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Tema: La sentencia de Galileo

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  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: La sentencia de Galileo

    Si así hubiera sido, jamás hubiesen juzgado a Galileo. Observo una cierta contradicción en lo que dice.

    Copérnico pudo haber sido acusado por las mismas causas, por tanto, s¡gue sin responderse a la pregunta de ¿por qué no a él?, y sigo afirmándome en que había otras motivaciones. El seguimiento de la causa así lo hace ver con bastante claridad.

    Le cito de Mariano Artigas.

    Mariano Artigas. “Ciencia, razón y fe” (pag. 34)

    Galileo creía haber demostrado la verdad del sistema copernicano, lo cual no era cierto, y sus jueces decían que el heliocentrismo estaba en contra de la Biblia, lo cual nunca ha sido verdad. En cambio, Galileo acertaba teológicamente al afirmar que el heliocentrismo era compatible con la Biblia, y sus jueces consideraban con razón que las pruebas científicas del heliocentrismo no eran concluyentes.

    (…)

    Precisamente, el cardenal Belarmino le sugería [a Galileo] que indicase que el sistema heliocéntrico era solamente un hipótesis útil para los cálculos matemáticos. Si Galileo hubiera aceptado este planteamiento, nunca se hubiera dado el proceso ni la condena. Pero Galileo creía que los enunciados científicos se podían establecer con certeza indudable mediante la verificación experimental, esto es, al comprobar que de ellos se deducen consecuencias que están de acuerdo con los experimentos. Paradójicamente, la moderna filosofía de la ciencia sostiene que esto no es verdad. De acuerdo con la lógica, un enunciado universal (que se refiere a todos los casos posibles del tema que afirma) no queda establecido porque se comprueben algunas de sus consecuencias, puesto que esas consecuencias pueden derivarse también a partir de premisas diferentes. Así, una teoría nunca quedará establecida con certeza de modo definitivo. En cambio, basta que una sola de sus consecuencias sea falsa para poder afirmar que la teoría es falsa, al menos en alguno de sus supuestos. Esta peculiaridad lógica era ya bien conocida en la época medieval, y existía una larga tradición según la cual las hipótesis astronómicas eran simplemente eso, hipótesis que permitían “salvar los fenómenos” observables con más o menos acierto, sin que un mayor acierto permitiera calificarlas como verdades ciertas. En nuestra época, Karl Popper ha insistido con fuerza en el tema, consiguiendo el asentimiento prácticamente unánime de los filósofos sobre esta cuestión.


    En cuanto a la elección entre geocentrismo y heliocentrismo, no hay posicionamiento oficial,
    Pues eso.

    Dicha acusación es evidente que se refiere a que se negaban a admitir que en el Sol pudiera haber manchas
    Que no, Valmadian. La sentencia dice: "fue denunciado (...) por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por algunos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo (...);así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrolla la misma doctrina como verdadera".

    Cuando la sentencia dice "la misma doctrina" se esta refiriendo a la doctrina del Sol inmóvil en el centro del mundo y no a las manchas solares. Es como si yo publicara unas cartas destinadas principalmente a defender el dogma de la Inmaculada Concepción de María (ningún problema) pero circunstancialmente deslizo en esas mismas cartas una frase en la que niego el dogma de la Virginidad Perpetua (ahí estaría el problema).

    Ya se ve, rotundamente si, vamos. ¿Sobre qué obligaron a Galileo a retractarse públicamente, acaso a negar que los burros volaban? Acaba usted de incurrir en una evidente y manifiesta incoherencia.
    Ver más arriba lo que dice Mariano Artigas sobre el método científico y su aplicación concreta al caso Galileo.
    raotespi dio el Víctor.

  2. #2
    Avatar de Mexispano
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    Re: La sentencia de Galileo

    sábado, 10 de diciembre de 2016

    ¿CÓMO MURIÓ GALILEO?






    Experimento: salga ud. a la calle y pregunte a los viandantes al azar qué juicio les merece que la Iglesia quemase en la hoguera a Galileo por decir que la Tierra era redonda.

    Apuesto a que solo una minoría responderá que no fue por decir que la Tierra fuera redonda -que era la tesis convencional desde, al menos, Eratóstenes, que se molestó en medirla en el siglo III antes de Cristo-.

    Y apuesto a que aún menos serán los que recuerden que Galileo no murió en la hoguera, sino en la cama y de viejo, concretamente en su casa de San Giorgio, junto al mar.

    Con Galileo, por cierto, se produjo un fenómeno que se reproduce una y otra vez en la historia, cuando el estamento científico -eso que tendemos a llamar campanadumente ‘la ciencia’- demuestra que, al fin, no está formado por ángeles ocupados solo en el descubrimiento de la verdad, sino por seres de carne y hueso que se empecinan en sus teorías y responden a todas las tentaciones comunes al ser humano.

    Fue ese estamento, fueron sus colegas, los que llevaron ante el tribunal a aquel petulante que osaba contradecir el consenso científico de la época (¡no piensen en el Cambio Climático!), el modelo ptoloméico, y se sirvieron del poder del momento, como podrían haberle llevado ante el Politburó en eras y lugares distintos.


    Iba a cumplir 78 años, cuando falleció cristianamente
    en su lecho con la bendición papal e
    indulgencia plenaria.


    Fue un cura polaco, Copérnico, quien publicó la tesis de que la Tierra giraba en torno al Sol… y lo hizo con todas las bendiciones eclesiásticas.


    Por lo demás, la leyenda de que la Iglesia no podía concebir que la Tierra girase en torno al Sol en lugar de hacerlo al revés queda desmentida por el hecho de que más o menos por las mismas fechas un sacerdote polaco, Copérnico, publicaba la misma tesis con todas las bendiciones eclesiásticas.

    Alguien debería pararse a pensar que la Iglesia no puede haber perseguido a los científicos cuando el único nombre que se le ocurre a la gente es Galileo. Si fuera como quiere la leyenda, habría docenas de nombres.

    Vivimos de tópicos y entre tópicos, y ni siquiera tienen la ventaja de ser como esos clichés que nos lega la experiencia de siglos, la sabiduría de la abuela, sino de leyendas más ennegrecidas a conciencia que meramente negras.

    En lo que tiene de meramente humano e histórico, la Iglesia es vulnerable a todos los errores y pecados de los hombres, y así es absurdo que nos sorprenda o escandalice todo lo que en su nombre se hizo mal.

    Pero entre esas cosas que hizo mal no está, a mi modo de ver, la Inquisición (haz clic aquí:http://www.catolicidad.com/2010/11/inquisicion-sobre-la-inquisicion.html y acá: http://www.catolicidad.com/2013/01/despejan-mitos-de-la-inquisicion-en-la.html)y, muchísimo menos, un ‘enfrentamiento’ con la ciencia que solo existe en la mente de sus enemigos y que genera una narrativa no distinta, sino exactamente opuesta a la realidad.

    El profesor y doctor Alfonso Carrascosa, científico del CSIC, en su reciente conferencia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso titulada ‘Iglesia católica y ciencia en la España del siglo XX’, sostiene que “algunos de los errores atribuidos a la Iglesia en cuanto a la conciliación ciencia y fe, pertenecen al conjunto de eslóganes que son denominados la leyenda negra, construida con ella por sus enemigos a partir de producirse el cisma de Occidente“. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro.

    Ninguna cultura ha ido de capaz de sistematizar el saber científico, ninguna… excepto la cristiana.

    ¿Nadie se ha parado a pensar por qué la ciencia se ha desarrollado precisamente allí donde la Iglesia ha ejercido una influencia cultural absoluta?

    China conocía cosas como la pólvora o el papel, incluso la imprenta, mucho antes de que se conocieran el Occidente.

    Los musulmanes destilaron el alcohol y a uno de ellos le debemos el desarrollo del álgebra, y los indios introdujeron el cero en las matemáticas.

    Sin embargo, ninguna de estas culturas sistematizó el saber científico, ninguna dio con el método para dar el gran salto en la ciencia de ser una actividad privada, de unos pocos eruditos, a convertirse en un proceso masivo y autoconstructivo: el método científico, en fin, pergeñado por primera vez por Roberto Grosseteste, obispo de Lincoln, en el siglo XIII.

    Es absurdo contraponer la cultura cristiana a una cultura materialista y atea, sencillamente porque nunca ha existido una cultura originariamente materialista y atea. Pero entre las culturas reales, las que han existido en la historia, ha sido la cristiana la que, al separar tajantemente el Creador de su Creación y postular un universo racional la que ha permitido el desarrollo de la ciencia.


    Por Candela Sande

    Fuente: Actuall






    LEE, HACIENDO CLIC: EL CASO GALILEO

    VARIOS TEMAS RELACIONADOS (HAZ CLIC): LEYENDAS NEGRAS
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  3. #3
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    Re: La sentencia de Galileo

    El caso Galileo.






    “Se me ha concedido a mí y sólo a mí,
    el descubrir todos los nuevos fenómenos del cielo,
    y ya no queda nada para nadie más”
    (Galileo Galilei, “Il Saggiatore”)
    Como es la costumbre en nuestro mundo moderno, la verdadera naturaleza de los problemas siempre se oculta.


    Así, el tan manoseado y novelado “caso Galileo” sólo ha servido, y sigue sirviendo, para repetir las usuales tonterías sobre la Inquisición, la represión del pensamiento, el héroe “librepensador” enfrentado contra las fuerzas del oscurantismo, etc.
    Pero todo esto es pura manipulación ideológica.

    La primera y rotunda verdad a señalar, es que Galileo fue un católico convencido y practicante hasta el fin de sus días, y que siempre tuvo muy en claro que su problema había sido de carácter fundamentalmente disciplinario, que jamás afectó su fe ni a la ciencia. (Mis queridos camaradas “librepensadores”: aunque Uds. rechinen los dientes, no me queda más remedio que comunicarles que Galileo no sólo era católico, sino además “clerical” (!), y que la famosa frase “eppur si muove”, es puro verso, en caso de que todavía no se hayan enterado, inventada muchos decenios después por un periodista británico).


    Lo que sí es importante destacar, por la enseñanza que nos deja, es que tanto Galileo como los que lo juzgaban, estaban al mismo tiempo equivocados y acertados. En distintos planos, claro. Pero lo más curioso del caso, es que cada uno de ellos acertaba en su área no específica y se equivocaba en su propio campo.
    Esto es, Galileo se equivocaba en lo científico y acertaba, a medias, en lo teológico y los teólogos que lo juzgaban, se equivocaban (?) a medias, en lo teológico y acertaban en lo científico.
    Tenían razón los teólogos cuando decían que los datos científicos de Galileo no eran suficientes para afirmar con certeza la teoría heliocéntrica (y definitivamente no lo eran). Tenía razón Galileo a su vez, cuando sostenía que ningún descubrimiento científico podía entrar en conflicto con la verdad revelada.


    Con lo cual no hacía otra cosa que adherir a la postura tradicional de la Iglesia, expresada en este caso por el mismísimo Cardenal Belarmino —encargado del proceso— (y amigo de Galileo, digamos de paso), cuando decía que “si se llegara a tener una demostración científica del copernicanismo, se interpretarían entonces los textos de la Sagrada Escritura copérnicamente”.[1]


    De todas maneras, es importante dejar bien en claro que se trató de una típica disputa de familia. Esto es, un pleito entre católicos. Los “librepensadores” no tienen un pito de la vela que hacer aquí, y el hecho de que traten de sacar partido de este conflicto, demuestra una vez más su absoluta falta de honradez intelectual.


    Lo que generalmente se ignora en todo este asunto, es el contexto histórico en que tuvo lugar este proceso. Pues, cabe preguntarse, ¿por qué la teoría heliocéntrica, publicada por el canónigo Copérnico cien años antes de Galileo, lo mismo que su aceptación por Kepler (17 años antes), no suscitaron la más mínima reacción adversa por parte de Roma? ¿No requiere esto acaso una explicación? Y la explicación es, como dije, que Galileo no tenía los suficientes fundamentos científicos para afirmar como cierta la teoría heliocéntrica. Esto además de que varios de ellos eran erróneos, como su teoría de las mareas, sin ir más lejos.

    Tengamos presente además, que en 1610 Giordano Bruno, basándose en la teoría de Copérnico había dicho un montón de disparates totalmente heréticos, (aparte de su filiación a sociedades secretas), que crearon un clima de mala disposición hacia el tema. Varios historiadores de la ciencia coinciden en afirmar que sin el precedente de Giordano Bruno, es muy poco probable que la Iglesia hubiera impuesto sanciones contra Galileo[2]. Como de hecho no las tomó frente a Copérnico y como no sólo no las tomó contra Newton, sino que aceptó totalmente su teoría, (levantando en 1757 la condena contra el heliocentrismo) al ver que Newton —al contrario de lo que había ocurrido con Galileo— sí tenía todos los elementos científicos para afirmar como cierta la teoría heliocéntrica.


    Además, Galileo no se limitó al tema científico, sino que se creyó autorizado a pontificar como filósofo y teólogo, en lo cual era absolutamente nulo. Y esto fue lo que colmó el vaso.


    Es importante destacar también que Galileo era de una soberbia feroz, y que en el sentido estrictamente legal —y prudencial— su censura tenía más de un punto defendible. Arthur Koestler, el gran escritor contemporáneo, uno de los pocos que ha analizado con honradez y profundidad este tema, y que además era agnóstico para más datos, dice que “el rasgo más destacado del carácter de Galileo y también la causa de su trágica caída, era la vanidad… una hipersensibilidad a la crítica, combinada con un sarcástico desprecio hacia los demás… una fatal mezcla de genio y arrogancia, sin la menor humildad”[3].


    Los teólogos y sabios que lo juzgaban, reaccionaron más contra su dogmatismo que contra el heliocentrismo. Contra su egolatría antes que contra su astronomía. De todas maneras, es innecesario que digamos que Galileo fue ciertamente un científico genial. Sin lugar a dudas que lo fue, y ante eso nos inclinamos con admiración y respeto.


    Así y todo, no nos resulta humanamente simpática su figura. No fue heroico como Giordano Bruno, que al menos estuvo dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias por sus ideas. No tenía ningún vuelo filosófico y menos aún místico, como Kepler. Se retractó de la boca para afuera (luego del primer proceso), pero siguió enseñando lo que había jurado por escrito no enseñar, y además con un lenguaje en donde los términos “asnos”, “estúpidos” y “pigmeos mentales”, por ejemplo, eran de rigor para referirse a cuantos no aceptaban sus ideas.



    Es pertinente agregar también, que antes y después del primer proceso (1616), Galileo fue tratado con suma consideración y respeto, siendo homenajeado y agasajado en Roma por personalidades como el Cardenal Famese y los Papas Paulo V y Urbano VIII; que las famosas “torturas” jamás existieron; que su castigo fue la prohibición de continuar publicando, y finalmente, que sus “cárceles y cadenas” inquisitoriales —luego del segundo proceso (1636)—, fueron… la residencia forzada en el palacio del Gran Duque de Toscana, y después en su suntuosa finca de Arcetri, cerca de Florencia[4]. Lugar donde el ilustre sabio continuó sus estudios en la más completa tranquilidad, con un magnífico telescopio —obsequiado por los jesuitas— muriendo como un buen cristiano en 1642, a la respetable edad de 78 años. Esto además de tener un hermoso monumento a su memoria, nada menos que en la Iglesia de la Santa Croce, en Florencia, donde descansan sus restos.

    ¡Qué no hubiera sucedido si a Galileo lo hubiesen ejecutado! Como aconteció, sin ir más lejos, con Lavoisier —el padre de la Química moderna—, guillotinado, por católico y monárquico, durante la democrática Francia del Terror, en 1789. ¡No habría colegio o universidad sin una estatua a su memoria! Pero claro, el carácter de mártir lo determina siempre el poder dominante.


    Por ello es que Galileo es un “mártir” “correcto” y Lavoisier, en cambio, es “incorrecto”. De la misma manera que el judío “Che” Guevara es totalmente correcto y el patriota rumano Corneliu Codreanu, entre tantos otros, espantosamente incorrecto.



    Los feroces contestatarios “librepensadores” —siempre muy revolucionarios ellos— deberían comenzar por investigar, cuál es el poder ideológico, político y sobre todo económico —según ellos, el más importante— que domina a Occidente en los últimos cuatrocientos años.


    Si así lo hicieran, con rigor y honradez intelectual, quedarían estupefactos. Aunque en realidad, mucho me temo que ya lo han hecho, y que por eso se hacen los distraídos…






    Dr. Raúl O. Leguizamón
    [1] Citado por Guillermo Furlong en “Galileo Galilei y la Inquisición Romana”, Buenos Aires, Club de Lectores, 1964.

    [2] Pascual Jordán: “El Hombre de Ciencia ante el Problema Religioso”, Madrid-Guadarrama, 1972, pág. 57; Charles C. Gillispie: “The Edge of Objectivity”, Princeton University Press, 1973.

    [3] Arthur Koestler: “En Busca de lo Absoluto”, Kairós, 1983, pág. 126.

    [4] Salvando las abismales distancias, esto me hace recordar las famosas “cárceles y cadenas” de José Mármol, cuya “reclusión” se debió a una decisión expresa de Rosas para protegerlo de la vindicta justiciera de los hermanos de una niña seducida por el “mártir”. Excepcional deferencia que tuvo Rosas para con José Mármol, por ser éste hijo natural de su gran amigo y embajador en el Brasil, general Tomás Guido, según decía Jauretche.

  4. #4
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    Re: La sentencia de Galileo

    ¿SABÍAS QUE GALILEO ESTABA EQUIVOCADO?

    GALILEO LLEGÓ A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA TIERRA GIRA AL REDEDOR DEL SOL SOBRE PRUEBAS EQUIVOCADAS, ES DECIR...

    ¡¡ACERTÓ POR CASUALIDAD¡¡...

    Por Saulo de Tarso

    Galileo aportó como pruebas de que la tierra se movía, las mareas. Es decir, según él, la prueba de que la tierra se movía, era que el movimiento agitaba el agua del mar y por eso las mareas subían y bajaban de nivel. Cuando hoy todos sabemos que las mareas son provocadas por la atracción gravitacional que la luna ejerce sobre la tierra y causa que el nivel del mar suba por las noches.
    La Iglesia Católica nunca estuvo cerrada a la teoría de que la tierra se moviera al rededor del sol, pues mucho antes que Galileo, el clérigo católico Nicolás Copérnico, había propuesto la teoría heliocéntrica, de que el sol y no la tierra era el centro de nuestro sistema solar.

    La Iglesia Católica apoyó a Copérnico, pues al publicar sus estudios los presentó como teoría y no como un hecho probado científicamente. Actitud completamente contraria a la que adoptó Galileo, pues la Iglesia apoyó su teoría, siempre y cuando la publicara como lo que en realidad era, una teoría, ya que las pruebas que aportaba, no probaban nada. Sólo que Galileo lo mostró como un hecho probado científicamente.

    Es cierto, Galileo estaba en lo correcto apoyado sobre pruebas falsas. Así que no te cuenten, el genio de los amantes de la ciencia, de los ateos y demás enemigos de la Iglesia, ¡SÓLO ACERTÓ POR CASUALIDAD, SOBRE UNA TEORÍA QUÉ ÉL NO CREÓ¡

    PAX ET BONUM





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  5. #5
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    Re: La sentencia de Galileo

    ¿Quién mató a Galileo Galilei?

    Miguel Pastorino

    Oct 20, 2016





    Michael Avory


    La verdad es que murió en su cama, y que nunca estuvo en la cárcel ni fue jamás torturado por sus teorías

    La leyenda negra sobre el caso Galileo, repetida incluso por estudiosos de la ciencia, no tiene ninguna base histórica. Incluso entre algunos católicos formados se suele escuchar repetidamente que la Iglesia ha perseguido a los científicos como Galileo y que lo torturó y mató la Inquisición, entre otros disparates sin fundamento.

    ¿Qué sucedió realmente? Los documentos que se conservan permiten reconstruir casi todos los aspectos del proceso con gran fiabilidad. En el presente artículo sintetizamos los amplios y documentados trabajos de quien fue uno de los mayores expertos en el tema, Mariano Artigas[1].


    ¿Cómo murió Galileo?

    No lo mató la inquisición, ni nadie. No fue condenado a muerte, sino que murió de muerte natural. El único proceso en el que fue condenado, le dispuso arresto domiciliario en 1633 y nunca estuvo en la cárcel. Durante el proceso estuvo alojado en Villa Medici. Luego se alojó en el palacio del arzobispo Piccolomini, admirador y amigo personal de Galileo. En 1638 después del proceso, publicó su obra más importante Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias, una obra donde expone los fundamentos de la nueva ciencia de la mecánica.
    Galileo jamás fue torturado o recibió malos tratos, aunque el proceso a su avanzada edad fue desgastante. Murió en su casa, en las afueras de Florencia, con 78 años de edad, el miércoles 8 de enero de 1642.


    ¿Cómo entender lo que sucedió con Galileo?


    Hubo dos procesos, uno en 1616, en el que solo recibió una notificación, y otro en 1633 que fue realmente ante un tribunal.

    En 1616 se acusaba a Galileo de sostener el sistema heliocéntrico propuesto en la antigüedad por los pitagóricos y en la época moderna por Copérnico: afirmaba que la Tierra no está quieta en el centro del mundo, como generalmente se creía, sino que gira sobre sí misma y alrededor del Sol, lo mismo que otros planetas del Sistema Solar. Esto parecía ir contra textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quieta y el Sol se mueve, de acuerdo con la experiencia. No era una novedad teológica que cuando la Biblia habla de cuestiones científicas, adopta el modo de hablar propio de cada cultura, de la época en que se escribió. Este mismo argumento usó Galileo en su defensa.

    Pero para entender la complejidad y el contexto del asunto, Mariano Artigas lo resume en tres problemas: En primer lugar Galileo se basó en sus descubrimientos astronómicos, gracias al telescopio que él mismo perfeccionó, para criticar la física aristotélica y apoyar la teoría heliocéntrica. Los profesores aristotélicos eran muchos y poderosos y sintieron que Galileo contradecía su ciencia y los dejaba en ridículo, razón por la que lo atacaron mezclando argumentos teológicos en la discusión.

    En segundo lugar, la Iglesia Católica estaba pasando por un momento de especial sensibilidad respecto a la libre interpretación de la Biblia, en pleno enfrentamiento con la Reforma Protestante. Una situación peligrosa para que un laico use argumentos bíblicos y teológicos, como lo hizo Galileo, que no se limitó a discutir cuestiones científicas, sino que entró en debates teológicos.

    Y en tercer lugar, la cosmovisión tradicional, que colocaba a la Tierra en el centro del mundo, parecía estar de acuerdo con la experiencia ordinaria: si la Tierra se moviera, deberían suceder cosas que no suceden: proyectiles tirados hacia arriba caerían atrás, etc. Además la cosmovisión tradicional parecía más lógica y coherente con la centralidad del hombre en la creación.


    1616: El comienzo del conflicto

    Hay que tener en cuenta que, aunque las críticas de Galileo a la posición del geocentrismo tenían sus fundamentos teóricos, ni él ni nadie en su tiempo poseían argumentos para demostrar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Esta afirmación parecía absurda, tal como la calificaron los teólogos del Santo Oficio.

    En una famosa carta, el cardenal Belarmino, pidió a Galileo que utilizara el heliocentrismo sólo como una hipótesis astronómica, sin pretender que fuera verdadera. Pero Galileo, para defenderse de acusaciones personales, se lanzó a una defensa fuerte del copernicanismo, trasladándose a Roma e intentando influir en las personalidades eclesiásticas. En febrero de 1616 por orden del Papa Pablo V, el cardenal Belarmino citó a Galileo y le amonestó para que abandonara la teoría copernicana. Galileo entendió que no podía argumentar a favor del copernicanismo, y en efecto así lo hizo durante años.


    1633: La acusación y el final del proceso

    Galileo sabía que la prohibición de 1616 se basaba en una equivocación y quería solucionar el problema. En 1623 fue la elección del Papa Urbano VIII, gran admirador de Galileo quien lo recibió cordialmente seis veces en 1624.

    En este contexto Galileo publica en 1630 su teoría, en su obra “Dialogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano” y lo llevó a Roma para obtener el permiso eclesiástico para su impresión. Varias razones que demoraron la aprobación y la mala comunicación de la época pusieron nervioso a Galileo, por lo cual solicitó la intervención de su embajador en Roma para obtener el permiso, y finalmente lo imprimió en Florencia en 1632.

    En esos años la mayor preocupación del Papa no era precisamente si se movía la Tierra o el Sol, porque estaba en pleno desarrollo la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). En 1632, en una reunión con cardenales, el cardenal Gaspar Borgia, embajador del Rey Católico y protector de España, acusó abiertamente al Papa de no defender como era preciso la doctrina católica. Se creó una situación muy tensa, por lo que el Papa se vio obligado a evitar cualquier cosa que pudiera interpretarse como no defender la fe católica con claridad.

    Precisamente en ese tiempo comenzaron a llegar los primeros ejemplares del Dialogo. En su situación el Papa no podía tolerar que se publicara un libro con su permiso, en el que se defendía una teoría condenada como falsa y contraria a la Biblia.

    Galileo llegó a Roma en 1633 y vivió en el Palacio de Florencia. El Santo Oficio había descubierto en los archivos de 1616 la prohibición a Galileo de tratar de cualquier modo el copernicanismo, lo que llevó a centrar el proceso en su desobediencia. Lo llamaron al Santo Oficio el 12 de abril de 1633, aunque no estuvo en la cárcel, sino que fue instalado en habitaciones del fiscal de la Inquisición.

    El Padre Comisario propuso a los Cardenales visitar a Galileo e intentar convencerle para que reconociera su error. Lo consiguió después de una larga charla y el 30 de abril Galileo reconoció ante el tribunal que, al volver a leer ahora su libro, se daba cuenta de que, debido no a mala fe, sino a vanagloria y al deseo de mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales, había expuesto los argumentos en favor del copernicanismo con una fuerza que él mismo no creía que tuvieran. Ese mismo día se permitió a Galileo volver al palacio de Florencia.

    El 16 de junio el Santo Oficio en su reunión con el Papa decidió que Galileo fuera examinado acerca de su intención y tuvo que abjurar públicamente de su opinión sobre el movimiento de la Tierra. Luego del proceso, se recuperó en Siena y en diciembre del mismo año volvió a su casa en las afueras de Florencia, con arresto domiciliario, hasta su muerte.


    Aclaraciones importantes

    Galileo había realizado unos descubrimientos astronómicos importantes y se le habían reconocido, pero no podía probar el movimiento de la Tierra. La ciencia moderna prácticamente no existía: las contribuciones más importantes de Galileo a esa ciencia fueron las publicadas después del proceso. Los eclesiásticos al igual que la mayoría de los profesores universitarios, pensaban que el movimiento de la Tierra era absurdo, porque contradice a muchas experiencias ciertas y, si existiera, debería tener consecuencias que de hecho no se observan. No era fácil tomarse en serio el copernicanismo.

    Los teólogos que valoraron en 1616 la quietud del Sol y el movimiento de la Tierra dijeron, en primer lugar, que ambos eran absurdos y contrarios a la Biblia. Belarmino, y otros eclesiásticos, advirtieron que si se llegaba a demostrar el movimiento de la Tierra, habría que interpretar una serie de pasajes de la Biblia de modo no literal; sabían que eso podría hacerse, pero pensaban que el movimiento de la Tierra nunca se demostraría y que era absurdo. Esto no justifica toda su actuación, pero permite situarla en su contexto histórico real y hacerla comprensible.

    El proceso de Galileo no debería entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión. Galileo siempre se consideró católico e intento mostrar que el copernicanismo no se oponía a la doctrina católica. Por su parte, los eclesiásticos no se oponían al progreso de la ciencia. Sencillamente consideraban que su teoría era falsa.

    También el ambiente teológico de su tiempo, vinculaba el heliocentrismo a doctrinas esotéricas sospechosas, como fue el caso de la condena de Giordano Bruno, que no fue condenado por temas científicos, sino por doctrinas religiosas. De hecho Bruno no era científico, sino que tomó como punto de partida la teoría de Copérnico para sus postulados religiosos panteístas.

    Lo cierto es que el caso Galileo no afectó al progreso de la ciencia. Todos los investigadores señalan que es importante destacar que no ha existido ningún otro caso semejante al de Galileo. El caso más semejante es el del evolucionismo, pero la teoría de la evolución, dentro de su ámbito científico, nunca ha sido condenada por ningún organismo de la Iglesia universal. Muchos son los que ignoran la verdadera historia en la relación entre la Iglesia y la ciencia.


    Bibliografía:

    ARTIGAS, Mariano (2004). Ciencia, razón y fe. Pamplona: Eunsa.

    ARTIGAS, Mariano. (2007). Ciencia y religión. Conceptos fundamentales. Pamplona: Eunsa.

    ARTIGAS, M. – SÁNCHEZ DE TOCA, M. (2008). Galileo y el Vaticano: Historia de la Comisión Pontificia de estudio del caso Galileo (1981-1992). Madrid: BAC.

    RIAZA MORALES, J.M. (1999). La Iglesia en la historia de la ciencia. Madrid: BAC.


    [1] Doctor en Ciencias Físicas y Doctor en Filosofía. Fue profesor en la Universidad de Pamplona, miembro ordinario de la Academia Pontificia Santo Tomás de Aquino y de la Sociedad Internacional para Ciencia y Religión (Cambridge). Uno de los mayores especialistas de habla hispana en el diálogo ciencia y religión.




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    Fuente:

    https://es.aleteia.org/2016/10/20/qu...mpression=true

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