Los siguientes trabajos fueron presentados originalmente en la página de la HSSPX de América del Sur. Yo los he tomado para su reproducción del sitio Tradición Digital.
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Acerca del anuncio de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII
Christian Bouchacourt - HSSPX
Durante el consistorio público reunido el 30 de septiembre próximo pasado, el Papa Francisco manifestó su intención de proceder a la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Semejante anuncio no deja de causarnos un gran asombro y tristeza. Efectivamente, no podemos olvidar que Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, el cual inició y fomentó un pacifismo letal con el mundo. Quiso desposar la Iglesia con las ideas liberales condenadas por sus predecesores. Juan Pablo II, a su vez, impuso el espíritu y las decisiones del Concilio en la Iglesia entera. Realizó acciones gravísimas tales como la reunión de Asís y el beso del Corán, haciendo peligrar gravemente la fe.
A fin de saber qué pensar de las canonizaciones actuales y conocer mejor los daños acarreados para la Iglesia con el pontificado de Juan Pablo II, los invito a leer los dos artículos que a continuación presentamos, los cuales hemos publicado en nuestra revista “Iesus Christus” nº 134, en marzo/abril de 2011:
Más que nunca es hora de rezar y de hacer penitencia por el Papa y la Iglesia, para que Cristo Rey ponga un término a la pasión que atraviesa la Iglesia, y que la Tradición recobre sus derechos, por el honor divino y el bien de las almas.
Padre Christian Bouchacourt – HSSPX
Superior del Distrito de América del Sur
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¿A quién debemos imitar? Juan Pablo II vs. los santos
Jean-Michel Gomis - HSSPX
En los otros artículos de la revista “Iesus Christus” Nº 134, nuestro lector podrá encontrar un planteo más bien teológico de las dificultades relativas a la beatificación de Juan Pablo II. Como solía decir Monseñor Lefebvre: ¡bienaventurados los católicos que no tuvieron que plantearse semejante problema! ¡Tener que juzgar al mismo Papa!
Pero en realidad no somos nosotros quienes emitimos un juicio, sino dos mil años de vida y enseñanza de la Iglesia; es el mismo Evangelio predicado por Nuestro Señor Jesucristo; son los santos, con sus obras y doctrina. Cuando la vida de una persona, sus enseñanzas y acciones coincidieron con la de Nuestro Señor y de los santos, sabemos que podemos seguir con tranquilidad su ejemplo para alcanzar la vida eterna. De este modo hablaba San Pablo a los Corintios: (I Cor. 11, 1): “Sed imitadores míos como lo soy de Cristo”. En cambio, si encontramos una contradicción entre la vida de dicha persona y la de los Santos, no podemos imitarla, puesto que su ejemplo nos aleja del camino del cielo.
¿Qué pensar de la vida de Juan Pablo II? ¿Coincidió con el Evangelio y el ejemplo de los santos? ¿Podemos seguir sus pasos con tranquilidad?
Sin olvidar la gravedad del asunto y conservando el respeto debido a la dignidad pontificia, trataremos de responder el interrogante planteando las graves dificultades suscitadas por el pontificado del reciente beato, y los hechos que fundan las mismas. En forma paralela recordaremos las enseñanzas y prácticas correlativas de los santos y papas anteriores. De este modo sabremos si, verdaderamente, podemos imitar al nuevo beato para alcanzar la vida eterna.
Primera dificultad:
En nombre del ecumenismo, Juan Pablo II ha renunciado a convertir las almas a la fe católica. Afirmó que todas las religiones son camino de salvación. De este modo dejó a miles de almas en el camino de la perdición.
- Los hechos: “Desde el comienzo de mi pontificado, hice del ecumenismo la prioridad de mi preocupación y acción pastoral” (1) decía Juan Pablo II. En esta pastoral le guiaron las enseñanzas del Concilio Vaticano II: “Aunque creemos que las iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no rehusó servirse de ellas como medios de salvación”.(2) Por eso dijo que “la Iglesia desea establecer relaciones positivas y constructivas con grupos humanos de credos diferentes, con vistas a un enriquecimiento recíproco”.(3) El Cardenal Kasper, que en 2001 él nombró como Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, dijo que “la acción pastoral de la Iglesia católica tanto latina como oriental ya no tiende a hacer pasar a los fieles de una Iglesia a otra”;(4) “el ecumenismo no se hace renunciando a nuestra propia tradición de fe. Ninguna Iglesia puede hacer esta renuncia”.(5) Y añadía aún más: “Podemos describir el ‘ethos’ [regla de conducta] propio del ecumenismo de vida de la siguiente manera: la renuncia a toda forma de proselitismo, sea abierto, sea camuflado”.(6) Siguiendo estos principios, es verdad que Juan Pablo II nunca llamó a la conversión a los que pertenecían a otras religiones.
- Los santos y papas anteriores: Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará” (Marcos 16, 15-16). San Juan Bautista decía que “el que cree en el Hijo tiene la vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios” (Juan 3, 36). El Papa Pío IX, retomando la Tradición de la Iglesia decía que “bien conocido es (…) el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica”.(7) Poniendo en práctica estas palabras, los Apóstoles y los Santos misioneros como San Pablo (+ 67, Apóstol), San Patricio (+ 464, Obispo), San Bonifacio (+ 754, Obispo), San Francisco Javier (+ 1552, Sacerdote), fueron a predicar la conversión al Evangelio al mundo entero. También los santos apologistas, como San Justino (+168, filósofo), San Cirilo de Jerusalén (+ 386, Doctor de la Iglesia), San Hilario (+ 368, Doctor de la Iglesia), publicaron abundancia de escritos para mostrar la verdad de la Iglesia católica y la falsedad de las otras religiones.
Con “pastoras” luteranas…
Segunda dificultad:
Por su pastoral ecumenista, Juan Pablo II ha confirmado los protestantes en su error. No condenó las herejías de Lutero, sino que buscó acordar la doctrina católica con las mismas.
- Los hechos: En el curso de uno de sus viajes a Alemania, pasando por Frankfurt, dijo: “Hoy vengo a vosotros, hacia la herencia espiritual de Martin Lutero, vengo como un peregrino”.(8) Con ocasión del 500º aniversario del reformador, escribió al Cardenal Willebrands que sobre la base de las más recientes investigaciones históricas, “se ha revelado de manera convincente el profundo espíritu religioso de Lutero, animado de una pasión ardiente por la cuestión de la salvación eterna”.(9) Siguiendo los principios del ecumenismo y llevado por su aprecio hacia Lutero, el 11 de diciembre de 1983 fue a rezar al templo protestante luterano de Roma, por lo cual se despojó de todo signo externo que manifestara la autoridad pontificia. Escuchó leer desde el púlpito una plegaria de Lutero, que él mismo había elegido antes de ir. El 31 de octubre de 1999 se publicó la Declaración conjunta sobre la justificación, en la que, con vista al ecumenismo, se puso entre paréntesis los dogmas católicos negados por los protestantes y se retomaron varias afirmaciones de Lutero.
- Los santos y papas anteriores: En primer lugar, recordemos que los errores luteranos fueron condenados solemnemente por el Papa León X (10) y por el Concilio de Trento. Además Lutero traicionó sus votos monásticos y sus promesas sacerdotales. Indujo a la monja cisterciense Catalina de Bora a violar sus votos para unirse con él en concubinato sacrílego. Destruyó la fe católica, la unidad política y la paz de media Europa. Lo animaba un espíritu de orgullo tan grande, que escribió libelos tales como “El Papa asno”, expresando además toda su obscena vulgaridad en las Tischreden (Charlas de sobremesa). San Alfonso (+ 1787, Doctor de la Iglesia) decía que la doctrina de Lutero era en realidad la “doctrina del diablo”.(11) Por eso San Roberto Belarmino (+ 1621, Doctor de la Iglesia) y San Francisco de Sales (+1622, Doctor de la Iglesia) dedicaron años de su vida a refutar la doctrina de Lutero y a convertir a los protestantes. San Fidel de Sigmaringa (+1622, Capuchino) puso su vida en peligro con el fin de predicar la conversión a los protestantes. De hecho su celo le costó la vida: murió martirizado en Suiza por los protestantes.
Con ortodoxos cismáticos…
Tercera dificultad:
Por su pastoral ecumenista, Juan Pablo II renunció a convertir a los ortodoxos cismáticos. Les dejó pensar que podían salvarse en el cisma.
- Los hechos: El 6 de junio de 1981, a causa del atentado del 13 de mayo, Juan Pablo II todavía estaba internado. Por eso invitó al metropolita Damaskinos, ortodoxo no católico, para que hablase en su lugar en la basílica San Pedro del Vaticano. Para agradar a los ortodoxos también rezó varias veces el Credo sin decir el “Filioque”,(12)fórmula rechazada por ellos. En junio del año 1993 se publicó la Declaración de la Comisión mixta para el diálogo entre la Iglesia Católica y la iglesia ortodoxa, con la que se reconocía a las comunidades ortodoxas no católicas como auténticas iglesias legítimas, se lamentaba el celo de las iglesias católicas uniatas por la conversión de los que permanecían aún fuera de la Iglesia católica, y se prohibía para el futuro el proselitismo, o sea la búsqueda de la conversión de los ortodoxos no católicos. En 2004, para fomentar la unión, entregó las reliquias de San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisósotomo, conservadas en el Vaticano, al Patriarca Bartolomé I.
- Los santos y papas anteriores: Los Santos Doctores nunca dejaron que los herejes o cismáticos predicaran en sus iglesias, sino que los condenaron y previnieron a sus feligreses contra sus falsas doctrinas. Por eso el Papa San León IX anatematizó a Miguel Celulario,(13) que causó el cisma de Oriente. Por eso el Papa Gregorio XIII prescribió solemnemente a los griegos católicos que se rezara el “Filioque” en la profesión de fe, puesto que expresa la verdad católica sobre la procesión del Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo. Después de la ruptura, convencidos de que el Señor edificó su Iglesia sobre Pedro (Mateo 16, 18) y sólo sobre él, los Santos buscaron con afán la conversión de los cismáticos. San Pedro Tomás (+ 1366, Obispo) trabajó ardientemente para lograr la conversión del Emperador de Constantinopla, Juan Paleólogo. En Polonia, San Josafat (+1623, Obispo) dedicó su vida a buscar las ovejas perdidas, y murió mártir a manos de los cismáticos.
Besando el Corán…
Cuarta dificultad:
Juan Pablo II manifestó admiración por el Islam. No buscó la conversión de los musulmanes, sino que los confortó en sus creencias y principios morales erróneos.
- Los hechos: El 19 de mayo de 1985, afirmó que “cristianos y musulmanes nos encontramos en la fe en el Dios único, nuestro creador, nuestro guía, nuestro juez clemente y misericordioso. Todos nos esforzamos por poner en práctica, en nuestra vida cotidiana, la voluntad de Dios, siguiendo las enseñanzas de nuestros respectivos libros sagrados”, ya sea la Biblia, para los católicos, ya sea el Corán, para los musulmanes. En el transcurso del año 1994, pidió al alcalde de Roma que cediera gratuitamente un terreno para la construcción de una mezquita.(14) Y para mostrar el aprecio y respeto que él tenía hacia el Islam, el 14 de mayo de 1999 besó públicamente el Corán. Fue también el primer Papa en entrar en una mezquita, el 6 de mayo del 2001.(15)
- Los santos y papas anteriores: Recordemos que en el Corán se leen afirmaciones como éstas: “Ciertamente han sido infieles los que han dicho: Alá es el Mesías, hijo de María”; “los infieles no son sino impureza e inmundicia; que no se acerquen a la mezquita”; “los combatiréis (a los infieles) o bien ellos se convertirán al Islam”.(16) “En cuanto a la moral, decía San Alfonso de Ligorio, el Corán permite robar como cada uno quiera; permite tener tantas mujeres como se pueda alimentar, divorciar como se quiera (…) manda la guerra y la venganza (…) ordena matar al que no adhiere a su fe. El Corán pide que se tenga comunicación con los demonios, para adivinar por medio de hechizos y sortilegios”.(17) Además el libro fundamental del Islam promete a los musulmanes un paraíso de amor carnal, fundado sobre el vicio.
En la historia de la Cristiandad, los Papas exhortaron al poder temporal a que combatiese y rechazase los asaltos islámicos; y para conmemorar cada victoria instituían una nueva fiesta litúrgica. Así el Papa Calixto III (+ 1458), por el triunfo que detuvo a los islámicos cerca de Belgrado en 1456, extendió a la Iglesia entera la fiesta de la Transfiguración (6 de agosto). Para recordar la victoria de Lepanto, San Pío V (+ 1572) instituyó la fiesta de Ntra. Sra. del Rosario (7 de octubre), y en 1683 el Beato Inocencio XI (+ 1689) extendió a toda la Iglesia la fiesta del Santo Nombre de María (12 de septiembre), en razón de la victoria obtenida contra los turcos por Juan Sobieski (+ 1696, Rey de Polonia) en Viena.
San Eulogio de Córdoba (+ 859, mártir) dedicó su vida a proteger a su rebaño de la infidelidad mahometana. Muchos de sus feligreses murieron mártires, y él mismo fue decapitado después de haber tratado de convertir al juez mahometano que lo condenaba.
San Aventino (+ 813, mártir), después de haber arriesgado su vida durante años para ejercer su ministerio en tierras ocupadas por los musulmanes, fue finalmente torturado y degollado por ellos.
San Emiliano (+ 725, Obispo), recordando el ejemplo de los Macabeos, invitó a sus feligreses a tomar las armas contra el peligro musulmán. Murió en el combate, alentando a sus hijos: “no teman una muerte que lleva a la vida”.
San Francisco de Asís (+ 1226, Fundador de los franciscanos) visitó el sultán Al-Kamel para predicarle la conversión al Evangelio. Del mismo modo, el Padre Charles de Foucauld (+ 1916, ermitaño de notoria santidad) dedicó su existencia a la conversión de los musulmanes del Sahara.
Con el rabino Elio Toaff, en su visita a la Sinagoga de Roma del año 1986…
Quinta dificultad:
Se acercó a los judíos sin llamarlos a la conversión, dejándoles pensar que creer en Cristo es facultativo y que el Antiguo Testamento sigue vigente.
- Los hechos: Siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II,(18) afirmó que “los hijos de Israel son nuestros «hermanos mayores»”,(19) que tienen “la fe en el único, inefable Dios que nos interpela” y que “la Antigua Alianza nunca fue rechazada por Dios”.(20) El 13 de abril del 1986, en Roma, fue el primer Papa en visitar una sinagoga, y para no incomodar a sus huéspedes, se quitó el crucifijo del pecho. Para mostrar que estaban en pie de igualdad, se prepararon dos sillones idénticos, para él y para el gran Rabino, y tuvieron el mismo tiempo para hablar. Ahí dijo que “la religión judía es intrínseca a nuestra religión (…) sois nuestros hermanos preferidos y, en cierto modo, se podría decir nuestros hermanos mayores (…) nos hallamos dispuestos a profundizar el diálogo en lealtad y amistad, en el respeto de las convicciones íntimas de unos y otros”.(21)
El 26 de marzo del 2000 fue a Jerusalén y pidió perdón a los judíos por los males que sufrieron durante 2000 años a causa de los cristianos. Con este mismo fin, introdujo un mensaje en uno de los intersticios de las piedras del Muro de los Lamentos, que es el lugar más sagrado del judaísmo contemporáneo. Varias veces recibió en el Vaticano a los representantes de la religión mosaica, y su actitud favorable al judaísmo le mereció numerosos reconocimientos por parte de los hijos de Israel.
- Los santos y papas anteriores: Como manifiestan las promesas divinas hechas a Abraham, Isaac y Jacob,(22)el pueblo hebreo fue elegido por Dios con el fin de preparar la venida del Mesías. Por esta razón Santo Tomás (+ 1274, Doctor de la Iglesia) afirmaba que “el fin del Antiguo Testamento es el Nuevo Testamento” (23) y que “el estado de la antigua ley fue instituido para figurar el misterio de Cristo”.(24)
Nuestro Señor Jesucristo ha venido a dar cumplimiento y a completar la ley mosaica, del tal modo que la Antigua Alianza ha sido revocada y ha cedido lugar a una nueva Alianza, más perfecta y eterna, que el Hijo de Dios selló con su Sangre sobre la Cruz: “esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mat. 26, 28). Por tanto, no se puede decir que el Antiguo Testamento siguió vigente después de la venida de Cristo. Afirmarlo sería negar que Jesús sea el Mesías.
Por otro lado, el Señor afirmó claramente la absoluta necesidad de la fe en Él para alcanzar la vida eterna: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida: Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14, 6); “Yo soy la puerta; el que por mí entra se salvará y entrará y saldrá y hallará pasto” (Juan 10, 9); “Quien cree en él (Jesús), no es condenado: pero quien no cree, ya tiene hecha la condena; porque no cree en el nombre del Hijo unigénito de Dios” (Juan 3, 18).
Siguiendo las mismas palabras del Salvador, los Santos siempre enseñaron la necesidad absoluta de la fe en el Verbo encarnado para agradar a Dios y salvarse. San Juan Bautista decía: “El Padre ama al Hijo, y ha puesto todas las cosas en su mano. Aquel que cree en el Hijo de Dios, tiene vida eterna; pero quien no da crédito al Hijo, no verá la vida, sino que al contrario, la ira de Dios permanece siempre sobre su cabeza” (Juan 3, 35-36). San Juan escribía que “Cristo es la misma verdad” (1 Juan 5, 5); “la ley fue dada por Moisés; mas la gracia y la verdad fue traída por Jesucristo” (Juan 1, 17), de tal manera que todo el que rechaza a Jesús está necesariamente en el error y no puede acceder a Dios: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? He aquí el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo no tiene tampoco al Padre; quien confiesa al Hijo posee también al Padre” (1 Juan 2, 22-23).
Por eso los santos siempre invitaron a los judíos a la reconocer a Jesús como Mesías, y a convertirse. Así el primer Papa, San Pedro, decía el día de Pentecostés: “Persuádase, pues, toda la casa de Israel, que Dios ha constituido Señor, y Cristo, a este mismo Jesús, al cual vosotros habéis crucificado (…) Haced penitencia, y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2, 36; 38).
Y en otra oportunidad afirmaba nuevamente que “Él (Jesús) es la piedra rechazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser piedra angular. En ningún otro hay salud, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hechos 4, 11-12).
San Esteban (siglo I, primer mártir) fue apedreado porque predicaba la conversión a los judíos y afirmaba que veía a “Jesús en pie a la diestra de Dios” (Hechos 7, 55). San Pablo pasó su vida predicando y demostrando que “Jesús es el Mesías” (Hechos 9, 22), afirmando incansablemente que “uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús” (II Tim. 2, 5).
Juan Pablo II recibe el “tilak”, marca de los adoradores de Shiva
Sexta dificultad:
Juan Pablo II ha presenciado ritos paganos, y aun ha aprobado ritos de brujería y hechizos que honran al demonio.
- Los hechos: El 10 de agosto del 1985, durante su visita pastoral en Togo (África), fue a rezar al bosque sagrado animista. Mientras llegaba a su puesto, el Aveto del bosque sagrado –un anciano consagrado al culto de los espíritus de los difuntos– comenzó a invocar a los espíritus de los antepasados: “Poder del agua, yo te invoco; antepasados “Be”, yo os invoco…” El periódico oficioso del Vaticano comentó que “fue realmente un homenaje a los antepasados el primer gesto que cumplió Juan Pablo II llegando a Togoville. Se le alcanzó una calabaza llena de agua y harina de maíz. El Papa la tomó entre sus manos y después de una ligera inclinación esparció el agua en derredor suyo. El mismo gesto realizó esta mañana, antes de celebrar la misa”. Eso significa que “el agua se comparte con los antepasados derramándola en la misma tierra que custodia los despojos mortales de éstos y su espíritu”.(25)
El 2 de febrero del 1986, comenzando su viaje a la India, durante la misa mayor en Nueva Delhi, se prestó a otra ceremonia animista. En Madrás recibió la caña de azúcar trenzada en forma de báculo, que significa la ofrenda hindú al dios carnal, y se le impusieron las cenizas sagradas. Tres días antes ya había recibido en la frente la marca de polvo rojo de los hinduistas, señal de reconocimiento de los adoradores de Shiva.(26)
El 4 de febrero del 1993, durante su viaje a Benín (África), se reunió con los brujos vudú, y les dijo: “La Iglesia desea establecer relaciones positivas y constructivas con grupos humanos de credos diferentes con vistas a un enriquecimiento recíproco. El Concilio Vaticano II (…) reconoció que hay cosas buenas y verdaderas, semillas del Verbo, en las diferentes tradiciones religiosas (…) Es legítimo sentirse agradecidos a los ancianos del rito “vudú” que transmitieron el sentido de los sagrado, la fe en un Dios único y bueno, el gusto por la celebración, la estima por la vida moral y la armonía en la sociedad”.(27)
Con líderes del vudú…
Un diario ultralaicista comentaba el viaje de la siguiente forma:
En confirmación de una disponibilidad al diálogo sin exclusiones de ningún tipo, Juan Pablo II se reunirá con sacerdotes y sacerdotisas del culto vudú, los misteriosos adoradores del “becerro de oro” y la serpiente Damballah, con ocasión de su décimo viaje africano. El programa, publicado ayer, anuncia una reunión suya en Cotonú, en el Benín, con los adeptos de este antiguo culto, que se expresa con sacrificios de animales, manifestaciones de magia blanca y negra y desenfrenadas danzas propiciatorias de brujos y brujas. Desde el Benín, a través del Océano, el culto vudú arraigó, sobre todo en Haití, donde se baila la erótica ‘banda’ (…) Si tienen que hacer regalos, los sacerdotes del vudú ofrecen objetos contra los maleficios, a veces engorrosos, que hay que colgar a la puerta de la casa. Los mercados de Cotonú están llenos de ellos. Al decir de muchos occidentales, los ‘hechizos’ y los ‘contrahechizos’ vudú son eficacísimos.(28)
Varias veces manifestó también su aprecio por la religión budista, debido a “sus altos valores espirituales, tales como la pureza, el desprendimiento del corazón, el amor a la belleza de la naturaleza”.(29)
- Los santos y papas anteriores: El Antiguo Testamento condena en innumerables lugares la práctica de la idolatría, por la simple razón de que “todos los dioses de las naciones [los paganos] son demonios” (Salmo 95, 5). San Pablo decía: “carísimos míos, huid del culto de los ídolos (…) las cosas que sacrifican los gentiles, las sacrifican a los demonios, y no a Dios. Y no quiero que tengáis ninguna sociedad, ni por sombra, con los demonios” (I Cor. 10, 14-22).
Y San Juan: “Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno, y sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es verdadero, y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Él es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos”(I Juan 5, 19-21).
Por eso los Pontífices condenaron la más leve participación a los cultos paganos; así el Papa Benedicto XIV (+ 1758) en la constitución “Ex quo Singulari” del año 1742.
En la época del imperio romano, miles de mártires murieron porque no querían quemar incienso a los dioses paganos, como por ejemplo los Santos Nereo, Aquileo, Domitila, Eufrosina y Teodora (+ Siglo I). San Cipriano (+258, Obispo de Cartago), rechazó asociar el culto a los ídolos al del verdadero Dios, y recibió su sentencia de muerte diciendo: “Bendito sea Dios”.
Con Tenzin Giatso, Dalai Lama o jefe espiritual del budismo tibetano
Séptima dificultad:
Juan Pablo II ha invitado a las falsas religiones a rezar a sus falsos dioses. Ha presenciado encuentros ecuménicos que llevaron a las almas a un indiferentismo propio a los enemigos de la Iglesia.
- Los hechos: En varias oportunidades, invitó a encuentros con representantes de otras religiones, con el fin de rezar por la paz. De ese modo el 27 de octubre de 1986 tuvo lugar la primera reunión de Asís; siguió otra reunión en la misma ciudad el 9 de enero de 1993, y una última el 24 de enero de 2002.
Afirmó que la presencia común de los representantes de varias religiones se fundaba “en último análisis, en el mutuo reconocimiento y en el respeto recíproco tanta de la vía seguida por cada cual como de la religión a la que pertenece uno en tanto que camino de acceso a Dios”.(30) Se alegró de que hayan rezado todos “con una sola voz al Señor de la historia por la paz del mundo”.(31)
Estas iniciativas le merecieron las felicitaciones de la Masonería. Así la Civiltá Cattolica escribió: “Los masones de la Gran Logia Nacional de Francia desean asociarse de todo corazón a la plegaria ecuménica que el 27 de octubre reunirá en Asís, a favor de la paz en el mundo, a responsables de todas las religiones”.(32)
El Gran Oriente de Italia le manifestó su completa aprobación:
La sabiduría masónica estableció que nadie puede ser iniciado si no cree en el Gran Arquitecto del Universo, pero que nadie puede ser excluido de nuestra familia a causa del Dios en el que cree y del modo en que lo honra. A este interconfesionalismo nuestro se debe la excomunión que fulminó contra nosotros Clemente XII en 1738. Pero la Iglesia se equivocaba, ciertamente, si es verdad que el 27 de octubre de 1986 el pontífice actual congregó en Asís a hombres de todas las confesiones religiosas para rezar juntos por la paz. ¿Y qué otra cosa iban buscando nuestros hermanos sino el amor entre los hombres, la tolerancia, la defensa de la dignidad humana, cuando se reunían en los templos, considerándose iguales, por encima de las fes políticas, de las fes religiosas y del diferente color de la piel? (33)
- Los santos y papas anteriores: Las reuniones interreligiosas fueron condenadas especialmente por el Papa Pío XI, porque se fundan en “la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables”. Por eso, “claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo”.(34)
Respecto a la masonería, desde el siglo XVIII los Papas no se cansaron de denunciar y condenar sus fines anticristianos.
En el encuentro interreligioso de Asís, en 1986…
Octava dificultad:
Juan Pablo II ha colaborado con la descristianización de los Estados, fomentando su separación de la Iglesia y considerando el laicismo como un ideal. Ha renunciado a condenar el comunismo.
- Los hechos: El 18 de febrero del año 1984, aprobó el nuevo Concordato entre el Vaticano y la República Italiana, en el que desaparece el carácter sagrado de Roma y “se considera que ya no está en vigor el principio(…) según el cual la religión católica es la única religión del Estado italiano”. Le pareció en ese momento que este nuevo acuerdo era una “inspiración ideal” portadora “de bien moral” y de “progreso civil”.(35) Visitó o tomó contacto con países como España, Italia, la India, Polonia, la Unión Soviética, Corea y China, en los que reinaba el comunismo o el socialismo sin condenarlo. Sólo promovió la democracia universal y la libertad religiosa.(36)
- Los santos y papas anteriores: La necesidad del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo fue constantemente afirmada por los papas a lo largo de la historia. Fue recordada especialmente por el Pío XI.(37)Fomentando dicho Reinado, San Ambrosio (+ 397, Doctor de la Iglesia) hizo declarar al emperador Valentiniano II que los emperadores tenían que estar a las órdenes de Dios, al igual que los ciudadanos tenían que estar a las órdenes del emperador como soldados. San Porfirio (+ 420, Obispo) escribió a San Juan Crisóstomo (+ 407, Doctor de la Iglesia) para pedirle que convenciese al Emperador de que ordenase la destrucción de los templos paganos. San Bernardo (+ 1153, Doctor de la Iglesia) recorrió Europa para reforzar la Cristiandad y para que el Evangelio sea la ley universal de los Estados. San Remigio (+ 533, Obispo) hizo todo lo posible para que Clodoveo dejara el paganismo y luego apoyase al cristianismo en su reino. San Luis (+ 1270, Rey de Francia), San Ladislao (+ 1095, Rey de Hungría), San Eduardo (+ 1066, Rey de Inglaterra) y todos los santos reyes promovieron lo más que pudieron la religión católica. Se esforzaron en hacer de ella la religión del Estado, cuando todavía no lo era.
También podríamos comentar la desacralización del culto, las ceremonias de arrepentimiento por las obras de la Santa Inquisición, el nuevo Derecho Canónigo de 1983 que permite dar la comunión a los herejes, el apoyo incondicional a teólogos modernistas como Lubac o Theillard de Chardin… El pontificado del recién beato presenta numerosas dificultades si lo comparamos con los ejemplos y enseñanzas de los santos y papas anteriores.
Con algunos miembros de la logia B’nai B’rith en el Vaticano, el 22 de marzo de 1984
Conclusión:
El Evangelio de Jesús, o el “evangelio distinto” del ecumenismo.
Está claro que la beatificación de Juan Pablo II plantea un grave problema de conciencia para cualquier católico. Estamos ante un dilema: ¿A quién debemos imitar? ¿Al recién beatificado, o a los otros santos? La respuesta nos la dará San Pablo (Gal. 1, 8): “Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema”. Ahora bien, llegados al final de este artículo, podemos decir que en la época actual, este “evangelio distinto”, de origen masónico y liberal, tiene nombre y apellido: se llama ecumenismo.
En nombre del ecumenismo Juan Pablo II silenció el Evangelio de Jesucristo, calló que “Cristo es la misma Verdad” (1 Juan, 5, 5) y que “ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hechos 4, 11-12).
Los católicos no podemos aceptar esta nueva doctrina, según la cual la mediación de Jesús “Camino, Verdad y Vida” (Juan 14, 6) no es necesaria para la salvación. Quien nos predicare este “evangelio distinto”, aunque fuese “un ángel del cielo” o la mayor autoridad en la Iglesia, no podría recibir nuestro asentimiento. Por este motivo no nos alegramos por la beatificación de Juan Pablo II ni podemos considerarlo un modelo de vida cristiana. Preferimos seguir al Evangelio de Jesucristo y a los santos que lo predicaron, recordando las palabras de San Pablo: “nunca me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado” (I Cor. 2, 2); “Él es el verdadero Dios y la vida eterna” (I Juan, 5, 21).
Al igual que San Esteban, los mártires dieron su sangre por el nombre de Jesús, “Camino, Verdad y Vida”
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(1) Discurso en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto «Fornebu» de Oslo, Noruega, del 1º de junio de 1989.
(2) Unitatis Redintegratio, nº3 d), retomado por Juan Pablo II en la Exhortación Catechesi tradendae del 16 de octubre de 1979, nº32.
(3) “L’Osservatore Romano” del 6 de febrero de 1993, citado por la Revista Sí Sí No No de julio-octubre 2007, p.41.
(4) Declaración de la Comisión mixta para el diálogo entre la Iglesia Católica y la iglesia ortodoxa, 23 de junio de 1993, nº2 y 22.
(5) “L’Osservatore Romano” del 4 de febrero del 2000.
(6) Walter Kasper, L’engagement oecuménique de l’Eglise Catholique, conferencia del 23 de marzo de 2002 a la Asamblea General de la “Fédération protestante de France”, en Oecuménisme informations nº 325, mayo 2002 y nº 326 junio 2002.
(7) Encíclica “Quanto confiamur moerore” del 10 de agosto de 1863.
(8) Documentation catholique del 21 de diciembre de 1980.
(9) Documentation catholique del 4 de diciembre de 1983.
(10) Bula “Exsurge Domine” del 15 de junio de 1520.
(11) San Alfonso, La verdad de la fe, Cap. 3.
(12) Por lo menos con el Patriarca Dimitrios I el 7 de diciembre del 1987, con el Patriarca Bartolomé I en junio de 1995, y con el Patriarca Teoctiste el 13 de octubre de 2002.
(13) Carta del 2 de septiembre de 1054.
(14) Zenit (versión francesa) del 28 de abril de 2011
(15) Precisamente en la Mezquita de los Omeyas, en Damasco. Está considerado como el cuarto lugar más sagrado del Islam.
(16) Citado por “Pierre, m’aimes-tu?”, Daniel Le Roux, Ediciones Fideliter (1988), pág. 120.
(17) San Alfonso, “La verdad de la fe”, Cap. 1º.
(18) Cfr. “Nostra Aetate”.
(19) “Cruzando el umbral de la esperanza” (1994).
(20) Discurso en Maguncia del 17 de noviembre del 1980.
(21) “L’Osservatore Romano” del 14-15 de abril de 1986, citado por “Si Si No No”, pág. 34.
(22) Cfr. el libro del Génesis.
(23) Sto. Tomás, “Comentario sobre el Salmo 39”, comienzo.
(24) “Suma teológica”, 1a 2ae, c.102, a.4.
(25) “L’Osservatore Romano”, 11 de agosto de 1985, citado por “Si Si No No”, págs. 33-34.
(26) Cfr. “Pedro, ¿me amas?”, Editorial Fundación San Pío X (1989), pág. 74.
(27) “L’Osservatore Romano”, 6 de febrero de 1993, citado por “Si Si No No”, pág. 41.
(28) “Corriere della Sera” del 17 de enero de 1993, citado por “Si Si No No”, págs. 41-42.
(29) Cfr. “Pedro, ¿me amas?”, Editorial Fundación San Pío X (1989), pág. 69.
(30) “L’Osservatore Romano” del 17 de septiembre de 1986, citado por “Si Si No No”, pág. 35.
(31) “Ut unum sint!”, 25 de mayo de 1995, §76.
(32) 6 de octubre de 1986, citado por “Si Si No No”, pág. 36.
(33) “Hiram”, revista del Gran Oriente de Italia, abril de 1987, citado por “Si Si No No”, págs. 36-37.
(34) Encíclica “Mortalium animos”, del 6 de enero de 1928.
(35) Citado por la Revista “Sí Sí No No” de julio-octubre de 2007, págs. 32-33.
(36) Cfr. “Pedro, ¿me amas?”, Editorial Fundación San Pío X (1989), págs. 86-92.
(37)Encíclica “Quas primas” del 11 de diciembre de 1925.
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