Cada día me reafirmo más en la idea de que la huelga fue un invento de los rojos para joder a los zares y, posteriormente, como no, al régimen de Franco. Porque en esta España gobernada por el nieto del capitán Zapatero, no existe colectivo más despreciado que el de los huelguistas autóctonos. Ni los pederastas tienen tan mala prensa como el padre de familia que se manifiesta por intentar mantener el tajo deslocalizado que le da para comer y pagar media hipoteca.
A través de la historia, es fácil comprobar como la huelga ha sido únicamente lícita cuando la izquierda se encontraba en la oposición o en el exilio. Sospechosamente, eran en esos periodos de travesia en el desierto, cuando el trabajador adquiría un halo metafísico, elevado al altar de la gloria proletaria por todo un ejército de escritores, pintores, prosistas y cineastas bien cebados.
La cosas cambiaban una vez destronada la corona, el tirano o el gobierno derechista de turno. Cuando los supuestos “libertadores” –a ser posibles descamisados y greñudos- alcanzaban los resortes del poder, la huelga pasaba a ser inmediatamente percibida como un incordio desmesurado, una provocación incívica o un alboroto de la turba reaccionaria.
De este modo han sido tratados los trabajadores de Iberia en Catalunya. Cerca de sesenta han sido sancionados por paralizar en aeropuerto del Prat en su justa lucha por sus puestos de trabajo. Nadie ha movido un dedo para solidarizarse con los sancionados. Ni los sindicatos-agencias de viajes han agitado esta vez pancarta, no vaya a ser se queden sin subsidio y se les acabe el chollazo. El tebeo de los "sociatas" del Principado –El Periódico-, lejos de posicionarse a favor de los trabajadores, orquestó toda una campaña bien calculada de desprestigio contra aquellos que en su desesperación intentaban luchar contra la precariedad y el despido libre. No tuvieron compasión. Enterrados quedan aquellos días donde las reivindicaciones cívicas eran ejercicios de libertad y democracia verdaderas. Por lo visto, todas caducaron recientemente.
Al progresismo político que nos desgobierna, sólo parece interesarle las reivindicaciones de moñas y lesbianas que con su "glamour" de lentejuelas, dan brillo y resplandor a su incapacidad manifiesta de levantar un país y no una barraca de feria.
El huelguista autóctono, es a día de hoy, una insignificante erupción en las posaderas de ZP, de La Caixa y del FMI. Un pelele inútil que ya nadie parece necesitar.
Tendremos que aprender una vez más, de nuestros vecinos franceses. Y que conste, que eso me duele.
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