Velar por la pureza, con la ayuda de Dios y de los sacramentos, como procuramos hacer los heterosexuales.
Como cualquier otra persona, amando al prójimo lo mejor que pueda. El hecho de que tenga tentaciones homosexuales no tiene nada que ver. Como otro puede tener tentaciones de robo o de envidia. En tanto que no ceda a las tentaciones no hay diferencia alguna. Pero como homosexual en sí no tiene nada que ofrecer, a pesar de aquella lesera que dijo Francisco de que esas personas tienen "dones que aportar".
Dios no puede dar a nadie la condición de homosexual, como tampoco le da a nadie la condición de ladrón, de adúltero o de asesino. Todos tenemos condición de pecadores, pero es por culpa de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Una de las cuatro heridas de la Caída es la concupiscencia. Unas personas pueden tener más inclinación a ciertos pecados que otras, pero Dios no inclina al pecado. Y admitiendo que alguien pueda tener un desarreglo de hormonas (cosa excepcional; en la mayoría de los casos la homosexualidad es adquirida, o sea, fruto de la tentación. Y hoy en día es más una moda que otra cosa), no deja de ser consecuencia también de la debilidad humana resultante de la Caída. En todo caso, bien resistido con la ayuda de Dios y de los sacramentos, ese aguijón en la carne puede llegar a ser una vía a la santidad, precisamente porque se lucha contra ello y se lo resiste.
¿Dónde ha dicho la Iglesia que los únicos pecados sean el egoísmo y la indeferencia ante el dolor ajeno?
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