Hay algo bueno en la contemplación de esta película y es que, gracias a los efectos especiales, nos percatamos de lo insignificantes que somos los humanos. Nos damos cuenta de nuestra pequeñez y miseria y de la futilidad de las cosas del mundo. Todo esto ya ha sido enseñado en las Sagradas Escrituras y tratado por los Santos de todas las épocas, pero en estos "filmes" lo apreciamos en toda su espantable crudeza. Esto nos debería servir para volver los ojos a lo Alto y dar gracias a Dios porque nos ha hecho herederos de su Reino. A mi, al menos, me ha servido.