AVISO: Usted no aporta nada, sólo revienta hilos. Los insultos, incluidos los monigotes que usa, aplíqueselos a usted mismo y a quien le apetezca de su entorno. Al parecer usted no entiende el idioma.
Paseando por la red (se suele decir que navegando, pero yo prefiero "pasear" cuando no tengo un objetivo concreto) he acabado por encontrar un blog donde ¿cómo no? lo importante (para el bloguero, naturalmente) es hablar y hablar mucho a fin de llegar a "su" particular conclusión: que Dios no existe.
Para eso, y acorde con lo que dice de si mismo (Lic., en Filosofía), elabora todo un repaso somero acerca de las diferentes posturas (hoy se llama "postureo") que existen argumentando a favor y en contra. Así, a la proposición (siempre afirmativa, qué curioso), sigue la oposición, siempre negativa. Por supuesto, todo el desarrollo argumental, así como el uso de referentes de los que da la preceptiva referencia, aunque con más que alguna probable sacada de contexto, está hecho en función de sus propias creencias personales, aunque viene a reconocer que no hay manera de demostrar ni a favor, ni en contra. Se entiende que a demostrar con pruebas palpables, no con pensamientos, emociones, fe o ausencia de la misma, etc.
A mi no hace mucho en otro hilo se me exigía que diese una demostración empírica de la existencia de Dios. Curiosamente quien me hacía dicha exigencia no estaba en condiciones, ni con la formación académica adecuada, para ofrecerme la hipótesis opuesta. Una persona que cree en Dios, el personal y trascendente, si puede tener pruebas empíricas, la razón radica en si su experiencia moral. intelectiva, sensorial y vital se encuentra recogida en la definición de lo que es el método empírico:
El método empírico-analítico es un método de observación utilizado para profundizar en el estudio de los fenómenos, pudiendo establecer leyes generales a partir de la conexión que existe entre la causa y el efecto en un contexto determinado.
https://www.definicionabc.com/cienci...-analitico.php
La persona mística podrá observar fenómenos que describirá de una forma, mientras que la persona materialista lo hará de otro modo. Pero negar por negar, y buscar causas donde no las hay, no es más que el ejercicio del autoconvencimiento de que se está en posesión de alguna verdad, muchas veces muy acomodaticia (por ejemplo, el que considera que la lujuria no es pecado porque le va "el rollo" demasiado y así acalla su conciencia). Tal como pasa también cuando a Dios hay que echarle la culpa de todo a efectos de plantear la dicotómica falacia de si existe y es bueno, entonces no puede permitir esto o aquello. En primer lugar esa es una forma de discurrir muy simplista, muy primaria, demostrando que no se entiende siquiera quién y qué es Dios, así como por supuesto, no tener ni una mínima idea aproximada de cómo puede crear, tampoco por qué, ni para qué.
Y dentro de estos "esquemas" básicos, primarios y elementales, me encuentro con este tipo de argumento en ese blog el cual, y por el momento, me reservo su cita pues es todo "un terreno de caza" del que me gustaría ir valiéndome, y así cuando ya no lo encuentre interesante, pues tal y como es mi norma personal, prometo poner el correspondiente enlace.
El mal está causado por el hombre, por lo que el responsable del mal en el mundo no es Dios sino el hombre. Dios nos otorgó un don maravilloso, la libertad para elegir entre el bien y el mal. Si nosotros usamos ese don para hacer fechorías ya no es cosa suya.
Objeción: existe el mal natural: aquel mal que no es causado por el hombre sino por catástrofes naturales: epidemias, terremotos, tsunamis… Un dios bondadoso no los permitiría.
La primera oración correspondería a lo que el bloguero considera como argumento a favor de la existencia de Dios de parte de los creyentes, mientras que la objeción, no sé si es aportación suya (en el blog no se detecta), o la reproduce de lo que dicen otros. En cualquier caso, si el hombre no hubiese pecado contra Dios, estaría en el Paraíso donde no había desastres naturales. Por supuesto, empleo esos términos de un modo sencillo. El pecado del hombre fue su rebelión y por ello recibe su castigo en este mundo. En el "otro" mundo, el cual se nos promete, no pasan estas cosas. ¿Dónde está ese otro mundo?, desde luego en este cosmos no parece que esté, y lo digo así porque el bloguero también utiliza argumentos cosmológicos tomados a su aire, por supuesto, pero que todavía no he comentado, no al menos en este hilo, pero si sobradamente en otros.
Sin embargo, lo que primero hay que hacer es definir qué es el mal. Para llegar después al concepto de mal natural, que ya anticipo no existe y que ya se verá por qué no existe tal.
"MAL es, en primer lugar, la cualidad por la que un ente es malo (mal en sentido formal); con menor frecuencia se denomina mal al ente mismo afectado por un mal (mal en sentido material). Puesto que todo ente en cuanto tal es bueno, el mal no es una cualidad positiva del mismo, sino de la falta de aquella bondad que debería corresponderle de conformidad con su esencia total. No obstante, se presta a error el modo de hablar de LEIBNIZ que llama mal metafísico a la falta de cualquier perfección, pues la ausencia de cualquier perfección ulterior ontológica es esencial a todo ente finito, por perfecto que sea en su especie.
Se distinguen DOS clases de mal: el ÉTCO o MORAL y el FÍSICO. El mal moral lo constituye, primero la libre decisión de la voluntad contraria al bien moral; y, en segundo lugar, la acción exterior resultante de ella y el hábito y actitud interior males consolidados subsiguientes a la misma. Mal físico, en cambio, es la ausencia en sí éticamente indiferente de una perfección ontológica exigida por la naturaleza del ser respectivo. Puesto que toda falta, todo defecto supone un sujeto que como ente, posee por lo menos una mínima medida de bondad, no existe ningún mal subsiguiente, es decir, un ser que no sea más que mal. En este punto fracasan las doctrinas dualistas que, junto al principio bueno del mundo, admiten un principio malo igualmente originario (parsismo, maniquísmo)
En la cuestión acerca del origen del mal hay que considerar, ante todo, que la acción produce siempre algo positivo en sí, no una mera deficiencia; por eso el mal no tiene jamás una causa que aspire directamente a producirlo, sino que resulta siempre como efecto secundario. Así, por ejemplo, una causa ya defectuosa realiza su acción propia defectuosamente. Originariamente, un mal físico puede nacer por la coincidencia de dos series causales, cada una de las cuales tiende de suyo a un bien, pero cuya accidental concurrencia produce un mal (v. gr., un accidente de circulación) Además, un mal puede provenir de que se pretende y causa un bien que excluye necesariamente otro (así, en una intervención quirúrgica la curación del organismo total excluye la conservación de una parte del mismo)
El mal ético consiste siempre, o sea, tiene siempre su fundamento en una decisión pecaminosa de la voluntad libre creada. La posibilidad del mal va implicada, en última instancia, en la finitud de toda criatura.
Naumann, Viktor (Innsbruck) Diccionario de Filosofía Walter BRUGGER. Biblioteca HERDER. Edit. HERDER, Barcelona 1988, págs, 344-345
(NOTA: los subrayados, negrita y color del texto, son míos)
Resumiendo, el mal natural, es el mal físico que, nosotros, seres finitos y subjetivos consideramos como tal, por los efectos que nos producen a nosotros y sobre los cuales hacemos valoraciones morales, que nada tienen que ver con la existencia del mal basado en actos de la voluntad y atribuidos a Dios como imperfecciones para así, en una muestra de supina ignorancia y mala fe, negar su existencia. Ridículos argumentos que, según los casos, nos hacen variar de criterio según qué circunstancias se deriven de ellos.
Dos ejemplos de estúpida mentalidad al respecto: supongamos que sucede un terremoto y provoca equis cantidad de muertos. "La culpa es de Dios, como permite este sufrimiento..." CONCLUSIÓN: o Dios no es bueno, o Dios no existe. Ahora supongamos que a causa de dicho terremoto, aparece una veta de oro de tres pares de narices: ¿cuánto tiempo se tardaría en aplaudir semejante suerte que va a hacer rica a mucha gente, como "compensación" del mal recibido?
¿Por qué se producen terremotos, por qué hay vulcanismo, porqué existen huracanes y tormentas (DANA en términos técnico-meteorológicos)? Pues por la sencilla razón de que se deben a factores físico-dinámicos del propio planeta. ¿En qué son responsables de los DAÑOS que puedan causar? en realidad en nada, son la CAUSA de que la gente hable del MAL recibido. Hay un ejemplo de lo MAL que se habla en los medios y que vivimos a diario, cuando en los informativos televisivos, en la sección del tiempo, nos dicen barbaridades como ésta: "Por CULPA de la lluvia..., bla,bla,bla..." ¿Culpa?, será A CAUSA DE... Por tanto, el mal natural, tal como nos lo presentan los ateos, no es más que una falacia, otra más y sin fundamento racional alguno.
Última edición por Valmadian; 28/09/2019 a las 20:43
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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Última edición por Valmadian; 29/09/2019 a las 19:56
Mal
Puede describirse al mal, en sentido extenso, como la suma total de la oposición existente, contra los deseos y necesidades individuales, que la experiencia muestra en el universo, de donde surgen, entre los seres humanos al menos, los sufrimientos que abundan en la vida. De esta manera el mal, desde el punto de vista del bien humano, es lo que no ha de existir. A pesar de eso, no hay parte de la vida humana en la que no se sienta su presencia y la discrepancia entre lo que es y lo que ha de ser, siempre ha requerido explicar la consideración que el género humano ha intentado dar a él y a su entorno. Para este propósito es necesario (1) definir la precisa naturaleza del principio que imparte el carácter de mal, a tan gran variedad de circunstancias y (2) determinar, hasta donde pueda ser posible, el origen, del cual surge.
Con respecto a la naturaleza del mal, debe observarse que es de tres tipos: físico, moral, y metafísico. El mal físico comprende todo aquello que causa daño al hombre, lesión corporal, frustración de sus deseos naturales, impedimento del pleno desarrollo de sus poderes, sea en el orden de la naturaleza, directamente, o a través de las variadas condiciones sociales, bajo las que la humanidad existe naturalmente. Males físicos directamente debidos a la naturaleza son: la enfermedad, un accidente, la muerte, etc. La pobreza, la opresión y algunas formas de enfermedad son casos de mal, que surgen de la imperfecta organización social. El padecimiento mental, como la ansiedad, la desilusión, el remordimiento y la limitación de la inteligencia, que impiden a los seres humanos alcanzar la total comprensión de su medio ambiente, son formas congénitas de mal y cada una varía en carácter y grado, según la propia inclinación natural y las circunstancias sociales.
Por mal moral se entiende la desviación de la voluntad humana de las reglas del orden moral y la acción que resulta de esa desviación. Tal acción, cuando proceda exclusivamente de la ignorancia, no será clasificada como mal moral, que esta restringido propiamente a los actos de la voluntad, hacia los fines que la conciencia rechaza. La extensión de mal moral no se limita a las circunstancias de la vida en el orden natural, sino también incluye la esfera de la religión por la que el bienestar del hombre es afectado en el orden sobrenatural, y los preceptos que, como dependientes finalmente de la voluntad de Dios, son las obligaciones más estrictas posibles. (ver PECADO). La obligación para la acción moral en el orden natural, por otra parte, es generalmente entendida, como dependiente de razones suministradas por la religión y es por lo menos dudoso, si posible, para la obligación moral, existir del todo separada de una sanción sobrenatural.
El mal metafísico es la limitación de una o de varias partes componentes del mundo natural. A través de esta mutua limitación se impide, a la mayor parte de los objetos naturales, lograr su completa o ideal perfección, sea por constante presión de la condición física o por catástrofes inesperadas. Así, los organismos animales o vegetales son influenciados diversamente por el clima y otras causas naturales. Los animales depredadores dependen para su existencia de la destrucción de la vida. La naturaleza está sujeta a tempestades y convulsiones y su orden depende de un perpetuo sistema de decadencia y renovación, debido a la interacción de sus partes constitutivas. Si el sufrimiento de los animales se excluye, ningún dolor de cualquier tipo es causado por las limitaciones inevitables de naturaleza y solo puede llamarse mal por analogía y con un sentido bastante diferente al que se aplica al término, en la experiencia humana. Clarke, por otra parte, ha observado acertadamente (Correspondencia con Leibniz, carta II) que el desorden aparente de naturaleza, realmente, no es desorden, sino parte de un esquema definido, que cumple, precisamente, la intención del Creador, puede considerarse, por lo tanto, como una perfección relativa, en lugar de una imperfección.
Es, de hecho, sólo por transferencia a los objetos irracionales de los ideales subjetivos y aspiraciones de la inteligencia humana, que el "mal de la naturaleza" pueda llamarse mal, en cualquier sentido, excepto en uno meramente análogo. La naturaleza y el grado de dolor en los animales más inferiores son muy vagos y en la necesaria ausencia de datos es difícil decir si deben clasificarse, correctamente, con el mal meramente formal que pertenece a los objetos inanimados o con el sufrimiento de los seres humanos. Esta consideración, generalmente fue sostenida en tiempos antiguos y puede referirse, quizás, a la tendencia antropomórfica de mentes primitivas que aparecen en la doctrina de la metempsicosis. Así, a menudo se ha supuesto, que el sufrimiento animal, junto con muchas de las imperfecciones de naturaleza inanimada, era debido a la caída de hombre, cuyo bienestar como parte principal de la creación, estuvo limitado a las suertes del resto (ver Theoph. Antioch., Ad Autolyc., II; cf. Gen. 3, y 1 Cor.9). La consideración opuesta es tomada por Santo Tomás (I, Q. XCVI, a. 1,2).
Descartes supuso que los animales eran solo máquinas, sin sensación o conciencia y fue seguido estrechamente por Malebranche y los cartesianos en general. Leibniz admite la sensación en los animales, pero la considera un simple sentido perceptivo, que desprovisto de reflexión, no puede causar dolor o placer, en todo caso sostiene, el dolor y el placer de los animales es comparable en grado a aquellos, resultantes del mecanismo reflejo en el hombre (también ver Maher, Psicología, Supp't. A, Londres, 1903). Es de nuevo evidente, que todo el mal es esencialmente negativo y no positivo; es decir que no consiste en la adquisición, sino en la pérdida o privación de algo necesario para la perfección. El dolor, que es la prueba o criterio del mal físico tiene algo positivo en verdad: la existencia puramente subjetiva como sensación o emoción; pero su mala cualidad, es el efecto perturbador en la víctima.
Tal como comportamiento, la acción perversa de la voluntad de la que depende el mal moral, es más que una mera negación de la acción correcta, implica cuando se realiza, el elemento positivo de opción. Pero el carácter moralmente malo de la acción equivocada, no está constituido por el elemento de opción, sino por el rechazo de aquello que demanda la correcta razón. Así Orígenes (Sobre Juan 2, 7) define al mal como stéresis; el Pseudo-Dionisio (De. Div. Nom. IV) como el no-existente; Maimónides (Dux perplex. III, 10) como "privato boni alicujus"; Alberto Magno (adoptando la frase de San Agustín) atribuye el mal a una "aliqua causa deficiens" (Summa Theol., I, XI, 4); Schopenhauer, sostuvo que el dolor es la condición positiva y normal de la vida (el placer, su parcial y temporal ausencia), a pesar de esto, lo hizo depender del fracaso de deseo humano para obtener un cumplimiento "el deseo es, en sí mismo, dolor". Así se comprenderá que el mal no es una entidad real, es relativo.
Lo que es malo, en algunas relaciones, puede ser bueno en otras y probablemente, ninguna forma de existencia es exclusivamente mala en todas las relaciones. Por ende se ha pensado que no puede decirse que el mal, verdaderamente, existe en absoluto, es realmente nada más que un "menos bien". Pero esta opinión, parece omitir considerar la realidad de la experiencia humana. Aunque la misma causa puede dar dolor a uno y placer a otro, dolor y placer, como sensaciones o ideas, no pueden ser, sino mutuamente exclusivas. Nadie, sin embargo, ha intentado negar este hecho tan obvio y la opinión en cuestión puede entenderse, quizás, como una paradójica manera de expresar la relatividad del mal.
Hay, prácticamente, acuerdo general de autoridades sobre la naturaleza del mal. Alguna concesión debe hacerse por los variados estilos de expresión, que dependen de la correspondiente variedad de presuposiciones filosóficas. Pero en la cuestión del origen de mal ha habido y hay, una considerable diversidad de opinión. El problema es estrictamente metafísico, es decir que no puede ser aclarado por un simple análisis experimental de las condiciones reales, de las que el mal es el resultado. La pregunta que Schopenhauer ha llamado "el punctum pruriens de metafísicas", no se preocupa tanto por las variadas y detalladas manifestaciones del mal en la naturaleza, sino por la causa oculta y subyacente que ha hecho a estas manifestaciones posibles o necesarias. Es al momento evidente, que la pregunta en una región tan oscura debe ser atendida con gran dificultad y que las conclusiones alcanzadas deban, en su mayor parte, ser de un carácter tentativo y provisional. Ningún sistema filosófico ha tenido éxito, escapando de la oscuridad en la que el tema está envuelto, pero no es demasiado decir que la solución Cristiana ofrece en general, menos dificultades y se aproxima, más que cualquier otro, a la perfección.
La cuestión puede formularse así. Admitiendo que el mal consiste en una cierta relación del hombre a su ambiente, o que surge de la relación de las partes componentes de la totalidad de la existencia de uno u otro, ¿cómo se llega a que, aunque los resultados de un proceso cósmico universal sean todos semejantes, esta obra universal está perpetuamente en guerra consigo misma, contradiciendo y frustrando sus propios esfuerzos en la hostilidad mutua de su progenie? Más allá, admitiendo que el mal metafísico en sí mismo pueda ser, meramente, el método de la naturaleza significando solo una redistribución continua de los elementos materiales del universo, el sufrimiento humano y la maldad todavía aparecen como esencialmente opuestos al esquema general del desarrollo natural y son difícilmente reconciliables con cualquier idea o concepción de unidad o armonía en la naturaleza. ¿Para qué, entonces, el mal de la vida humana, físico y moral, es atribuido como su causa? Pero, cuando el universo es considerado como el trabajo de un Creador todo bondadoso y todopoderoso, un nuevo elemento se agrega al problema.
¿Si Dios es todo bondadoso, por qué Él causó o permitió el sufrimiento? Si Él es todopoderoso, no puede estar bajo ninguna necesidad de crearlo o permitirlo. Por otro lado, si Él está bajo alguna necesidad semejante, no puede ser todopoderoso. Además, si Dios es absolutamente bueno, y también omnipotente, ¿cómo puede permitir la existencia del mal moral? Tenemos que inquirir, de qué modo el mal ha venido a existir, y cuál es su relación especial con el Creador del universo. La solución del problema ha sido intentada a través de tres métodos diferentes.
I. Se ha sostenido que la existencia es fundamentalmente mala. Que el mal es el principio activo del universo y el bien nada más que una ilusión, una búsqueda que sirve para inducir a la raza humana a perpetuar su propia existencia (vea PESIMISMO). Éste es el dogma fundamental del Budismo (es decir) contemplar la felicidad como inalcanzable y sostener que no hay manera de escapar de la miseria sino dejando de existir de otra manera, en ese estado impersonal de Nirvana. El origen de sufrimiento, según Buda, es "la sed por ser”. Esta fue, entre los filósofos griegos, también la visión de Hegesias el Cireneico (llamado peisithánatos, el consultor de la muerte), quién consideraba a la vida como algo insignificante y al placer como el único bien, por ser inalcanzable. Pero el temple griego no estaba naturalmente inclinado a una visión pesimista de la naturaleza y de la vida y mientras la mitología popular incluyó los aspectos más oscuros de la existencia en concepciones tales como aquéllas del Destino, la venganza de las Furias, y la envidia (phthónos) de los dioses, los pensadores griegos sostuvieron, como regla, que el mal es universalmente supremo, pero puede evitarse o superarse mediante la sabiduría y la virtud. El pesimismo, como sistema metafísico, es producto de los tiempos modernos. Sus principales representantes, Schopenhauer y Von Hartmann, sostuvieron que el universo real es fundamentalmente malo y la felicidad, imposible. El origen fenomenal del universo es atribuido, por Schopenhauer, a una Voluntad transcendental que él identifica como puro ser y por Hartmann, al inconsciente que incluye la Voluntad y la Idea, la (Vorstellung) de Schopenhauer. Según Schopenhauer y Hartmann, el sufrimiento ha entrado en la existencia como propia conciencia, de la cuál es inseparable.
II. El mal ha sido atribuido a uno de los dos principios, mutuamente opuestos, respectivamente, debido a la mezcla del bien y del mal en el mundo. La relación entre los dos se representa diversamente. Los rangos de coordenación imaginados por Zoroastrismo, son debidos a la simple independencia relativa de la voluntad creadora, tal como sostiene la teología Cristiana. Zoroastro atribuyó el bien y el mal, a dos principios mutuamente hostiles (hrízai, o árchai) respectivamente llamados Ormuz (Ahura Mazda) y Ahrimán (Angra Mainyu).
Cada uno era independiente del otro pero eventualmente el bien fue victorioso con Ormuz y Ahrimán y sus malos seguidores fueron expulsados del mundo. Este dualismo mitológico pasó a la secta de los maniqueos cuyo fundador, Manes o Maniqueo, agregó un tercer principio subordinado, emanado de la fuente del bien (y correspondiendo quizás, en algún grado, al Mithras del Zoroastrismo) o "espíritu viviente" por quien se formó el presente mundo material de una mezcla del bien y del mal. Manes sostuvo que la materia era esencialmente mala y por consiguiente no podría estar en contacto directo con Dios. Él derivó la noción, probablemente, de las sectas gnósticas que, aunque difirieron entre sí, concordaron en seguir muchos puntos, generalmente, la opinión de Filo y el neoplatónico Plotino, como el mal de la materia. Ellos sostuvieron que el mundo fue formado por una emanación, el Demiurgo, un tipo de intermediario entre Dios y la materia impura. A pesar de esto, Bardesanes, y sus seguidores consideraron al mal como una resultante del uso inapropiado crear con libre albedrío.
La noción, que el mal es necesariamente inherente a la materia, independiente del Divino autor del bien y en algún sentido opuesto a Él, es común a anteriores sistemas teosóficos, a muchas concepciones puramente racionales de la filosofía griega y a otras que han avanzado, sobre este asunto, en tiempos posteriores. En la idea Pitagórica de una armonía numérica como principio constitutivo del mundo, el bien esta representado por la unidad y el mal a través de la multiplicidad (Filolao, Fragm.). Heráclito puso la "lucha", como condición esencial de la vida, contra la acción Divina. "Dios es el autor de todo lo correcto, lo bueno y lo justo pero los hombres, a veces han escogido lo bueno y a veces, lo malo" (Fragm. 61). Empédocles, además, atribuye el mal al principio “odio” (neîkos), inherente junto con su opuesto “amor” (phília) en el universo. Platón sostuvo que Dios esta "libre de culpa" (anaítios) por el mal del mundo. Su causa fue en parte por la necesaria imperfección de la existencia material creada y en parte por la acción de la voluntad humana (Timeo, XLII,; cf. Fedo. LX).
Con Aristóteles, el mal es un aspecto necesario de los cambios constantes de la materia, y no tiene en sí mismo, ninguna existencia real (Metaph., IX, 9). Los estoicos concibieron al mal de un modo algo similar, como debido a una necesidad. El poder Divino inmanente armoniza al mal y al bien en un mundo cambiante. El mal moral procede de la necedad de la humanidad, no de la voluntad Divina y es dominado por un fin bueno. En el himno de Cleantes a Zeus (Ston. Ecl., 1, p.30) puede percibirse un acercamiento a la doctrina de Leibniz, sobre la naturaleza de la maldad y de la bondad del mundo. "Nada se realiza sin vosotros en la tierra, el mar o el cielo, excepto el mal que los hombres cometen por su propia necedad. Entonces vosotros habéis unido todo el mal y todo el bien, al mismo tiempo, donde podría haber un esquema razonable y eterno de todas las cosas". En el sistema místico de Eckhart (d. 1329), el mal, pecado incluido, tiene su lugar en el esquema evolutivo por el que todos los procesos, desde y hacia Dios, contribuyen ambos, en el orden moral y en el físico, para el cumplimiento del propósito Divino.
Los monistas de Eckhart o las tendencias panteístas parecen haber oscurecido, por él, muchas de las dificultades del asunto, como ha sido el caso de aquellos a quienes las mismas tendencias han llevado, subsecuentemente, a una conclusión extrema.
La filosofía Cristiana, como la hebrea, atribuyen el mal moral y el físico a la acción de la voluntad, creada libre. El hombre se ha provocado asimismo el mal que sufre, transgrediendo la ley de Dios o la obediencia, de la que dependía su felicidad. El mal está en las cosas creadas, bajo el aspecto de mutabilidad y posibilidad de defecto, no como existiendo per se. Los errores de la humanidad confundiendo las verdaderas condiciones de su propio bienestar, han sido la causa del mal moral y físico (Dion. Areop., De Div. Nom., IV, 31; San Agustín, De Civ. Dei. XII). El mal que el hombre sufre es, sin embargo, la condición del bien que por su causa, aquel es permitido. Así, "Dios juzgó mejor, sacar el bien del mal, que no sufrir el mal existente" (San Agustín, Enchirid., xxvii). El mal, contribuye a la perfección del universo, como las sombras a la perfección de un cuadro o como la armonía a la de la música (De Civ. Dei, XI).
Además, la excelencia de las obras de Dios en la naturaleza, persiste como evidencia de la Divina sabiduría, poder y bondad por las que ningún mal puede ser causado directamente. (Greg. Nyss., De. opif. hom.) Así Boetio pregunta (De Consol. Phil., I, IV) ¿Quién puede ser el autor del bien, si Dios es el autor de mal? Cuando la oscuridad es nada más que la ausencia de luz y no es producida por la creación, entonces el mal es meramente falta de bondad. (San Agustín, In Gen, literalmente). San Basilio (Hexaem., Hom. II) señala los propósitos educativos extraídos del mal y San Agustín, sostiene que el mal es permitido para castigo del malvado y juicio del bien, mostrando que tiene bajo este aspecto, la naturaleza del bien y es agradable a Dios, no debido a lo que es, sino debido a de dónde es, (es decir) como una consecuencia penal y justa del pecado (De Civ. Dei, XI, XII, De Vera Relig. XLIV). Lactancio, utiliza argumentos similares para oponerse al dilema, acerca de la omnipotencia y bondad de Dios, que pone en la boca de Epicúreo (De Ira Dei, XIII). San Anselmo (Monologium) conecta al mal con la manifestación, parcial, del bien de la creación, cuya plenitud reside exclusivamente en Dios.
Los rasgos que se destacan en la explicación Cristiana más antigua del mal, como comparación con las teorías de dualísticas no cristianas son: la definida atribución a Dios de la omnipotencia absoluta y la bondad, no obstante Su permiso de la existencia de mal, la asignación de una causa moral en el pecado de la humanidad y retributiva con sufrimiento y la aserción inmediata de la beneficencia del propósito de Dios permitiendo el mal, junto con la plena admisión que Él pudo haberlo escogido y Él, lo ha evitado (De Civ. Dei, XIV).
Como el permiso de Dios, del mal que Él conocía y podría prevenir, se reconciliará con Su bondad, no es tenido en cuenta plenamente. San Agustín formula la pregunta en duros términos, pero es satisfecho por vía de la seguida respuesta de San Pablo, referida al despropósito de los juicios Divinos (Contra Julianum, I, 48).
Las mismas líneas generales han seguido la mayoría de los modernos intentos de considerar, en términos de Teísmo, a la existencia de mal. Descartes y Malebranche sostuvieron que el mundo es el mejor posible, para el propósito que fue creado, es decir para la manifestación de los atributos de Dios. Ha sido ajustado, al menos, para el logro de este objeto. La relación del mal con la voluntad de un Creador absolutamente benévolo, fue tratada detalladamente por Leibniz, en respuesta a Bayle que había insistido en argumentos derivados de la existencia de mal, contra aquellos de un Dios bueno y omnipotente.
Leibniz fundó sus consideraciones, principalmente, en aquéllas de San Agustín y Santo Tomás, y dedujo de allí su teoría del optimismo según la cual, lo inverso es lo mejor posible. Pero el mal metafísico o complemento, está necesariamente envuelto en la constitución, porque debe ser finito y no podría estar dotado de la perfección infinita, que pertenece exclusivamente a Dios. El mal moral y físico se debe a la caída de hombre, pero todo el mal es dominado por Dios para un propósito bueno. Es más, el mundo que conocemos es sólo un factor muy pequeño en el conjunto de la creación y puede suponerse que el mal que contiene, es necesario para la existencia de otras regiones desconocidas por nosotros. Voltaire en "Candide", intentó ridiculizar la idea del "mundo mejor posible". Debe admitirse que la teoría está abierta a serias objeciones.
Por un lado, es escasamente consistente con la creencia en la omnipotencia Divina y por el otro, falla al considerar el permiso (o la paternidad indirecta) de mal por un Dios bueno al que Bayle había percibido, especialmente, como excepción. Nosotros no podemos saber que este mundo es el mejor posible; ¿y si así fuera, puesto que incluye tanta maldad, por qué lo debió haber creado un Dios absolutamente bueno? Puede alegarse, también, que no puede haber algún grado de bondad finita que no sea susceptible de incrementarse por omnipotencia, sin caer rápidamente en la perfección infinita.
Leibniz ha sido seguido, más o menos estrechamente, por muchos que han tratado el asunto desde el punto de vista Cristiano. En su mayor parte, han dado énfasis a la evidencia, en la creación, de la sabiduría y bondad de su Autor, después del comportamiento en el Libro de Job y han estado satisfechos de salir sin descubrir la razón de la creación por Él, de un universo en que el mal, es inevitable. Semejante era la visión, de King (Ensayo sobre el Origen de Mal, Londres, 1732), quién insistió fuertemente en la doctrina del mundo mejor posible y la de Cudworth que sostuvo que el mal, aun cuando inseparable de la naturaleza de los seres imperfectos, es en gran parte una cuestión de la propia imaginación u opinión de los hombres, en lugar de la realidad de cosas y por consiguiente no deben hacerse, como fundamento, acusaciones contra la Divina Providencia.
Derham, (Physico-Theología, Londres, 1712) tomando la ocasión para un examen de la excelencia de la creación, recomendó una actitud de humildad y confianza hacia el creador de "este elegante, bien pensado y bien formado mundo en el que encontramos, aquí abajo, todo lo necesario para el sustento, utilidad y placer tanto del hombre como de cualquier criatura, así como algunos látigos o algunas varas, para azotarnos por nuestros pecados". Sacerdotalmente, sostuvo una doctrina de absoluto determinismo. Por consiguiente atribuyó el mal, solamente, a la voluntad divina, que sin embargo, justificó por los buenos fines. El mal fue creado para, providencialmente, ayudar
( Doctrina de Necesidad Filosófica, Birmingham, 1782). Clarke, además, llama especial atención a la evidencia del método de plan creado, que da testimonio de a la benevolencia del Creador, en medio del aparente desorden físico y moral. Rosmini siguiendo estrechamente a Malebranche, señaló que la cuestión de la posibilidad de un mundo mejor, realmente no tiene ningún sentido. Cualquier mundo, creado por Dios, debe ser el mejor posible, respecto a su especial propósito, separadamente del cual ninguna bondad o maldad puede predicarse de el.
Mamiani también supuso que el mal es inseparable de lo finito, pero tiende a desaparecer como finito, al aproximarse a su unión final con el infinito.
III. El tercer camino para concebir la posición de mal en el esquema general de la existencia, lo constituyen aquellos sistemas monistas que consideran al mal, no más que como un modo, en el que ciertos aspectos de los momentos del desarrollo de la naturaleza, son aprehendidos a través de la conciencia humana. En esta visión, no hay principio distintivo al que pueda asignarse el mal y su origen es en conjunto uno, con la naturaleza. Estos sistemas rechazan la idea específica de la creación y la idea de Dios se excluye rigurosamente, o se identifica con un principio impersonal inmanente en el universo, o se concibe como una simple abstracción de los métodos de la naturaleza, que considerada desde el punto de vista del materialismo o del idealismo, es la única realidad.
El problema del origen del mal, se une así con el del origen del ser. El mal moral, en particular, surge del error y es gradualmente eliminado, o por lo menos minimizado, por el desarrollo del conocimiento de las condiciones del bienestar humano (Meliorismo). De esta clase, en su conjunto, fueron las doctrinas de los hilozoístas jónicos cuya noción fundamental era la indispensable unión entre la materia y la vida. Por otro lado, los eleáticos también fundamentaban el origen de todas las cosas en un ser abstracto. Los atomistas Léucipo y Demócrito, sostuvieron lo que puede llamarse, una doctrina materialista monista. Esta doctrina, sin embargo, encontró su primera y completa expresión en la filosofía de Epicúreo, que explícitamente rechazó la noción de cualquier influencia externa en la naturaleza, o del "destino", o del poder Divino. Según el epicúreo Lucrecio, (De Rerum Natura, II, línea 180) la existencia de mal fue letal para la hipótesis de la creación del mundo, por Dios:
Nequaquam nobis divinitus esse creatum Naturam mundi, quæ tanta est prædita culpa.
Giordano Bruno hizo a Dios la causa inmanente de todas las cosas, actuando por una necesidad interior y produciendo las relaciones consideradas como mal por la humanidad. Hobbes consideró a Dios como la causa corpórea primera y aplicando su teoría de gobierno civil al universo, defendió la existencia de mal por simple aserción del poder absoluto al que es debido. Teoría que no es más que otra manifestación del determinismo materialista en términos de relaciones sociales. Spinoza unió espíritu y materia en la noción de una sola substancia a la que atribuyó concepto y extensión. El error y perfección eran la consecuencia necesaria del orden del universo.
El Monismo Hegeliano que reproduce muchas de las ideas de Eckhart y es adoptado en sus rasgos principales por muchos sistemas diferentes de reciente origen, dan al mal un lugar en el desdoblamiento de la Idea, en la que el origen y la realidad íntima del universo están por ser encontradas . El mal es la discordia temporal entre lo que es y lo que ha de ser. Huxley estaba satisfecho al opinar que las últimas causas de las cosas son en la actualidad desconocidas y pueden ser irreconocibles. El mal es para ser conocido y combatido en lo concreto y en detalle. Pero el Agnosticismo profesado y designado por Huxley, rechaza tomar en consideración cualquier pregunta acerca de las causas transcendentales y lo confina a los hechos experimentales. Haeckel adelanta un materialismo dogmático en que la substancia ( es decir la materia y la fuerza) aparece como la base eterna e infinita de todas las cosas. El Profesor Metchnikoff, con principios similares, coloca la causa del mal en "las desarmonías" que predominan en la naturaleza, pensando que pueden eliminarse, quizás finalmente, para la raza humana al menos, junto con el temperamento pesimista surgido de ella, por el progreso de la ciencia.
Bourdeau ha afirmado en términos expresos la futileza de buscar un origen transcendental o sobrenatural para el mal y la necesidad de confinar la consideración a causas naturales, accesibles y determinables. (Revista Filosófica, I, 1900).
El sistema recientemente construido, o el método, llamado pragmatismo, tiene mucho en común con el pesimismo, que considera al mal como parte realmente inevitable de la experiencia humana en un punto idéntico, de hecho, con la verdad y la realidad. El mundo es como nosotros lo hacemos. El mal tiende a disminuir con el crecimiento de la experiencia y puede desaparecer finalmente, aunque por otro lado, siempre puede permanecer allí, el mínimo irreducible del mal.
El origen del mal, como el origen de todas las cosas, es inexplicable. Ninguna teoría puede ajustarse al plan del universo, simplemente, porque ninguna teoría es posible. "No podemos entender, por ninguna posibilidad, el carácter de la mente cósmica cuyo propósito es plenamente manifestado, por la extraña mezcla del bien y el mal que encontramos en este particular mundo real. La simple palabra plan, no tiene por sí misma, ninguna consecuencia y nada explica". (James, Pragmatismo, Londres, 1907. Cf. Schiller, Humanismo, Londres 1907.) Nietzsche sostiene que el mal es puramente relativo y su aspecto moral, por lo menos, un concepto transitorio y no fundamental. El género humano en el estado presente, es "un animal todavía no adaptado propiamente a su medio ambiente". En este modo de pensamiento el individuo cuenta necesariamente muy poco como ser y es meramente una manifestación pasajera de la fuerza cósmica. Los aspectos sociales de la humanidad son los sufrimientos y limitaciones considerados, principalmente, como tendientes a su mejoramiento.
Ahora, las varias formas de Socialismo. La idea totalmente nueva concebida por Nietzsche, aunque todavía indefinida, es una forma de moralidad social y de la constitución y mutuas relaciones de clases, las llamadas religiones éticas y científicas que inculcan la moralidad, tendientes a ser, generalmente buenas. El primer ejemplo de tales religiones es la de Augusto Comte que con la base materialista del positivismo, fundó "la religión de la humanidad". Propuso sustituir un entusiasmo en favor de la humanidad como motivo para la acción correcta, por las razones de la religión sobrenatural.
En la luz de la doctrina católica, cualquier teoría que pueda sostenerse acerca de mal, debe incluir ciertos puntos que afectan la pregunta que se ha definido autorizadamente. Estos puntos son: la omnipotencia, la omnisciencia, la bondad absoluta del Creador, la libertad de la voluntad y el sufrimiento, que es la consecuencia penal de la desobediencia premeditada de la ley de Dios.
Un informe completo puede reunirse de la enseñanza de Santo Tomás de Aquino quien sistematizó los principios de San Agustín y los suplementó extensamente. El mal, según Santo Tomás, es una privación, o ausencia de algo bueno y corresponde propiamente a la naturaleza del ser viviente. (I,Q xiv, a. 10; Q.,xlix a. 3; Contra Gentiles, III, ix, x). No hay ningún "summum malum" por consiguiente, o fuente positiva de mal, correspondiente al "summum bonum" que es Dios (I,Q. xlix , a. 3; C. G., III, 15; De Malo, I, 1). El mal no "ens reale" sino sólo "ens rationis" es decir que no existe como hecho objetivo, sino como concepción subjetiva. Las cosas no son malas en sí mismas, sino por causa de su relación con otras cosas o personas. Todas las realidades (entia) son en sí mismas, buenas. Si producen resultados malos, es solo incidentalmente y en consecuencia la última causa de mal es fundamentalmente buena, de igual manera que los objetos en los que el mal se encuentra (I,Q. xlix; cf.I, Q. v, 3,; De Malo, I, 3). Así, el maniqueísmo dualista no tiene ningún fundamento en la razón.
El mal es triple, a saber., "malum naturæ" (mal metafísico), "culpæ" (moral), y "paenæ" (físico, la consecuente retribución del "malum culpæ") (I, Q. xlviii, a. 5, 6; Q. lxiii, a. 9; De Malo, I, 4). Su existencia ayuda a la perfección del todo. El universo sería menos perfecto si no incluyera al mal. De esta manera el fuego no podría existir sin la corrupción de lo que consume. El león debe matar al asno para vivir. Si no hubiera ningún hecho malo, no habría ninguna esfera para la paciencia y la justicia ( I,Q.xlviii, a. 2). Dios dijo ( en Is., 45) ser el autor del mal, en el sentido que la corrupción de los objetos materiales en la naturaleza está ordenada por Él, como medio para llevar a cabo el plan del universo. Por otro lado, el mal que existe como consecuencia de la infracción a las leyes Divinas es, en el mismo sentido, debido a un designio Divino. El universo sería menos perfecto si sus leyes pudieran violarse, con impunidad.
Así, el mal es en un aspecto, como un contrapeso para el desorden que causa el pecado y tiene la naturaleza del bien (II, Q.ii, a. 19). Pero el mal del pecado (culpæ), aunque permitido por Dios, en ningún sentido es debido a Él (I, Q.xlix, a. 2). Su causa está en el abuso de la libre voluntad de ángeles y hombres (I-II, Q. lxxiii, a. 6; II-II, Q. x, a. 2; I-II, Q. ix, a. 3). Debe observarse, que la perfección universal, en la que en alguna forma el mal es necesario, es la perfección de este universo, no, de cualquier universo. El mal metafísico, que es decir indirectamente el mal moral, está incluido como bien en el plan del universo y es conocido parcialmente por nosotros. Pero no podemos decir, sin negar la omnipotencia Divina, que otro universo igualmente perfecto no podría crearse, en que el mal no tuviera lugar.
Santo Tomas también proporciona explicaciones de las que son consideradas generalmente, como las dos principales dificultades del asunto, a saber, el permiso Divino al mal moral previsto y la pregunta que llega finalmente: ¿ porqué Dios escoge crear algo, en absoluto. Primero se pregunta ¿porqué Dios, previendo que sus criaturas usarían el regalo de la voluntad libre para su propio daño, no se abstuvo de crearlas, o con algún resguardo por el mal uso de su voluntad libre, o denegando totalmente ese regalo? Santo Tomás responde (C. G., II, el xxviii) que Dios no puede cambiar Su mente, porque la voluntad Divina esta libre del defecto de flaqueza o mutabilidad. Debe observarse que tal mutabilidad sería, un defecto en la naturaleza Divina ( y por consiguiente imposible ), porque si el propósito de Dios fuera hecho dependiente del acto libre y previsto de cualquier criatura, Dios sacrificaría, en consecuencia, Su propia libertad, se sometería a Sus criaturas y abdicaría, de esta manera, Su supremacía esencial cosa que, por supuesto, es absolutamente inconcebible.
En segundo lugar, a la pregunta, ¿porqué Dios escogió crear, cuando la creación de ninguna manera era necesaria para Su propia perfección. Santo Tomás contesta que el objeto de Dios es que, Él crea para manifestar su propia bondad, poder y sabiduría y se complace con Su reflejo o similitud, en el que consiste la bondad de la creación. El placer de Dios es motivo sumamente perfecto para la acción, semejante al propio Dios y a Sus criaturas. No se debe a cualquier necesidad, o la necesidad innata de la naturaleza Divina (C. G., I, xxviii,; II, xxiii), sino a que Dios es el origen, centro y objeto de toda la existencia. (I,Q., lxv, a. 2; cf. Prov., 26 y Conc.Vat., can. i, v; Const. Dogm., 1.) Ésta, en consecuencia, es la razón suficiente para la existencia del universo, incluso para el sufrimiento, que el mal moral ha introducido. Dios no ha creado al mundo, principalmente, para bien del hombre, sino para Su propio placer, pero es bien para el hombre, cuando se adecua al supremo propósito de la creación y es mal, cuando se aleja de él. (C.G., III, xvii, cxliv).
Además, por Santo Tomás puede entenderse, que en la diversidad de mal metafísico en que la perfección del universo está incluida completamente, Dios puede ver una cierta similitud de Su propia Triple Unión (cf. I, Q. xii). Además, permitiendo existir al mal moral, Él ha provisto, en un aspecto, una esfera de manifestación de Su justicia esencial (cf. I, Q. lxv, a. 2; y I, Q.xxi,a.1,3). Es obviamente imposible sugerir una razón de porqué este universo, en particular, se debió crear en lugar de otro, puesto que somos, necesariamente, incapaces de formarnos una idea de cualquier otro universo que no sea éste. De igual manera, somos incapaces de imaginar porqué Dios eligió manifestarse por vía de la creación, en lugar de, o además de, o cualquier otro modo por el que Él ha, o pudo haber alcanzado el mismo fin. Llegamos aquí al límite supremo de la especulación y nuestra incapacidad para concebir la última razón con respecto a la creación (como distinta de su motivo directo) es paralela, en una etapa mucho más temprana de la investigación, a la incapacidad de las escuelas de pensamiento, no creacionistas, para asignar cualquier última causa a la existencia del orden de la naturaleza.
Se observará, que el informe de Santo Tomás sobre el mal, es una verdadera Teodicea, teniendo en cuenta como él trata cada factor del problema, dejando sin solución solo al misterio de la creación, frente al cual, todas las escuelas del pensamiento son igualmente incapaces. Es como imposible saber, en el más completo sentido, por qué y cómo fue hecho este mundo. Pero Santo Tomás ha mostrado, al menos, que los actos del Creador admiten una lógica y completa justificación, no obstante el misterio en que siempre estarán envueltos para la inteligencia humana. Para los principios católicos, la disminución del mal moral y su lógico sufrimiento, puede lograrse por medio de la reforma individual, no tanto, a través del aumento del conocimiento, como, por el estímulo o redireccionamiento de la voluntad. Pero, puesto que todos los métodos de mejoramiento social que tengan algún valor, necesariamente deberán representar una estrecha aproximación a la conformidad con las leyes Divinas, serán bienvenidos y llevados más allá, por la Iglesia, como tendientes, por lo menos indirectamente, a cumplir el propósito por el cual Ella existe.
Fuente: Sharpe, Alfred. "Evil." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05649a.htm>.
Traducido por José Luis Anastasio
https://ec.aciprensa.com/wiki/Mal
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
En un mundo cada vez más depravado, en el que los verdaderos valores son confundidos e invertido su sentido y significado. Donde todo el mundo no mira más que su propio y exclusivo interés y, por supuesto, donde la culpa la tiene todo el mundo menos el que acusa al resto, viene muy a propósito conocer la natulaeza del mal, su origen, como se extiende cada día más, y como se va implantando como si fuera la verdad, y no la mentira, ni el engaño.
Así, en un foro católico, lo propio es hablar de cuestiones católicas cuando procede. Del mismo modo, hablar de cuestiones relativas a la Hispanidad, cuando vemos de que manera se va disolviendo esa identidad histórica a ambos lados del Atlántico. Hablar de las frivolidades de hoy en día, las mismas que encontramos en los medios y en las redes, resulta muy aburrido y cansino. Además, hay un denominador común a todos esos ámbitos y a las gentes que los habitan, su manifiesta intolerancia a todo lo que suene a católico y a español. Por tanto, aquí al igual que en otros sitios, blogs, páginas personales, lugares de información, nos toca la tarea de defender nuestros valores y tenemos el derecho a expresarlos, sin que hayamos de soportar elementos nocivos que sólo buscan nuestro daño.
A continuación, reproduzco un artículo sobre el Mal, a la luz de Santo Tomás de Aquino.
XXX. La causalidad del mal
Eudaldo Forment, el 15.03.18
313. ––Aunque el mal no tiene esencia o naturaleza, porque es una carencia o privación de lo que se debería tener y no se tiene, existe. Hay por consiguiente, una causa del mismo. ¿Cuál es la causa del mal?
––El mal, según la explicación de sus características, no puede ser causado por otro mal, por algo que, como mal, no tiene entidad. El mal, por tanto, sólo puede ser causado por el bien. Declara, por ello, Santo Tomás, en el capítulo décimo del tercer libro de la Suma contra los gentiles , que: «Una de las consecuencias de lo expuesto es que el mal sólo es causado por el bien», porque: «se ha probado (c. 9) que el mal no obra sino en virtud del bien, por tanto es preciso que el mismo bien sea la causa del mal».
Además se puede probar que el bien es la causa del mal con otros tres argumentos. En el primero se parte de esta tesis evidente: «Lo que no es no es causa de nada», Se sigue de ello que: «toda causa ha de ser alguna entidad». Como ya se probó: «el mal no es entidad alguna (c. 7); síguese que no puede ser causa de mal». Por consiguiente: «si algo ha de causar el mal, tendrá que ser el mismo bien».
El segundo se fundamenta en el siguiente corolario del principio de causalidad: «Todo lo que propiamente y de por sí es causa de algo tiende a producir su propio efecto». Desde el mismo se puede inferir que: «Si el mal fuese propiamente causa de algo tendería a producir su efecto, o sea, el mal». Lo que no es posible, porque: «según se ha probado (c. 3), todo agente intenta el bien». Por consiguiente: «el mal por sí no es causa de nada». Si del mal se siguen otros males, no es porque sea propiamente su causa. El mal causa «solo accidentalmente».
Además, como, por una parte, el principio de lo accidental es lo esencial y así «toda causa accidental se reduce a la causa por sí»; y, por otra, «el bien puede ser causa por sí, pero el mal no», se concluye que: «el mal es causado por el bien».
Por último, se llega a la misma conclusión desde las cuatro especies de causa: material, formal, eficiente y final. El mal no puede ser causa material ni causa formal, porque: «el mal no puede ser ni materia ni forma, ya que, como se ha demostrado (c. 7) que tanto el ente en acto como el ente en potencia es bien», de manera que la materia y la forma son bienes. El mal: «tampoco puede ser agente, puesto que todo agente obra en cuanto está en acto y tiene forma». Finalmente el mal: «tampoco puede ser fin, pues el mal es ajeno a la intención, como se probó (c. 4)», la intención siempre está dirigida hacia el bien.
El mal, por tanto, no ejerce causalidad en ninguna de las divisiones de la causa; y no solamente nunca es causa, sino que por lo mismo no tiene causa en el mal, porque: «no pudiendo ser causa de nada, es preciso que si el mal tiene causa sea el bien».
314. –– Según estas demostraciones el mal causado no puede a su vez causa de otro mal y si del mal se sigue algún otro mal, lo hace en virtud del bien, porque, como el mal no obra, es preciso que el mismo bien sea la causa primaria de todo mal. ¿El bien, por tanto, es causa eficiente del mal?
––El bien es causa eficiente del mal, pero sólo accidentalmente. Se prueba, porque: «como el mal y el bien son opuestos, y un opuesto no puede ser causa del otro, a no ser accidentalmente como «lo frío calienta», como se dice en la Física de Aristóteles (VIII, c. 1)». En la oposición privativa no hay causalidad propia entre los opuestos. Por ejemplo, la salud por sí no causa la enfermedad, ni a la inversa. «Síguese que el bien no puede ser causa activa del mal sino accidentalmente».
315. ––¿En qué sentido el bien es causa accidental del mal?
––El mal, en los entes naturales, puede provenir accidentalmente por parte del agente o por parte del efecto. Explica Santo Tomás que: «En el mundo de la naturaleza este accidente puede provenir o de parte del agente o de parte del efecto». Se da el primer caso: «cuando el agente es deficiente en su poder, de lo que resulta que la acción es defectuosa y el efecto deficiente; por ejemplo, cuando el estómago es de constitución débil, resulta una digestión y un humor indigesto, que son ciertos males naturales».
Cuando el poder activo del agente es deficiente, resulta una acción defectuosa y un efecto deficiente. «La deficiencia de poder que sufre es un accidente que le sobreviene al agente, en cuanto tal, pues no obra por lo que le falta de poder, sino al contrario, por lo que de poder tiene, ya que, si careciera en absoluto de ella, en modo alguno obraría».
Esta deficiencia que sufre el agente es algo accidental en la acción, pues el agente no obra por ella, por lo que le falta de poder, sino al contrario, por la fuerza que le queda, ya que, si careciera totalmente de poder, no podría obrar de ningún modo. Así, en el ejemplo indicado, cuando el estomago está debilitado, resulta un mal, una mala digestión. Este mal es causado accidentalmente por el estomago, en cuanto tiene vigor, aunque menor, por ser defectuoso.
De ello se desprende que: «el mal es causado por parte del agente accidentalmente, porque éste tiene poder defectuoso. Por tal motivo se dice que «el mal no tiene causa eficiente sino deficiente», pues proviene de una causa agente falta de poder, y que por eso ya no es eficiente». Si el poder activo no fuese imperfecto no se produciría el mal. Por este motivo, por la imperfección del poder del agente, no se dice que el mal tenga causa eficiente, sino deficiente, pues proviene de una causa agente falta de fuerza y que por eso ya no es suficientemente eficiente.
Precisa Santo Tomás que: «tenemos el mismo resultado si el efecto y el defecto de la acción son producidos por el defecto del instrumento o de otra cosa cualquiera que se requiera para producir la acción del agente, como cuando la fuerza motriz produce la cojera a causa de la encorvadura de la pierna, pues ambas cosas hace el agente mediante su fuerza y el instrumento».
316. ––¿Cuándo el mal proviene accidentalmente por parte del efecto?
En el otro caso, en el que el mal provenga accidentalmente por parte del efecto, debe distinguirse cuando la acción del agente recae en el mismo y el defecto se encuentra en la materia o bien en la forma. En la primera posibilidad: «si la materia no está dispuesta para recibir el influjo del agente, se producirá necesariamente un defecto en el efecto como se producen los partos monstruosos, por indisposición de la materia». Cuándo el defecto está en la materia, se producirá necesariamente un defecto o un mal en el efecto, por no tener la materia la adecuada disposición para recibir el influjo del agente. Otro ejemplo es el de la lluvia, que puede producir una inundación, si el suelo sobre le que cae es poco poroso y no absorbe el agua.
Por consiguiente, advierte Santo Tomás que, en este caso: «si el agente no cambia la materia al acto perfecto, no hay que atribuirlo a un defecto suyo, pues todo agente natural tiene un determinado poder según el modo de su naturaleza y no se considera defectuoso si no lo excede, sino sólo cuando no lo posee en la medida que corresponde naturalmente».
En la segunda posibilidad, cuándo el defecto está en la forma, se producirá necesariamente un defecto o un mal en el efecto, porque a la forma se le junta necesariamente la privación de otra forma. «Por parte de la forma del efecto, sobreviene el mal accidentalmente cuando a una forma se le junta necesariamente la privación de otra forma; y por eso simultáneamente con la generación de una cosa se produce la corrupción de otra. Pero este mal no es propio del efecto intentado por el agente, como consta por lo dicho (c. 6), sino de otra cosa». Así, por ejemplo, la generación de determinadas plantas, puede producir la privación de ciertos minerales en la tierra donde están plantadas.
También el mal es causado por el bien accidentalmente, en estos mismos casos, cuando el mal físico no es natural, sino causado por la acción del hombre. « lo mismo en las cosas artificiales, que en las naturales, «pues el arte imita con sus obras a la naturaleza» (Aristóteles, Física II, 2) y en ambas, por tanto, las deficiencias son semejantes».
317. ––¿Al igual que el mal en la naturaleza, o el llamado mal físico y el mal en lo fabricado por el hombre, también el mal moral es causado por el bien accidentalmente? ¿Lo es en los mismos casos, que el mal físico, natural o artificial?
––Sostiene Santo Tomás seguidamente que: «No sucede así en lo moral. Pues no parece seguirse el vicio moral por defecto de poder, puesto que la debilidad de poder o quita totalmente, o, por lo menos, disminuye el vicio moral; porque la debilidad no merece el castigo, debido a la culpa, sino más bien la misericordia y el perdón; pues el vicio moral debe ser voluntario y no necesario». El defecto, o la privación del poder o potencialidad para el bien, por no ser voluntario ni por ello resultado de una opción de la libertad, no lleva al mal en el sentido moral. Por ello, si es fruto del disminución del bien de la naturaleza humana, efecto del pecado original, es objeto de la misericordia y perdón de Dios.
La situación es distinta, cuando el defecto o privación es singular, resultado de del acto voluntario deliberado. Entonces se ve que con respecto a la causalidad del mal en la naturaleza: «en parte es semejante y en parte no lo es». En cuanto a esto último: «No se parece si se advierte que el vicio moral consiste en la sola acción y no en el efecto producido, porque las virtudes morales son para obrar y no para producir por sí mismas». En cambio, las actividades técnicas o «artes tienden a la producción, y por eso se ha dicho que en ellas puede haber deficiencia como en la naturaleza». Por consiguiente: «el mal moral no se considera como un efecto de la materia o de la forma, sino como un resultado de la acción agente». En el mal moral, el mal no está en el efecto, ni en su materia ni en su forma, porque los actos morales no son para producir un efecto externo, sino para obrar el agente.
La causa del mal en los actos humanos a diferencia del mal físico, está en sentido propio en los actos, porque el mal moral consiste en la sola acción y no en un efecto producido. Para buscar la causa deficiente en el acto hay que tener en cuenta que en las acciones morales hay cuatro principios activos ordenados. «Uno de los cuales es el poder de ejecución, o sea, la fuerza motriz, por la que se mueven los miembros para ejecutar lo mandado por la voluntad». Otro principio es, por tanto, la voluntad, «que mueve a esta fuerza». Como: «la voluntad se mueve por el juicio de la potencia aprehensiva, que juzga si tal cosa es un bien o un mal», el siguiente principio es el entendimiento. Por último: «La potencia aprehensiva, a su vez, es movida por la cosa aprehendida».
Los principios activos de los actos morales son así los cuatro siguientes: «el primer principio activo de las acciones morales es la cosa aprehendida; el segundo la facultad aprehensiva; el tercero la voluntad; y el cuarto, la fuerza motriz, que ejecuta lo mandado por la razón».
La deficiencia en el acto moral malo no puede estar en el último principio, porque: «el acto de la fuerza ejecutora supone ya el bien o el mal moral, puesto que tales actos externos pertenecen a la moral en cuanto que son voluntarios». Tampoco se encuentra en el objeto, el primer principio, porque: «el acto con que una cosa mueve a la fuerza aprehensiva está inmune de vicio moral, pues lo visible mueve naturalmente a la vista, como cualquier objeto mueve a la potencia pasiva». Lo mismo se puede decir del segundo principio, porque: «considerando en sí el acto de la potencia aprehensiva, carece de vicio moral; pues, así como su defecto excusa o disminuye el vicio moral –como lo disminuye el defecto de la fuerza ejecutora–, así también la debilidad y la ignorancia excusan o disminuyen el pecado».
Debe concluirse, por consiguiente: «el vicio moral se da primera y principalmente en el solo acto de la voluntad, y con razón, puesto que un acto se llama moral porque es voluntario. La raíz y el origen del defecto moral se ha de buscar en el acto de la voluntad».
318. ––El proceso de los principios del acto moral, como indica el mismo Aquinate: «parece originar una dificultad. Pues como el acto defectuoso nace de la deficiencia del principio activo, es menester presuponer en la voluntad la existencia de un defecto anterior al defecto moral. Y, en realidad, si dicho defecto es natural, siempre será inherente a la voluntad, resultando que ésta pecara siempre que obre», porque si es natural será necesario. «Lo cual es falso como lo demuestra el hecho de los actos virtuosos» ¿Cómo se resuelve este inconveniente?
––Nota Santo Tomás que el problema se agrava porque: «si el defecto es voluntario, ya es un defecto moral, cuya causa habrá de buscarse nuevamente, dando lugar a un proceso racional infinito». Ello sería absurdo, pero queda otra posibilidad: que el defecto tuviese una causa azarosa, pero tampoco puede admitirse, porque tal deficiencia: «tampoco es casual y fortuita, pues entonces no habría en nosotros defecto moral, ya que lo casual es impremeditado y extrarracional».
Por consiguiente, la única posibilidad que queda es sostener que, por una parte: «el defecto preexistente en la voluntad no es natural, con objeto de evitar que la voluntad peque siempre que obra». Por otra, consecuentemente, afirmar que: «es voluntario, pero no defecto moral, y así evitamos un proceso infinito».
Debe precisarse asimismo que el origen del mal de la voluntad no está en un defecto previo de la razón.La deficiencia de la razón, aunque sea previa, no es objeto de la moral, porque las consideraciones racionales no son morales. Son independientes del mal moral, porque no hay mal moral mientras la voluntad no tienda a un fin indebido.
En el acto moral, el defecto de la razón, siempre que no sea por ignorancia invencible, remite a la voluntad. El defecto cognoscitivo en el acto moral es un acto voluntario, porque la voluntad puede hacer que la razón considere o deje de considerar un objeto ordenado al bien último y en su lugar lo haga con otro desordenado.
319. ––Según esta respuesta del Aquinate, la raíz y el origen del defecto moral está en el acto de la voluntad. En donde se da primera y principalmente el mal es en el acto de la voluntad. Esta deficiencia o defecto de la voluntad no se debe a su misma naturaleza. No es natural, porque entonces la voluntad siempre haría el mal. Se convertiría así en necesario, y, por el contrario, la voluntad realiza también actos buenos. ¿Cuándo la voluntad realiza actos buenos?
––Explica seguidamente Santo Tomás que: «cuando la voluntad tiende al acto, movida por la aprehensión de la razón, que le ofrece su propio bien, tendremos una acción como es debido. Sin embargó, cuando actúa lanzándose a la prosecución de lo que le ofrece el apetito sensitivo o de otro bien que le presenta la razón, diverso del suyo propio, tendremos el defecto moral en la acción de la voluntad». La acción es mala cuando la voluntad actúa movida por un bien aparente, que le presenta la razón, movida por las pasiones.
Por consiguiente: «en la voluntad, el defecto de ordenación a la razón y al propio fin precede al pecado de la acción». En cuanto a lo primero: «hay defecto de ordenación a la razón cuando por una súbita aprehensión sensible tiende la voluntad a un bien deleitable sensible». Respecto al defecto: «de ordenación al fin debido, cuando la razón llega razonando, a un bien que no es tal por una u otra circunstancia, y, sin embargo, la voluntad tiende a él como a su propio bien. Ese defecto de orden es voluntario, puesto que la voluntad puede querer o no». Por consiguiente, la verdadera causa del mal moral, la causa próxima e inmediata, está en el acto de elección, en la libertad de la voluntad.
Sin realizar el acto de querer el bien o no hacerlo, la voluntad: «también puede hacer que la razón considere actualmente o deje de considerar esto o aquello. No obstante, este último defecto no es un mal moral, porque si la razón nada considera, o considera algún bien, no habrá pecado mientras la voluntad no tienda a un fin indebido, lo cual ya sería un acto voluntario»[1].
320. ––Después de esta explicación del capítulo décimo, concluye el Aquinate: «Tanto en lo natural, como en lo moral, vemos que el mal sólo es causado por el bien accidentalmente»[2]. Añade, en el siguiente capítulo: «lo anterior nos sirve para demostrar que todo mal se funda en algún bien»[3]. ¿Cómo demuestra esta inferencia?
––En todos los grados de los entes, el bien es causa activa del mal accidentalmente. De esta tesis se sigue, en primer lugar,que todo mal se funda en un bien. Ello significa que el mal tiene que estar siempre en un sujeto, que, por no poder ser malo, tiene que ser bueno.
Lo demuestra con este breve argumento: «El mal no puede tener existencia de por sí, puesto que no tiene esencia, según se ha demostrado (c. 7). Luego es preciso que esté en algún sujeto. Y todo sujeto, como es una substancia, es cierto bien, como consta por lo dicho (c. 7). Según esto, todo mal está en algún bien». El mal necesita necesariamente un sujeto que lo sustente, porque no posee un ser propio, ya que no tiene una esencia a la que su ser pudiera estar proporcionado. Sin ser, el mal para existir necesita de un ente, que le proporcione la existencia por su propio ser entitativo, proporcionado a su esencia propia
Otro argumento más sencillo es el siguiente: «El mal sólo es causado por el bien y sólo accidentalmente. Pero todo lo que se da accidentalmente se reduce a lo que se da por sí. Luego con el mal causado, que es un efecto accidental del bien, siempre ha de darse algún bien que sea efecto directo del bien, sirviéndole de fundamento, porque lo accidental se funda sobre lo substancial».
321. ––A esta primera consecuencia se puede objetar lo siguiente: «como el bien y el mal son opuestos, y uno de los opuestos no puede ser sujeto del otro, porque lo rechaza a primera vista, no parece conveniente el decir que el bien es sujeto del mal». ¿Cómo se resuelve esta dificultad?
––Sostiene Santo Tomás que desaparece el inconveniente, si se profundiza en :la verdad de la afirmación de que el bien sustenta al mal, «pues el bien en toda su generalidad abarca lo mismo que el ente, puesto que todo ente, en cuanto tal, es bueno (c. 7). Y no hay inconveniente en admitir que un no ente esté en un ente como en su sujeto, porque cualquier privación es un no ente y, sin embargo, tiene por sujeto a la substancia, que es un ente».
En cambio: «El no ente no está como en un sujeto en el ente al que se opone. Por ejemplo, la ceguera no es un no ente universal, pero si un no ente particular, que consiste en la privación de la vista. No está, pues, en la vista, su opuesto, como en su sujeto, sino en el animal. De manera semejante, el mal no está en el bien, al que se opone, como en un sujeto, puesto que lo hace desaparecer; sino que está en algún otro bien»[4]. Al igual que la ceguera no está en la vista, porque, por ser la negación de la misma, cuando hay ceguera ya no hay vista, pero si que está en el sujeto de ambos –el animal que debe tener por naturaleza visión–, el mal no está en su bien opuesto, removido por él, sino en otro bien, que era su sujeto..
322. ––De que siempre el bien, en todos los casos, sea causa accidental del mal ¿se sigue otra consecuencias?.
––La segunda consecuencia, que lo es también de la anterior, es que, en su efecto de privar del bien, el mal nunca destruye todo el bien en el que se sustenta. De manera que: «por mucho que se multiplique al mal, jamás podrá destruir todo el bien». Queda probado al advertirse que: «para que persita un mal es inevitable que persista también su sujeto, que es el bien. Luego el bien siempre persiste»[5].
323. ––Declara el Aquinate que: «como sucede que el mal tiende al infinito, e intensificándose el mal, disminuye el bien, parece que el bien disminuirá al infinito a causa del mal», y, por mucho que disminuyera, no acabaría, por tanto, por desaparecer nunca el bien. ¿No podría ser este argumento otra prueba de esta segunda consecuencia?
––La argumentación no puede ser otra prueba, porque: «el bien que puede disminuir a causa del mal es preciso que sea finito, porque el bien infinito no es capaz de mal, según se demostró en el libro primero (c. 39) [6]. Sin embargo, parece que entonces, en un momento dado, desaparecerá todo el bien a causa del mal; porque, si a lo finito se le quita algo innumerables veces es preciso que alguna vez sea consumido por sustracción».
324. ––Podría todavía replicarse que: «la siguiente sustracción hecha en la misma proporción que la primera y repitiéndose indefinidamente, no pueda consumir el bien, como sucede con la división de lo continuo, como si a una línea de dos codos le quitamos la mitad y al resto le volvemos a quitar otra mitad y así indefinidamente, siempre quedará algo que se pueda dividir. En este proceso de división, el último residuo siempre será menor en cantidad; pues la mitad del todo, que se sustrajo antes es mayor según la cantidad absoluta que la mitad de la mitad, aunque permanezca la misma proporción». Se está ante un infinito relativo o indefinido, que a diferencia del infinito absoluto, que no tiene limite ni en potencia ni en acto, tiene limite en acto, pero no tiene limites en potencia. Se trata, por tanto, de un infinito matemático, como el número, que puede crecer o disminuir indefinidamente, pero en acto siempre es finito o limitado. ¿Cómo no puede aceptarse entonces que el argumento sea válido?
––En la contrarréplica correspondiente de Santo Tomás indica sobre lo argumentado que: «esto no tiene lugar en la disminución que hace el mal del bien». No se comporta como el número o la línea, como el infinito matemático: «porque cuanto más disminuido esté el bien por el mal, más débil será y, en consecuencia, podrá ser más disminuido por el mal siguiente. Por otra parte, sucede también que el mal siguiente es igual o mayor que el anterior; luego con el segundo mal no siempre se le quitará al bien una cantidad menor, guardando la misma proporción». El argumento de la réplica, aunque se acepta la tesis de la imposibilidad de la destrucción total del bien por el mal, no consigue, por tanto, probarla. En cambio, queda probada con la respuesta aportada.
325. ––¿El Aquinate da alguna otra argumentación alternativa para probar esta tesis?
––Santo Tomás termina este capítulo dedicado a la segunda consecuencia que se sigue de la causalidad accidental del bien en el mal, con la siguiente confirmación de la misma: «En el mundo de la naturaleza, esta disminución del bien por el mal no puede prolongarse al infinito. Tanto las formas como las fuerzas naturales tienen todas sus límites y llegan a un término que no pueden traspasar. Según esto ni una forma contraria cualquiera ni tampoco el poder de un agente contrario pueden aumentar al infinito, de modo que resulte que el bien disminuya al infinito a causa del mal».
Sin embargo, hay una excepción, porque: «En lo moral cabe esta disminución al infinito, pues el entendimiento y la voluntad no tienen límites señalados a sus actos. El entendimiento, entendiendo puede proceder al infinito, por eso se dice que las especies matemáticas de números y figuras son infinitas».
También ocurre lo mismo en la otra facultad espiritual, porque la voluntad puede progresar en su querer al infinito; por ejemplo, quien quiere cometer un hurto, puede querer cometerlo nuevamente e infinitas veces. Y cuanto más persigue la voluntad los fines indebidos, tanto más difícilmente vuelve al fin propio y debido, como se ve en quienes por la costumbre de pecar han contraído hábitos viciosos. Luego el bien de una aptitud natural puede disminuir al infinito por el mal moral»[7].
En la Suma teológica, precisará Santo Tomás que: «El mal acontezca las más veces es absolutamente falso. La cosas generables y corruptibles, únicas en que se da el mal de naturaleza, son una parte insignificante de todo el universo. Y, además, en cada especie acontece las menos veces darse el defecto de naturaleza».
En cambio, no ocurre así con el defecto moral, porque: «Sólo en el hombre parece darse el caso de que lo defectuoso sea lo más frecuente; porque el bien del hombre, como hombre, no es el que se cifra en las sensaciones corporales, sino el que es conforme a la razón; sin embargo, son más los hombres que se guían por los sentidos que los que se guían por la razón»[8].
Parece, por todo ello, que se cumple lo afirmado en el segundo argumento, la infinitud del mal, para probar con ello que no puede desaparecer el bien sustentador del mal, Sin embargo, tampoco permite la demostración de esta última tesis, porque la aptitud natural al bien: «jamás desaparecerá completamente, pues le acompaña siempre la naturaleza, que permanece»[9].
En la Suma teológica, precisa que la inclinación natural al bien: «se funda en la naturaleza como en su raíz y tiende al bien de la virtud como a su término y fin» Como el fin en sí mismo es extrínseco a la naturaleza, su tendencia puede disminuir infinitamente. En cambio, no puede darse ninguna disminución respecto a su raíz, que está en la naturaleza del hombre. Por su arraigo en su misma naturaleza, la inclinación al bien es una propiedad esencial del hombre y tiene que permanecer siempre que conserve su naturaleza. «Es lo que sucede en un cuerpo diáfano; por su misma naturaleza tiene aptitud para recibir la luz, pero esta disposición se va amortiguando a medida que se forman nebulosidades que la obscurecen, aunque la raíz permanezca en el fondo de la naturaleza»[10].
326. ––«El mal no tiene causa propia, pero según lo dicho: «es menester que todo mal tenga una causa accidental». ¿Cómo se demuestra?
––Para demostrarlo Santo Tomás, prueba primero que: «todo lo que está en algo como en un sujeto, es preciso que tenga alguna causa». La razón que da es: «porque o es causado por los principios del sujeto o lo es por una causa extrínseca. Pero el mal está en el bien como en un sujeto, según demostramos (c. 11). Luego ha de tener alguna causa».
Después, prueba que: «Lo que se halla en otro después de constituida la naturaleza de éste, le sobreviene por una causa extraña». Para ello, advierte que: «todo lo natural permanece en el sujeto de no impedirlo un extraño; por ejemplo, la piedra no se dirige hacia arriba si uno no la lanza, y el agua no calienta si otro no le aplica el calor». En cambio: «El mal siempre aparece al margen de la naturaleza de aquel en quien está, por ser privación de lo que uno tiene y debe tener». Por consiguiente: «todo mal tiene alguna causa, de lo que proviene accidentalmente»[11].
327. ––El mal es causado accidentalmente, pero por su parte ¿el mal puede ser causa?
––El mal de por sí no puede ser causa, sin embargo, puedo serlo accidentalmente. «No puede ser causa de por sí, porque una cosa no es causa por lo que tiene de deficiente, sino por lo que tiene de entidad; pues sí falla totalmente, no podría ser causa de nada».El mal, que es la deficiencia en el bien, no puede ser causa de por sí de nada. Por consiguiente, si: «el mal es causa de algo», no lo es «de por sí, sino accidentalmente».
Queda confirmado porque: «a través de todas las especies de causas, encontramos que el mal es causa accidental».En primer lugar: «en la especie de causa material, porque por indisposición de la materia se produce un defecto en el efecto». En segundo lugar: «En la especie de causa formal, porque siempre a la aparición de una forma va unida la privación de otra», lo que ocurre no por necesidad de la primera, y, por tanto, accidentalmente.
En tercer lugar: «en la especie de causa eficiente, porque por el deficiente poder de la causa agente siguiese un defecto en el efecto y en la acción». El mal es causa accidental, porque el que causa es el bien al que afecta y que produce otro bien. Sin embargo, como «un defecto de la causa se reproduce en el efecto», el mal o defecto en la causa hace que se dé en el efecto, por no haber actuado la causa con toda su bondad. En este sentido puede decirse que un mal ha causado accidentalmente otro mal. Por último: el mal es causa accidental, «en la especie de causa final, porque el mal va unido al fin indebido, puesto que por él se impide el debido fin»[12]. Es así accidental el fin indebido al que se tiende.
328. ––¿Qué se sigue de esta causalidad accidental del mal?
––La tesis de la causalidad accidental del mal, por una parte, permite advertir la diferencia entre la causalidad accidental del bien con la causalidad accidental del mal con respecto al mismo mal. La causalidad accidental del bien con respecto al mal es primaria y anterior, porque el mal causado accidentalmente está en un efecto causado por el mismo bien.
Por otra parte, queda refutado el maniqueísmo, que frente a Dios, afirmaba otro primer principio absolutamente malo, que explicaría la naturaleza y la existencia del mal en el mundo. De la tesis de la causalidad accidental del mal: «resulta que no puede darse un sumo mal que sea el principio de todos los males». Con ello, además, queda rechazado: «el error de los maniqueos, que afirmaban la existencia de un mal sumo, primer principio de todos los males».
No puede existir el sumo mal, porque este supuesto: «sumo mal debería darse separado absolutamente de todo bien, como el sumo bien es el que está separado totalmente de todo mal. Sin embargo, no puede haber un mal separado absolutamente del bien, pues se ha demostrado que el mal se funda en el bien»[13].
No hay sumo mal, pero existe el mal de manera misteriosa y es percibido y sufrido por el hombre. Como como Alberto Caturelli –en una de las mejores obras sobre el mal, que responde al relativismo y cinismo que invaden del mundo de hoy–, los meros estudios filosóficos no: «logran desalojar el sentimiento de que el mal es cierta «caída» por la cual se «padece»; cierta situación o, si se quiere, cierto estado que se sigue del caer, sea físico o moral; por eso podría decirse que, como a tientas, el hombre se descubre existiendo en estado lapsario; es decir, de «caído» como el del caminante que ha resbalado y al caer no tiene más remedio que seguir «caído», sin poder incorporarse (…) necesita ser rescatado, salvado, liberado; el hombre «quiere ser siempre» (no morir) y ser liberado de la maraña inextricable de los males»[14].
Eudaldo Forment
[1] Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 10.
[2] Ibíd. Véase: Laurent Sentis, Saint Thomas d’Aquin et le mal, Paris, Beauchesne, 1992, p. 84 y ss.
[3] Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 11.
[4] Ibíd. «El mal escapa a todo intentó de sujetarlo, como una criatura de la tinieblas emboscada en medio de los seres de muestro mundo» (L.B. Geiger, La experiencia humana del mal, (Trad. Rafael Tomás Caldera), Caracas, Editorial Dimensiones, s.f., , p. 61).
[5] Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 12.
[6] En este capítulo,se demuestra que «en Dios no puede haber mal».
[7] Santo Tomás, Suma contra los gentiles, II, c. 12.
[8] ÍDEM, Suma teológica, I, q. 49, a. 3, ad 5.
[9] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 12.
[10] ÍDEM, Suma teológica, I-II, q. 85, a. 2, in c.
[11] ÍDEM, Suma contra los gentiles, II, c. 13.
[12] Ibíd., c. 14.
[13] Ibíd., c. 15.
[14] Alberto Caturelli, El abismo del mal, Gladius, Buenos Aires, 2007, pp. 33-34.
XXX. La causalidad del mal
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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