HISTORIA DE LUIS AGOTE Y SU TÉCNICA DE TRANSFUSIÓN DE SANGRE
El primer intento de transfusión sanguínea registrado ocurrió en 1492 cuando el Papa Inocencio VIII cayó en coma, por lo que se recurrió a la sangre de tres niños y se la administró por la boca, ya que no había conocimientos científicos sobre la circulación sanguínea, descubrimiento que le pertenece a Williams Harvey en el siglo XVII. Los tres niños y el Papa fallecieron.
Según antiguas referencias, se sabe que quien primero logró transfundir sangre con buen éxito de un ser vivo a otro, fue el cirujano inglés Lower, que cumplió la experiencia en 1665 utilizando perros.
Fue ése el punto de partida de una serie de intentos similares que depararon no pocos desenlaces mortales, por lo que la transfusión sanguínea entre seres humanos permaneció largo tiempo en el umbral de lo inalcanzable.
Mas tarde en 1667 se realizó la primer transfusión de sangre a un enfermo de sífilis que murió luego de haber recibido sangre de un perro, aunque parecía que el proceso iba «ser exitoso, el paciente empezó a sentir fuertes dolores de los órganos y a orinar negro».
Tal situación comenzó a cambiar hacia 1900, cuando el norteamericano Landsteiner descubrió los grupos sanguíneos y el francés Alexis Carrel preconizó la transfusión directa. De todos modos subsistían diversos problemas derivados de una dificultad aparentemente insuperable: la coagulación. La única forma de transfusión era la directa, que se practicaba conectando el torrente circulatorio del dador al del receptor mediante conductos de goma y otros implementos; ello imponía efectuar una serie de malabarismos quirúrgicos y salvar un sinnúmero de inconvenientes, entre ellos el de no poder controlar con exactitud la cantidad de sangre transfundida.
En el siglo XIX se identificaron los diferentes tipos de sangre y como la incompatibilidad de la misma entre donante-receptor puede causar la muerte y también se descubrió el factor Rh de la sangre. Pero el método de conservación de sangre humana para su uso diferido en transfusiones, mediante la adición de citrato de sodio, fue desarrollado por el médico argentino Luis Agote en 1914. (imagen arriba- izq.)
En procura de esa solución sobre la coagulación, investigó el doctor Luis Agote, médico argentino nacido en 1869 y diplomado en 1893. Al egresar de la Universidad de Buenos Aires, el inquieto espíritu que lo animaba lo llevó a ejercer la docencia y a militar políticamente, pero su nombre pasó a la historia asociado al notable resultado de su labor investigadora.
El Dr. Agote nació en Buenos Aires el 22 de septiembre de 1868. Tras cursar sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Nacional, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1887) donde se graduó de médico con una tesis sobre hepatitis supurada (1893). Luego, comenzó a ejercer su profesión en el campo de la clínica hasta que en 1895 fue designado director del lazareto de la isla Martín García. En 1905 fue profesor suplente en la Facultad de Medicina y en 1915 titular de la cátedra de Clínica Médica.
Tuvo un desempeño brillante como académico y también incursionó con éxito en política. Fue un hombre para quien el honor y los valores fueron mucho más que palabras. Siendo ya médico, un familiar directo suyo sufrió una terrible hemorragia que se intentó combatir por todos los medios. Fue en vano. Aquella persona murió ante la desesperación y la impotencia del doctor Agote y sus colaboradores, que nada pudieron hacer para evitarlo. Pero, sin saberlo, había sembrado con su muerte la semilla de muchas vidas en la historia del mundo. A partir de ese episodio Agote comenzó a estudiar de manera intensiva la forma de reemplazar la sangre de un paciente ante casos como ese.
La formación de grumos en la sangre era, hasta entonces, el obstáculo insalvable. Agote y su equipo en el que se destacaba el laboratorista Luis lmaz, pasaron muchos meses de desvelo buscando una solución. Al fin, cuando casi habían abandonado la búsqueda, algo ocurre después de una prueba. Habían agregado diferentes elementos en la sangre sin resultados positivos pero esta vez el esfuerzo había dado sus frutos: el citrato de sodio evitaba la formación de esos temibles grumos, lo que significaba que las transfusiones serían posibles. Pero había que probarlo en un ser humano.
Después de varias pruebas, el 9 de noviembre de 1914, concretaron exitosamente la transfusión de 300 cm³ de sangre, donada por un empleado del Hospital a una parturienta que tres días después dejó el nosocomio en perfecto estado de salud.
El inquieto espíritu que lo animaba lo llevó a ejercer la docencia y a militar políticamente, pero su nombre pasó a la historia asociado al notable resultado de su labor investigadora. Comenzó a estudiar el modo de mantener la sangre licuada, secundado por el laboratorista Lucio Imaz; entre los caminos que se abrían a la investigación estaba la posibilidad de añadir a la sangre algún elemento que impidiera su coagulación sin alterar sus componentes ni acarrear consecuencias nocivas para quien la recibiera.Al cabo de una paciente pesquisa, Agote y su ayudante descubrieron que el citrato de sodio cumplía las condiciones requeridas y resultaba totalmente inocuo para el organismo, aun administrado en dosis elevadas.
El doctor Agote comunicó su descubrimiento al mundo y en un primer momento solo recibió respuestas corteses por vía diplomática. Cuando el “New York Herald” publicó una síntesis de su método, el tema comenzó a interesar, a tal punto que el norteamericano Lewinsohn y el belga Hustinse apresuraron a reclamar el descubrimiento como propio (venían trabajando paralelamente al científico argentino).
Se entabló entonces una polémica en la que unos y otros se atribuyeron la prioridad aunque la publicación del estudio en el periódico norteamericano y las constancias del anuncio del descubrimiento efectuadas oportunamente por el Dr. Agote, fueron pruebas contundentes que dejaron aclarado que fue él quien primero logró la hazaña.
Se jubiló en 1929, a los sesenta años. En 1986 dio su nombre al Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson, que fundara con tanto cariño. Murió el 12 de noviembre de 1954. Fue uno de los más perfectos exponentes de la brillante generación graduada durante la época del noventa, generación que pocas veces podrá ser igualada.
Maestro en el verdadero sentido, de la palabra, por la superioridad de su talento, su carácter investigador y su enorme experiencia, extendió más aún sus horizontes por la amplitud de su espíritu. dilatado por el culto de las letras y las artes. Unió a todo ello su bondad innata, su prestancia física, su elegancia en el vestir, una educación esmerada que trató siempre de mantener y su proverbial caballerosidad.
APLICACIÓN EN LA GUERRA: Los estadounidenses organizaron servicios móviles de transfusión de sangre y, gracias al hallazgo en los Estados Unidos del factor Rh, se pudieron establecer almacenes de sangre con distintos grupos sanguíneos.
El papel más cruel en el campo de la investigación médica lo protagonizaron los nazis con sus experimentos sobre eugenesia y genética humana. Muchos judíos y gitanos fueron utilizados como cobayos para saciar la curiosidad de los especialistas alemanes. Joseph Mengele llegó a Auschwitz en marzo de 1943. Aquel siniestro investigador apodado «ángel de la muerte» torturó a infinidad de prisioneros, sometiéndolos a los experimentos más salvajes. Su apellido quedó como sinónimo del espanto que se vivió en aquel campo de exterminio.
El capítulo final de los horrores de la Segunda Guerra Mundial tuvo otro protagonista letal: el bombardeo atómico por parte de los Estados Unidos sobre Japón, cuyo resultado mostró la cara más oscura de la radioactividad. La Guerra de Corea trajo otras mejoras médicas, como la utilización por primera vez del plástico para las transfusiones de sangre, el desarrollo de los hospitales militares quirúrgicos móviles (MASH) y la utilización de helicópteros para el rápido traslado de los heridos.
Estas tres grandes innovaciones se perfeccionaron en la Guerra de Vietnam. En aquellos años, los médicos militares lograron otro hito al aplicar a los heridos un apoyo nutricional total (hidrolizados proteínicos, glucosa y emulsiones intravenosas de grasa), que hizo disminuir el número de bajas.
AMPLIACION SOBRE LA HISTORIA DE LAS TRANSFUSIONES SANGUÍNEAS:
Según antiguas referencias, quien primero logró transfundir sangre con buen éxito de un ser vivo a otro, fue el cirujano inglés Lower, que cumplió la experiencia en 1665, utilizando perros. Fue ese el punto de partida de una serie de intentos similares que depararon no pocos desenlaces mortales, por lo que la transfusión sanguínea entre seres humanos permaneció largo tiempo en el umbral de lo inalcanzable. Tal situación comenzó a cambiar hacia 1900, cuando el norteamericano Landsteiner descubrió los grupos sanguíneos y el francés Alexis Carrel preconizó la transfusión directa.
De todos modos, subsistían diversos problemas derivados de una dificultad aparentemente insuperable: la coagulación. La única forma de transfusión era la directa, que se practicaba conectando el torrente circulatorio del dador al del receptor mediante conductos de goma y otros implementos; ello imponía efectuar una serie de malabarismos quirúrgicos y salvar un sinnúmero de inconvenientes, entre ellos, el de no poder controlar con exactitud la cantidad de sangre transfundida. Por lo demás, el método suponía en aquel entonces algunos riesgos bastante serios para el dador, que corría el peligro de sufrir embolias, contraer enfermedades infecciosas o debilitarse demasiado. La solución, buscada por los médicos de todo el mundo, consistía en impedir la coagulación.
En procura de esa solución investigó el doctor Luis Agote, médico argentino nacido en 1869 y diplomado en 1893. Al egresar de la Universidad de Buenos Aires, el inquieto espíritu que lo animaba lo llevó a ejercer la docencia y a militar políticamente, pero su nombre pasó a la historia asociado al notable resultado de.su labor investigadora.
Comenzó a estudiar el modo de mantener la sangre licuada, secundado por el laboratorista Lucio Imaz; entre los caminos que se abrían a la Investigación estaba la posibilidad de añadir a la sangre algún elemento que impidiera su coagulación sin alterar sus componentes ni acarrear consecuencias nocivas para quien la recibiera.
Al cabo de una paciente pesquisa, Agote y su ayudante descubrieron que el ci-trato de sodio cumplía las condiciones requeridas y resultaba totalmente inocuo para el organismo, aun administrado en dosis elevadas.
La demostración definitiva de su efectividad se llevó a cabo el 14 de noviembre de 1914, cuando hubo que salvar la vida de una parturienta que se hallaba en difícil trance, a causa de una hemorragia. El dador fue José Machia, portero del hospital Rawson, quien donó 300 centímetros cúbicos de su sangre que fueron transfundidos a la paciente ante la expectación de varios médicos que asistían a la experiencia. El concienzudo accionar de Ernesto Merlo, encargado de efectuar la transfusión fue seguido atentamente por Agote, así como por el decano de la Facultad de Medicina, el director de la Asistencia Pública, el intendente municipal y otros académicos, profesores y médicos.
Tres días más tarde la enferma, totalmente restablecida, abandonaba el Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson, donde se realizó la operación, y la novedad era telegrafiada a todos los rincones del mundo y a las naciones beligerantes de la primera guerra mundial.
CRÓNICA DE LA ÉPOCA:
Períodico El Bicentenario Fasc. N°6 Período 1910-1929
La exitosa transfusión de sangre efectuada por el doctor Luis Agote «en el hospital Rawson constituye una experiencia de trascendencia internacional, ya que es la primera vez en la historia que se consiguió traspasar sangre de una persona a otra sin que se coagulara. Lo más cercano hasta ahora habían sido el trabajo realizado por el médico francés Jean Baptiste Denys, quien llegó a hacer una transfusión de de sangre de un carnero a un paciente, y el de su colega austríaco Karl Landsteiner, quien descubrió sustancias capaces de aglutinar glóbulos rojos en la sangre de otros seres humanos.
Se trata de los denominados grupos sanguíneos. Ahora, Agote ha dado un paso más en esta serie de experimentaciones al descubrir la incompatibilidad Ientre unos y otros. Tras incontables experimentos Agote y su asistente de laboratorio Lucio Imaz, determinaron que una sustancia de socio era la que evitaba la formación de coágulos en la sangre. Después de varias pruebas, concretaron exitosamente la transfusión de 300 cm3 de sangre, donada por un empleado del hospital a una parturienta que tres días después dejó el nosocomio en perfecto estado de salud.
Agote dio a conocer su descubrimiento a otros lados del mundo pero al principio la respuesta fue muy fría. Pero cuando el New York Herald publicó una síntesis de su método, despertó el interés del científico norteamericano Lewinsohn y del belga Hustin, quienes se apresuraron a reclamar el descubrimiento como propio, ya que venían trabajando en paralelo a Agote. Se entabló entonces una polémica en la que unos y otros se atribuyeron la prioridad. Pero la publicación del estudio en el periódico norteamericano y las constancias del anuncio del descubrimiento efectuadas oportunamente por Agote fueron pruebas contundentes que dejaron aclarado que fue él quien primero logró la hazaña.
Desde 1915, Agote es titular de la cátedra de Medicina Clínica de la Universidad de Buenos Aires, de donde se graduó con una tesis sobre hepatitis supurada.
Fuente Consultada:
Crónica Loca de Víctor Sueiro y www.cruzadadelrosario.org.ar
https://historiaybiografias.com/transfusion/
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