FÁTIMA: Cielo y tierra


Tradición frente a modernismo

Situado en medio de la gran explanada del Santuario de Fátima, Portugal, y tratando de no mirar al ofensivo e irreverente amasijo de hierros que trata de mostrar a Cristo crucificado, contemplo a un lado la hermosa Basílica de Nuestra Señora del Rosario, que se alza al Cielo. Mirando hacia el lado opuesto contemplo un construcción de cemento que no sabría definir, desde ahora la llamaré mamotreto modernista, que se hunde en tierra ocultando su verdadera forma arquitectónica.

La Basílica, al contemplarla, me hace sentir la necesidad de contemplar hacia lo alto la mirada al templo de Dios. Cuando miro lo opuesto, el mamotreto modernista, rápidamente bajo la mirada, albergando en mí tristeza. Las escaleras de la Basílica me obligan a subir, y el esfuerzo de hacerlo me recuerda el camino estrecho de la salvación. Las escaleras del mamotreto modernista me hacen descender cómodamente, indicándome el camino ancho y cómodo de los placeres del mundo.

La belleza de la arquitectura de la Basílica, la armonía del conjunto en sí, el simbolismo de las figuras que la rodean, de las tres cruces que rematan la obra, la hermosa presencia de la imagen de la Santísima Madre, la esplendorosa corona con se remata la torre de la Basílica, es decir, todo lo que la vista puede alcanzar a ver, me lleva a Dios, a la fe católica que hemos recibido, a la Verdad de la tradición. La mera contemplación del edificio es en sí una enseñanza, una verdadera catequesis de lo que hay que creer.

Pero al mirar el mamotreto modernista no veo nada, sólo unos bloques compactos de cemento, desnudos de simbolismo religioso, que ocultan lo que en realidad quieren significar. Me inspira algo oscuro que está oculto bajo tierra, que no quiere ver la luz. Nada inspira a mi alma al contemplarlo, sino inquietud y zozobra.

Frente a frente, la claridad de la enseñanza de la tradición de la Iglesia y el oscurantismo del modernismo dentro de Ella. La belleza de la Verdad que se alza majestuosa y nítida, frente a la fealdad de la falsedad que el modernismo transmite y enseña. La tradición se alza hacia el Cielo, el modernismo se esconde en las entrañas de la tierra.

La Verdad está en la Tradición


Esta experiencia del Santuario de Fátima me hacer recordar a los señores obispos bailarines de Kenia, en estos días, y a los de Brasil durante la jornada mundial de la juventud. Estos bailaban unas horas antes de que el gobierno brasileño decretara la despenalización del aborto; aquellos, bailaban tras un Sínodo que supone una herida de muerte al Sacramento del matrimonio y a la moral sexual católica. Estos simpáticos obispos, tan bailarines, nos enseñan dos consignas clarísimas del modernismo en la Iglesia: no molestar al poderoso y enseñar lo que el mundo quiere oír.
Estos obispos se sienten identificados con el mamotreto modernista, es su edificio, se sienten en su casa, se encuentran cómodos bajando las escaleras hacia la oscuridad, adentrándose hacia la tierra y separándose de la luz del Cielo. No soportan subir las escaleras de la hermosa Basílica de Nuestra Señora del Rosario, se cansarían, supone demasiado esfuerzo. Es más cómodo bajar al mundo y recibir su aplauso, que subir hacia el Cielo con esfuerzo y sacrificio.

La Basílica sigue en pie. El mamotreto modernista no ha eclipsado su grandeza y belleza; es más, todo lo contrario, ante tanta fealdad, la Basílica se muestra más hermosa aún, su presencia es aún más significativa e importante: la belleza permanece a pesar de la fealdad modernista. La Verdad sigue en pie a pesar de que el error modernista quiere derribarla.

La Verdad del matrimonio católico se mantiene, quien se separa y se vuelve a casar comete pecado mortal de adulterio, quien mantiene relaciones homosexuales comete pecado mortal de sodomía, quien vive en unión libre peca mortalmente, quienes utilizan medios anticonceptivos, sean cuales fueren, pecan mortalmente. Y sus almas se encaminan hacia la condenación eterna. Hay que decírselo. Sus almas están en peligro. Hay que decirles que han de subir las escaleras, aunque sea costoso y aun doloroso, de la Basílica para ir al Cielo. Si bajan las escaleras cómodas del mamotreto modernista se alejan de Él, se adentran en la oscuridad, se pueden condenar eternamente.

Fátima: Cielo y tierra


La Basílica tiene una sola torre. El mamotreto modernista tiene dos grandes vigas en el centro. Para llegar al Cielo hace falta sólo una torre: Uno y Trino; y además una torre coronada. La obra mundana se sustenta en dos vigas, porque con una no se sustenta. ¡Cómo se separa de Dios la obra humana que busca su propia gloria!

La torre de la Basílica bien puede suponer a la Santísima Madre sentada y coronada como Reina de Cielo y tierra. La Basílica tiene su sentido todo hacia Dios, el mamotreto modernista es lo opuesto.

El Cielo es dificultad que lleva a la gloria eterna; la tierra lo fácil que lleva a la condena para toda la eternidad. El Cielo es la dificultad en la tierra, pero es para un fin: alcanzar el Cielo desde la tierra.

La diferencia está en saber escoger: subir o bajar.

Ave María.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.






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