EL AGUA Y EL ACEITE

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Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Si mezclamos el "optimismo científico" de la Ilustración con el darwinismo y lo aliñamos de una suerte de sensación de "belle epoque", nos queda un desprecio absoluto del pasado y un aislamiento de la historia que es fetén para el más fanático de los individualistas. El problema es que todo eso nada tiene que ver con la realidad, y la entelequia, con el tiempo, se va haciendo cada vez más pesada y grotesca. Porque lo que va "avanzando" no es el conocimiento, sino el atrevimiento que proporciona la ignorancia.

Para entendernos: Pensar que a lo que día de hoy se llama “democracia” tiene algo que ver con la "democracia de los griegos", cuando hace dos mil y muchos años ni se pensaba que pudiera haber “partidos políticos”, y asimismo, no podían votar ni mujeres ni esclavos ni extranjeros (sí, con la democracia siempre hubo esclavos), y cuando los griegos consideraban que la "democracia absoluta" era la antesala de la peor tiranía, queda muy ridículo. Los griegos (y de ellos copiaron y heredaron los romanos) creían en una suerte de combinación entre monarquía, aristocracia y democracia. Pero intentar explicar esto a día de hoy...


Otrosí, ello desemboca en intentar mezclar la pseudofilosofía progre con el realismo de la filosofía perenne, y no digamos ya con la religión. No sólo porque desprecien cientos y hasta miles de años de historia –que por supuesto-, sino porque no puede ser. Ninguna religión ni ningún sistema filosófico serio puede casar con las coñas marineras de Mayo del 68, antesala de los falsos "valores" de la modernidad. Pero tampoco casa con el liberalismo económico/político, esencialmente anticristiano. No por nada dijo Pío XI en su brillante encíclica Divini Redemptoris (1) que “Para explicar mejor cómo el comunismo ha conseguido de las masas obreras la aceptación, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban ya preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducirlo en la teoría y en la práctica la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales, no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus más elementales deberes religiosos en los días festivos; no se tuvo preocupación alguna para construir iglesias junto a las fábricas ni para facilitar la misión del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantas veces por nuestras predecesores y por Nos mismo.”


Las consecuencias que estamos pagando ahora, mucho después de la encíclica del Santo Padre Pío XI, se deben en muy buena medida a querer mezclar el agua con el aceite con cada vez más desenfado. Algo muy parecido ocurrió en la época de los arrianos. Muchos jerarcas eclesiásticos del siglo V d.C. o eran semiarrianos o abiertamente arrianos. Y todo eso desapareció. Aunque hizo mucho daño.


O se cree o no se cree. O se es o no se es. Pero no se puede mezclar el agua con el aceite. La religión a la carta, tan a gusto de los protestantes, fue el mismo concepto que exhortó a Lutero a aconsejar a los príncipes alemanes que exterminaran como a perros a las rebeliones campesinas. Al final los heterodoxos son los más celosos de su supuesta ortodoxia. No deberíamos despistarnos por mor de los cantos de sirena, ni avergonzarnos ni acomplejarnos, ni dejarnos guiar por las siempre estúpidas modas.


Las ideologías se pretenden como sustitutos de la religión. Relegar la religión al servicio del interés ideológico es fabricar ateísmo.


Hay verdades y valores de eternidad que están por encima de las “opiniones”; opiniones que, dicho sea de paso, hay muchos que sobrevaloran grosera y grotescamente.


El pseudocristianismo obsesionado con la masa, el número, el caer bien, los globitos, las palmas, las guitarritas ñoñas, las sonrisitas bobaliconas, el “éxito profesional” (con conceptos de “éxito” y “fracaso” propios de los yanquis), el estilo hippie y demás inyecciones más o menos protestantes/más o menos revolucionarias ya está cayendo por su propio, viejo e incongruente peso. Afortunadamente. Aunque algunos sigan queriendo santificar la usura y otras tropelías, como se dice en Sudamérica (donde la nefasta e hipócrita teología de la liberación sigue campando a sus anchas), “ya fueron”.


El cristianismo auténtico, ante los tiempos que se avecinan, será de catacumbas, pero fue, es y será un cristianismo vivo.


Reiteramos: El agua no se mezcla con el aceite. Todos los intentos, amén de contraproducentes, irán agrandando los ridículos y las desazones.










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NOTAS:


(1)Puede leerse la encíclica completa en el enlace:
Divini Redemptoris (19 de marzo de 1937) | PIUS XI

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