Mojamé in Vatican City
No salimos de un asombro y ya tenemos servido el siguiente. Qué interés pueda tener un pergamino mahometano con caligrafía complicada, no lo sé. Como soy arábigo-analfabeto, si me dan una de esas ilustraciones la miraré un instante y me aburriré seguidamente.
Desde luego no entiendo qué pintan unas docenas de esos pergaminos expuestos en el Vaticano (será, supongo, en una de las salas de exposición del brazo de Carlomagno, al final del Colonnato, junto a la entrada del Arco delle Campane, donde están las oficinas de la Posta Vaticana y la Editrice).
No me gusta. No me gusta que Mojamé sea alabado en una exposición dentro del Vaticano. Si es preparando/ambientando lo de Asís-3, me gusta menos.
Seguramente, como correspondencia a tantísima cordialidad, se estará preparando una muestra de iconografía cristiana, con obras de Cimabue, Duccio y el Giotto, que se expondrá en una de las naves de La Meca, a 100 mts. de la Kaaba, donde los moros dan vueltas. Seguramente.
Del arte islámico me interesa muy poco, y lo que me interesa es porque sirve de peana a algo que no es islámico. La Giralda, por ejemplo, que es un prisma aburrido con un precioso remate.
Si me invierten estas condiciones, me sublevo. Por ejemplo, me rebela ver Santa Sofía de Constantinopla pintarrajeada con caligrafías otomanas mientras los mosáicos más bellos de la iconografía cristiana asoman bajo capas de yeso, fragmentados, rotos, incompletos o perdidos (destruídos) para siempre.
Lo mismo me pasa cuando sé que han levantado una mezquita sobre una iglesia, se me resiente el alma. Por esto comprendo el malestar inefable de los judíos cuando levantan los ojos y ven las mezquitas sobre su Muro de los Lamentos.
Por eso, cuando me he enterado de esta exposición mahometano-vaticana, el desconsuelo ha acompañado a la turbación.
Pero no seré hipócrita histrión y confieso que no es para tanto, que el disgusto no me quita las ganas de comer. De estas cosas, de estos sustos, ya está uno prevenido, avisado, y nos reponemos con facilidad.
Total, desde hace unos cincuenta años nos van preparando, pian piano, para esto, para estos encuentros, para estas cordiales exposiciones, tan compadres unos con otros, como si todo se pudiera hacer con todos.
¿Mi aprensión, mi temor, mi inquietud? Que se empieza con estas bagatelas de las caligrafías y un día se remata prestando la Piazza di San Pietro para la oración de los viernes.
Y si el Obelisco estorba, se quita.
+T.
EX ORBE
De todo lo dicho sólo pongo un "pero". Independientemente de las barbaridades que se tratan en él, así como de la ironía exhibida en el título del artículo, un poco más de seriedad al hacer la referencia al Vaticano no estaría de más. El Estado de la Ciudad del Vaticano es la correcta, aunque en su interior sucedan fenómenos extraños, "poltergeists musulmanes" o se detecte la presencia de ectoplasmas consentidos por algunos, no por todos algo que es manifiesto.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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