'Memoria histórica selectiva y sectárea' de la Generalidad Catalana
Fecha miércoles, 12 de julio a las 10:49:10
La Generalitat condenará a Franco 70 años después del alzamiento
La Generalitat de Cataluña no pasará por alto el próximo 18 de julio, fecha en la que se cumple el 70 aniversario del alzamiento militar del general Franco que desencadenó la Guerra Civil (1936-1939). El gobierno de Pasqual Maragall hará este día una declaración solemne centrada en condenar el golpe de Estado del Ejército «en la línea que aprobó la semana pasada el Parlamento europeo», según explicó el conseller de Relaciones Institucionales, Joan Saura.
El departamento de Saura ha sido el encargado de promover la memoria histórica en los casi tres años de gobierno tripartito y, para hacerlo, no ha reparado en gastos. Ahora, con motivo del aniversario de la Guerra Civil, la Generalitat impulsará subvenciones mediante decenas de proyectos enmarcados dentro del programa del Memorial Democrático, que este año reúne un presupuesto de dos millones de euros.
De las 237 iniciativas aprobadas para reconstruir el pasado, 67 están centradas en la citada guerra, que enfrentó a los bandos republicano y nacional. Con un total de 611.019 euros se cubrirán proyectos como señalizar lugares emblemáticos, localizar refugios, trincheras y rutas del exilio con el fin de transformarlas en museos. También se realizarán actividades conmemorativas y de difusión de la historia.
En la presentación de estas propuestas, Saura confió en que el avance electoral no interrumpirá el impulso de la memoria histórica, cuyo desarrollo consideró «irreversible». La única novedad del tripartito, significó el conseller, es que es un gobierno que ha dotado de recursos esta idea.
26 de enero de 1.939 LAS TROPAS NACIONALES LIBERAN BARCELONA
CRONOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN DE LA CIUDAD CONDAL
La ofensiva de las tropas del Generalísimo Franco sobre Cataluña comenzó en la mañana del 23 de diciembre de 1938, principalmente en el sector ocupado por el XII Cuerpo de Ejército, mandado por el comunista Etelvino Vega Martínez; por allí, en el río Segre a 20 kilómetros al norte de la confluencia con el Ebro, en Mequinenza, atacaron el Cuerpo italiano y el Cuerpo de Navarra, al mando de los generales Gastone Gambara y José Solchaga Zala, respectivamente. Una vez cruzado el río, los sorprendidos defensores, compuesta por una compañía de carabineros bien equipada, se vieron abandonados por sus oficiales. El frente, pues, quedó roto al primer enfrentamiento. Este suceso hizo escribir al general Vicente Rojo Lluch: “Parte del Cuerpo XII flaquea de una manera absoluta en la primera jornada, abriendo la puerta por la que irrumpirá francamente el enemigo”.
Otro desastre fue protagonizado por el V Cuerpo mandado por el también comunista Enrique Líster Forján, dejando abierta la penetración hacia Vinaixa. A partir de entonces, la marcha de las tropas Nacionales fue casi un paseo militar.
Al mes escaso de haberse iniciado la ofensiva franquista, Barcelona era liberada el 26 de enero de 1939. La liberación tuvo lugar sin el menor intento de defensa de los rojos. Lo acontecido en Barcelona dejó perplejos a no pocos, preguntándose como pudo suceder tal cosa.
Juan Simeón Vidarte, socialista, masón distinguido y uno de los dirigentes principales de la insurrección de octubre de 1934, diputado por Badajoz en las tres Cortes de la República y Subsecretario de la Gobernación en el curso de la guerra civil, escribió:
«Años más tarde, hablando en la emigración con el general José Asensio Torrado, éste me dio una explicación de todo lo ocurrido, que transcribo por lo que valga:
El coronel Claudín había proyectado con más de ocho meses de anticipación un plan de defensa de Barcelona, en un radio de acción de más de cincuenta kilómetros. Comenzó unas obras de defensa que principiaban en el Perelló, pasaban por los Bruchs y enlazaban cerca de Manresa. Para su ejecución la CNT había ofrecido un cuerpo de voluntarios para la construcción de trincheras, parapetos, nidos de ametralladoras. No se pedía más que la autorización y el material necesario para cierto tipo de fortificaciones. [...] Cajas sindicales correrían con aquella parte de trabajo que no pudiera ser totalmente gratuito. No se nos hizo caso y de aquella línea de defensa que ellos llamaban la ‘Maginot de Barcelona’, no se hizo nada».
La caída de Barcelona tuvo un efecto decisivo sobre la moral de la población en general y del Ejército del resto de la zona roja en particular. ¿Qué podía esperar Madrid, la población civil madrileña, los soldados y los jefes militares que defendían la capital de España, de un Gobierno que se comportaba de tal manera?
Por lo que hace referencia a los miles de personas que afluían hacia la frontera francesa, camino ya de un exilio que las llevaría a campos de concentración, el espectáculo que se ofrecía a sus ojos resultaba harto elocuente. Julián Zugazagoitia describió esa lamentable situación: «El Estado, en su forma más miserable, estaba derrumbado por calles y plazas. Archivos, mesas, sillas, y en el mismo grado de abandono, ministros, subsecretarios, jefes de administración y la masa anónima, en grupos, de los burócratas, a los que lo precipitado del viaje, la velada y el frío de la noche habían derrotado toda compostura».
El 25 de enero de 1939, Yagüe cruzó el Llobregat, seguido por Solchaga y Gambara, encontrando resistencia aislada y mal coordinada.
Entre las reacciones de algunos protagonistas o testigos presenciales de los momentos finales del terror rojo en Barcelona, cabe resaltar los apuntes de Julián Gorki, preso y encausado en el célebre proceso contra los dirigentes del POUM, que delatan a qué extremos había llegado la situación:
«Los últimos meses de 1938 son verdaderamente trágicos para el pueblo español de la zona republicana: no hay casi nada que comer. Antes les quedaba un recurso a los habitantes de las ciudades: ir en busca de alimentos a los pueblos rurales. Pero ahora, los pueblos pasan hambre también. Todo el mundo desprecia el dinero; únicamente se consiguen algunos productos a cambio de tabaco, de medicinas, de aceite... Nos señalan de la calle un hecho espantoso: las empresas funerarias se niegan a proporcionar ataúdes y a enterrar a los muertos si no es a cambio de productos. Se comercia con todo; hay mujeres que se entregan por un pan, medio kilo de arroz o un paquete de cigarrillos. Nuestro rancho carcelario se compone, generalmente, de un cazo de lentejas dos veces por día, y no recibimos más que sesenta gramos de pan. A veces faltan incluso las lentejas. Nos hemos visto condenados a comer nabos durante diez días seguidos, unos nabos duros y amargos que provocan náuseas. Sin embargo, los presos recién llegados suelen exclamar. “¡Lentejas o nabos que hubiera en la calle!”».
Manuel Tagüeña escribe:
«Pocos durmieron en la gran ciudad aquella noche del 25 al 26. Unos esperaban con ansiedad y otros con temor la inminente llegada de las tropas enemigas».
Según el escritor y combatiente republicano, Eduardo Pons Prades,
«muy poca gente parecía admitir que la capital catalana pudiera caer sin ser defendida. Corrían rumores, incluso, de que los anarquistas, como en Irún, se disponían a organizar grupos de defensa y a disputar la ciudad al enemigo calle por calle y casa por casa. Este proyecto era prácticamente inviable entre otras razones, según se pudo comprobar, por el estado de abatimiento y de postración en que se encontraba la población civil. Es decir, poco inclinados a gestas numantinas ni nada por el estilo...»
Las primeras divisiones que penetraron en Barcelona fueron:
La 105 del coronel López Bravo y la 13 del general Fernando Barrón Ortiz, adscritas al Cuerpo de Ejército Marroquí, así como la 4 y la 5, del Cuerpo de Ejército de Navarra, a las órdenes respectivas de los generales Camilo Alonso Vega y Juan Bautista Sánchez González. Al alba, las tropas de Solchaga ocupan Vallvidrera sin lucha y descienden sobre Pedralbes. Otras fuerzas del mismo Cuerpo de Ejército encuentran leve resistencia en el Tibidabo, que al mediodía cayó en manos de los Nacionales. Montjuich se rindió a los soldados de Yagüe, que liberaron, entre aclamaciones y lágrimas a 1.200 presos que estaban encarcelados en el Castillo, siendo izada la Bandera Nacional en la fortaleza.
Desde “Terminus”, que es el puesto de mando avanzado del Cuartel General del Generalísimo, el Caudillo va dando órdenes. En el mapa del Estado Mayor se van clavando las banderitas sobre los puntos que señalan los teléfonos de los puestos de mando de Solchaga y Yagüe. El ritmo de la entrada ha sido minuciosamente preestablecido por el Mando Supremo y se cumple rigurosamente por los jefes de las tropas.
Del Cuartel General sale el primer parte precursor:
“En estos momentos se está terminando de rodear Barcelona, habiéndose ocupado la Rabassada, el Tibidabo, Vallvidrera y Montjuich. Nuestras tropas están empezando a entrar en la población".
A las doce horas, “Terminus” envía a toda España el parte de la victoria:
Las tropas Nacionales terminan de rodear la ciudad de Barcelona, ocupando Montjuich y el Tibidabo. A las 12 comienzan las tropas Nacionales a entrar. Las fuerzas que entran en Barcelona son el Cuerpo de Ejército Marroquí, el Cuerpo de Ejército de Navarra y una fracción perteneciente al Cuerpo de Ejército de Flechas.
Del Tibidabo y Vallvidrera empiezan a bajar las divisiones de Navarra. Al pie del Funicular, unos mozos de escuadra esbozan una breve resistencia. Una gran explosión destruye los talleres de las Escuelas Salesianas de Sarriá, donde los rojos fabricaban material de guerra. De algunas terrazas se oyen los restallidos de los últimos pacos. Grupos de soldados rojos tiran sus fusiles y huyen a ocultarse.
La ocupación de San Gervasio y Gracia es completada por las fuerzas motorizadas de las tropas Legionarias mixtas que penetran en Barcelona por Vallcarca y los Penitentes desfilando por la calle de Salmerón. A las 17:30 todas las barriadas altas de la capital estaban ocupadas.
Por Las Corts se abre la Gran Vía Diagonal, el camino del triunfo por donde a las 17 horas empiezan a bajar ordenadamente los carros de combate seguidos del grueso de las fuerzas.
Se forman los primeros grupos de ciudadanos estallando las primeras aclamaciones. Corren multitudes saludando brazo en alto y cantando el himno de Falange. Cuando llegan al convento de Pompeya, esquina al Paseo de Gracia, convertido en policlínica, les saluda la primera Bandera Nacional que se iza en Barcelona tremolada por una enfermera.
Los soldados son abrazados, apretujados. Se besan las banderas, los muchachos se suben a los camiones, a los tanques. Se cantan himnos, se salta, se baila.
Manuel Tagüeña, el último jefe militar en abandonar Barcelona, manifestó:
«Mientras por una calle entraban los conquistadores aclamados por los gritos de sus simpatizantes, por la de al lado, se retiraban nuestros maltrechos hombres...»
El escritor inglés James Cleugh, autor del libro “Furia española. 1936-1939”, describe de este modo el recibimiento del pueblo de Barcelona:
«Los soldados eran obstaculizados en su avance, no por la resistencia del enemigo sino por las densas multitudes de demacrados hombres, mujeres y niños que afluían desde el centro de la ciudad a darles la bienvenida, vitoreándolos en un estado que bordeaba la histeria».
El soldado del Ejército Popular, Juan Font Peydró, que se había escondido, como tantísimos otros en evitación de seguir una retirada inútil, narró así sus impresiones del momento de la liberación:
«Cuando llegamos a la Diagonal, la bandera que vimos pasar desde el balcón, apenas ha podido recorrer unos metros. Los primeros soldados desaparecen entre una muchedumbre que los abraza, que los vitorea, que besa la bandera. Esto no se puede describir. Hay que vivirlo para tener una idea de tales momentos. Van llegando más tropas. Y es un río de gente el que los asalta... Un enorme trimotor vuela bajísimo a lo largo de la Diagonal. Miles de manos le saludan. Unos tanques van caminando airosos; pero casi no se les ve. El gentío se ha encaramado en ellos y tremolando banderas y vitoreando a España y a Franco, los hace desaparecer entre olas de alegría. Ya ha llegado la noticia a todas partes. Barcelona se ha lanzado a la calle. Y se desborda el entusiasmo. Llegamos a la plaza de Cataluña. Brillan algunas luces. Empiezan a rasgarse las tinieblas. Todo parece un sueño. En todas partes, el mismo entusiasmo. Y banderas españolas. ¡Muchas banderas!»
El viernes 27 de enero reaparece La Vanguardia que se subtitula Diario al servicio de España y del Generalísimo Franco. Los carabineros, antes de retirarse, entraron en las instalaciones de la calle Tallers y causaron grandes destrozos, por lo que el diario salió solamente con una sencilla hoja. El 19 de julio de 1936 se publicó el número 22.574 y el del 27 de enero de 1939 es el 22.575. Nada se quiso saber de los dos años y medio en el que el periódico estuvo bajo el poder de los rojos. En este número singular aparecía la siguiente nota:
«Automáticamente, con la sola presencia en nuestras calles de las heroicas fuerzas nacionales mandadas por el glorioso general Yagüe, ha quedado restaurada, como tantas otras cosas, la propiedad de La Vanguardia, de la que inmediatamente se han hecho cargo los responsables autorizados del señor conde de Godó».
También salió a la calle El Correo Catalán que había dejado de aparecer desde el 20 de julio de 1936. Sus instalaciones las ocupó el POUM y en ellas se confeccionó La Batalla.
El Correo se hizo en los locales y talleres de Treball, ocupados por las Juventudes Tradicionalistas.
El día 5 de febrero de 1939 se abrió la frontera francesa, y ese mismo día el presidente de la II República española Manuel Azaña Díaz, que se había instalado en La Bajol, abandonaba el territorio nacional. La entrevista entre los dos presidentes fue seca y agria. Azaña quería ir a Francia, anunciándole a Negrín que no quiere acceder a tomar plaza en ningún avión, ante el temor que lo conduzcan a la zona Centro-Sur. Para él la guerra está perdida y es una demencia pretender continuarla. Juan Negrín le comunica que el Gobierno ha decidido que se instale momentáneamente, en la Embajada de París.
Acompaña a Azaña el ministro sin Cartera, José Giral Pereira. La caravana presidencial hace el recorrido de La Bajol a Les Illes. En el pueblecito francés, Azaña se despide de Negrín, el cual regresa a España. Dirigiéndose a Zugazagoitia, le dice:
«Debería haberle obligado a acompañarme. Hubiese hecho observaciones de mucho valor psicológico. ¡El pobre Azaña es bien digno de lástima! Tiene una encarnadura medrosa, propia de su naturaleza. El miedo le descompone como si fuese un cadáver y toma un color amarillo verdoso. Da lástima».
De regreso, el doctor Negrín se cruza con la caravana de Companys, Aguirre, Irujo... Comenta que no podía esperar tropezarse con ellos, aunque los más sorprendidos habrán sido los que huyen, pues habrían sospechado que él abandonaba el país sin notificarles su decisión. Negrín quiso proseguir la resistencia, confiando en que el horizonte europeo, lleno de nubarrones, no tardaría mucho en descargar la tormenta de la II Guerra Mundial.
A continuación pasaron la raya fronteriza el presidente de la Generalidad de Cataluña Luis Companys Jover y el lehendakari José Antonio de Aguirre.
El 10 de febrero de 1939, las tropas de Franco ocuparon todos los puestos fronterizos. Había finalizado brillantemente la liberación de Barcelona y la ocupación de Cataluña.
Olvidan el genocidio padecido por los católicos, las matanzas en la retaguardia y las brutales purgas en el mismo bando republicano perpetradas por miembros de esquerra, socialistas y comunistas contra la CNT y el POUM.
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