Bochornoso el espectáculo televisado anoche por La 2. Agarraos, compadres, que va el título: <<Don Juan en Alcalá 2005>>. Puro hard-core, ya veis.
Un Tenorio indefinible, indescriptible, inenarrable e infumable, refrito con así como una especie de cameo con Don Quijote y Sancho -ambos con pinganillos y glosando inoportunamente la obra maestra de Zorrilla a golpe de ripio -. En cuanto a las interpretaciones, el ex "Al salir de clase" y actual bisexual en "Aquí no hay quien viva", el repelente Mariano Alameda (Don Juan Tenorio), hizo reir, seguramente de vergüenza, al público -a aquellos pobrecillos que no cabeceaban o directamente roncaban -de principio a fin con su declamación de carrerilla y susurrante deje televisivo, poco más o menos que Ismael Martínez (Don Luis Mejía) y que el resto de actores jóvenes masculinos (es un decir). Las chicas mucho, mucho mejor, igual que los actores y actrices más maduros, en particular una espectacular Marisol Ayuso (Brígida) y un digno Antxon Jiménez (Don Gonzalo de Ulloa). Lo peor de lo peor, el empecinamiento por parte de la dirección escénica y artística en desvincular al drama de su solemnidad religiosa, con lo que se mataba el suspense y cualquier lejano remedo de catarsis entre un publico que apesar de todo aplaudieron, los pobrecillos, a ver que iban a hacer, si pagaba el Ayuntamiento, y se trataba de dejar alto el pabellón municipal. El bestial morreo -decir <<beso>> me parecería engañar a mis propios ojos -entre Don Juan y Doña Inés, ¡una vez muertos!, antes de dirigirse definitivamente al más allá, provocó seguramente ganas de vomitar hasta a la mismísima y venerable calavera del maestro Zorrilla, y de la de Tirso ya ni hablamos. Ambos debieron de revolverse a modo en sus sepulcros durante el par largo de horas que duró la mascarada. En resumen: ¡muera la fiesta de Todos los Santos! ¡viva Halloween!
No me extrañaría que Bartolo, nuestro sátrapa oriental particular metido a alcalde de Alcalá, en su intento de reinvientar todo lo inventado, teatro y clásicos incluídos, tuviera algo que ver con esto. Es muy de su estilo.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
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