Notable artículo que nos lleva a reflexionar sobre la rareza de la vida, sobre que en un Universo tan vasto el afán de encontrar razas inteligentes esparcidas por aquí y por allá, va a ser que no, salvo alguna excepción. Recuerdo que con motivo de las apariciones marianas de Garabandal alguien preguntó sobre la existencia de alguien más aparte de nosotros. "La Señora" que parecía manifestarse (no olvidemos que las manifestaciones marianas no son dogma y cualquier católico puede no creerlas), respondió que si, que eran dos más en los que había gente. No obstante, lo cierto es que a día de hoy, y exceptuando ese fenómeno ovni -otro campo de especulaciones sin cuento y fantasía sin límite dejando tan sólo un tanto por ciento pequeñísimo de misterio-, no encontramos extraterrestres más que en el cine, los libros de CF, o en las consolas de videojuegos. Incluso, por no encontrar no hay forma, al menos todavía, de hallar vida microbiana.
Pero ¿qué es la entropía? ateniéndonos a una simple explicación de diccionario, que suelo encontrar como las que mejor nos indican las cosas a efectos de captar la idea, tenemos lo siguiente:
"Medida del desorden de un sistema; cuanto mayor es la entropía, mayor es el desorden. En un sistema cerrado un aumento de la entropía está acompañado por una disminución de la energía disponible. El propio Universo puede ser considerado como un sistema cerrado; por tanto, su entropía está aumentando y su energía disponible está disminuyendo."
Diccionarios Oxford-Complutense. ASTRONOMÍA. Ian RIDPATH. Edit. COMPLUTENSE, Madrid 1999
Recordemos a efectos prácticos que un sistema cerrado es aquél que no intercambia energía con su entorno. Si el Universo es un sistema cerrado, como se afirma en el definición, es porque no hay otros universos, ni un entorno misterioso de partículas en el que "flotar", y donde intercambiar esa energía. Una silla es un sistema cerrado y para su función no precisa de intercambio alguno, sin embargo, si que tiene una pérdida constante, la llamamos "deterioro", "envejecimiento", "fatiga de materiales", porque por muy cerrado que sea su sistema éste a nivel elemental está compuesto de partículas, y ésas si que interaccionan.
A continuación se puede leer el artículo que mencionaba al comienzo, bien explicado y sencillo de entender. De su lectura podemos extraer varias reflexiones porque todo nos conduce a que esto de la entropía sólo puede conducir a Dios Creador y a que el hombre, su criatura, tiene una misión en el Cosmos. Por cierto, a los críticos con la fuente, olvidadla, lo que importa es el artículo en sí.
La entropía demuestra que la vida es una excepción maravillosa
La vida va en contra de la ley de la entropía, que predice la tendencia del Universo a destruirse de una forma natural e inevitable.
Rudolf Clausius inventó la entropía
JUAN MANUEL SABUGO 2015-10-20
Cuando Rudolf Clausius (1822–1888) era aún adolescente juró consagrar su vida al estudio del calor. Entonces no suponía que terminaría descubriendo la ley más despiadada del Universo. Todo empezó por una cuestión de patriotismo.
Por aquel entonces las máquinas de vapor inglesas eran las más eficientes: a idénticas cantidades de combustible producían más trabajo que las demás. Por eso el joven decidió ponerse manos a la obra. La máquina calentaba agua hasta convertirla en vapor que empujaba unos pistones. Luego ese vapor pasaba por unos conductos hasta un radiador que enfriaba el vapor de agua para nuevamente ser calentado hasta su evaporación. El procedimiento se repetía infinitamente. Sin embargo, los cálculos teóricos que relacionaban al calor aportado a la caldera con el trabajo que producía la máquina eran muy superiores a los que se medían en la realidad. En otras palabras, la máquina de vapor era altamente ineficiente. Tenía que haber algo que a Clausius se le escapaba.
Procesos reversibles e irreversibles
Por aquel entonces se especulaba con la posibilidad de que todos los procesos del Universo fueran reversibles. Los péndulos iban y venían, los objetos caían hacia la tierra o subían impulsados. Aparentemente cualquier proceso físico podía darse la vuelta y realizarse al revés. Si esto era así, existiría una simetría de acciones que haría que el Universo permaneciera por siempre en una balanza de sucesos que van y vienen, sin que existiera un final en el que los procesos se acabaran.
Sin embargo Clausius se dio cuenta de que había al menos dos circunstancias que no parecían ser reversibles: por un lado el calor siempre fluye de lo más cálido a lo más frío y nunca al revés, y por otro lado, la fricción siempre genera calor pero no en sentido contrario. Implicaba que los procesos seguían una dirección y que no podían volver atrás. Quizás, todo lo que sucediera espontáneamente en la naturaleza no fuera reversible, pensó Clausius, y significaba que el Universo iría de un estado inicial a uno final. Un camino que podría ser muy, muy largo pero que, inevitablemente, le haría llegar a su agotamiento.
El perpetuum mobile
La práctica había demostrado que la máquina de vapor era poco eficiente. Gran parte de la energía que se aportaba en la caldera quemando carbón, no se convertía en movimiento. La causa era la pérdida de calor al irradiar a través de las paredes y la energía perdida en el rozamiento de los pistones y ejes. Toda esa energía se perdía para siempre. Por muy bien que se lubricara, por muy precisas que fueran sus piezas, siempre había una parte de fricción y de pérdida. Como Clausius había observado, el proceso de cualquier máquina o suceso físico no es perfecto y por tanto es irreversible. Este descubrimiento echaba por tierra el concepto de perpetuum mobile, el sueño de la humanidad de construir una máquina que no necesitara un suministro constante de energía para seguir funcionando.
La entropía
Para poner todas estas observaciones en claro, Clausius formuló un principio que a la postre se demostró devastador para las esperanzas del concepto de eternidad. Denominó como entropía (del griego ἐντροπία, evolución o transformación) a una magnitud física que permite conocer la parte de la energía que no es capaz de producir movimiento, o sea, la energía perdida. Además, predijo que esta magnitud, en cualquier proceso natural, existiría inevitablemente. Clausius había condenado al Universo a un final inapelable dado que los procesos serían irreversibles sucediendo siempre en la misma y única dirección. Pocos años después el austríaco Ludwig Boltzmann relacionó la entropía con el grado de desorden de un sistema.
Por tanto, cualquier proceso que se dé en la naturaleza es para producir mayor desorden, lo que conlleva un inevitable y caótico final. Entre tanto pesimismo, la vida en la Tierra lleva unos cuatro mil millones de años intentando ordenar el mundo. La simple creación de una hormiga supone la organización de millones de células y componentes químicos. Pero el culmen del orden es la humanidad. Sus cuerpos, sus pensamientos y sus actos son un monumento al orden. Es cierto que el balance es negativo: cada vez que un humano intenta ordenar algo es a costa de un desorden mayor en alguna otra parte. Somos una maravillosa excepción y, mientras estemos aquí, tenemos una misión: luchar contra la entropía.
http://www.libertaddigital.com/cienc...sa-1276559458/
Excepto la última frase acerca de nuestra misión, el resto del artículo es muy bueno. No podemos "luchar contra la entropía", no sólo porque carecemos de los medios contra algo inevitable y que afecta al Universo entero, sino porque después de la lectura es fácil colegir que entropía no es igual a caos, y si es igual a cosmos, es decir, al orden que regula el principio y el fin del Universo. Por tanto, éste no es eterno, lo demuestra la entropía, ni es cíclico como sostienen algunos modelos cosmológicos, porque su "muerte térmica" causada por la entropía, que es el envejecimiento del Universo, dejaría unos restos inconmensurables, así que ¿dónde están los anteriores universos al nuestro? Y todo esto no puede ser obra del puro azar, está calculado al milímetro, de principio a fin y eso sólo puede ser obra del Creador.
Última edición por Valmadian; 20/10/2015 a las 18:36
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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