Karol Wojtyla, el cardenal polaco, arzobispo de Cracovia, ha apagado su vida
serenamente. Las imágenes de angustia urbi et orbe, que retransmitió la
televisión con motivo de la fiesta de la pascua de Resurrección, fueron un acto de la demostrada entereza de Juan Pablo II. Su dolor ha sido nuestro dolor. El sufrimiento, su sufrimiento, un dolor colectivo, libre de toda sospecha.
Este ha sido el tercer pontificado más largo de la historia: un millón y medio
de personas recibidas individualmente (387.000 en audiencias generales de los,miércoles, 140.00 en audiencias particulares, 368.000 en ceremonias litúrgicas y 617.000 en el Ángelus de los domingos); 426 jefes de Estado, reyes y reinas, 187 primeros ministros y 190 ministros de Asuntos Exteriores recibidos en audiencias, 642 embajadores que le presentaron cartas credenciales; 104 visitas pastorales fuera de Italia y 146 dentro: más de un 1,3 millones de kilómetros recorridos, lo que representa casi 29 veces la vuelta a la Tierra y tres la distancia de la Tierra a la Luna; 133 países visitados, la mayor parte de los cuales recibieron por primera vez a un pontífice. Ha escrito 14 encíclicas, 13 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 42 cartas apostólicas y 28 muto propio. Ha proclamado 1.320 beatos en 143 ceremonias de beatificación y canonizado a 472 santos. Ha convocado nueve consistorios para la creación de cardenales y ha nombrado a 232. Ha dictado más de 20.000 discursos y sufrido ocho operaciones quirúrgicas, en una de las cuales le quitaron 2,5 metros de intestino. Ha sido el primer papa en visitar una sinagoga (la de Roma) y una
mezquita (la de los Omeya, en Damasco); ha visitado Tierra Santa; ha publicado libros de prosa y de poesía, cinco de ellos de carácter personal, es decir, no magistral; ha añadido cinco nuevos misterios al Rosario; ha convocado una Jornada de Perdón; ha sido el primer papa que ha entrado en la celda de una prisión al encontrarse en diciembre de 1983 con Ali Agca, en la de Rebibbia, y el primero en celebrar misa en la comunidad católica más al norte del mundo, a 350 kilómetros del Círculo Polar Ártico, en Tromso, Noruega. Y una curiosidad entre mil, Juan Pablo II ha utilizado una letra, la M de María, en su blasón papal, cuando normalmente las reglas de la heráldica autorizan a emplear palabras alrededor del escudo, pero no dentro de él.
Toda esta inmensa labor, toda esta frenética actividad, la defensa a ultranza de la dignidad humana, de la paz y de la libertad; su oposición a toda guerra, ha sido el Camino de esperanza.
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