de transigir, de mantener posiciones irenistas por más tiempo ante tal desconcierto”.
-Esa opinión ubica a Fraga entre los “integristas” y ”ultras” más acérrimos. Claro, que era antes del Vaticano II…
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-Sí. Aquel Fraga primero, que llamaba “paganas” y “apóstatas” a la sociedad y a la cultura actuales, que se identificaba con Pío XII al proclamar la “imposibilidad de transigir”, se nos ha cambiado, ¿quién lo hubiera dicho?, en este Fraga que, en su artículo de “ABC” sobre “La reforma religiosa”, nos dice: “Nuestra sociedad es ya, para la mayoría de los efectos, una sociedad ampliamente “secularizada” y mucho más “tolerante” que en el pasado, en materia religiosa y moral”. ¿No ves? Lo que antes entendía como “apostasía” hoy lo considera sencillamente “secularización”; lo que llamaba “irenismo” hoy lo denomina “tolerancia”; lo negativo se ha vuelto positivo. ¿Hay o no un Fraga “converso”?
-Yo diría simplemente que hay un Fraga “aggiornato”. Hay exactamente la misma diferencia que existe entre Pío XII y Pablo VI, entre el patriarca Eijo y Garay y el cardenal Enrique y Tarancón.
-También es verdad. No le podemos pedir a Fraga que sea más “cardenalista” que nuestro cardenal. Pero volvamos al tema. Aquí tengo otro libro: “Estructura política de España”. Se lo encargó y editó la Delegación Nacional de Juventudes en 1960. Fue declarado de texto para enseñanzas de Educación Política en el 5º curso del Bachillerato Laboral, 1º de Comercio y 3º de Oficialía Industrial. En esa época, Fraga tenía treinta y ocho años. No se trataba, pues, del jovencito ferviente de los años 40. Por otra parte, puso al escribirlo el máximo cuidado. Declara en la “Nota preliminar” que éste es “el más difícil libro que se pueda imaginar” y se pregunta “lo que hubiesen hecho Platón y Aristóteles escribiendo sobre política para muchachos de catorce años”. La evocación de ambos gigantes de la filosofía política, aparte de pecar algo de inmodestia, rasgo muy suyo, dice bien claro que no ha trabajado en esta obra para un mero salir del paso en que le habían metido amigablemente. Lo que se confirma al leer que “se daría por muy satisfecho si su estudio sirviera para que algunos hombres españoles del mañana se asomaran a la convivencia nacional con mayor conciencia de las realidades y mayor sentimiento de responsabilidad”. Ahora bien, resulta que, desde que esas líneas fueron escritas, han pasado quince años y quienes entonces eran “españoles del mañana” están llegando a la treintena. Y que, si han asimilado bien las enseñanzas de Fraga, como era su deseo de entonces, pensarán sobre el sufragio universal y los partidos políticos lo que dice este párrafo de la página 36, que te voy a leer: “Estos partidos subrayan las diferencias de clase, como ocurre con los partidos socialistas, o bien se apoyan en diferencias regionales, como ocurre con los demócratas norteamericanos, cuya trinchera es el “sólido Sur”. Muchas veces, en las organizaciones de base de estos partidos, el medio principal de acción es el tráfico de favores políticos; no pocas, para conseguir dinero para sus campañas y sus funcionarios se recurre a medios ilícitos. En países de temperamento fuerte, son un camino seguro hacia la violencia, cuando no a la guerra civil. Frente a este tipo de representación (que en España funcionó de 1810 a 1936, con un balance terrible de inestabilidad y de fracasos interiores y exteriores), propicio a toda clase de falsificaciones -en las que ciertas regiones españolas llegaron a crear nuevas ramas de las Bellas Artes-, se viene defendiendo en diversos sectores un retorno a la representación orgánica, adaptado a las condiciones de las sociedades modernas”.
-¡Vaya un párrafo! No queda nada bien el sistema democrático inorgánico al que ahora pretende Fraga re-retornar desde el orgánico. Ahora sí que te admito que está moralmente obligado a proclamar públicamente que “donde dije digo, ya no digo digo…”, al menos, en atención a quienes estudiaron y aprobaron con ese texto de Formación Política.
***
-Bien. Parece que te he mostrado suficientemente mi veracidad al hablar de un radical tránsito de Fraga desde el integrismo al liberalismo. Déjame que te muestre ahora unos ejemplos de la posición que llamo del“segundo Fraga”.
-¡Ah! La de su primera etapa ministerial. ¿Qué libros la reflejan?
-Sobre todo su “Horizonte español”, publicado en 1965 por la Editora Nacional. “Es un libro escrito por un político”, dice en la primera línea de su introducción. Ya está en otra época. Lo remacha después: “No es el libro de un profesor, aunque el autor lo sea y se haya dedicado esa función durante bastantes años”. Aquí sigue aclarando la distinción: “Un tratadista o un escritor de Ciencia política pueden inhibirse de la realidad y atenerse a los esquemas abstractos que sean de su preferencia, porque su función consiste cabalmente en perfeccionarlos y mostrarlos al público. Pero a un hombre público le corresponde función bien diferente. Ha de tomar las cosas como son y no como preferiría que fuesen y ni siquiera puede permitirse el lujo de tratarlas de acuerdo con la previsión de cómo serán en plazos más o menos cortos…”. Fíjate en esto último, Fraga empieza a “prever” el futuro (Franco iba a cumplir ese año los setenta y tres), pero todavía no puede “permitirse el lujo de hablar claramente de sus previsiones (Muñoz Grandes era vicepresidente; Carrero Blanco, ministro secretario de la Presidencia en el Gobierno de que él formaba parte). La introducción del libro es bien elocuente, leída ahora; entonces era solo enigmática.
Veamos un poco el contenido (“Horizonte español”, 1965), formado sintéticamente con materiales de escritos, conferencias y declaraciones correspondientes al periodo comprendido entre 1962, toma de posesión como ministro, y 1964, conmemoración de los XXV Años de Paz. Página 5, habla de los XXV Años: “El cuarto de siglo que acabamos de vivir es una etapa bien definida e irrevocable de la historia de España”. La tentación de usar los grandes adjetivos. ¿Porque se le ocurriría la palabra “irrevocable”? Tal vez estuviese pensando en “irrepetible”. Sigue después: “Nuestra guerra forma parte de un inmenso proceso revolucionario que se abre en 1808”. Tiene mucha razón. Lo malo es que el Fraga actual (1975) parece querer olvidar que ese proceso sigue su curso. Vamos a la página 9, donde defiende legitimidad jurídica del Régimen, de este modo: “Durante muchos años, la legitimidad de los regímenes políticos ha querido medirse exclusivamente por el patrón de una experiencia concreta, la democracia parlamentaria, cuya expresión más acabada eran los sistemas francés e inglés”. Ese es el patrón al que ahora deberemos ceñirnos, si deseamos que nos den patente de “homólogos” todos los grandes maestres de todas las Grandes Logias y de todos los Grandes Orientes de Europa, pero eso no lo aceptaba todavía Fraga, porque “la legitimidad de un régimen político es una realidad esencialmente histórica y que consiste esencialmente en la aceptación por parte de un pueblo de un sistema político como el más adecuado a sus condiciones sociales, en la coyuntura presente, en relación con las experiencias anteriores y con lo que aspira a ser en el futuro”. Esa precisamente es la legitimidad que ha proclamado una inmensa mayoría de españoles, en cuanto a ocasiones se la ha convocado y que tú y yo tenemos bien frescas en nuestras memorias (… 1947, 1966). Luego, Fraga se refiere a la clásica distinción entre legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio, demostrando aplastantemente que nuestro Régimen (18 de Julio) posee ampliamente las dos, pero me lo salto, porque prefiero leerte sus afirmaciones respecto al Partido Socialista español, ya que poseen gran valor para apreciar el salto entre el “segundo” y el “tercer Fraga”: “El Partido Socialista español, que no es reformista, sino claramente marxista y subversivo, hizo saber que no admitiría un Gobierno que reflejarse el resultado electoral -está hablando de 1933- y, efectivamente, se lanzó poco después a la sublevación armada. Como reconoce Salvador de Madariaga, “con la revolución de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”. ¿Qué te parece?
-Me parece que debieras enviar esa página fotocopiada, con un atento saludo a Tierno Galván (líder socialista), para que sepa apreciar todo lo que puede valer una simple invitación a cenar (*).
-Ya. Y, de paso, otra a Madariaga, por si le parece oportuno rectificar su juicio, no vaya a ser que Tierno se enfade y le llame “ultra” y “franquista”. Mas lo que a mí me interesa de este texto es el contraste con el “tercer Fraga”, que ya no ve al Partido Socialista como “claramente marxista y subversivo”, sino como “evolucionista y democrático”, según manifiesta en el artículo sobre “La reforma política” (1975), aunque no nos cuente qué nuevos datos le hacen estimar que lo de 1934 ya no va a repetirse. Sigo un poco más allá, a la página 23, donde tengo subrayado esto: “Las organizaciones políticas que dividen y enfrenten a los españoles o les intenten supeditar a la ofensiva mundial comunista son ilegales”. Hace bien en proclamar esta ilegalidad, que se encuentra establecida en el artículo 173, 4º de nuestro Código Penal, cuando se refiere “a los que intentaren la implantación de un régimen basado en la división de los españoles en grupos políticos o de clase, cualesquiera que fueren”.
***
-Pues si eso lo dice el Código tan claramente, no me explico que se acuse a nuestro Régimen (18 de Julio) de rigidez, ya que si se dedicara a fondo a aplicar ese articulejo, iban a verse “empapelados” más de cuatro conspicuos de la “clase política” y muchísimos más de los contestatarios “chicos de la prensa”…
-¿Verdad que sí? Para que te des cuenta de cómo van las cosas en la “España fascista”. Pero mira lo que dice el “segundo Fraga” de nuestros Principios Fundamentales: “Los Principios configuran un Estado a la vez tradicional y moderno, con una filosofía que está ya en las Partidas, por ser perenne, y con unas técnicas que son las de la moderna planificación”.
-Eso está bien, ¿no crees?
-Muy bien, como esto que dice en la página 27: “La clave de la eficacia fundadora del Estado es un pensamiento político claro realista, plenamente ajustado a los grandes temas de nuestro tiempo y nutrido de la savia de la doctrina tradicional española: el pensamiento político de Francisco Franco”.
Ahora, fíjate dónde ha quedado todo eso de “filosofía perenne”, “técnicas de la moderna planificación”, “pensamiento claro, realista, plenamente ajustado a los grandes temas de nuestro tiempo” en el “tercer Fraga”, al cabo de sólo diez años: “Una sociedad dinámica no puede soportar mucho tiempo un Estado anquilosado; una sociedad joven no puede estar gobernada por clases dirigentes viejas, que se empeñen en utilizar, además, ideas y métodos también envejecidos”.
-Pero, ¿es posible que haya escrito eso un hombre que se ha formado, ha militado, ha alcanzado altísimo rango dentro de ese Estado, integrado en esas clases dirigentes, aplicando esas ideas y métodos?
***
-Y tan posible. Lo ha dicho en el artículo con que inició la serie de “ABC”, el que titula “Cambio y reforma”, y que salió a la calle precisamente el inolvidable 1 de octubre (1975), aquella mañana en que, por última vez, Franco el Bueno se asomó al balcón de Palacio para recibir el clamor auténticamente popular y para abrazar a ese pueblo magnífico y ardoroso, entre el arco de sus brazos levantados. En ese artículo inicial, anuncia Fraga que se propone explicar las reformas que, a su juicio, necesitamos los ciudadanos de ese pueblo “para incorporarnos al concierto de los países europeos más desarrollados”, o sea, los que por aquellos días se dedicaban a denigrarnosra incorporarnos al concierto de los países europeos más desarrollados”, o sea, los que por aquellos días se dedicaban a denigrarnos.
-En eso de llamar “concierto” a ese grupo de países me parece que no ha estado muy afortunado.
-Sobre todo si se te ocurre que, en resumen, de lo que se trata es de echar un borrón y empezar de nuevo por donde habíamos dejado las cuentas antes de que llegara Franco, porque de eso se trata, y no otra cosa anhela el mencionado “concierto” de los Francmasones Unidos de Europa, simbolizado por la bandera azul con el círculo de estrellitas pentagonales. Perdona, pero ya sabes que tengo la manía de ver la escuadra y el compás en todos los sitios en que aparecen esas dichosas estrellitas.
-Pero eso sería tanto como pedir a España que fuese, una vez más, “diferente”. Eso equivaldría a que los vencidos de ayer se encontrasen vencedores de la noche a la mañana. Y eso no lo ha hecho nadie, ni en los países occidentales ni en los orientales. Eso equivaldría a que, en Alemania, se libertase a Hess y a todos los nazis que aún quedan en las cárceles y se les permitiera rehacer su partido y participar en el poder. Y en Italia a los fascistas, y en Francia a los petainistas, y en Inglaterra a los católicos del IRA, y en Rusia a los zaristas, y en China a los de Formosa…
-Así es. Y así será si Fraga lleva a efecto, con su tenacidad y energía de siempre, su proclamado “reforma política”. Nadie podrá llamarse a engaño porque bien claramente lo ha dicho.
***
-Me dejas atónito. ¿Y tú comprendes eso?
-Lo comprendo perfectamente, después de haber estudiado estos días la evolución ideológica de Fraga. Porque, pese a tantos cambios, hay algo en que él permanece inalterable: su admiración por Maquiavelo. Esta es cosa bien temprana. Aparece en esos primeros “Apuntes” del curso 1944-45 y reaparece una y otra vez en toda su obra. Creo que con ello también es seguidor de su viejo maestro Benoist, el cual dedicó a Maquiavelo una larga vida de meditación.
Mira: volvamos a esos “Apuntes”; aquí, al final, en las páginas 327 y 328, es donde aquel lejano “primer Fraga” se proclama defensor del maquiavelismo político. Escucha lo que dice: “Yo creo que el fin político tiene una relevancia tan enorme que justifica muchos medios”, y un poco antes: “no es que haya dos morales, sino que la “misma” moral tendrá normas “distintas para uno y otro caso”. ¿Comprendes? A los veintidós años ya presentía que la Moral le impondría, como hombre público, acciones que él nunca realizaría como persona privada. Escucha esta idea que aparece junto a la anterior: “Tampoco podrá convencerme nadie de que el asesinato de Escobedo se computó en la conciencia de Felipe II igual que en la de uno que le hubiese mandado matar porque no le gustara la nariz del famoso secretario. Ahí está el quid; que va mucha diferencia de la “razón de Estado” a la “razón de nariz” (con perdón)”. Sí, ahí está el quid de los “tres Fragas” que, hasta ahora, han aparecido. No es que a Fraga no le gustase la “nariz” de Franco; incluso hasta le gustaba bastante. Lo que ocurre es que esa fría “razón de Estado” que predomina en la asombrosa organización mental de Fraga, le ha indicado, hasta hoy, que era conveniente y oportuno ir cambiando el Régimen fundado por él.
-Advierto que pronuncies ese “hasta hoy” con especial tonillo.
-Sí, porque estoy esperando que aparezca el “cuarto Fraga”. Forzosamente, la “razón de Estado” no puede ser la misma en un hombre desplazado del Poder que cuando los resortes decisivos empiezan a serle confiados.
-Y si no surgiese el “cuarto Fraga”?
-Entonces, si no surge el hombre que decida, fríamente, ante el cariz de los acontecimientos, que es preciso detener el ascenso de los revanchistas, entonces habrá que decir lo que decimos en momentos tales los españoles elementales, los que no alcanzamos las altas, sutiles y heladas “razones de Estado”: Dios nos coja confesados. A todos.
A. PINILLOS
(*) Una muy comentada cena que tuvo, entonces, Fraga (ministro ya exfranquista) con Tierno Galván (socialista en la oposición)
Última edición por ALACRAN; 30/11/2022 a las 19:21
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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