Serie DARWIN
1ª.- Parte : EL TRANSFORMISMO SELECTIVO.
“Una ley general que conduce al progreso de todos los seres orgánicos, o sea, que multiplica, transforma y deja vivir a los más fuertes y deja morir a los más débiles”
“La muerte es generalmente rápida y el viogroso, el sano, el feliz, sobrevive y se multiplica”
(Charles Darwin en El Origen de las Especies).
“En algún momento de un futuro no muy distante como para medirlo en siglos, casi con toda certeza, las razas humanas civilizadas, exterminarán y reemplazarán a las salvajes en todo el mundo”
“A los miembros más débiles e inferiores de la sociedad no debería permitírseles contraer matrimonio tan libremetne como a los inteligentes”
(Charles Darwin en El Origen del Hombre).
1.- APROXIMACIÓN A LA TEORÍA DE CHARLES.
Darwin, Un Chico Por Debajo del Promedio.
El dogma darwinista, heredero del modo de entender el mundo del gnosticismo, es básico en el proceso de dominación mundial ideado por unos pocos poderosos. Se creen “elegidos” por razón de herencia, raza o condición socio-económica.
Y el darwinismo era necesario para implantar definitivamente un poder fundamentado en el dinero e inspirado por el relativismo luciferino-masónico.
Se habla mucho de darwinismo pero poco sobre los orígenes, motivaciones y promoción de ese siniestro movimiento pseudocientífico.
El personaje histórico que lo nomina es Charles Darwin (1890-1882), de joven tenía fama de desordenado y perezoso. No estudió Biología sino Teología en la Universidad de Cambridge pues se le había declarado incapaz para la Medicina, pero tampoco completó ese aprendizaje alcanzando únicamente el título de subgraduado.
Según Paul Strahern, en Darwin y la Evolución, Espasa, 1999 “Darwin no había recibido una formación científica en el sentido académico, y hasta el momento no había demostrado poseer una inteligencia excepcional, su celebridad se debía a haber estado en el lugar adecuado en el momento oportuno”.
Y el propio Darwin reconoce que su célebre “teoría” fue más una cuestión de “iluminacón” que de imaginación (carta del 11 enero 1844, a uno de sus padrinos y promotor, el botánico Jackson Hooker).
La “iluminación” se produciría ocho años tras su viaje en el Beagle y ya de regreso a Inglaterra. De su afirmación se deduce lo poco que sabía de Biología pues lo que presentaba como un gran hallazgo fruto de “un rayo de luz: que las especies no son inmutables” era algo que los biólogos llevaban estudiando desde hacía más de 100 años.
A lo que se ve, sus estudios de Teología tampoco fueron muy profundos pues los más eminentes teólogos cristianos ya venían estudiando desde hacía siglos que “las especies no son inmutables”, otra cosa es el TRANFORMISMO que Darwin abrazaría años después.
Déficit cultural que no sorprende, pues según su padre, Charles: “es un chico muy corriente, más bien algo por debajo del promedio”.
ERASMUS EL ABUELO DEL DARWINISMO, Y SU MÁQUINA DE TORTURA.
La afición del joven Charles por la Biología y su descreimiento religioso provenían de su abuelo Erasmus, el llamado “abuelo de la evolución”.
El patriarca de los Darwin fue biológo y médico, libertino y MASÓN, pionero del naturalismo transformista y materialista.
El tiempo que le dejaban libre sus vicios lo dedicó a plagiar y manipular los estudios biológicos de clérigos españoles de América.
Y aún tuvo tiempo para fundar una Secta Gnóstica Masónica Esotérica: Sociedad o Círculo Lunar, que se reunía las noches de luna llena (se comenta que para celebrar ceremonias luciferinas) y sus miembros se autodenominaban: lunáticos. Entre otros masones: Benjamín Franklin y Thomas Jefferson, padres fundadores de EEUU pertenecían a ella.
El principal legado “científico” del lunático Erasmus fue un sofisticado artilugio denominado “máquina giratoria” con el que trataba a los enajenados convirtiendo los psiquiátricos en centros del terror.
Aunque aparentemente esto no tenga relación con el tema del hilo sí la tiene, en la descripción del “invento” torturador de Darwin se define, perfectamente, el HUMANISMO que se esconde tras los dogmas naturalistas: “se fija una viga perpendicular al suelo y al techo, que mediante una palanca horizontal, se hace girar sobre sí misma. Átese al enfermo a una silla que viene sujeta a la viga, o se le coloca en la cama que cuelga de la palanca, horizontalmente. Luego, con la ayuda de un criado, se pone en movimiento la máquina más o menos rápidamente, con un empujón.
Este movimiento causa, a los sanos, palidez, debilidad, vértigos y naúseas y aveces abundante evacuación urinaria. Ya se conocen los buenos efectos de los vomitivos en los dementes, pero no es fácil hacérselos tomar, ni determinar la dosis ni moderar el efecto. Por el contrario el movimiento rotatorio reúne todas esas ventajas.
Además actúa por igual sobre el alma y el cuerpo, inspira un miedo saludable y, por lo general, basta amenazar al enfermo con la máquina rotatoria, cuando ya ha probado dos o tres veces sus penosos efectos, para conseguir de él que tome o haga cuanto se quiera ...”
El viejo iluminado y sádico Erasmus consiguió, gracias a sus influencias “fraternales” o lunáticas, imponer la máquina “curativa” en casi todos los psiquiátricos de Europa, y con el tiempo sirvió de inspiración para las cámaras de tortura como las tristemente célebres checas tan usadas por los regímenes totalitarios, siempre tan partidarios de las prácticas eugenésicas y eutanásicas.
LA ZOONOMÍA DE ERASMUS Y SU INSPIRACIÓN MASÓNICA.
Erasmus dejó, en herencia, a su nieto Charles sus investigaciones. Las plasmó en la obra Zoonomía o las Leyes de la Vida Orgánica (1794-1796). Ahí estaba, en forma embrionaria, buena parte de la tesis que plantearía Charles en el Origen de las Especies, obra publicada en 1859.
La idea básica del abuelo de Charles era:
“¿Sería demasiado audaz imaginar, teniendo en cuenta el gran tiempo transcurrido desde que la tierra comenzó a existir, quizás millones de años antes del comienzo de la humanidad, sería demasiado audar imaginar que todos los animales de sangre caliente provienen de un filamento de vida, que la Gran Primera Cuasa dotada de animalidad, tuviera el poder para adquirir nuevas partes, atendiendo a la nueva propensión, dirigiéndose por irritaciones, sensaciones, voliciones y asociaciones, pudiera poseer la facultad de continuar mejorando, mediante su propia capacidad inherente, involucrándose en la mejora de la siguiente generación, por los siglos de los siglos?” (Erasmus Darwin en Zoonomía Or the Laws of Organic Life,Vol. I. htpp://www.gutenberg.org/files/15707/15707-h/157067-h.htm)
Parece que no es demasiado audaz imaginarse tal cosa. Pero en el texto de Erasmus queda claro que su utopía “científica” tenía un evidente carácter masónico, cifrado en un aparente panteísmo de carácter materialista o monista.
Esrasmus deseaba materializar al indefinido GAUDU (Gran Arquitecto Del Universo) masónico en la Gran Primera Causa, una especie de andrógino primigenio basado en el imaginado por los alquimistas gnósticos y sus herederos rosacruces y masones.
Hasta en los manuales masones más elementales ya se dice: “La Gran Primera Causa que creó la materia queda revelada como la Suprema Inteligencia y el Gran Arquitecto del Univeso”.
Y en las masonerías esotéricas dieciochescas, vinculadas a ritos mágicos, luciferinos y gnósticos, sobre todo a los de carácter egipciano y/o talmúdico, que buscaban un sincretismo proveniente de un origen común en remotas creencias, se caracterizaba a esa Gran Primera Causa, al Uno, al andrógino primigenio, con rasgos en la línea de lo expuesto por Erasmus Darwin: “Las bestias son sólo símbolos de la Gran Primera Causa considerada en sus atributos y relaciones”.
Samuel Shuckford (1694-1754) escribió una larga y aburrida obra llena de delirantes interpretaciones pseudohistóricas que puede leerse en la Red: http://books.google.es/booksid=Mi4NA...esult&resnum=4 )
Era un pastor anglicano, vinculado a la primera masonería simbólica inglesa, a su vez vinculada con la Royal Society. Jacobino y virulento militante antipapista, sus escritos fueron una fuente magistral y de autoridad para la generación de masones a la que pertenecía Erasmus Darwin así como para los jacobinos de la Revolución “francesa”.
Y era esa vinculación icónica de las bestias con la Gran Primera Causa la que permitía a los masones justificar la adoración de estatuas de animales, tales como el buey Apis del Egipto faraónico o la del Becerro de Oro bíblico.
El planteamiento de Erasmus Darwin no era demasiado original ni tendría mayor interés de no ser porque tuvo una influencia DETERMINANTE en la elucubraciones de su nieto Charles.
Es el propio Charles Darwin quien reconoce (Autobiografía, publicada por el hijo de Charles por primera vez en 1929, Belacqua, 2006, pg. 21) haberse inspirado en la Zoonomía aunque se sintió decepcionado por los excesos especulativos, poco fundamentados, que predominaban en la obra de su abuelo, en sus propias palabras: “en aquella época, era un gran admirador de la Zoonomía; pero cuando la leí por segunda vez, tras un intervalo de diez o quince años, me sentí defraudado; tan grande era la proporción de especulaciones respecto a los datos aportados”.
Es curioso que cuando se cita la obra cumbre de Darwin se oculta su título completo, quizás por no ser políticamente correcto hoy en día al derribar desde un principio el mito del humanismo de su teoría: El Origen de las Especies, por medio de la selecció natural, o la preservación de las razas más favorecidas en la lucha por la vida.
A continuación presentamos un extracto de la obra y algunas reflexiones del autor sobre su contenido.
2.- LA FALSA HIPÓTESIS DE LA SELECCIÓN NATURAL MEDIANTE LA LEY DEL MÁS FUERTE.
EL DARWINISMO : UNA CUESTIÓN DE FE.
El propio Darwin reconocía, en su obra (El Origen de las Especies …) la IMPOSIBILIDAD de demostrar su hipótesis y pedía, a sus lectores, un ACTO DE FE, lo cual no parece muy apropiado en una obra supuestamente científica: “no puedo dar aquí referencias y textos a favor de mis diversas afirmaciones, y tengo que contar con que el lector pondrá alguna confianza en mi exactitud”.
A continuación prometía solventar esa falta de refencias y pruebas en un futuro: “no puedo dar aquí más que las conclusiones generales a que he llegado conalgunos hechos como ejemplos, que espero, sin embargo, serán suficientes en la mayor parte de los casos. Nadie puede sentir más que yo la necesidad de publicar después detalladamente, y con referencias, todos los hechos sobre los que se han fundando mis conclusiones, y espero hacer esto en una obra futura”.
Pues bien, aunque Charles Darwin aún vivió 23 años más NUNCA cumplió su promesa que le resultaba tan sentidamente necesaria. Nunca publicó ni detalladamente ni con referencias, ni tan siquiera someras y de oídas, esos supuestos hechos sobre los que FUNDABA sus CONCLUSIONES. O se olvidó o las perdió, pero más bien NUNCA EXISTIERON.
Ahora, 150 años después, los dogmáticos darwinistas no han sido capaces, aún, de reencontrar esos hechos aludidos por Darwin en los que fundamentaba sus “científicas” conclusiones.
Se han realizado infinidad de esfuerzos, con financiación a espuertas, pero los paladines del darwinismo no han encontrado todavía mayor prueba con la que refrendar las conclusiones de Darwin. Va a ser que tenía razón Charles cuando ha sido imposible desentrañar lo que él definía como “el misterio de los misterios”.
Siendo razonables parece adecuado DESCONFIAR de la exactitud de las PRUEBAS DARWINIANAS aún a costa de ser acusado de pecado contra el DOGMA de la “ciencia” oficial, anatemizado por la ira de los chamanes darwinistas y condenado por la censura mediática.
Ver: Joaquín Fernández Pérez, Profesor de Biología en la Universidad Complutense de Madrid “Darwin y el Evolucionismo”, Ciencia y Cultura. De Rousseau a Darwin (Actas años XV y XVI), Editado por la Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias: htpp://www.gobcan.es/educacion/3/Usrn/fundoro/Actas%20Seminario%20XV-XVI/conferencias/13.pdf )
EL VARIACIONISMO SELECTIVO.
Así, la conclusión, tesis o paradigma fundamental, defendido por el teólogo aprendiz, metido a naturalista, es que la naturaleza de cada especie varía mediante una lucha constante por la existencia entre los individuos pertenecientes a esa especie.
Darwin, en su obra, siempre menciona el término “varía” (no evolución) si bien, más tarde, el darwinismo se ha referido a la teoría de Darwin como evolucionismo en vez de variacionismo selectivo que decía él y cómo debería denominarse.
Esa teoría defiende una gradación transformista, que se formula como sigue: “variación de una especie, generación de una subespecie, nueva especie incipiente”
No es un detalle baladí.
Variación es la acción o el efecto de hacer que una cosa sea diferente en algo de lo que antes era.
Evolución es la acción o el efecto de desarrollar los organismos, o las cosas, pasando de un estado a otro.
Es decir, la Variación es cambio, la Evolución es Desarrollo.
Hablar de variación en una especie es decir que ha cambiado una característica por otra. Hablar de evolución, es decir que ha desarrollado una característica en un sentido determinado.
Es erróneo pues vincular la teoría de Darwin con la Evolución. La evolución, el desarrollo, es evidencia natural. Cabe tanto en un supuesto transformista darwiniano, sea causal o casual, como en un supuesto creacionista, sea por acción divina o la de cualquier agente o ente capaz de crear o propiciar la creación.
Son reveladoras las palabras de Benedicto XVI: “se está asistiendo a un debate bastante encendido entre el así llamado “creacionismo” y el “evolucionismo”, presentándolos como si fueran alternativas que se excluyen: quien cree en el Creador no podría admitir la evolución y, por el contrario, quien afirma la evolución debería excluir a Dios. Esta contraposición es absurda, porque, por una parte, existen muchas pruebas científicas en favor de la evolución, que se presenta como una realidad que debemos ver y que enriquece nuestro conocimiento de la vida y del ser como tal. Pero la doctrina de la evolución no responde a todos los interrogantes y, sobre todo, no responde al gran interrogante filosófico: ¿de dónde viene todo esto y cómo todo toma un camino que desemboca finalmente en el hombre? ….
Hay una razón anterior a todo, la Razón creadora, y en realidad nosotros somos un reflejo de la Razón creadora, somos pensados y queridos; por tanto, hay una idea que nos precede, un sentido que nos precede y que debemos descubrir y seguir, y que en definitva da significado a nuestra vida” (Declaración del martes 24 julo 2007).
LA SELECCIÓN NATURAL, LA LEY DEL MÁS FUERTE.
El variacionismo selectivo de Darwin se fundamenta en lo que denominó la selección natural, que determinaría la supervivencia de los más aptos: es la ley del más fuerte. Las variedades dentro de una especie, que tieen alguna ventaja sobre las otras, por mínima que ésta sea, serían las que saldrían victoriosas:
“como la selección natural obra solamente por la conservación de modificaciones útiles, toda forma nueva, en un país bien poblado, tenderá a suplantar, y finalmente a exterminar, a su propia forma madre, menos perfeccionada, y a otras formas menos favorecidas con que entre en competencia. De este modo la extinción y la selección natural van de acuerdo. Por consiguiente, si consideramos cada especie como descendiente de alguna forma desconocida, tanto la forma madre como todas las vriantes de transición habrán sido, en general, exterminadas por el mismo proceso de formación y perfeccionamiento de las nuevas formas”.
Esta ley de la lucha por la existencia, según Darwin, sería también aplicable a las relaciones entre las diversas especies y concluía: “cuando reflexionamos sobre esta lucha nos podemos consolar con la completa seguridad de que la guerra en la naturaleza no es incesante, que no se siente ningún miedo, que la muerte es generalmente rápida y que el viogoroso, el sano, el feliz, sobrevive y se multiplica”.
Gracias a Dios no hay que consolarse con ese determinismo de raigambre orientalista, con esa visión violenta y catastrofista edulcorada. Con ese “utopismo” naturalista fascistoide, pues la hipótesis de Darwin, además de terrible, NO SE CORRESPONDE CON LA REALIDAD.
DISYUNCIÓN DARWINISTA FRENTE A CONJUNCIÓN RACIONAL.
Una visión superficial de la naturaleza nos lleva a percibir que, en las relaciones de los seres vivos, tanto entre los de la misma especie como entre interespecies, no sólo existe la competencia y la lucha. También, se podría decir que incluso más, los seres vivos se asocian y trabajan en conjunto, porque son interdependientes, tanto con los seres de su especie como con los de otras, para nacer y sobrevivir.
Entre especies la depredación (excepto la humana) se rige por un equilibrio natural de interdependencia, pues el depredador no pretende destruir la especie depredada, ya que es su sustento.
Es la necesidad la que sólo unas pocas veces se cifra en que uno destruya a otro de su misma especie.
En la naturaleza es mucho más común el modelo de la madre amorosa y protectora que el de la abeja reina. La mayoría de las veces, las relaciones naturales, entre individuos de la misma especie y entre las diversas especies, no se cifran en la disyunción destructiva, tú o yo, sino en la conjunción generativa, tú y yo.
Pero a Darwin le extasiaba la disyunción destructiva. Para él, amor y odio serían lo mismo: “puede ser difícil; pero tenemos que admirar el odio salvaje instintivo de la abeja reina, que la impulsa a destruir a las nuevas reinas, sus hijas, desde que nacen, o a perecer ella en el combate; y el amor maternal o el odio maternal -aún cuando este último, afortunadamente es más raro- es todo lo mismo para el inexorable principio de la selección natural”.
Los mecanismos de la naturaleza permiten que sólo sobreviva el individuo apto. Y ¿quién es el apto? El que tiene las aptitudes idóneas y necesarias para sobrevivir en el entorno que le corresponde. Asi pues, la afirmación de Darwin es una PEROGRULLADA.
De entre los aptos, necesariamente no sobreviven más los definidos arbitrariamente como más aptos, tal y como pretendía Darwin; pues la caracterización como más o menos apto para sobrevivir es relativa. La supervivencia de uno sobre otro en determinadas condiciones y/o accidentes, bien puede ser, en condiciones, circunstancias y/o accidentes distintos, la supervivencia del otro sobre uno.
Muchas veces, la mayoría, la supervivencia es más una cuestión circunstancial o accidental, fruto de acciones propias o ajenas, que la consecuencia de una mayor o menor adaptación.
La jerarquía: más o menos apto, es una entelequia, y para que tuviera sentido científico sería preciso establecer una relación sistemática en una realidad cambiante, tal y como es el caso de las condiciones, las circunstancias y los accidentes con los que se topa una vida, y no una VIRTUALIDAD ABSOLUTA INEXISTENTE como es obvio.
Darwin afirmaba la posibilidad de que la supervivencia fuera el fruto de lo que parece casual o de una diferencia insignificante. Esta afirmación es un evidente intento de elevar a lo absoluto lo que es obvio en determinadas circunstancias pero falso en otras, incluso en la mayoría.
Es decir, Darwin hacía una tautología sin valor racional ni experimental, pues al final todo se reduciría a decir que las especies que sobreviven son las que sobreviven.
En realidad estas cualidades, cada una e incluso la suma de ellas, la mayoría de las veces NO son la razón principal para ser depredado. La principal son circunstancias aleatorias como coincidir en el lugar y momento dado con los depredadores. Y no tiene nada que ver con la Selección Natural que formuló Darwin a partir de la ley del más fuerte: “una ley general que conduce al progreso de todos los seres orgánicos, o sea, que multiplica, transforma y deja vivir a los más fuertes y deja morir a los más débiles”.
Gracias a Dios esa cruel ley no domina la naturaleza, por mucho que se empeñara Darwin, porque como es lógico la competencia entre miembros de una especie e interespecies es mayor entre quienes comparten el mismo entorno natural, pero también es mayor la cooperación y ésta suele ser más determinante en el trascurrir vital que la competencia.
Los vástagos no acostumbran a exterminar a sus progenitores: en la naturaleza es una actuación excepcional. En la mayoría de casos los progenitores y vástagos conviven en continuo desarrollo.
Las especies por mucho que se depreden unas a otras no buscan el exterminio, se necesitan para sobrevivir, el felino caza para saciar su hambre pero entretanto deja que sus futuras presas pasten sin molestarlas.
2ª.- Parte : EL MITO DEL TRANSFORMISMO HEREDITARIO DARWINISTA.
LA ESPECIE INCIPIENTE.
Darwin aún fue más lejos en su afán de entender un universo sometido a la violencia predeterminada cuando afirmó que las variaciones características para la supervivencia se transmiten de forma hereditaria, constituyendo nuevas razas que acabarían por conformar las que denominó “especies incipientes”.
Para empezar, hablar de “especie incipiente” es un eufemismo indefinido (omnia explicanda, nulla explicatio), es otra nueva obviedad: todas las especies en algún momento son incipientes, pues todo lo que existe en algún momento fue incipiente, hubo de comenzar su existencia, salvo que se crea que algo es eterno (sin principio ni final).
Hipotéticamente, una especie podría comenzar su existencia por transformación de otra generando lo que algunos darwinistas saltacionistas llamaron “monstruo esperanzado o viable” (término acuñado por Richard Goldschmidt (1878-1958) director de genética del Instituto Kaisser “ilhelm de Berlín, de origen hebreo emigró a California a fines de '30 para huir de Alemania).
También podría iniciarse su existencia porque:
- una especie vaya gradualmente variando hasta llegar a ser una especie doble (el llamado eslabón intermedio del darwinismo ortodoxo)
- se crucen dos especies conformando un híbrido capaz de reproducirse.
- haya sido creada por cualquier ente (o agente) capaz de crear o propiciar dicha creación.
Darwin intuía que el “saltacionismo” es imposible (“natura non fecit saltum”) como así es. Y como alternativa formulaba el transformismo gradual que intentaría probar, entre cosas, con la hibridación, pero para negar, en cualquier caso, la creación.
Así a lo que Darwin llamaba “especie incipiente” habría que denominarlo “especie transforamada” en caso de consolidarse como especie o “especie travestida o monstruo” si no se consolidase.
Esa supuesta “especie incipiente” necesitaría de la existencia previa de una especie doble, copartícipe en su condición de la original, a partir de la que habría sido originada, y de la ya transformada, de la cual sería origen: el “eslabón intermedio”.
EL DOGMA METABIOLÓGICO.
Lo real son las especies, NO los eufemismos de “especies incipientes”. Pretender hacer ciencia partiendo de esas especies incipientes virtuales es no saber qué es la ciencia. Darwin se adentra en cuestiones especulativas de raigambre metafísica que siendo muy interesantes (al menos para mí) no tienen nada que ver con la CIENCIA a la que nada le aportan.
Un científico ha de observar, investigar y experimentar con la REALIDAD para conocerla mejor, no hacer generalizaciones especulativas sin pruebas suficientes y basándose en una casuística seleccionada arbitrariamente.
Un científico investiga el cáncer para conocer mejor cuáles son sus mecanismos, no se dedica a observarlo para afirmar que todas las enfermedades funcionan igual y el origen de todas es idéntico al del cáncer.
El método seguido por Darwin fue OBSERVAR fenómenos aislados para HIPOTETIZAR UNIDIRECCIONALMENTE generando un DOGMA a partir de una realidad seleccionada de forma ARBITRARIA e incluso INEXISTENTE.
Darwin observó el comportamiento exterminador de la abeja reina pero “olvidó” la acción protectora de la inmensa mayoría de las hembras de las distintas especies para poder dogmatizar sobre el “inexorable principio de la selección natural”.
Darwin NO investigó las especies para conocerlas mejor, se limitó a buscar los ejemplos que le convenían para “demostrar” su tesis diseñada de antemano. Así solo observó ALGUNOS fenómenos en ALGUNAS especies, escogidos arbitrariamente, para luego afirmar que esos fenómenos concretos, que pueden darse en algunas, son TODOS los que se dan en TODAS las especies.
Más aún, pretendía convencer de que esos fenómenos explicarían SU DOGMA: TODAS las especies, en última instancia, provenían de una.
Trataba de promover algún fundamento “científico” a la hipótesis sobre la existencia de la Gran Primera Causa masónica, Darwin deseaba materializar al GADU, verificar la “utopía” de su “iluminado” abuelo.
Todo debía generarse como en la teoría masónica transformista de raigambre pitagórica: el círculo transformado en espiral, la espiral transformada en doble espiral, y así sucesivamente.
Trataba de explicar la naturaleza mediante los esquemas clásicos de la geometría teórica, con el añadido de una supuesta ley universal de gradación y degradación, IMPOSIBLE DE FORMULAR EMPÍRICAMENTE por lo que se aplicaría al gusto del consumidor, SIN REGLA O FÓRMULA ALGUNA.
Se trataba, y trata, de obviar que el cálculo real dinámico es el que, con la interacción de múltiples variables, casi siempre explica las realidades naturales y siempre es el camino recto de la ciencia.
Se trataba, y trata, en última instancia, de llevar a efecto, INSTALAR E IMPONER la metodología formulada años después por el ideólogo y pedagogo Ernst krieck (1882-1947) diseñador de la política educativa nazi.
Con dicha metodología se pretende construir lo que Krieck denominaba una “cultura orgánica” y hoy “lo políticamente correcto”. La metodología que se sigue usando por los gobiernos de inspiración masónica.
“Demostrada la utilidad real de un conocimiento, su catalogación científica se convierte en una cuestión totalmente secundaria” (Ernst Krieck en nationalpolistichen Erziehung, 1932)
Así, demostrada la utilidad para los poderosos del variacionismo selectivo de Darwin, su demostración científica se ha convertido en algo totalmente secundario.
De todas formas lo practicado por Darwin no es ciencia, como mucho es metafísica de andar por casa o de barra de bar. Se diseñaba, mediante analogías escogidas arbitrariamente, para destruir cualquier metafísica RACIONAL. La obra de Darwin no es Biología, sino METABIOLOGÍA.
Es más una elucubración que una hipótesis racional.
Es más un PROYECTO DE UN DOGMA QUE UNA TEORÍA CIENTÍFICA.
El 16 de agosto 1838, veinte años antes de publicar El Origen de las Especies … el propio Darwin anotaba en su Notebook M la naturaleza de sus intenciones, más “metafísicas” que biológicas: “quien entienda al babuino hará más por la metafísica que Locke” (Dorothy Cheney en Baboon Metaphysics: The Evolution o a Social Minds (1992): htpp://symposium.chem.upenn.edu/participants.html Cheney es profesora de Biología en la Universidad de Pensylvania y está especializada en el estudio de primates, es la pionera del estudio psicológico de los mismos).
En cuanto a Locke no hizo nada por la metafísica pues arremetió contra ella (pretendió suprimir del pensamiento el salto metafísico que se entendía necesario para la comprensión de lo humano más allá del mundo material. El empirismo pretende desmontar la metafísica y, con ello, el ANÁLISIS RACIONAL que la sustenta más allá del naturalismo, más allá de la conjunción entre materia y sentidos. Locke y sus seguidores negaban la existencia de las ideas innatas y, con ello, sentaban las bases del RELATIVISMO MATERIALISTA u “opinialismo” el imperio de la opinión totalmente opuesta al RACIONALISMO o regirse por la razón).
Locke aportó algo a la historia de las ideas pero su pensamiento supuso un retroceso filosófico de siglos, la vuelta a las elucubraciones presocráticas.
Partiendo de las ideas de Locke, Darwin y los darwinistas han buscado en la naturaleza la fórmula mágica desentrañadora del dilema del ser o no ser, emulando a los primitivos filósofos que creían que todo nacía del agua, el fuego o el aire.
Los darwinistas pretenden verficar su fórmula mágica con análisis pormenorizados sobre el comportamiento del babuino y otros similares e igual de inútiles, salvo que los babuinos y otras especies precisen psicoanalistas.
En resumen, LOS DARWINISTAS SOLO HAN SIDO CAPACES DE CREAR UN ABERRANTE DOGMA METABIOLÓGICO, FUNDAMENTADO EN UNA IRRACIONAL ARBITRARIEDAD EN LA SELECCIÓN Y FORMULACIÓN DE LASPRUEBAS CON LAS QUE INTENTAN SUSTENTARLO.
LA PATRAÑA DEL VARIACIONISMO TRIUNFANTE.
Partiendo de su hipótesis no demostrada, ni entonces, NI AHORA sobre la selección natural vinculada a la ley del más fuerte, (un más fuerte imposible de objetivizar de manera absoluta) Darwin afirmaba que lo más probable, aunque (sin pruebas y sin razonarlo de forma alguna) sería que el individuo portador de una variedad triunfante dentro de una especie pasaría a ser más prolífico.
Y sus descendientes, a su vez, tendrían más posibilidades de estar entre los que se escapan de la destrucción, algo que tampoco prueba.
Éstos, a su vez, de igual manera, serían más fértiles, por lo que se multiplicarían más a expensas de todas las variedades menos prolíficas.
Pero resulta que aceptando (que no acepto) esto no tendría por qué ser así, sólo lo sería si se identifica necesariamente fortaleza, conceptualidad relativa, con fertilidad, realidad valorable de forma empírica.
La realidad reproductiva de un individuo está, necesariamente, relacionada con que viva durante su período fértil. Al margen de una infinita casuística aleatoria, sólo el no apto, que no el menos apto del concepto darwinista, o el que es víctima de accidente natural o casual, acostumbra a no superar su período de vida previo a la fertilidad. Algo que ocurre así excepto en circunstancias atípicas, excepcionales.
Por eso la hipótesis darwiniana, incluso aceptada de forma recalcitrante sobre esta cuestión, sólo sería válida en esas circunstancias atípicas o excepcionales. Pero la historia natual transcurre casi siempre, salvo por acción volitiva del hombre, de una forma evolutiva monótona y pautada.
Por eso para salvar ese escollo conceptual insito a su hipótesis, Darwin se vió obligado a introducir todo tipo de analogías sacadas de la acción volitiva del hombre (la única capaz de modificar ostensiblemente las pautas naturales) pero para fundamentar su hipótesis transformista no presentó NI UNA PRUEBA del devenir de la naturaleza al margen de la acción humana.
Mediante analogías chapuceras y sofísticas elucubra que la naturaleza, con la alteración de las condiciones de vida, características geográficas o del clima, podría conseguir que plantas y animales asociados a ese entorno varíen la cabo de ciertas generaciones, de forma similar a la que consigue un criador de ganado que selecciona sus ejemplares.
Es decir, para explicar el mecanismo de la naturaleza tal y como le conviene (inventa) lo ejemplarifica con determinadas actuaciones volitivas del hombre. Es una paradoja delirante: determinar la causa por su efecto más excepcional y menos vinculado directamente a la misma, en vez de vincular la casuística mayoritaria de los efectos a su causa necesaria.
Es similar a decir que como se producen muertes por accidentes de carretera, y se pretendiera convencer de que sólo o, al menos, la mayoría de las muertes naturales se producen por accidentes de carretera. Aún más, se pretendiera IMPONER la tesis de que sólo en accidentes viarios se producen muertes naturales.
Es la QUINTAESENCIA DE LA IRRACIONALIDAD.
Darwin estaba convencido de que aplicada al ser humano su tesis exterminadora sería genocida, tal y como ha sido en los regímenes políticos inspirados en el darwinismo. Charles postulaba la multiplicación de pequeñas modificaciones en le transcurso de miles de generaciones y la manifestación operativa de la nueva peculiaridad recibida a partir de la herencia, propiciarían la existencia de una divergencia cada vez mayor respecto a la norma original. La consecuencia sería la manifestación de nuevas especies o, en un mayor lapso de tiempo, hasta nuevos géneros naturales.
DARWIN EL GURÚ DEL TRANSFORMISMO EXTERMINADOR.
Ante la evidencia de la supervivencia milenaria de muchas especies invariadas que tirarían por tierra, y de inmediato, la hipótesis darwiniana, Chales tuvo que DETERMINAR que las nuevas variaciones, a la larga especies incipientes, podrían sustituir al tipo original e iría distanciándose de este. Pero al tiempo -el tipo original podría perpetuarse sin modificación alguna, siempre y cuando estuviera en suficiente armonía con las condiciones ambientales vigentes en cada momento.
Obviemos que para llegar hasta aquí Darwin tuvo que dar por demostradas hipótesis inverosímiles, esta última tesis es simplemente ABSURDA en sí misma y CONTRADICE su propia teoría.
Si como postula este gurú transformista, la especie incipiente más apta, portadora de una mínima característica variada, fuera fruto del cruce entre individuos de la especie invariada, la proliferación de individuos variados más favorecidos haría que no quedaran individuos invariados. Salvo que los variados sólo se cruzaran con los variados y los invariados con los invariados, lo cual es completamente irracional.
La tesis darwinista sólo podría materializarse en el caso de que actuara una fuerza dictatorial y totalitaria oculta, insita en la naturaleza que actuara como el ganadero que selecciona sus reses. Pero ese poder “natural” oculto impondría una ley en contra de la propia ley natural que rige los instintos que propugna, como muestra la evidencia, que se crucen los individuos variados de una especie con los invariados.
La naturaleza propicia el mestizaje para impedir que ciertas peculiariedades tornen en degeneraciones endogámicas (demostrado por la herencia de la hemofilia) la naturaleza crea mecanismos para impedir que los individuos de cada especie n acaben transformados en seres cada vez más cercanos (clones degenerados).
EL TRANSFORMISMO INEXISTENTE.
En la época de Darwin buena parte de los naturalistas se inclinaba a creer en la existencia de una tendencia dentro de las especies que haría evolucionar algunas características con el tiempo. Se basaban en intuiciones y observaciones pero no disponían de prueba fehaciente alguna que lo demostrara. También consideraban que, de todas formas, había ciertos límites no traspasables por mucho que cambiasen las circunstancias o pasaran las generaciones. Esta hipótesis parece ser la más próxima a los postulados de la ciencia actual.
Darwin sostenía una tesis opuesta, afirmaba que cada especie es capaz de variar INDEFINIDAMENTE a partir de su tipo original, la competencia entre las razas y las especies decía que era siempre más fuerte entre los que están ligados y comparten el entorno natural, por tanto, ante cambios en las condiciones, la población original correría el inminente riesgo de ser reemplazada por alguno de sus vástagos modificados.
Para Darwin la nueva raza o especie no podría ser absolutamente superior en la suma de sus competencias o dotaciones. Su estructura podría ser incluso más simple y con menor grado de inteligencia y/u organización, pero siempre, en conjunto, pasaría a tener una ligera ventaja sobre sus rivales pues representaría el progreso.
Pero la elucubraciones de Darwin y sus incondicionales NO SON MÁS QUE CIENCIA FICCIÓN (la hipótesis darwinista es la base “científica” para la creación de distopías humanas o semihumanas en novelas, la mayoría anglosajonas, de comics y películas, algunas basadas en estas novelas).
La realidad es que esa variación más poderosa a partir del tipo original dista mucho de estar probada y nadie ha podido sistematizarla, NI EN UNA SOLA ESPECIE, excepto en las novelas y la ciencia ficción. Los tebeos, comics, películas, novelas, artículos de prensa “científicos”, etc. sirven A FALTA DE PRUEBAS CIENTÍFICAS DE VERDAD para asentar en el subconsciente colectivo la idea del transformismo como algo realmente existente en la naturaleza.
El palentólogo Colin Patterson (1933-1998) Director del Museo Británico de Historia Natural, ateo y confeso darwinista dejó la cuestión bien clara en una carta escrita al Dr. Luther D. Duderland, que le había pedido pruebas fósiles que apoyaran el variacionismo darwinista. Patterson se lamentaba: “Ud. me dice que al menos deberíamos mostrar una fota del fósil del que se derivó cada tipo de organismo”.
Lo voy a decir muy claramente: no existe ningún fósil así para el que se pudiera dar un argumento fundamentado. La razón es que las declaraciones acerca de ascendientes y descendientes no son de aplicación en el registro fósil …
Es cosa fácil inventar historias sobre cómo uno dio origen a otro y encontrar razones de por qué las etapas serían favorecidas por selección natural. Pero estas historias no forman parte de la ciencia, porque no hay forma de ponerlas a prueba.
Así, aunque mucho me gustaría complacerle saliendo en defensa del gradualismo, y dar realidad a las transiciones entre los principales tipos de animales y plantas, me encuentro algo carente de la justificación intelectual necesaria para esta tarea”
(carta de Colin Patterson a Luther Suderland, 10 abril 1979, está íntegra en la Red: http://www.sedin.org/propesp/X0068_05.htlm el enlace contiene además, escaneada, la carta original)
TODO EL PLANTEAMIENTO DE DARWIN ES DEL TODO FALSO, porque la propagación de una especie, la posibilidad de ampliar su terreno o territorio, depende infinitamente más de su relación con otras especies, que de las supuestas variaciones orgánicas o de su supuesta selección natural, tal como las definió el “iluminado” naturalista aficionado.
Una de sus principales reivindicaciones era que su teoría permitiría prescindir de tener que aceptar una ley absoluta de progresión, como complemento necesario en la variación efectiva. Es decir, pretendía corregir su propia teoría universal mediante una variable, cuya existencia -como era su noma- no probaba.
Ni siquiera se molestó en encontrar una explicación razonable para la misma en el marco de su teoría.
ACTUALMENTE SIGUE SIN PROBARSE Y SIN EXPLICACIÓN RAZONABLE ALGUNA QUE SIRVA DE INDICIO PARA PODER CREERLE. QUIZÁS, SERÁ QUE NO EXISTE TAL VARIABLE, COMO NO HAY LOS MECANISMOS GENERALES DE SU TEORÍA, AL MENOS COMO ELEMENTOS DOMINANTES EN LA NATURALEZA.
3ª.- Parte : EL GNOSTICISMO DE DARWIN.
Al afirmar que la variación no habría de suponer necesariamente un progreso, Darwin “salvaba” una consecuencia inevitable de su teoría.
Tras la generación de infinidad de especies mediante un transformismo nunca probado, la selección natural, nunca probada tal y como la formula Darwin, sólo permitiría la supervivencia de las especies más favorecidas, de las más aptas, de las más fuertes.
Por lógica consecuencia, de forma inevitable, las especies acabarían por ser cada vez más parecidas, pues su proceso de transformación sucesiva iría siempre encaminado hacia un modelo poseedor de características más favorable.
Y en última instancia se llegaría a una única especie final y la disolución de la propia naturaleza.
Supongamos que tal como plantea el darwinismo se propiciara un virus universal, capaz de destruir todos los demás virus, y a partir de ahí, de matar toda la materia orgánica: tal virus acabaría autodestruyéndose cuando dejara de tener materia orgánica que infectar.
Pero sin esa variable INVENTADA, Darwin sabía que su “teoría” cerraba el círculo de la forma deseada por el MONISMO (todo es naturaleza), o el PANTEÍSMO (todo es dios).
De esa forma daba cabida a los úteros cósmicos cabalísticos tan bien definidos en las elucubraciones gnósticas: La Gran Primera Causa demiúrgica que se iría transformando, mediante gradación selectiva excluyente, por lo que al final volvería a ser sólo la Gran Primera Causa, variara o no, y vuelta a empezar: PANGÉNESIS (teoría ya formulada por Demócrito en el V adC)
La teoría pangénica, cimiento intelectual para el MATERIALISMO, dice que cada órgano y sustancia segregaría sus propias partículas características, que luego se combinarían para formar las células reproductivas. Las partículas segregadas por cada órgano serían un eco fiel, no sólo de las características, sino también de la respectiva fuerza, tamaño y salud del órgano.
Pero todo esto hacía menos vendible la teoría darwiniana, pues el ateísmo materialista era visto con malos ojos por la mayoría y los “místicos” panteísmos de raigambre gnóstica y budista todavía sonaban a chino (nunca mejor dicho), esto era así, incluso entre la mayoría de los masones de base, la tropa usada al servicio de la élite.
Había que dar a la masa (y tropa masónica) una visión edulcorada para no asustarlos demasiado. Ya habría tiempo para extender esa nueva visión metafísica del mundo a partir del nuevo dogma darwinista, tal y como se hace desde entonces.
Darwin pontificó en lo abstracto, luego relativizó lo pontificado en lo concreto, para que -con el tiempo- lo pontificado se fuera imponiendo.
Ese final de única especie, consecuencia de su hilarante teoría, lo salvaría con un giro novedoso, tan poco probado como su teoría.
Darwin decía poder establecer lo que él denominaba degradación o movimiento retrógado, mediante le cual se posibilitarían estructuras más sencillas (así su imaginaria teoría no requeriría como la de Jean-Baptiste Lamark (1744-1829) la continua creación de “mónadas leibnizianas” que explicasen que, después del trabajo progresivo natural de miles de años, en la naturaleza haya mayor número de seres cuya estructura se muestra más sencilla que nunca).
En conclusión, según el propio Darwin, la supuesta existencia de variaciones naturales efectivas, que propiciarían los transformismos, no habría de suponer un progreso necesario. Entonces ¿Para qué y por qué habría de existir?, y sobre todo, su posible -hasta hoy imposible- descubrimiento: ¿Qué valor tendría para la ciencia? LA RESPUESTA ES OBVIA: NINGUNO.
EL TOTALITARISMO DARWINISTA IMPERANTE EN LA COMUNIDAD CIENTÍFICA.
La mayoría de científicos serios afirman que el darwinismo NO aporta nada a la ciencia, por eso pasan de él en sus investigaciones. Pero, por desgracia, muchísimos pagan el peaje de la adhesión inquebrantable al dogma darwinista de cara al público. Una pleitesía hacia los poderoso que financian las fundaciones y universidades en las que trabajan. A esos “mecenas” de las ciencias les importa muy poco; pero la pervivencia del DOGMA darwinista SÍ les importa mucho, sobre todo para justificar y mantener su dominio.
Según Rémy Chauvin, profesor honorario emérito en la Universidad de La Sorbona, (de creencias nada cristianas al estar muy próximo a la teosofía y ocultismo), en su obra Darwinismo. El fin de un mito, Espasa Calpe, 2000, pg. 16: “No es cierto que la mayoría de los biólogos se jpasen la vida preguntándose si sus conclusiones son darwinistas o no. Esta pregunta sólo se plantea en publicaciones explícitamente dedicadas a la evolución (o a lo que los darwinistas denominan evolución). Pero en la mayor parte de los ámbitos de la filosofía, de la paleontología e incluso de la genética NADIE se preocupa lo más mínimo por demostrar o desmentir el darwinismo.
¡Bastantes problema técnicos tienen ya los biólogos como para meterse en embrollos teóricos! Cuando hablamos del tema, la controvesia es en realidad bastante blanda, por no decir inexistente.
A veces algún colega alude en tono grandilocuente e irónico al “inclusive fitness” o a otro concepto parecido: entonces intercambiamos alguna sonrisa y cambiamos de tema.
Se podría decir que EL DARWNISMO SE HA IMPUESTO de tal forma que ya no se habla de él; pero sería más adecuado observar que a la mayoría de los científicos simplemente no les interesa”
Podemos decir que en los ambientes científicos, el ser darwinista, o no, se ha transformado en una cuestión similar a ser de un partido político u otro, pues en nada afecta a la ciencia. Públicamente la mayoría se declararán darwinistas, pues darwinista es el partido dictatorial y totalitario que manda en la llamada “comunidad científica”.
Declararse darwinista entre los científicos es como, en el ámbito del conjunto de los ciudadanos de esos estados, saludar brazo en alto en la Alemania nazi, o con el puño cerrado en la URSS estalinista: la mayoría de los que saludaban así no eran ni nazis ni comunistas, pero ese “gesto” les permite acceder a sus puestos laborales o mantener los mismos (cátedras, dirección, rectorado, titularidad, poder publicar,, etc. etc. y no ser excomulgado de ese mundo)
Darwin pontificaba: todas las pruebas realizadas para la clasificación botánica y zoológica muestran que la comunidad en la descendencia es el lazo oculto buscado inconscientemente por los naturalistas cuando se imaginaban algún plan de creación desconocido. Con ello, Charles se erigía en el portavoz de los naturalistas de todos los tiempos, sin que nadie le hubiera elegido para ello.
En muchos casos, en la gran mayoría, los naturalistas distaban mucho de buscar semejante cosa. No estando “iluminados” como Darwin, se limitaban a investigar en sus campos, sin buscar en ellos, consciente o inconscientemente, ni ocultas comunidades en la descendencia, ni planes de creación desconocidos, cuestiones que nada tienen que ver con la ciencia a la que no aportan nada.
EL MODELO DE NATURALEZA INVENTADO POR DARWIN.
El modelo darwinista se ejecutaría en todo el mundo orgánico, pero lo haría aleatoriamente, generando conjuntos estructurales distintos: las distintas especies. Y se conservaría un acuerdo modular fundamental en cada una de las estructuras que conforman los seres, con independencia de sus hábitos vitales. A partir de ese modelo, derivado de una herencia determinada, aportada por los progenitores, la especie se iría modificando en el transcurso generacional de diferentes maneras, según las condiciones de la existencia.
Darwin quería demostrar que todos los seres, tanto los vivos como los extintos, están unidos en un gran sistema caótico, tortuoso y complejo, que irradiaría líneas de afinidad entre ellos. También pretendía demostrar que existe una gradación continuada en la extinción de las antiguas razas y especies, así como en el progreso y la formación de otras nuevas mediante la variación.
En vez de argumentar usaba preguntas a las que se autorespondía, en ocasiones de una manera ramplona:
¿Por qué algunos géneros, que están presentes en muchos lugares, o para qué un gran número de especies, que pertenecen a esos géneros, etán estrechamente relacionados entre sí, pero de manera desigual?
¿Por qué hay zonas geográficas con distintas especies de animales y plantas, que llevan largo tiempo aisladas por barreras físicas, en cuay fauna y flora se conservan tipos ancestrales distintos?
¿Por qué las nuevas formas asumidas por los demás descendientes de otras zonas se han ido distanciando de las de esa zona?
El propio Darwin se respondía afirmando que su teoría de la modificación indefinida explicaría, por ejemplo, la razón de que se mantengan órganos inútiles e algunas especies, al estar conservados en la herencia de la especie presente, que alguna vez los utilizó. Tal serían los inútiles ojos de insectos o reptiles habitantes de cavernas oscuras, o las alas de pájaros y escarabajos que han perdido la capacidad de volar.
Podría ser así, PERO NO LO ES. Además, de serlo, iría en contra de su propia teoría de la variabilidad siempre favorable pues ¿qué mejora le supone a una especie el dejar de ver o volar? Con independencia de que le pueda ser más o menos útil. Así los pingüinos sobrevivirían más si pudiesen volar, pero entre volar o nadar, se les concedió el don de nadar, que les era más necesario y así sus alas funcionan como aletas (es la ventaja de lanzar “teorías” sin pruebas ni razonamientos, se pueden contradecir cuando a uno le conviene, eso sí, siempre de forma muy “científica”).
Además, en todo caso, Darwin estaría postulando en esos casos la existencia de una evolución adaptativa, no selectiva: de ojos que ven a ojos que no ven, de alas que vuelan a alas que nadan, no son casos que muestren variación alguna pues ni ojos ni alas han sido sustituidos por otros órganos.
Darwin explicaría lo de los tipos ancestrales distintos amparándose en que no hubiera roedores en las islas lejanas de los continentes. Esto parece que es verdad, pero no en todas las islas y -además- parece más una razón de extinción que de no existencia previa, como pretende Charles.
Por el contrario, pretende explicar que la razón de que sí hubiera murciélagos en esas islas es porque habrían llegado volando. Ignoro si esto es posible, pero lo que sí está demostrado es que en muchas islas los murciélagos están allí desde tiempo inmemorial, tanto que incluso algunos están extintos.
Darwin estaba convencido, o mejor, le resultaba básico para sostener su teoría, que, cuando se intercalasen nuevos fósiles entre dos grupos ya conocidos, los recién descubiertos servirían para llenar las lagunas entre los tipos genéricos o específicos ya conocidos. Suministrarían las especies incipientes, los eslabones que faltaban en la cadena necesaria para la transformación, pues ésta tendría que haber sido gradual y continuada.
LA FANTASÍA DE LOS ESLABONES PERDIDOS.
Sin “especies incipientes”, sin “especies con condición reproductiva doble”, sin “eslabones perdidos” … toda la teoría de Darwin hace aguas por todas partes y se viene abajo sin más.
Ya lo dijo William Hopkins (1793-1866) profesor de la Universidad de Cambridge, el mayor especialista en matemática aplicada a la física y a la geología de su época: “la teoría del Sr. Darwin no puede explicar nada, ya que es incapaz de asignar una relación necesaria entre los fenómenos y las causas que les atribuye” (citado en Piere Thuillier (1927-1998) en su obra de 1988 De Arquímedes a Einstein. Las caras de la investigación científica, Alianza Editorial, 1990, pga. 398. Y Thuiller está considerado uno de los más importantes historiadores de la ciencia).
Toda la teoría de Darwin se hunde sin más porque, para sostenerla, el naturalista sabía imprescindible y necesaria la existencia de esas variedades a las que denominaba “especies incipientes” y que más tarde se conocerían por “eslabones perdidos”
Pero toda la teoría se viene abajo porque: “toda la evolución darwiniana depende de la teoría del origen de las especies. Pero, ¿cómo puede hablarse de la evolución darwiniana desde las amebas a los mamíferos, si ni siquiera se ha podido demostrar el origen de una especie de mosca de la fruta a partir de otras especies de moscas de la fruta?
El origen de las especies es el punto de partida de todas las aparatosas afirmaciones sobre la “descendencia con modificación” incluyendo un antepasado común y el poder creativo de la selección natural. Ésta es la razón por la cual Darwin tituló su obra magna Sobre el origen de las especies y no “Cómo se modifican en el tiempo las especies existentes”” (en e-mail de Jonathan Wells enviado a Tom Bethell (mayo 2005). Wells es doctor e Biología Molecular y Celular por la Universidad de Berkeley, enla que trabaja como investigador, y en Estudios Religiosos por la Universidad de Yale. Actualmente es profesor de Biología en la Universidad Estatal de California en Hayward, superviosr d eun laboratorio médico en Farifield y miembro del Instituto Discovery.
Bethell es Graduado en Filosofía, Fisiología y Psicología por la Universidad de Oxford, actualmente readactor Jefe del American Sectator. Colabroa como columnista en el New York Times, Atlantic Monthly, Hasper's, Crisis Magazine y National Review.
Esos eslabones, “esas formas intermedias de enlace” necesarias -según Darwin- para demostrar el gradualismo generador de nuevas especies a partir de las existentes están tan perdidos que, 150 años después y por mucho que se ha buscado con todos los medios técnicos, humanos y económicos, no ha sido posible encontrarlos.
No se ha encontrado NI UNA SOLA DE ESAS SUPUESAS ESPECIES darwinianas, mal llamadas incipientes. NO SE HA ENCONTRADO NI UNO DE ESOS SUPUESTOS ESLABONES PERDIDOS, más aún en caso de que apareciera alguno tan sólo demostraría la existencia de una variación genética, probablemente fruto de endogamia, pero no demostraría, en modo alguno, que ese mecanismo estuviera generalizado. Habría que ir demostrándolo caso por caso, esto es aplicando un (el) método científico.
EL MASÓN, RICACHÓN Y ENFERMO MENTAL CHARLES DARWIN.
Charles recibió de su abuelo Erasmus la herencia espiritual masónica, pues el creador de la Zoonomía y del artilugio torturador “máquina giratoria” fundó la Sociedad Filosófica, una de las más grandes y fervientes sostenedoras de la teoría que años después presentaría Charles Darwin.
El abuelo Erasmus era uno de los “maestros” de la Logia Canongate Kilwining de Edimburgo. También estaba conectado con los masones jacobinos franceses y con la sociedad Iluminati.
Erasmus crió a su hijo, el médico Robert Warig en sus pensamientos y lo enroló en las logias, así Charles recibiría una doble herencia masónica de su padre y de su abuelo.
Fue LA MASONERÍA LA PRINCIPAL VALEDORA Y DIFUSORA de esta ILUMINADA TEORÍA, que es una mera recreación, con falsos visos de ciencia, DEL ANTIHUMANISMO PAGANO, en general y DEL GNOSTICISMO en particular, de los que se tienen por “elegidos” y pretenden someter al resto, en particular.
Charles heredó de su abuelo y de su padre, aparte de sus ideas e ideales, una fortuna, fortuna que incrementó con el casamiento con su prima Emma Wedgwood, nieta del propietario de la famosa fábrica de porcelana Etruria, proveedora de la Casa Real (el padre de Emma era Josiah Wedwood, un hebreo casado con la hermana del padre de Charles. Él fue quien propición que Darwin fuera incluido en la tripulación del Beagle.
Darwin señalaba en sus apuntes el modelo de mujer que buscaba: “que sea un ángel y que tenga dinero” y justificaba su machismo radical en la idea que tenia del macho como superior a la hembra en el proceso evolutivo general.
La fortuna le permitió a Darwin llevar una displiciente vida de enfermo crónico desde 1842 hasta su muerte. Pudo emlear todo el tiempo que quiso en la logia y en sus elucubraciones “científicas” pero no pisaba ningún laboratorio.
Por lo escrito en sus propios apuntes se puede deducir que era un maníaco-depresivo bipolar, con temblores violentos y vómitos (probablemente provocados éstos por el tratamiento con sales de litio que se usaban en la época, y aún hoy, para tratar dicho mal).
Además su fortuna le permitió ejercer el “noble y productivo oficio” de “filántropo” prestamista. Era lo que hoy se denomina “un rata”.
Y aunque su hijo, Francis (1848-1925) intentó disculpar esta característica paterna no le quedó más remedio que contar algunos detalles que revelan dicha condición.
Fue su padrino Hooker el que reservó a su protegido Charles el honor de ser el autor de la nueva teoría sobre la transmutación de las especies. Pero sabía que Darwin que hasta 1847 no había realizado NINGÚN ESTUDIO BIOLÓGICO tenía que engordar su currículum para ser el “elegido” que habría de revolucionar la ciencia y para eso: “se sintió obligado a desarrollar un amplio estudio de los percebes, con lo que se ganaba el derecho a pronunciarse sobre la transmutación de las especies … buscó primero hacerse con una reputación como investigador científico empírico que fuera inexpugnable” (htpp://books.google.es/books?id=ZBioiULICDsC&pg=PA278&dq=percebe+marz+ ecologia & source=bl&ots=Mue SR7Tw-Y&sig =rTU/YL71DvYRqS7BVMGxsUOeqrY&Hl =es&ei= sy2YSr SXGqaOjAfC283DBQ&sa=X&oi= book _result&ct=result&resnum=1#v=snippet&q=darwin%20 hooker&f=false)
Darwin que, naturalmente, se incluía entre las razas más favorecidas, aunque posiblemente fuera un enfermo mental al que muchos de sus radicales seguidores aplicarían la Eugenesia, para que no tuviera hijos que heredaran su enfermedad, y luego la Eutanasia, para liquidar un ser degenerado (física y psicológicamente) pero estas son las paradojas de la selección natural.
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