Las "desaparecidos" del Novus Ordo
Desde que Pablo VI desencadenó la catástrofe litúrgica en 1969 con la creación de un “Comité para la Implementación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia” (más conocido como “el Consilium”) presidido por Annibale Bugnini, siempre hubo quien defendió las reformas efectuadas alegando que no hay gran diferencia entre la misa tridentina y el “Novus Ordo”.
¿Que no hay gran diferencia?
Minga.
A este tema se abocó uno que no es santo de mi devoción, Anthony Cekada (sí señor, el sedevacantista) en un libro de enorme divulgación (15.000 ejemplares) que no ha sido traducido al castellano. Se trata de Los problemas con las oraciones de la misa moderna en el que el autor analiza las diferencias entre uno y otro ritual, un trabajo penoso que le insumió muchas horas de trabajo.
Cito algunos de sus párrafos:
La misa tradicional contiene 1182 oraciones. Aproximadamente 760 fueron enteramente dejadas de lado. Del 36% de las oraciones que quedaron, los revisores alteraron más de la mitad antes de introducirlas en el nuevo misal. De manera que sólo un 17% de las oraciones del antiguo misal se incorporaron al nuevo misal sin que se los alterara.
El autor procede a contarnos que el famoso Consilium reformó los “propios” siguiendo un paradigma claramente definido:
Consilium, por tanto, incorporó al nuevo misal sólo aquellos textos antiguos “que aún conservan vigencia pastoral para el hombre contemporáneo.” De introducir las antiguas oraciones sin alteraciones que aludían a doctrinas controvertidas o al ayuno, o que expresan menosprecio del mundo, habría creado, dijeron los revisores, “dificultades para la psicología del hombre que experimenta otros problemas, que tiene otra manera de pensar y que vive en circunstancias y un entorno disciplinario diferente”.
Cekada se pone a inventariar las revisiones efectuadas y el catálogo de las oraciones suprimidas son por demás elocuentes del espíritu que animaba a esta gente.
Parecería que el hombre de nuestro tiempo ya no soporta escuchar hablar acerca de la perversidad del pecado (M585-vincula nostrae pravitis), ni acerca de las “heridas” que inflige el pecado (M992-culpae vulnera; M785 peccati vulnere disgregatae), ni tampoco quiere saber nada sobre las trampas de la iniquidad (M330-pravitatis insidias; M314-ex nostra pravitate affligimur); no quiere saber acerca del pecado que “ofende gravemente” a la majestad divina (M1030-majestatem tuam graviter delinquendo offendimus) ni del pecado como “camino de perdición” (M340-de perditionis via).
¿Y por qué iba a pensar otra cosa? Ya no hace falta sentir “terror” ante la faz del “Dios airado” (M344-divinae tuae iracundiae terrores; M319-flagella tuae iracundiae queae meremur; M395-iracundiae tuae flagella; M532-ab iracundiae tuae terroribus; M749-iram indignationis tuae; M826-ab eo flagella tuae iracundiae clementer averte), ni tampoco puede sentir su “indignación” (M450-numquam indignationem tuam provocemus elati; M167-te indignante talia flagella prodire) o acaso los arrebatos de la ira divina (M798-cujus iram terrae fundamenta concutientem expavimus). El hombre moderno ya no siente la carga de la iniquidad (M649-pondus propriae actionis gravat; M261-peccatorum nostrorum pondere preminur) como si estuviese cautivo (M429-a captivitate animae liberemur; M286-peccatorum captivitate) y como encadenado por el pecado (M6, M302, M365, M472-vincula peccatorum).
El hombre contemporáneo está a sus anchas en este mundo, en el que prefiere que no se le recuerden las “adversidades” de la vida (M192-in tot adversis; M333-liberemur adversis; M44,M158,M1138-tueantur adversis; M37-inter adversa securi; M196-ab omni adversitate; M231-omnia adversantia; M325-omnia adversitate fugata; M388-a cunctis eripi mereamur adversis; M547-ab omni adversitate liberentur; M557-a cunctis adversitatibus sit libera; M666-nullis afficiantur adversis; M688-adversitatibus expeditos; M736, M953-ab omni adversitate custodias; M867, M884-cuncta nobis adversantia; M945-contra omnia adversia; M1091-contra omnes adversitates subsidium; M1133-a cunctis adversitatibus protege; M1155-nulla ei nocebit adversitas). Tampoco quiere que le hablen de los “peligros” (M947-humanis non sinas subjacere periculis; M482-praesentibus periculis liberati; M70, M555, M1-corporis defende periculis; M24-ab omni malo et periculo liberemur; M34-a periculis ómnibus eruamur; M240-amotis periculis; M488-praesentis temporis pericula devitare; M730-a cunctis nos defende periculis; M910-ab ómnibus mentis et corporis periculis), ni de sus “enemigos” (M36-ab hostium furore defende; M94-de inimicis nostris victores nos efficiat; M174-cunctis efficiamur hostibus fortiores; M196-ab hostium propitius tuere clementer insidiis; M201-hostium sublata fomidine; M241-eorum insidiis potenter eripe; M249, M270-omnium hostium superatis insidiis; M201-hostium sublata formidine; M587-ab inimicorum defendat insidiis; M811-ab hostium impugnatione defende; M1080, M1158-ab hostium liberemur insidiis).
Cekada enumera muchísimas más supresiones de este estilo con las que se eliminaron cuidadosamente todas las referencias “políticamente incorrectas” según la “forma mentis” posconciliar. Adivinarán ustedes: las referencias al infierno, al demonio, al pecado, etc. etc…
Especialmente interesante fueron las revisiones de los ritos y oraciones por los difuntos en los que se amputaron cuidadosamente las referencias al purgatorio, a la necesidad de sufragar por las almas y al Juicio. Muy de notar es que la misma palabra “alma” ha desaparecido en las nuevas oraciones por los difuntos…
¿A qué seguir? Ya saben ustedes de qué trata todo esto, pero alguien debería animarse y traducir este librito que tiene un valor testimonial irrefutable.
De lo que fueron estos tipos, de lo que hicieron estos tipos…
(Canonícenlos nomás, que igual nosotros sí que creemos en el Juicio).
Jack Tollers
The Wanderer
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