Revista FUERZA NUEVA, nº 509, 9-Oct-1976
¿DE UNA VEZ, SEÑORES OBISPOS? ¿SOMOS CRISTIANOS O SOCIALISTAS?
Algunas voces episcopales siguen confundiendo.
Solo la Iglesia descubre el error anticristiano del socialismo.
“No es raro que la intervención del magisterio eclesiástico, al condenar errores insidiosos, hasta entonces inconsistentes o mal definidos, acabe en este resultado paradójico de revelarlos, por así decir, a ellos mismos, al tiempo que el magisterio eclesiástico los revela a los otros. No se trataba más que de un estado de espíritu, de un conjunto de tendencias sin aparente conexión... Entonces la Iglesia se pronuncia: mientras que los heresiarcas protestan de su pureza de intención, se lamentan de ser incomprendidos, declaran que sus concepciones son envaradas y tergiversadas, al imponerles una forma sistemática que ellos jamás imaginaron, la Iglesia extrae, bajo las fórmulas anodinas o equivocas, aun bajo las conclusiones materialmente aceptables, el principio secreto que las anima y que las vicia. No es siempre, pues, en los fautores de opiniones heterodoxas donde se encuentra la exposición más penetrante y más profundamente auténtica de estas opiniones, cuyo alcance y cuyas insuficiencias teológicas se les escapan a menudo; a veces, el error no recibe su fórmula perfecta y definitiva más que en el texto en que la Iglesia lo condena”.
“Tal es seguramente el caso del socialismo. Los mismos socialistas deben renunciar a entenderse sobre la definición de su doctrina. Ignorando el sentido profundo y la naturaleza teológica del socialismo, los socialistas se contentan con saludar y describir los aspectos más cautivadores del socialismo, para seducir a la clientela del día. Solamente la Iglesia, divinamente asistida y rica de una memoria milenaria, descubre bajo la catadura cambiante del socialismo el error profundamente anticristiano que lo constituye esencialmente”.
La cita es larga, pero digna de ser reproducida no sólo por la autoridad del “Dictionnaire de Théologie Catholique", Vacant, de la que está tomada, sino por su rabiosa, increíble actualidad. Porque, como hacía patente no hace mucho el profesor Alessandrini en “L’Osservatore della Domenica” (que él dirige, no sin el consentimiento y la orientación expresa de Pablo VI y de su Secretaría de Estado), hasta ahora, oficialmente, sobre el socialismo, el Magisterio oficial de la Iglesia sólo ha sentenciado de esta guisa: “El socialismo… se funda sobre una doctrina de la sociedad humana propia suya, opuesta al verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista… Considérese como doctrina, como hecho histórico o como “acción social”, el socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y la justicia en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana”. (Pío XI, “Quadragesimmo Anno”, 120, 117, BAC, págs 751 y 752. Los subrayados son nuestros).
“La Verdad” de Pamplona, contra los Papas
No obstante, José María Osés, en “La Verdad”, órgano oficial del Arzobispado de Pamplona, sostiene la tesis contraria a ésta del Papa Pío XI. La cosa no tendría mayor importancia si Osés fuese comunista o adherido a cualquier otro de los socialismos posibles, camuflados o proteicos. Pero es importante que esa tesis sea sostenida por quién, como Osés, es sacerdote y es profesor de cursos y cursillos sobre esta materia impartidos oficialmente en el seno de la Iglesia y, sobre todo, secretario de la Comisión Episcopal para el Apostolado Social (obrero). Y tiene especial significación por otra razón accesoria; los pronunciamientos de Osés se producen después de haber yo señalado que las “Orientaciones cristianas sobre participación política y social”, dadas por la Comisión Episcopal de la que Osés es secretario, no orientan a los españoles sobre la cuestión más importante y grave hoy: ¿puede un católico en España colaborar de alguna manera con el comunismo? ¿Puede un católico ser comunista, teniendo en cuenta que el comunismo es el objetivo último de los “socialistas científicos”?
El episcopado español no quiere orientarnos
Explícita o Implícitamente, yo he formulado estas cuestiones en FUERZA NUEVA (31-VII-76) http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/28387-tarancon-y-su-iglesia-en-la-transicion-al-servicio-de-los-enemigos-del-catolicismo-2.html#post175427postulando: “Los obispos españoles debían pronunciar ese “juicio moral” sobre la colaboración católico-comunista, tanto más cuanto que repetidamente han esgrimido ese derecho-deber de pronunciar el “juicio moral” sobre la vida pública en la última época de Franco”. Y yo mismo soy el periodista a que innominadamente se refiere Osés en “La Verdad” y que interpeló a monseñor Yanes en la presentación a la prensa de las susodichas “Orientaciones”, en la que Osés estuvo presente.
Es falsa la afirmación de Osés en el sentido de que yo “le pedía una condenación taxativa del Partido Comunista u otro de los partidos marxistas”. Aunque los católicos tenemos derecho a pedírsela a nuestros obispos, lo que yo pedía es que la Jerarquía eclesiástica española nos orientara en esta materia. ¿O es que hemos de creer los católicos que el Episcopado español, sobre la colaboración católico-comunista, no se halla en comunión con Pablo VI y con los obispos italianos, que acaban de condenar, teórica y prácticamente, la colaboración de los católicos con los comunistas?, interrogaba yo a monseñor Yanes.
Pero el secretario de la CEASO quiere desorientarnos
Los obispos españoles competentes (la Comisión para el Apostolado Social, respaldada por la Comisión Permanente del Episcopado) no han querido responder oficialmente a este requerimiento mío, a pesar de que, como yo hice constar al secretario de la Conferencia Episcopal Española (a monseñor Yanes), era notorio el hecho de que en España muchos católicos, incluso con mandato episcopal (como es el caso del profesor Ruiz-Giménez), están colaborando con los comunistas en organizaciones políticas subversivas (como la Platajunta), en el Partido Comunista, en el PSOE, en la UGT, en CC.OO, y en otros sindicatos marxistas.
Y para llenar esta laguna la falta de orientación, escribe Osés en “La Verdad” de Pamplona, como respondería un marxista.
Nuestra Jerarquía católica quiere hacer olvidar la realeza de Cristo
José María Osés sostiene, en efecto, que “se podría pertenecer a un partido comunista por razones éticas o de eficacia… A la política no se deben llevar las religiones, la creencia”. La tradicional e imperativa incitación homologada por el Vaticano II en el sentido de “instaurar todas las cosas en Jesucristo, las que están en el cielo y las que están en la tierra” (el Vaticano II proclama la realeza de Cristo en su constitución dogmática “Lumen Gentium”, induciéndonos a trabajar por ella), es olvidada o desdeñada por Osés y silenciada por nuestros obispos en sus “Orientaciones cristianas sobre la participación política y social” de 9 de julio pasado, lo mismo que prescindan de esa realeza y de esa soberanía de Dios sobre lo político, en su comunicado oficial de la reunión permanente del 25 de septiembre último.
Soberanía popular sumisa a la soberanía divina
Nuestros obispos, ahora, “hacen un llamamiento a la conciencia de los ciudadanos”, para que se forje un clima “que haga posible y efectivo el ejercicio de la soberanía popular”… “de suerte que quede garantizada la absoluta igualdad de oportunidades a todos los grupos participantes”, sin que los obispos, ni en julio ni en septiembre, manifiesten explícitamente que, según la teología y la filosofía políticas católicas y según el derecho público cristiano, la “Pacem in Terris” y la “Gaudium et Spes”, bien considerado el asunto, la soberanía popular sólo es lícita cuando se ejerce en los términos y bajo la soberanía de Dios, es decir, de la ley moral o natural, conforme a justicia, a libertad, a verdad y caridad objetivas, diría Juan XXIII. Aceptar la soberanía popular sin cortapisas, sin respeto a la moralidad, es tanto como renegar de la divina Revelación. Y dar “igualdad de oportunidades” a las asociaciones marxistas que la Iglesia continúa considerando “intrínsecamente perversas” (según el dictamen de Pío XI), no prohibir la colaboración de los católicos con ellas (como lo ha prohibido la Iglesia en Italia), es en algún modo apartarse realmente de la comunión con Pablo VI y con el episcopado italiano.
Cuando los clérigos están contra Dios
Cuando vemos que nuestros obispos no nos orientan de tal manera que podamos, como quería Jesucristo, “vivir en el mundo, sin salirnos del mundo, pero preservados del mal” y cuando observamos que el sacerdote y secretario de la Comisión Episcopal para el Apostolado Social, José María Osés, nos induce a poner entre paréntesis nuestra fe, a renegar de Cristo tácitamente ante los hombres que hacen la política socialista y comunista, entrando a colaborar con ellos en la praxis que, hasta ahora, indefectiblemente, hace a los hombres marxistas (como a los sacerdotes, religiosos y militantes de organizaciones de apostolado obrero conocidas), es menester volver al Evangelio, a la divina Revelación directamente. No sin razón, el teólogo de la Comisión Internacional que asesora al Vaticano Louis Bouyer ha escrito un libro demostrativo de “La descomposición del catolicismo” y otro más reciente (de 1975) mostrando cómo están “Los religiosos y clérigos contra Dios”, sin excluir obispos.
Necesitamos palabras de vida eterna
(…) El hombre que busca a Dios necesita “palabras de vida eterna”, como decía San Pedro a Jesús. Y como uno se acerca a los comunicados de los obispos españoles que se reúnen en Comisión Permanente o en Comisión Episcopal para el Apostolado Social (presididos sea por el cardenal Tarancón, sea por monseñor Díaz Merchán) y sólo encuentra en esos comunicados palabras de vida temporal, recetas políticas, sociales y económicas, palabras de hombres que carecen de especial preparación y de experiencia políticas y desprovistos de carismas políticos, uno se ve obligado a apelar a la divina Revelación. (…)
Las comisiones de obispos me dan “palabras de vida temporal”
Los obispos me hablan de cómo debo yo adaptarme al “orden” que nos impone en España hoy la ideología atea del liberalismo. Los mensajes de Osés me inducen a actuar coadyuvando al advenimiento de la sociedad socialista, camino de la comunista. ¡Qué extraño, qué decepcionante este hecho de que mis obispos me prediquen el liberalismo, condenado por los papas, hasta Pablo VI inclusive en la “Octogesima Adveniens”, al paso que el sacerdote secretario de la CEASO, supliendo o prolongando a los obispos que lo han comisionado, me predique el socialismo y ninguno de los ministros de Cristo me predique ya el cristianismo! En España, los obispos más evolucionados o progresistas predican abierta o solapadamente el socialismo (los de la CEASO y los catalanes). Los menos evolucionados predican al liberalismo (los de la Comisión Permanente en general y quienes los eligieron). Y los nada evolucionados, los tradicionales (la minoría) continúan predicando sólo el cristianismo, como San Pablo. “Ningún militante de Dios se implica en asuntos temporales”, según este Apóstol.
Vanas falacias humanas y mundanas
(…) El mensaje de nuestros obispos y de Osés pone entre paréntesis a Dios y nos induce no a morir para el mundo, sino a trabajar conjuntamente con los ateos liberalista y socialistas, para construir un nuevo paraíso terrenal, una nueva torre de Babel.
El católico abomina lo peor, que es el socialismo real
La predicación de estos hombres de Iglesia, hoy, pretende que coadyuvemos con los infieles (contra el precepto de San Pablo a los corintios), conforme a los dictados de “la soberanía popular” y haciendo caso omiso de la “soberanía de Dios”, de la Ley de Dios (natural o revelada). Según estos mensajes, habría que adaptarse al mundo en que vivimos, un mundo no de inspiración cristiana, sino de inspiración liberalista (naturalista y racionalista atea, según León XIII en la “Libertas”) o de inspiración atea marxista (según Pío XI en la “Divini Redemptoris” y en la “Quadragessimo Anno”).
Hay dos clases de liberalismo, de socialismo y de comunismo: el platónico, el idealizado, el que está escrito en los libros de utopistas o de pícaros; y el realizado histórica y realmente por los liberalistas, por los socialistas y por los comunistas. Entrambos los hemos conocido “realizar” en España y son a cuál más abominables. El socialismo realizado por los socialistas hay que conocerlo en sus testigos (Milovan Djilas en “La sociedad imperfecta”, etc.; Soljenitsin en “Carta a los dirigentes de la Unión Soviética”, “Archipiélago Gulag” etc. El socialismo es lo peor: la ausencia de Dios. El católico no quiere lo peor, quiere un mundo y una sociedad con Dios.
Eulogio RAMÍREZ
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