LA ALIANZA MASONERÍA-COMUNISMO
Nótese que, en su lucha para alcanzar estos objetivos, los masones eran emparentados con los comunistas, quienes, en unión con aquéllos, conspiraban para demoler la Iglesia y el Estado. Como observó el Papa León XIII en la Humanum Genus (1884), la extraordinaria encíclica sobre la amenaza representada por las Sociedades masónicas,
«Sí, esta transformación, esta subversión la traman y la proponen deliberadamente muchas asociaciones de comunistas y de socialistas; y la secta de los masones no se opone a sus actividades, sino que, al contrario, tiene en alta consideración sus designios y participa de las ideas preponderantes de aquéllas.»Como hemos descubierto desde entonces, por medio de numerosos testimonios independientes, la infiltración comunista en la Iglesia22 tuvo ya inicio en la década de los treinta del siglo pasado. El propio Lenin (el verdadero fundador del Comunismo ruso) declaró en los años veinte que se infiltraría en la Iglesia Católica, y concretamente en el Vaticano. La prueba histórica de ese propósito ha sido recientemente sintetizada en el prestigioso periódico Christian Order:
Douglas Hyde, ex comunista y famoso converso, reveló ya hace tiempo que, en la década de los años treinta, los líderes comunistas difundieron, a escala mundial, una directiva sobre la infiltración en la Iglesia Católica. Y, a principios de la década de los años cincuenta, la Sra. Bella Dodd también proporcionó informaciones minuciosas sobre la subversión comunista de la Iglesia. Hablando como antigua funcionaria de alto cargo en el Partido Comunista Norteamericano, dijo la Sra. Dodd: Durante la década de 1930 colocamos mil cien hombres entre los sacerdotes, con el propósito de destruir la Iglesia desde dentro.” La idea era que esos hombres se ordenasen y ascendiesen hasta ocupar cargos con influencia y autoridad, como Prelados y Obispos.Doce años antes del Vaticano II, ella había declarado: “En este momento se hallan en los cargos más elevados de la Iglesia”, desde los que venían actuando para conseguir cambios destinados a restar la eficacia de la Iglesia en su lucha contra el Comunismo. Añadió que esos cambios serían tan radicales que “no reconoceréis a la Iglesia Católica.”23
Como acentuó el Christian Order, la existencia de una conspiración comunista para infiltrarse en la Iglesia ha sido ampliamente confirmada no sólo por los antiguos comunistas Bella Dodd y Douglas Hyde, sino también por desertores soviéticos:
El ex agente de la KGB, Anatoliy Golitsyn, que desertó en 1961 y predijo, con 94% de exactitud en 1984, los espectaculares acontecimientos que desde entonces ocurrieron en el Bloque Comunista, confirmó hace varios años que esta «penetración en la Iglesia Católica, así como en otras iglesias, forma parte de la “línea general” [o sea, del programa inmutable] del Partido en su lucha antirreligiosa.» En efecto, centenares de documentos pasados al Occidente por el antiguo archivero de la KGB, Vassili Mitrokhin, y publicados en 1999, relatan igualmente que la KGB cultivaba las más estrechas relaciones con los católicos “progresistas” y financiaba sus actividades. Uno de los vehículos izquierdistas identificados fue la pequeña agencia de prensa católica italiana Adista, que por varias décadas promovió todas las causas o “reformas” posconciliares que se puede imaginar, y cuyo Director constaba en el Archivo Mitrokhin como agente pagado por la KGB.
La Sra. Dodd, que poco antes de morir se convirtió a la Fe, era asesora jurídica del Partido Comunista de los Estados Unidos. En la década de los años cincuenta prestó ante el Comité Parlamentario de Actividades Antiamericanas una extensa declaración sobre la infiltración comunista en la Iglesia y en el Estado. Como si desease expiar su papel en la subversión de la Iglesia, la Sra. Dodd pronunció una serie de conferencias en la Universidad de Fordham y en otros lugares, durante los años que precedieron al Vaticano II. Christian Order rememora el testimonio de un religioso que asistió a una de sus conferencias a principios de los años cincuenta:
Durante cuatro horas oí a aquella mujer y se me pusieron los pelos de punta. Todo lo que ella dijo, se cumplió al pie de la letra. Se podría imaginar que fuese la profetisa más grande del mundo; pero no era profetisa: estaba sencillamente exponiendo paso a paso el plan de combate de la subversión comunista en la Iglesia Católica. Ella explicó que, de todas las religiones del mundo, la Católica era la única que temían los comunistas, por ser su único adversario real y verdadero. La idea general era destruir, no la Iglesia como institución, sino más bien la Fe del pueblo, y, si fuera posible, llegar a usar la propia Iglesia para destruir la Fe, mediante una seudorreligión, algo que se asemejara al Catolicismo pero que no mantuviera la doctrina auténtica. Tan pronto se destruyese la Fe, — explicó ella — se inculcaría en la Iglesia un complejo de culpa (…), para tildar a “la Iglesia del pasado” de opresora, autoritaria, impregnada de prejuicios, arrogante al reivindicar para sí la condición de única poseedora de la verdad, y responsable de la división de las comunidades religiosas a través de los siglos. Esto sería necesario para que los dirigentes de la Iglesia, avergonzados, adoptasen una “apertura al Mundo” y una actitud más flexible para con todas las religiones y filosofías. Los comunistas explotarían entonces esa apertura para destruir, gradual e insidiosamente, a la Iglesia.24
Pues bien. Si los enemigos de la Iglesia lograsen tener éxito en sus planes — que acabamos de esbozar —, veríamos que ocurriría en la Iglesia lo siguiente:
En primer lugar, como predijo Roca, en un Concilio ecuménico habría una convulsión de tal envergadura, que todo el mundo comprendería que la Iglesia Católica había pasado por una revolución que la iba a alinear con las ideas modernas. Todos verían claramente que la Iglesia había sido objeto de una “modernización”.
En segundo lugar, se introduciría una nueva “teología”, con tendencia a contraponerse a las ense anzas anteriores.
En tercer lugar, los propios masones y comunistas vociferarían su estridente grito de victoria, imaginándose que la Iglesia Católica, por fin había “visto la luz” en asuntos como el pluralismo, el estado seglar, la equivalencia de las religiones y cualesquiera otras concesiones alcanzadas.
En cuarto lugar, como resultado de esa subversión, la nueva orientación de la Iglesia terminaría sobreponiéndose a los propios Dogmas y Tradiciones de la Iglesia en Sus ense azas y en Su vida práctica — incluso el Mensaje de Fátima, que habría que “revisar” o enterrar, para amoldarse a la nueva orientación.
Habremos de demostrar ahora hasta qué punto se ha llegado a realizar este plan de subversión de la Iglesia, y cómo surgió el motivo para el grave crimen cometido: la tentativa de invalidar el auténtico Mensaje de Fátima. Al perpetrar este crimen, los acusados dejaron a la Iglesia y al mundo expuestos a los más grandes peligros, incluida la aniquilación de varias naciones y la pérdida de millones de almas. Realmente este crimen no ha sido solamente contra la Iglesia sino contra la Humanidad.
Obispo Rudolph Graber
El Obispo Rudolph Graber de Regensburg (Alemania), Profesor de Teología desde 1941 y consagrado Obispo en 1962, enumera en su libro de 1974, Athanasius and the Church of Our Time — obra que además de ser extremamente lúcida contó con una amplia y entusiástica acogida por los lectores — los objetivos declarados de los enemigos de la Iglesia, con el propósito de destruirla por medio de un Concilio Ecuménico. Cita al Canónigo Roca, Sacerdote revolucionario y excomulgado, que predijo que habría un Concilio, del que resultarían «una nueva religión, un nuevo dogma, un nuevo ritual, un nuevo sacerdocio.» Mons. Graber cita además al Dr. Rudolph Steiner, de la Masonería Rosacruz, que en 1910 había declarado: «Precisamos de un concilio y de un Papa que lo proclame.» Al comentar estas previsiones, dice Mons. Graber: «Hace algunos años considerábamos esto como una cosa inconcebible; ¿pero hoy?…»
Extracto del Capítulo 5 del libro La última batalla del diablo
Ecce Christianus
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