PESETA

La palabra peseta, que fue la moneda nacional de España hasta 2002, viene del catalán peçeta "piececita", diminutivo de peça, "pieza", que al pasar al castellano se confundió con pesa, y por eso no se pronunció con z / c (*pezeta / *peceta, en fonética castellana pe?éta) como ocurrió con las demás ç, sino con s, peseta. Esto provocó más tarde una etimología popular que la identificó como una subdivisión de la moneda llamada en América peso.

Parece ser que el grandísimo etimólogo Corominas, que suele ser la voz más autorizada en estos temas, aquí se dejó llevar, sin embargo, por la etimología popular y negó la relación de peseta con el catalán peça. Prefirió considerarla «manifiestamente inseparable del americano peso», y, para explicar la terminación de diminutivo catalán -eta admitía sólo la catalanidad del sufijo: «en la elección del sufijo de peseta sí pudo influir el gran número de términos financieros acatalanados o afrancesados en -ete, -eta». Otros etimólogos, como Mateu y García de Diego han mantenido también que peseta viene de peso, y el DRAE es la única posibilidad que acepta, probablemente por la autoridad de Corominas. Pero el peso es una moneda que nunca circuló con tal nombre en España. Y hasta podría suceder que fuera al revés, que peso hubiera sido retroformado, en el terreno de las monedas imaginarias, a partir de peseta. En realidad, el peso era la moneda imaginaria que se tomaba como unidad en las casas de moneda de América para apreciar las barras de plata, calculando el peso de una onza de plata ensayada. Se llamaba peso fuerte o peso duro al equivalente de ocho reales de plata (reales fuertes) o veinte reales de vellón (aleación de plata y cobre). Cuando América se fue haciendo independiente los distintos estados en que se subdividía solían adoptar como moneda nacional el peso, con lo que éste fue adquiriendo existencia real. Pero en España siguió siendo una moneda imaginaria y se solía dar a lo largo del s. XIX la identificación de un peso duro (moneda imaginaria de veinte reales) con cinco pesetas de cuatro reales cada una. Cuando más tarde se acuñaron monedas de cinco pesetas en España todo el mundo dio en llamarlas duro, nunca peso.

La peseta era en realidad, antes de convertirse en oficial en España, una moneda también imaginaria -lo que casa con la etimología de "piececita"-, de la que hay constancia desde el siglo XVII. Se llamaba peseta primero al real de a dos (moneda de dos reales de plata) y luego al real de a cuatro (moneda de cuatro reales de vellón). El Diccionario de Autoridades de 1737 la ve todavía como una palabra reciente, pues define peseta como «la pieza que vale dos reales de plata de moneda provincial, formada de figura redonda. Es voz modernamente introducida». Por aquellas fechas se encuentra mencionada, por ejemplo, en el precio de un libro editado en Valencia y que se vendía en Pamplona, el Tratado de barnizes y charoles de Genaro Cantelli, que tiene impreso en portada: «En Valencia por Joseph Estevan Dolz, año 1735, en Pamplona à costa de los Herederos de Martínez, año 1755. Véndese en su librería a peseta». Más tarde se acuñó en Barcelona, en 1809, monedas con el valor facial ya en pesetas nominales, aunque se venían utilizando, antes de la unificación monetaria de todos los reinos de España, como monedas locales en la zona de habla catalana o en los reinos que formaban el antiguo Reino de Aragón. En 1868 sustituyó al escudo como unidad monetaria del moderno estado español, desapareciendo al tiempo otras divisiones como los reales y los maravedíes, y ha servido como su divisa durante 134 años, para ir a desaparecer, a su vez, al entrar España en la Unión Europea, siendo sustituida por el euro en 2002. Los reales se siguieron manteniendo en el lenguaje como monedas imaginarias, junto con los duros, que nunca habían dejado de serlo. Por eso durante el s. XX era frecuente llamar a la moneda de dos pesetas y media "diez reales", y a la de cincuenta céntimos "dos reales", mientras que "duro" era universalmente usada como equivalente de cinco pesetas. El real parece haber desaparecido ya por completo de la memoria, pero el duro sobrevive en la lengua de algunas personas mayores a quienes les he oído llamar aún a la cantidad de 600 € "veintemil duros".



Fuente: PESETA