Efectivamente, el primero que voló con algo que se pueda considerar un avión fue el brasileño Santos Dumont. Lo de los hermanos Wright tuvo su mérito, indudablemente, pero fue poco más que un salto en el aire, a poca altura y no llegó a cien metros de recorrido. Con esta se apuntan dos tantos en la historia de la aviación nuestros hermanos en la Hispanidad del Brasil, porque el globo aerostático ya lo había inventado un brasileño, el P. Bartolomé de Gusmão, con su Passarola. No nos olvidemos tampoco del burgalés Diego Marín Aguilera, que estudiando la mecánica de los molinos pensó en encontrar una manera de volar como las aves, y construyó un aparato volador al que cubrió de plumas de águilas y de buitre. Estudió el movimiento de las alas y la cola de las aves y la debida proporción entre el peso y la longitud de las alas. Con la ayuda del herrero de su pueblo (Coruña del Conde), construyó una armazó de hierros con articulaciones y unos estribos para introducir los pies. Tras seis años de estudio y trabajo, despegó por fin en la noche del 15 de mayo de 1793. No llegó a recorrer más de unos 350 metros porque la rotura de un perno lo obligó a aterrizar
Monumento que reproduce el aparato de Marín Aguilera en su pueblo natal.
Volviendo a Santos Dumont, recomiendo visitar A Encantada, su curiosa casa museo en Petrópolis
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