SEGOVIA PARADIGMA DE CIUDAD CASTELLANA MEDIEVAL
Segovia es probablemente la más paradigmáticas de las capitales castellanas de la Baja Edad Media, cabeza del negocio lanero de la Mesta y solar de los reyes castellanos. Fue recuperada para la Cristiandad por Alfonso VI. En su Alcázar, Alfonso X el Sabio compuso las Tablas Astronómicas de mayor trascendencia de la época.
En 1474 tuvo lugar la Concordia de Segovia, un tratado entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, que determinaba las funciones que este último debía asumir en la administración y gobierno del Reino castellano. En la Iglesia de San Miguel fue proclamada Isabel como reina y propietaria de Castilla y su marido Fernando como legítimo rey consorte ante las aspiraciones de su sobrina Juana la Beltraneja.
En la España imperial, fue bastión de rebeldes al mando de Juan Bravo en la Guerra de las Comunidades de Castilla contra el emperador Carlos V.
Acogedora y entrañable, solemne y añeja, mística y mágica, Segovia es, probablemente, la más paradigmáticas de las capitales castellanas.
En la Baja Edad Media, esta Segovia pétrea y encastillada era cabeza de cuadrilla de la Mesta y solar de los reyes castellanos. Fue recuperada para la Cristiandad por Alfonso VI. En su Alcázar, Alfonso X el Sabio compuso las Tablas Astronómicas de mayor trascendencia en la Edad Media. Enrique IV sintió predilección instalando aquí su Corte.
En enero de 1474 tuvo lugar la llamada Concordia de Segovia, un tratado entre Isabel I de Castilla y su marido Fernando II de Aragón, que determinaba las funciones que este último debía asumir en la administración y gobierno del Reino castellano. A finales de este mismo año, moría el rey Enrique IV, lo que supuso el inmediato ascenso de su hermanastra. En la Iglesia de San Miguel fue proclamada Isabel como reina y propietaria de Castilla y su marido Fernando como legítimo rey consorte ante las aspiraciones de su sobrina Juana la Beltraneja.
En la España imperial, fue bastión de rebeldes al mando de Juan Bravo en la Guerra de las Comunidades de Castilla contra el emperador Carlos V.
En esos siglos, la ciudad experimentó una época de esplendor gracias al comercio europeo de la lana: tierra de pastores trashumantes y de ovejas de la Mesta, millares de manos se ocuparon en el arte textil de la lana y los telares.
Cuando contaba con la protección de los Trastamara, sus calles eran un hervidero de caballeros y villanos, de judíos, musulmanes y cristianos que convivían más o menos de forma pacífica, con intervalos de reyertas atroces, como a la de 1474, que tiñó de sangre las calles de la judería.
En el Buscón que Francisco de Quevedo, fue morada de un pícaro llamado Don Pablos: "Yo, señor, soy de Segovia…".
Navagero, el embajador de Venecia que acudió a Sevilla a la boda del emperador Carlos V con Isabel de Portugal, relató: "… es bellísimo, no he visto ninguno que lo semeje ni en Italia ni en parte alguna."
El poeta José Hierro escribió: "Torres de pan matinal que cocieron los siglos. Torres que fue madurando el ocaso."
Y eso es en parte Segovia, un núcleo medieval amurallado, ceñido a un templo colosal y dotado de un incontenible vigor de verticalidad. Sus calles apretadas y empinadas, y sus plazas de resonancias centenarias descansan en una serrezuela rocosa y alargad, convertida en península por el surco de dos ríos: el Clamores, pequeño y ralo, al sur, y el Eresma, más abundante, al norte. Su superficie no rebasaba la que actualmente ocupan unos viejos barrios con nombres tan significativos como Caballeros, Canongías, San Millán o la Judería.
El casco histórico medieval que ha permanecido traza una figura oval que parece la planta de un navío. Inspirado en esta imagen, el filósofo José Ortega y Gasset definió la ciudad como un gran transatlántico místico, y urbano navegando sobre las sombreadas arboledas y dorados trigales, con los pináculos de la catedral y las torres de las iglesias como mástiles, en el que el alto Alcázar ocupa el espacio de la proa, y el eterno acueducto el de la popa. Mientras, a babor y a estribor se extiende la ciudad moderna, aunque con mesura.
La muralla medieval se inició en el siglo XI, tras la toma de la ciudad por Alfonso VI, y su perímetro alcanza casi tres kilómetros. Está alternada de torretas y pórticos, y se conserva tres de las siete puertas de acceso al núcleo medieval, siendo la más característica la Puerta de Santiago.
Desde la plaza del Azoguejo se contempla el inmenso, rotundo y sólido Acueducto que ha resistido el paso del tiempo después de dos milenios, como un símbolo del colosal poder del Imperio de Roma, siendo catalogado en la actualidad como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La perfecta construcción que alcanza los 29 metros de altura, la interminable sucesión de más de 150 arcos, y la pureza de sus líneas conmueven como sólo pueden hacerlo las obras maestras.
Es, además, una enorme labor de ingeniería que certifica el origen latino de la ciudad y la construcción más importante heredada de la Hispania romana. La población hispanorromana dio carácter urbano a lo que hasta entonces sólo había sido un poblado íbero. Construido en tiempos de Augusto, en el siglo I, abastece a la ciudad con el agua que toma del río Acebada, en la sierra de Fuenfría. Desde ahí, recorre 15 kilómetros hasta llegar a El Caserón, donde el canal se trasmuta en la doble arquería que cruza entre los tejados para cubrir, zigzagueante, 728 metros.
Los 44 arcos del cuerpo inferior y los 119 del superior están asentados en seco, sin argamasa alguna. Entre los tres arcos centrales se abren dos hornacinas con las imágenes de la Virgen y San Sebastián que sustituyeron en 1520 a las estatuas mitológicas anteriores. La mejor visión del acueducto se obtiene desde los alto de las esclareas del Postigo, al final de la plaza de Avendaño, que dan una noción de su recorrido dentro y fuera de la ciudad.
Como urbe llena de mística entre sus piedras, la leyenda dice que este acueducto fue obra del diablo, quien la habría levantado en una sola noche a cambio del alma de una moza cansada de acarrear agua. Tal vez para conjurar el poder de tan maléfico arquitecto, se incluyó una hornacina en el frontal de los arcos que dan a la plaza del Azoguejo. Inicialmente, acogió dioses protectores romanos, pero más tarde, en tiempos de Carlos V, fueron sustituidos por la imagen de la Virgen.
Durante su estancia en la ciudad, Ramón Gómez de la Serna dejó escrita una serie de ocurrencias surrealistas en el género de la greguería:"Es un andamiaje para revocar la bóveda del cielo; la muleta de Dios; el pasadizo de los aeroplanos…"
La plaza del Azoguejo tiene traza de zoco. En tiempos de Cervantes fue uno de los lugares de concentración y expansión de la picaresca, y allí está, desde finales del siglo XIX, el mesón Cándido.
A la izquierda de la plaza, fuera de las murallas, se encuentra la Iglesia de San Millán. Aunque de estilo románico, es el templo de la ciudad donde resulta más patente la influencia del arte mozárabe, sobre todo en su torre y en su cúpula. Tiene tres naves, dos atrios con columnas, tres buenas portadas y cuatro ábsides. Los capiteles ofrecen una buena selección de la mejor escultura románica castellana. Acoge valiosas pinturas al temple del siglo XIII.
Al otro lado de la plaza, por la calle de San Juan, se llega a la monumental plaza del conde de Cheste. Junto a ella se ubica la antigua románica Iglesia de San Juan de los Caballeros. Durante el siglo XIX, mostraba un estado tan ruinoso que se cerró al público. Hasta que, en 1905, fue adquirida por el ceramista Daniel Zuloaga, quien la restauró y convirtió en un estudio para sus trabajos. En la actualidad, el edificio albergar el Museo Zuloaga. Reúne una colección de su obra, así como algunas pinturas de su sobrino Ignacio Zuloaga.
A los pies del acueducto, comienza la medieval calle Real, formada hoy por la de Cervantes, Juan Bravo e Isabel la Católica. A través de la columna vertebral de esta peculiar embarcación pétrea la historia sale continuamente a su paso, sea en forma de iglesia románica, de mansión blasonada o de continuas referencias a las glorias pasadas.
A través de la calle Cervantes, se accede al mirador de la Canaleja sobre el barrio popular de San Millán, la antigua morería, el barrio de las brujas que el pintor Zuloaga cazó al vuelo. Allí se encuentra la construcción civil más originaria de la ciudad, la Casa de los Picos. Tiene una fachada de piedra tallada en forma de diamante y portada renacentista. En la actualidad es un centro de exposiciones.
Apoyada en la Casa de los Picos, estuvo la puerta principal de Segovia, ante la cual juraban los fueros de la ciudad los reyes de Castilla. Fue derribada en el siglo XIX. También se ubican el Palacio del conde de Alpuente, la mole de la Alhóndiga, y la noble y antigua mansión renacentista de los señores de Quintanar, cuyo nombre viene de las originales piedras en punta que sobresalen de la agresiva fachada.
Desde este mirador, diseminadas entre sencillas edificaciones, se observa la Casa de la Tierra y la mansión señorial de los Ayala-Berganza, la Iglesia de San Millán con su torre mozárabe y la de San Clemente con su amplio y chato torreón.
En la plaza de San Martín, aparece imponente una estatua de Juan Bravo, líder de la Revuelta de los Comuneros de Castilla contra el emperador Carlos V. Entorno a la estatua, los edificios que flanquean la plaza resumen una apretada lección de historia.
La Iglesia de San Martín, en estilo románico, tuvo un origen mozárabe, conservando tan solo la planta cuadra de un templo anterior. Este templo tiene un aspecto palaciego por su portada de columnas adornadas con hermosos capiteles y esculturas de profetas, sus tres pórticos, un retablo mayor en estilo barroco, y la torre mudéjar. Contiene sepulcros góticos y pinturas de finales del siglo XV que guarda la capilla de los Herrera.
Frente a ella, se alza la cuadrada y esbelta el Torre de Lozoya, del siglo XIV, que esconde sus patrios renacentistas tras su arco de medio punto. En la actualidad alberga exposiciones. Y a su lado la Casa de Bornos y la Casa de Solier, que exhibe en su fachada plateresca la riqueza de sus dueños pretéritos. Completa la serie de casas señoriales la soberbia Torre de Arias Dávila y la gruesa y amenazadora Torre de Hércules. Todo el conjunto de casas fuerte y torres nobiliarias recuerda las luchas entre bandos y linajes de la Baja Edad Media.
Siguiendo la calle Juan Bravo, la pasa de Medina del Campo o de las Sirenas, el espacio urbanístico más conseguido de Segovia, y para Dionisio Ridruejo es uno de los más afortunados de Europa, comparable a los que en ciertas ciudades italianas crearon los genios del Renacimiento.
Por la calle Juan Bravo se ubica el Convento de Corpus Christi de las monjas clarisas. Hasta 1419 era la Sinagoga Mayor, pero tras la expulsión judía, en 1492, fue adquirida por Bartolomé Ibáñez, llamándose también Sinagoga Ibáñez. Un incendio devoró toda la belleza y delicadeza del templo más de cuatro siglos después de que los Reyes Católicos expulsaran a los sefarditas.
Las obras de restauración llevadas a cabo por las madres jesuitinas, en 1982, pusieron al descubierto el "miqvé" (baño ritual), cuya existencia corrobora la importancia de la sinagoga. Pero cuanto puede verse hoy es reconstruido y deferente al original.
La judería de Segovia era una de las más pobladas del Reino de Castilla antes de la expulsión, un laberinto de docenas de callejuelas situadas entre la catedral y la muralla sur. Muchos de los hebreos que aquí vivían eran artesanos y pequeños comerciantes, pero había también personajes de enorme peso social, e incluso político, como Abraham Senior, el financiero y consejero de los Reyes Católicos. Poseía tanta riqueza que su casa estaba valorada en un millón de maravedíes, cuando lo normal en aquella época es que un palacio no pasara de quince mil. En la actualidad, se puede ver su airoso patio de columnas con galería de madera.
Atravesando angostas y curvadas callejuelas se llega a la Puerta de San Andrés, que es la mejor conservada del viejo recinto amurallado. Desde allí se domina el Pinarejo, pequeña sierra llena de pinares donde están excavadas las tumbas antropomorfas y las cámaras hipogeas del cementerio hebreo. Según las crónicas, muchos judíos segovianos se congregaron allí al llegar el verano de 1492. Después, abandonaron la ciudad y su patria Sefarad.
Camino de la proa urbana, los pináculos de la catedral avisan sobre su proximidad en la plaza Mayor. Llamada la "dama de las catedrales" por la delicadeza de su figura pétrea, es austera, elegante y nada ostentosa, basa su encanto en la magia de los juegos de luces. La luz solar se cuela por las vidrieras y forma en el interior una espectacular escenografía con haces de colores.
La moderna Catedral de Segovia se edificó entre los años 1525 y 1577, en estilo gótico tardío, gracias a la contribución de los segovianos, por el arquitecto Gil Hontañón y su hijo Rodrigo. Sustituía a la antigua catedral románica, que se alzaba en la plaza del Alcázar y que fue destruida en la Guerra de las Comunidades de Castilla. Es uno de los templos góticos más importantes de la península Ibérica. En su exterior destacan la alta torre, que se acerca a los 90 metros de altura, y los pináculos y arbotantes que sobresalen de las cúpulas.
El interior de la catedral atesora numerosas obras de gran valor artístico como el retablo de la Piedad, instalado en la capilla del Santo Entierro, la imagen gótica de la Virgen de la Paz del altar mayor, el retablo de Juan de Juni en la capilla del Santo Entierro, el cristo yacente de Gregorio Fernández, y el bello claustro construido para la vieja catedral en 1472 y trasladado al nuevo emplazamiento, piedra a piedra, en 1524. Además, contiene bóvedas de crucería, unos órganos barrocos, una artística rejería y un trascoro neoclásico. Formando parte de la colección con más de quinientos incunables del archivo catedralicio, se encuentra el Sinodal de Aguilafuerte, el primer libro impreso en España.
El Museo de la catedral contiene piezas de orfebrería religiosa, pintura y escultura. Lo más interesante es la colección de tapices de Bruselas en la sala Capitular.
El nuevo emplazamiento, en las inmediaciones de la plaza Mayor, obedeció a razones estratégicas: ocupa el espacio de la antigua judería. Así se pretendía conjuntar todo resto hebraico que sobreviviera al decreto de expulsión promulgado por los Reyes Católicos. En todo caso, resulta imposible ignorar el paso de la comunidad judía por la ciudad ya que, junto a la seo formando estrechas callejuelas y plazas umbrías, se apiñan edificios de mampostería y ladrillo que demuestran la existencia de una antigua judería en esta zona.
Por el paseo de San Juan aparecen las antiguas murallas que permiten recrear la ciudad medieval a través de las bien conservadas casonas románicas del entorno. Esta avenida conduce hasta los amplios jardines de Daoíz y Velarde, que hacen las veces de antesala del Alcázar.
Al otro lado de la calle Daoiz se encuentra la Casa del Marqués del Arco, el Palacio Episcopal, la Iglesia de San Esteban y la Iglesia de San Andrés. La Iglesia de San Esteban se construyó entre los siglos XII y XIII, y su torre, con 53 metros de altura, es una de las más bellas del románico español. Tiene cinco cuerpos de arcos de medio punto y destaca sobre el conjunto urbano. Su interior fue reformado en estilo barroco y albergando un soberbio calvario.
La estatua de Daoíz y Velarde es una referencia histórica a los capitanes del parque de artillería de Monteléon que en el Madrid de 1808 secundaron al pueblo alzado contra el Ejército francés, durante el Levantamiento del Dos de Mayo. Y es que este alcázar es sede del Museo del Real Cuerpo de Artillería española.
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El Alcázar de Segovia ha sido un palacio de los reyes de Castilla y León, más que una fortaleza defensiva. Lo mandó construir Alfonso X el Sabio durante el siglo XII sobre los restos de un bastión anterior, Juan II le dio el punto gótico de su forma definitiva, Enrique IV aumentó su volumen y riqueza, la torre del homenaje se concluyó bajo su reinado, y los Reyes Católicos le añadieron algún retoque. Bajo el reinado de Felipe II, en la segunda mitad del siglo XVI, se añadieron los chapiteles del exterior. En plena Ilustración, el rey Carlos III convirtió el edificio en sede de la Real Academia de Artillería del Ejército español.
El terrible incendio de 1862 devoró todo lo frágil: techumbre, artesonados, galerías, yesos mudéjares, tablas, pinturas, muebles, etc. Pero como explica Dionisio Ridruejo en su excelente guía de Castilla la Vieja, la reconstrucción, bajo musa historicista, fue afortunada, y hoya sigue cautivando a propios y extraños.
El Salón de los Reyes posee un amplio friso compuesto por 52 estatuas policromadas que representan a otros tantos reyes ibéricos, siendo un perfecto inventario de la Monarquía hispánica desde Pelayo hasta Juana de Trastamara.
La Sala del Trono, con cúpula mudéjar, fue utilizada para las grandes audiencias
La Sala de los Almijeces contiene ventanas románicas y está decorada con armaduras y lienzos de los reyes y batallas.
La Sala del Cordón se conservan varias pinturas hispano-flamencas del siglo XV y mobiliario de la época.
La Sala de las Piñas toma su nombre de las frutas que decoran el techo, contiene muebles de gran valor.
La Sala del Solio contiene artesonados mudéjares.
La Sala de la Chimenea que fue despacho de Felipe II.
En la Capilla se celebró la boda de Felipe II con Ana de Austria.
Desde la terraza arbolada se contempla la vega del Eresma con su barrio de San Marcos, al que se llega pasando por la Puerta de Santiago, bien plantada sobre rocas, y cruzando el puente. Se encuentra el Santuario Nuestra Señora de la Fuencisla y la Iglesia de San Marcos. Siguiendo por la ribera del Eresma, continúan los edificios religiosos.
El Convento de los Carmelitas Descalzas fue fundado por San Juan de la Cruz. Allí, en la iglesia, está enterrado el escritor místico más universal de la historia.
La Iglesia de la Vera Cruz fue construida en estilo románico por los templarios en el siglo XIII. Se trata de una preciosa reliquia que imita al Santo Sepulcro de Jerusalén, íntima, sencilla, pequeña. De curiosa plata poligonal, tiene dos portadas y un interior lleno de representaciones y símbolos de difícil interpretación. Contaba otra leyenda que la imagen de Cristo declaró a favor de una mujer traicionada por un amante voluble.
En el lateral que flanquea la ribera del Edema, un popular y medieval barrio contiene la románica Iglesia de San Lorenzo, al que se llega por el encantador paseo de Santo Domingo de Guzmán, bordeando la muralla. También se encuentra el Convento de la Santa Cruz Real, del que fue prior el inquisidor Torquemada y que hoy alberga el Campus de Instituto Empresa University, las pinturas de inspiración oriental de San Justo, ya en la popa de la ciudad-barco, cerca del acueducto, y su Cristo de los Gascones, que la leyenda supone traído de Francia.
En el barrio de los Caballeros se encuentra una vieja y románica Iglesia de San Quirce, que fue restaurada en el siglo XX para albergar la sede de la Universidad Popular, institución que fue el centro de la vida intelectual y liberal de Segovia durante mucho tiempo y que por algunos años presidió el poeta Antonio Machado.
Segovia sigue siendo un puñado de empinadas y tortuosas callejuelas que sorprende con hermosas plazas como la de San Esteban, la de la Trinidad, la de Colmenares, la de San Martín, la de los Huertos, etc. Una amalgama de barrios de gremios que rivalizaban, que desplegaron una esplendorosa industrial textil entre los siglos XIII y XV. Una concentración de torres nobiliarias y bellas iglesias, como las de San Esteban, San Nicolás, San Martín, San Sebastián, San Miguel, San Quirce, San Juan de los Caballeros o de la Trinidad.
Fue ciudad natal de Domingo de Soto, filósofo, jurista y teólogo de la Escuela de Salamanca, considerado el promotor de la Física moderna por su teoría del movimiento uniformemente acelerado y la caída de los graves, que fue el precedente de la Ley de la Gravedad de Newton.
Varios siglos después, Antonio Machado encontró aquí su hogar e inspiración para componer sus Campos de Castilla. Vivió durante trece años, desde 1919 hasta 1931, dando clases de francés en el Instituto General y Técnico, y escribiendo obras de teatro, los pensamientos de Juan de Mairena, las cartas y versos de amor a Pilar Valderrama, la Giomar de sus Canciones, que hoy dan nombre a la estación del AVE. Su casa, situada en el número 5 de la calle de los Desamparados, es sede de la Casa Museo Antonio Machado.
En plena Guerra Civil, sin saber que poco más tarde le esperaría el exilio, el invierno pirenaico y la muerte de Colliure, escribió sobre el 14 de abril de 1931: día de la fundación de la II República española. Describió la izada de bandera republicana en el neoclásico Ayuntamiento, situado en la plaza Mayor frente al Teatro Juan Bravo:"Mi amigo Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa. Sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo."
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