Título original: Juventud militante. Autobiografías
En: Alma Española
Madrid, 27 de diciembre de 1903
Año I, número 8, página 7
[fuente]
Valle-Inclan: Juventud Militante, autobiografía [1]
(autobiografía ficiticia, ver nota)
Este que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: Don Ramón María del Valle-Inclán.
Valle-Inclán, joven caballero
Estuvo el comienzo de mi vida lleno de riesgos y azares. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos, y soldado en tierras de la Nueva España. Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se enganchaban en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y de fortuna. Como los capitanes de entonces, tengo una divisa, y esa divisa es como yo, orgullosa y resignada: «Desdeñar a los demás y no amarse a sí mismo.»
Hoy, marchitas ya las juveniles flores y moribundos todos los entusiasmos, divierto penas y desengaños comentando las Memorias amables que empezó a escribir en la emigración mi noble tío el marqués de Bradomín [1]. ¡Aquel viejo, cínico, descreído y galante como un cardenal del Renacimiento! Yo, que en buen hora lo diga, jamás sentí el amor de la familia, lloro muchas veces, de admiración y de ternura, sobre el manuscrito de las Memorias.
Todos los años, el día de Difuntos, mando decir misas por el alma de aquel gran señor, que era feo, católico y sentimental. Cabalmente yo también lo soy, y esta semejanza todavía le hace más caro a mi corazón.
Apenas cumplí la edad que se llama juventud, como final a unos amores desgraciados, me embarqué para Méjico en La Dalila, una fragata que al siguiente viaje naufragó en las costas de Yucatán. Por aquel entonces era yo algo poeta, con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza. Creía de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de escepticismos dábame buena prisa a gozar de la existencia. Aunque no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz: soñaba realizar altas empresas, como un aventurero de otros tiempos, y despreciaba las glorias literarias.
A bordo de La Dalila –lo recuerdo con orgullo– asesiné a Sir Roberto Yones. Fue una venganza digna de Benvenuto Celline. Os diré cómo fue, aun cuando sois incapaces de comprender su belleza: pero mejor será que no os lo diga; seríais capaces de horrorizaros. Básteos saber que, a bordo de La Dalila, solamente el capellán sospechó de mí. Yo lo adiviné a tiempo, y confesándome con él pocas horas después de cometido el crimen, le impuse silencio antes de que sus sospechas se trocasen en certeza, y obtuve, además, la absolución de mi crimen y la tranquilidad de mi conciencia.
Aquel mismo día la fragata dio fondo en aguas de Veracruz y desembarqué en aquella playa abrasada, donde desembarcaron antes que pueblo alguno de la vieja Europa los aventureros españoles. La ciudad que fundaron, y a la que dieron abolengo de valentía, espejábase en el mar quieto y de plomo, como si mirase fascinada la ruta que trajeron los hombres blancos. Confieso que en tal momento sentí levantarse en mi alma de hidalgo y de cristiano el rumor augusto de la historia. Uno de mis antepasados, Gonzalo de Sandoval, había fundado en aquellas tierras el Reino de la Nueva Galicia. Yo, siguiendo los impulsos de una vida errante, iba a perderme como él en la vastedad del viejo Imperio Azteca, imperio de historia desconocida, sepultada para siempre con las momias de sus reyes, entre restos ciclópeos que hablan de civilizaciones, de cultos, de razas que fueron y sólo tienen par en ese misterioso cuanto remoto Oriente.
Después abrid Santillana
un paréntesis aquí,
y poned en él de mí
cuanto más os diere gana.
R. del Valle-Inclán
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[1] Esta es una autobiografía ficticia, en la que Valle-Inclán introduce aqui a su personaje ficitivo de las Sonatas, el Marqués de Bradomín y de paso se presenta a si mismo en los círculos literarios del Madrid de su época. En cuanto a Valle, quien de verdad estuvo en Méjico de 1892 a 1893, sus aventuras en aquel pais fueron de índole exclusivamente polemista y literaria.
Aunque esta "autobiografía" sea en gran parte ficticia, no cabe duda de que es la deseada y sentida como propia por el escritor gallego, al mismo tiempo que expone la imagen ideal de España y los valores suscritos por su autor.
En cuanto a la ideología de Valle, éste vivió en su niñez el ambiente de la Tercera Guerra Carlista, declarándose en su juventud como defensor y devoto de la tradición y el catolicismo. Su trilogía sobre la guerra carlista (1908-1909) atestigua sus visiones y experiencia del Carlismo (ver biografía literaria). En las elecciones de 1910 se presentó como candidato del Partido Carlista por Estella pero fue derrotado.
Tras el intento de Revolución de 1917 y sobretodo durante la Dictadura de Primo de Rivera, Valle inicia un periplo ideológico contradictorio como muchos de los hombres del 98. Sus ideas oscilan entre contrarevolución y revolución, amor a Las Españas y odio hacia la España Isabelina de la Restauración, la burguesía liberal, los caciques y la casta militar patriotera y liberal-conservadora. El ruedo ibérico (1927-28), ciclo narrativo que da una visión grotesca de la reina Isabel II y su La corte de los milagros (1927) atestigua este odio por el liberalismo.
Asi y todo, Valle simpatizará crecientemente con el proletriado, en el que ve la fuerza para la renovación de España, aunque no simpatizará con el Marxismo y seguirá siendo un católico convencido, como muestra su obra Divinas Palabras, de 1920, como Luces de Bohemia. En 1932 el pretendiente carlista Don Jaime le nombró "Caballero de la orden de la legitimidad proscrita" y durante su estancia en Roma mostró una abierta simpatía hacia el fascismo de Mussolini manifestando la impresión favorable que le producían los desfiles militares y los gritos de entusiasmo popular.
Valle-Inclan murió en Santiago de Compostela el 4 de Enero de 1936, mes y medio antes de la toma del poder por el Frente Popular y el inicio de la revolución sovietizante auspiciada desde las instituciones. Al preguntase qué posición hubiese tomado Valle este respecto, o ante la inminente Guerra Civil, ninguna respuesta parece clara o justificada. Es posible que en lugar de la determinación de un Maeztu o un Baroja, Valle-Inclán hubiese sido víctima de las contradicciones inherentes de las dos Españas en pugna, a la manera de un Unamuno, es decir, de aquel "dolor" de los Hombres del 98 por España.
Asimismo, no resulta disparatado pensar que el Valle-Inclán joven, autor de esta aventurera "autobiografía", dada su preocupación nacional y social, hubiese retornado a las filas carlistas o ingresado en las jonsistas de un Ledesma que, por aquellos aciagos días de 1936, creía más necesaria la camisa roja de un Garibaldi que la negra de un Mussolini.
Hoy, la figura literaria de Valle-Inclán es relegada muchas veces a un segundo plano en favor de figuras teatrales de menos calidad dramátia, menos innovadoras y profundas como el sentimentaloide, filocomunista y freudiano de García Lorca.
Última edición por Cavaleiro; 23/03/2005 a las 08:18
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