Sigues sin darnos ningun ejemplo de los "añadidos" que fueron lícitamente "eliminados" por la Iglesia católica.
Danos alguno, ¡¡por favor!!
Versión para imprimir
En primer lugar, uno cree por don infuso, pero ¿en qué y por qué? Fácil. Uno cree, gracias a la virtud (fortaleza) de la fe, en aquello que Dios ha dicho y porque Dios lo ha dicho. Sin ese principio de autoridad la fe se vacía, se seca. No en vano Lutero es lo que persiguió, minar y destruir el principio de autoridad. En segundo lugar, y en base a ese principio de autoridad, la Iglesia militante es dogmática, no puede ser de otra manera. El misterio pascual es una nueva teología, una innovación que se enfrenta y destruye la Tradición de la Iglesia desde dentro, es la infección modernista, el cáncer metastasiado.
No está mal, es además obligado, sustentar el dogma en la razón, pero no se debe confundir coherencia racional con comprensión. Así, Santo Tomás da un armazón filosófico a la posibilidad de que dos naturalezas coexistan en una sola permaneciendo las dos intactas. La esencia y la existencia. Pero eso no hace comprensible el misterio de la Encarnación. No es lo mismo profundizar, o si se quiere explicitar, que escudriñar.
Todo el misterio pascual no es más que la negación de la transustanciación por la significación, para convertir el sacrificio en una comida fraterna. Se puede adornar y disimular, en esto los camaleones modernistas son auténticos sofistas, lo que se quiera pero la realidad, que supera a la mente enfermiza de la filosofía racionalista, es que sólo hay que darse una vuelta por los altares de las iglesia y ver qué es lo que ocurre. Esos son los hechos, y "el no esto, no era esto", ya nos lo conocemos. Claro que no era no eso, pero eso y no otra cosa son los frutos del misterio pascual. "Tronos a las ideas, y cadalsos a las consecuencias", ya nos lo sabemos también.
Así, pues, no sirven los “argumentos de autoridad” de Trento ni los “textos definitorios” de Trento.
Sin embargo, existe una “profundización en la comprensión de la naturaleza del sacramento”, que es ésta (según tú):
Cita:
Evidentemente, cuando después de un mal trago, las cosas terminan bien, el espíritu se alegra. Por eso, aunque en la Misa hay sacrificio, está también presente el sentido festivo. Jesús murió, fue sepultado y, al tercer día, RESUCITÓ. La Redención no termina en la cruz. Si leemos el Génesis, veremos que la paga del pecado es la muerte (“El día que comieres de él, morirás sin remedio”). Sin embargo, en el momento en que la muerte es derrotada por Jesús, tenemos acceso al perdón de los pecados. Ahí tenemos uno de los significados profundos de la Resurrección de Jesús: Los pecados están perdonados. Ahora, sólo queda que tú te abras a la gracia y el Espíritu Santo produzca fruto en ti. Ahora, puedes realizar las buenas obras que Dios, de antemano, dispuso que practicáramos. Viendo tus obras, sabremos si tienes fe. Si no tienes buenas obras, no tienes fe.
Por tus obras, sabremos si estás redimido. Sabremos si has vencido a la muerte. Sabremos si te hundes o no en las aguas, como san Pedro. Veremos cómo reaccionas ante el sufrimiento.
Muy bien. Y yo pregunto:
¿Esa es la única “profundización” o podría haber otras (incluso muy diferentes)?
¿Es divinamente inspirada, acaso, para que tengamos a esa teoría una especial consideración?
¿Tú crees que esa parrafada tiene que gustar, o convencer, forzosamente, a los católicos?
Si no nos gusta, o no nos convence o no hacemos caso a ese argumento, ¿seremos, acaso, ignorantes o “integristas” por rechazarlo?
Y ya puestos, ¿por qué, mejor, no inventarnos cada alguna teoría para nuestra “profundización” particular?
Y, en fin, si esa “profundización” no es Dogma de Fe (que me parece que no lo es) ni proviene del Magisterio infalible ¿por qué o para qué, habríamos de creerla?
Más bien, por contra, a todo católico le obligan las palabras de Pío IX y de San Pío X, previniendo contra las “profundizaciones” :Cita:
“NO escudriñar la PROFUNDIDAD de los Misterios de Dios, SINO reverenciarlos pía y humildemente» (Pascendi, 16)
(se puede decir más alto, pero no más claro)
Aunque, cómo ese es un “argumento jurídico”… para ti y los modernistas ya sabemos que no sirve…
¡¡Y a los católicos sólo les deben servir tus argumentos y los de los modernistas!! ¿no?
Y prosigues:
Cita:
Todo esto está presente en la Misa. Siempre lo ha estado, pero han llegado a ser tanto los añadidos (añadidos previstos por la Divina Providencia, eso no lo he discutido nunca), que era difícil verlo.
Es decir, que hubo ocultación de lo esencial por añadidos, olvido etc...:
Ya existía esa herejía, ¿la conocías?, tiene más de dos siglos:
http://www.mercaba.org/FICHAS/IGLESI...iglesia_09.htmCita:
Errores del Sínodo de Pistoya
1. La proposición que afirma: que en estos últimos siglos se ha esparcido un general oscurecimiento sobre las verdades de más grave importancia, que miran a la religión y que son base de la fe y de la doctrina moral de Jesucristo, es herética.[Condenados en la Constit. Auctorem Fidei, de 28 de agosto de 1794]
[A. Errores sobre la Iglesia]
Del oscurecimiento de las verdades en la Iglesia
[Del Decr. de grat. § 1]
33. La proposición del Sínodo por la que manifiesta desear que se quiten las causas por las que en parte se ha introducido el olvido de los principios que tocan al orden de la liturgia, volviéndola a mayor sencillez de los ritos, exponiéndola en lengua vulgar y pronunciándola en voz alta —como si el orden vigente de la liturgia, recibido y aprobado por la Iglesia, procediera en parte del olvido de los principios por que debe aquélla regirse—, es temeraria, ofensiva de los piadosos oídos, injuriosa contra la Iglesia y favorecedora de las injurias de los herejes contra ella.…Del orden conveniente que ha de guardarse en el culto
[Ibid. § 6]
Sinceramente, me ha faltado tiempo para dedicarme a responder con cierta profundidad, por lo que he recurrido a personas mucho más preparadas que yo para que sean ellos quienes contesten.
Copia la respuesta que he recibido por correo electrónico, con la esperanza de que sirva para comprender que no hay razones para la confrontación en la renovación litúrgica del Vaticano II, sino más bien para la alegría de los amantes de la Tradición:
El P. Fuentes me ha delegado responder a su consulta.
Ciertamente, las definiciones del Concilio de Trento sobre la Misa
tienen carácter dogmático, y precisamente han sido recogidas como
tales por el Concilio Vaticano II, como puede leerse en la
Presentación de la Ordenación General del Misal Romano (Misal de Pablo
VI), que transcribo a continuación para responder a su consulta:
INTRODUCCIÓN
1. El Señor, cuando iba a celebrar la cena pascual con sus discípulos
en la que instituyó el sacrificio de su Cuerpo y de su Sangre, mandó
preparar una sala grande, ya dispuesta (Lc 22,12). La Iglesia se ha
considerado siempre comprometida por este mandato, al ir estableciendo
normas para la celebración de la Eucaristía relativas a la disposición
de las personas, de los lugares, de los ritos y de los textos. Tanto
las normas actuales, que han sido promulgadas basándose en la
autoridad del Concilio Ecuménico Vaticano II, como el nuevo Misal que
en adelante empleará la Iglesia de Rito romano para la celebración de
la Misa, constituyen una nueva demostración de este interés de la
Iglesia, de su fe y de su amor inalterable al sublime misterio
eucarístico, y testifican su tradición continua y homogénea, a pesar
de algunas innovaciones que han sido introducidas.
Testimonio de fe inalterada
2. El Concilio Vaticano II ha vuelto a afirmar la naturaleza
sacrificial de la Misa, solemnemente proclamada por el Concilio de
Trento en consonancia con toda la tradición de la Iglesia (CONC. ECUM.
DE TRENTO, Sesión XXII, deI 17 de septiembre de 1562: DS 1738-1759);
suyas son estas significativas palabras acerca de la Misa: "Nuestro
Salvador, en la última Cena, instituyó el sacrificio eucarístico de su
Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos,
hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa,
la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección".
Lo que enseña el Concilio, aparece continuamente en las fórmulas de la
Misa. En efecto, la doctrina que el antiguo Sacramentario Leoniano
expresaba en la fórmula: "Cada vez que se celebra el memorial de este
sacrificio, se realiza la obra de nuestra redención", aparece de modo
claro y preciso en las Plegarias eucarísticas; en ellas, el sacerdote,
a la vez que realiza la "anámnesis", se dirige a Dios en nombre de
todo el pueblo, le da gracias y le ofrece el sacrificio vivo y santo,
a saber: la oblación de la Iglesia y la Víctima por cuya inmolación el
mismo Dios quiso devolvernos su amistad; y pide que el Cuerpo y Sangre
de Cristo sean sacrificio agradable al Padre y salvación para todo el
mundo.'
De este modo, en el nuevo Misal, la lex orandi de la Iglesia responde
a su perenne lex credendi, la cual nos recuerda que, salvo el modo
diverso de ofrecer, constituyen un mismo y único sacrificio el de la
cruz y su renovación sacramental en la Misa, instituida por el Señor
en la última Cena con el mandato conferido a los Apóstoles de
celebrarla en su conmemoración; y que, consiguientemente, la Misa es
al mismo tiempo sacrificio de alabanza, de acción de gracias,
propiciatorio y satisfactorio.
3. El misterio admirable de la presencia real de Cristo bajo las
especies eucarísticas, reafirmado por el Concilio Vaticano II y otros
documentos del Magisterio de la Iglesia' en el mismo sentido y con los
mismos términos que el Concilio de Trento lo declaró materia de fe,'
se ve expresado también en la celebración de la Misa por las palabras
de la consagración que hacen presente a Cristo por la
transubstanciación, y, además, por los signos de suma reverencia y
adoración que tienen lugar en la Liturgia eucarística. Tal es el
motivo de impulsar al pueblo cristiano a que ofrezca especial tributo
de adoración a este admirable Sacramento en el día del Jueves Santo y
en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
4. La naturaleza del sacerdocio ministerial, propia del Obispo y del
presbítero, que in persona Christi, ofrecen el sacrificio y presiden
la asamblea del pueblo santo, queda esclarecida en la disposición del
mismo rito por la preeminencia del lugar reservado al sacerdote y por
la función que desempeña. El contenido de esta función se ve expresado
con particular claridad y amplitud en el prefacio de la Misa crismal
del Jueves Santo, día en que se conmemora la institución del
sacerdocio. En dicho prefacio se declara la transmisión de la potestad
sacerdotal por la imposición de las manos, enumerándose cada uno de
los cometidos de esta potestad, que es continuación de la de Cristo,
Sumo Pontífice del Nuevo Testamento.
5. Pero hay algo distinto y muy digno de estima que se capta a partir
de esta naturaleza del sacerdocio ministerial: es el sacerdocio real
de los fieles, cuya ofrenda espiritual se consuma en la unión con el
sacrificio de Cristo, único Mediador, por el ministerio del Obispo y
de los presbíteros. La celebración eucarística, en efecto, es acción
de la Iglesia universal, y en ella habrá de realizar cada uno todo y
sólo lo que de hecho le compete conforme al grado en que se encuentra
situado dentro del pueblo de Dios. De aquí la necesidad de prestar una
particular atención a determinados aspectos de la celebración que en
el decurso de los siglos no han sido tenidos muy en cuenta. Se trata
nada menos que del pueblo de Dios, adquirido por la Sangre de Cristo,
congregado por el Señor, que lo alimenta con su palabra; pueblo que ha
recibido el llamamiento de presentar a Dios todas las peticiones de la
familia humana; pueblo que, en Cristo, da gracias por el misterio de
la salvación ofreciendo su sacrificio; pueblo finalmente que por la
Comunión de su Cuerpo y Sangre se consolida en la unidad. Y este
pueblo, aunque sea santo por su origen, sin embargo, crece de continuo
en santidad por la participación consciente, activa y fructuosa en el
misterio eucarístico.
Una tradición ininterrumpida
6. Al establecer las normas a seguir en la revisión del Ordinario de
la Misa, el Concilio Vaticano II determinó, entre otras cosas, que
algunos ritos "fueran restablecidos conforme a la primitiva norma de
los santos Padres"," haciendo uso de las mismas palabras empleadas por
san Pío V en la Constitución Apostólica Quo primum al promulgar en
1570 el Misal Tridentino. El que ambos Misales Romanos convengan en
las mismas palabras puede ayudar a comprender cómo, pese a mediar
entre ellos una distancia de cuatro siglos, ambos recogen una misma
tradición. Y si se analiza el contenido interior de esta tradición, se
ve también con cuánto acierto el nuevo Misal completa al anterior.
7. En aquellos momentos difíciles, en que se ponía en crisis la fe
católica acerca de la naturaleza sacrificial de la Misa, del
sacerdocio ministerial y de la presencia real y permanente de Cristo
bajo las especies eucarísticas, lo que san Pío V se propuso en primer
término fue salvaguardar los últimos pasos de una tradición atacada
sin verdadera razón, y, por este motivo, sólo se introdujeron
pequeñísimos cambios en el rito sagrado. En realidad, el Misal
promulgado en 1570 apenas se diferencia del primer Misal que apareció
impreso en 1474, el cual, a su vez, reproduce fielmente el Misal de la
época de Inocencio III. Se dio el caso, además, de que los códices de
la Biblioteca Vaticana sirvieron para corregir algunas expresiones,
pero esta investigación de "antiguos y probados autores" se redujo a
los comentarios litúrgicos de la Edad Media.
8. Hoy, en cambio, la "norma de los santos Padres", que trataron de
seguir aquellos que propusieron las enmiendas del Misal de san Pío V,
se ha visto enriquecida con numerosísimos trabajos de investigación.
Al Sacramentario llamado Gregoriano, editado por primera vez en 1571,
han seguido los antiguos Sacramentarios Romanos y Ambrosianos,
repetidas veces publicados en edición crítica, así como los antiguos
libros litúrgicos de España y de las Galias, que han aportado
muchísimas oraciones de gran belleza espiritual, ignoradas
anteriormente.
Hoy, gracias al hallazgo de tantos documentos litúrgicos se conocen
mejor las tradiciones de los primitivos siglos, anteriores a la
constitución de los ritos de Oriente y de Occidente.
Además, con los progresivos estudios de los santos Padres, la teología
del misterio eucarístico ha recibido nuevos esclarecimientos,
provenientes de la doctrina de los más ilustres Padres de la
antigüedad cristiana, como san Ireneo, san Ambrosio, san Cirilo de
Jerusalén, san Juan Crisóstomo.
9. Por tanto, la "norma de los santos Padres" pide algo más que la
conservación del legado transmitido por nuestros inmediatos
predecesores; exige abarcar y estudiar a fondo todo el pasado de la
Iglesia y todas las formas de expresión que la fe única ha tenido en
contextos humanos y culturales tan diferentes entre sí, como pueden
ser los correspondientes a las regiones semíticas, griegas y latinas.
Con esta perspectiva más amplia, hoy podemos ver cómo el Espíritu
Santo suscita en el pueblo de Dios una fidelidad admirable en
conservar inmutable el depósito de la fe en medio de tanta variedad de
ritos y oraciones.
Acomodación a una situación nueva
10. El nuevo Misal, que testifica la lex orandi de la Iglesia Romana y
conserva el depósito de la fe transmitido en los últimos Concilios,
supone al mismo tiempo un paso importantísimo en la tradición litúrgica.
Es verdad que los Padres del Concilio Vaticano II reiteraron las
afirmaciones dogmáticas del Concilio de Trento; pero tuvieron que
hablar en un momento histórico muy distinto, y por ello hubieron de
aportar planes y orientaciones pastorales totalmente imprevisibles
hace cuatro siglos.
11. El Concilio de Trento ya había caído en la cuenta de la utilidad
del gran caudal catequético de la Misa; pero no le fue posible
descender a todas las consecuencias de orden práctico. De hecho,
muchos deseaban, ya entonces, que se permitiera emplear la lengua del
pueblo en la celebración eucarística. Pero el Concilio, teniendo en
cuenta las circunstancias que concurrían en aquellos momentos, se
creyó en la obligación de volver a inculcar la doctrina tradicional de
la Iglesia, según la cual el sacrificio eucarístico es, ante todo,
acción de Cristo mismo, y, por tanto, su eficacia intrínseca no se ve
afectada por el modo de participar seguido por los fieles. En
consecuencia, se expresó de modo firme y moderado con estas palabras:
"Aunque la Misa contiene mucha materia de instrucción para el pueblo,
sin embargo, no pareció conveniente a los Padres que, como norma
general, se celebrase en lengua vulgar". Condenó, además, al que
juzgase "ser reprobable el rito de la Iglesia Romana por el cual la
parte correspondiente al canon y las palabras de la consagración se
pronuncian en voz baja; o que la Misa exige ser celebrada en lengua
vulgar". Y, no obstante, si por un motivo prohibía el uso de la lengua
vernácula en la Misa, por otro, en cambio, mandaba que los pastores de
almas procurasen suplirlo con la oportuna catequesis: "A fin de que
las ovejas de Cristo no padezcan hambre..., manda el santo Sínodo a
los pastores y a cuantos tienen cura de almas que frecuentemente en la
celebración de la Misa, bien por sí, bien por medio de otros, hagan
una exposición sobre algo de lo que en la Misa se lee, y, además,
expliquen alguno de los misterios de este santísimo sacrificio,
principalmente en los domingos y días festivos".
12. El Concilio Vaticano II, congregado precisamente para adaptar la
Iglesia a las necesidades que su cometido apostólico encuentra en
estos tiempos, prestó una detenida atención al carácter didáctico y
pastoral de la sagrada Liturgia, lo mismo que el Concilio de Trento.
Aunque ningún católico negaba la legitimidad y eficacia del sagrado
rito celebrado en latín, no obstante, se encontró en condiciones de
reconocer que "frecuentemente el empleo de la lengua vernácula puede
ser de gran utilidad para el pueblo", y autorizó dicho empleo. El
interés con que en todas partes se acogió esta determinación fue muy
grande, y así, bajo la dirección de los Obispos y de la misma Sede
Apostólica, ha podido llegarse a que se realicen en lengua vernácula
todas las celebraciones litúrgicas en las que el pueblo participa, con
el consiguiente conocimiento mayor del misterio celebrado.
13. Aunque el uso de la lengua vernácula en la sagrada Liturgia es un
instrumento de suma importancia para expresar más abiertamente la
catequesis del misterio contenida en la celebración, el Concilio
Vaticano II advirtió también que debían ponerse en práctica algunas
prescripciones del Tridentino no en todas partes acatadas, como la
homilía en los domingos y días festivos" y la posibilidad de
intercalar moniciones entre los mismos ritos sagrados.
Con mayor interés aún, el Concilio Vaticano II, consecuente en
presentar como "el modo más perfecto de participación aquél en que los
fieles, después de la Comunión del sacerdote, reciben el Cuerpo del
Señor consagrado en la misma Misa", exhorta a llevar a la práctica
otro deseo ya formulado por los Padres del Tridentino: que para
participar de un modo más pleno "en la Misa no se contenten los fieles
con comulgar espiritualmente, sino que reciban sacramentalmente la
Comunión eucarística".
14. Movido por el mismo espíritu y por el mismo interés pastoral del
Tridentino, el Concilio Vaticano II pudo abordar desde un punto de
vista distinto lo establecido por aquél acerca de la comunión bajo las
dos especies. Al no haber hoy quien ponga en duda los principios
doctrinales del valor pleno de la comunión eucarística recibida bajo
la sola especie de pan, permitió en algunos casos la comunión bajo
ambas especies, a saber, siempre que por esta más clara manifestación
del signo sacramental los fieles tengan ocasión de captar mejor el
misterio en el que participan.
1 5. De esta manera, la Iglesia, que conservando "lo antiguo", es
decir, el depósito de la tradición, permanece fiel a su misión de ser
maestra de la verdad, cumple también con su deber de examinar y
emplear prudentemente "lo nuevo" (cf. Mt 13, 52).
Así, una parte del nuevo Misal presenta unas oraciones de la Iglesia
más abiertamente orientadas a las necesidades actuales: tales son,
principalmente, las Misas rituales y por diversas necesidades, en las
que oportunamente se combinan lo tradicional y lo nuevo. Mientras que
algunas expresiones provenientes de la más antigua tradición de la
Iglesia han permanecido intactas, como puede verse por el mismo Misal
Romano, reeditado tantas veces, otras muchas expresiones han sido
acomodadas a las actuales necesidades y circunstancias, y otras, en
cambio, como las oraciones por la Iglesia, por los laicos, por la
santificación del trabajo humano, por la comunidad de naciones, por
algunas necesidades peculiares de nuestro tiempo, han sido elaboradas
íntegramente, tomando ideas y hasta las mismas expresiones muchas
veces de los recientes documentos conciliares.
Al hacer uso de los textos de una tradición antiquísima, teniendo
también en cuenta la nueva situación del mundo, según hoy se presenta,
se han podido cambiar ciertas expresiones sin que aparezca como
menosprecio a tan venerable tesoro, con el fin de acomodarlas al
lenguaje teológico actual y a la presente disciplina de la Iglesia.
Por ejemplo, han sido modificadas algunas de las relativas a la
consideración y uso de los bienes terrenos, otras que se refieren a
cierta forma de penitencia corporal, propias de otros tiempos.
Se ve, pues, cómo las normas litúrgicas del Concilio de Trento han
sido en gran parte completadas y perfeccionadas por las del Vaticano
II, que condujo a término los esfuerzos para conseguir un mayor
acercamiento de los fieles a la Liturgia, esfuerzos realizados a lo
largo de cuatro siglos, y sobre todo en los últimos tiempos, debido
principalmente al interés por la liturgia que suscitaron san Pío X y
sus sucesores.
Hasta aquí el extenso texto, cuya atenta lectura dará respuesta a sus
dudas. Si bien es cierto que no todas las definiciones del Vaticano II
son de carácter dogmático (pero Lumen Gentium, Dei Verbum y Gaudium et
Spes sí lo son), la estrecha relación entre liturgia y fe (dogma),
expresada en el principio lex orandi lex credendi, hace que no pueda
ser herética la Misa celebrada según un Misal aprobado por un Papa, a
instancias de un Concilio; herético sería, más bien, sostener algo
semejante. Como sostiene Pío XII en la Mediator Dei (cuya lectura le
recomiendo), ?toda la liturgia tiene, pues, un contenido de fe
católica, en cuanto atestigua públicamente la fe de la Iglesia?.
La Iglesia tiene derecho de regular en materia litúrgica, y puede
cambiar aquello que crea oportuno conservando siempre la sustancia del
rito. Si la Iglesia hubiere fijado el Canon de manera inamovible para
siempre, entonces se seguiría que los otros ritos de la Iglesia que no
utilizan el Canon Romano, no celebrarían válidamente. El hecho que la
Iglesia haya declarado inmune de error el Canon Romano (Concilio de
Trento, Dz 953), no significa que sea la única plegaria que pueda
utilizarse, aunque tenga un lugar de privilegio. De hecho, el Nuevo
Misal, con algunos mínimos cambios, la ha mantenido, y, precisamente
por eso, quienes llevaron a cabo la reforma litúrgica prefirieron
crear nuevas plegarias, tomando incluso del tesoro de las oraciones de
la tradición de la Iglesia, incluso más antiguas que el mismo Canon
Romano (como es el caso de la plegaria II, que sigue sustancialmente
el llamado Canon de Hipólito).
En cuanto a la ?fijación? de la Misa, hay que decir que el Misal de
1570, no obstante la voluntad de S. Pío V de que el rito romano allí
establecido se observe ?ne in posterum perpetuis futuris temporibus in
omnibus Christiani orbis...? (Bula Quo Primum), ha sido modificado
con las sendas ediciones típicas que le sucedieron. Así, Clemente VIII
(1604-Cum Sanctissimum); Urbano VIII (1634-Si quid); León XIII (1884),
S. Pío X (1911-Divino Afflatu) Benedicto XV (1920) y Juan XIII (1962).
El mismo Pío XII, hizo una importante reforma de la Semana Santa. Lo
interesante es que los mencionados Pontífices utilizan fórmulas
similares, incluso iguales para expresar la voluntad de perpetuidad,
previendo penas canónicas análogas.
En la Missale Romanum (Bula de promulgación del Nuevo Misal, del
3/4/69), Pablo VI concluye así: ?Nostra haec autem statuta et
praescripta nunc et in posterum firma et efficacia esse et fore
volumus, non obstantibus quatenus opus sit, Constitutionibus et
Ordinationibus Apostolicis a Decessoribus Nostris editis, ceterisque
praescriptionibus etiam, peculiari mentione et derogatione dignis.?
De todos modos rige otro principio superior: es la misma la autoridad
de un Papa que de otro Papa, pues la fuente es la misma: la "autoridad
apostólica". En la jerga romana se dice: ?un Papa bolla e l? altro
sbolla? (?un Papa emite una bula y el otro la suprime?). Si uno tiene
autoridad para reformar, unificar y codificar un rito, la tuvo también
su antecesor y la tiene su sucesor. Por eso nunca se puede invocar la
autoridad de un Papa para rebajar o poner en duda el ejercicio de la
autoridad por parte de otro Papa, pues si éste último no la tiene,
tampoco la tuvo el primero. Lo mismo vale para los Concilios
ecuménicos convocados bajo la autoridad del Sumo Pontífice.
De que la sana renovación litúrgica es obra del Espíritu Santo, no
pueden quedar dudas. De que muchos han utilizado la renovación
litúrgica para sembrar confusión y hacer de la liturgia una propia
creación, totalmente arbitraria (haciendo el caldo gordo al demonio),
tampoco caben dudas, pero debemos saber distinguir las cosas. (Puede
leer la Exhortación Post-sinodal Sacramentum Caritatis).
El uso ordinario del rito romano es no sólo totalmente válido y
ortodoxo, sino también el uso propiciado por la autoridad de la
Iglesia y el más acorde a los tiempos en que vivimos, para una
participación más activa, fructuosa y consciente del Santo Sacrificio
de la Misa.
Cuente con mis oraciones y estamos a su disposición. Aprovecho la
ocasión para desearle un santo 2008.
En Cristo y María.
P. Jon Mikel de Arza Blanco, IVE.
__________________________________________
El Teólogo Responde
Responsable: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Instituto del Verbo Encarnado
El Chañaral 2699 - San Rafael (Mza)
Argentina
mail: teologoresponde@ive.org
Teologo Responde <teologoresponde@ive.org> ha escrito
publicado el 7-I-08 en el blog GLADIUM ET SPES http://gladiumetspes.blogspot.com/
http://bp0.blogger.com/_82gRAzzMMOU/...00/060601a.jpg
Cita:
En Hispanismo.org, muy buen foro de internet vinvulado a una organización política católica española, catalana en particular, uno se encuentra con barbaridades, no del foro ni producto del mismo, como la que a cotinuación vamos a comentar. Movido de buena voluntad, un forista recurre, al verse limitado en sus conocimientos sobre una discusión acerca del Motu Proprio, a una fuente externa teológica. Bien es verdad que es preferible, hoy en día, la respuesta del místico a la del teólogo en cuestiones de dogmática, pero sea como sea, nunca está de más saber que la "nouvelle teologie" domina el espectro de la Iglesia de la publicidad.
Empieza la contestación del neoteólogo:
Si bien es cierto que no todas las definiciones del Vaticano II son de carácter dogmático (pero Lumen Gentium, Dei Verbum y Gaudium et Spes sí lo son),..
Vamos a ver, ¿cómo que no todas las definiciones del Vaticano II? Un Concilio ecuménico, por ser ecuménico (universal, que no pancristiano o interrreligioso como se suele entender por mito del lenguaje este vocablo), es infalible y, por tanto, cuando define lo hace con carácter de dogma, a no ser que el Concilio no sea ecuménico, o que se renuncie expresamente al carácter dogmático, y si eso se hace, se hace con todo, no con la parte. Y, ya que, S.S. Paulo VI precisó, en discurso en la audiencia general del 12 de enero de 1966, y en el discurso de clausura del propio Concilio, que: "el Concilio Vaticno II evitó dar definiciones dogmáticas solemnes, que empeñasen la infalibilidad del magisterio eclesiástico", está claro que el Concilio Vaticano II es magisterio ordinario no infalible, y por ello, no libre del error en todo aquello que sea nuevo o no concuerde con la enseñanza de la Tradición. Es más, en la propia página del Vaticano, http://www.vatican.va/, las constituciones conciliares "Dei Verbum", "Lumen Gentium", "Sacrosanctum Concilium" y "Gaudium et Spes", que antes aparecían con el título de "Constituciones Dogmáticas", ahora aparecen con la denominación única de "Constituciones".
...la estrecha relación entre liturgia y fe (dogma), expresada en el principio lex orandi lex credendi, hace que no pueda ser herética la Misa celebrada según un Misal aprobado por un Papa, a instancias de un Concilio; herético sería, más bien, sostener algo semejante.
¿Qué hace que lo declarado como dogma no sea erróneo, si no es precisamente el carácter dogmático? Es de perogrullo, pero encierra un sofisma, y es que el Misal de Paulo VI no fue aprobado por el Concilio, sino que fue la mala aplicación, o la aplicación ambigua y modernista, de la Constitución "Sacrosanctum Concilium". Al efecto valgan las protestas de Ottaviani, a la sazón nada más y nada menos que el Prefecto del Santo Oficio, sobre el susodicho misal. Si bien el misal de Paulo VI no pueda considerarse herético, nada obsta para que no pueda declararse libre de error, con lo que si bien es válido no prueba ser legítimo. Y a más redundancia, no olvidar que los misales posteriores al Concilio Vaticano II, antes de 1965, recogían las aspiraciones de la Constitución conciliar (y así se expresaba en el nihil obstat correspondiente) que significaba la supresión del Confíteor de los fieles en el rito de la comunión. Asimismo, insistir, que la modificación del Ordinario, recomendación conciliar, para nada incluía la variación del tiempo litúrgico que fue lo que apareció con el nuevo misal, por lo tanto, no es el misal lo que la instancia del Concilio recogía.
Como sostiene Pío XII en la Mediator Dei (cuya lectura le recomiendo), ?toda la liturgia tiene, pues, un contenido de fe católica, en cuanto atestigua públicamente la fe de la Iglesia?
Por supuesto, y ahí está el quid, que al cambiar la liturgia, para acercar el culto a los protestantes, en famoso apotegma "ver lo que nos une y no lo que nos separa" (error condenado en Mortalium Animos), es donde se atenta contra el dogma.
La Iglesia tiene derecho de regular en materia litúrgica, y puede cambiar aquello que crea oportuno conservando siempre la sustancia del rito.
Obviamente, y así fue en una historia dos veces milenaria, pero la sustancia, la esencia es la que es contrariada en el nuevo misal de S.S. Paulo VI. La forma ha sido tan modificada que a comprometido la esencia, eso y no otra cosa es la crisis conciliar litúrgica.
Si la Iglesia hubiere fijado el Canon de manera inamovible para siempre, entonces se seguiría que los otros ritos de la Iglesia que no utilizan el Canon Romano, no celebrarían válidamente.
Hipótesis falsa, pues lo otros ritos, los de más de 200 años que adquirían derecho por la costumbre, como el ambrosiano, el mozárabe, etc., nunca fueron suprimidos, se está hablando del rito romano, no de los otros. La comparación no ha lugar, es una trinchera sofista.
El hecho que la Iglesia haya declarado inmune de error el Canon Romano (Concilio de Trento, Dz 953), no significa que sea la única plegaria que pueda utilizarse, aunque tenga un lugar de privilegio.
Otra hipótesis falsa, por comparación igualitaria entre desiguales, como si el hecho de ser canonizado un misal, como lo hizo San Pío V, fuera baladí. Ojalá tuviera esa canonización el misal de S.S. Paulo VI, cosa que no tiene y con la cual podría ser legítma la comparación de la hipótesis.
De hecho, el Nuevo Misal, con algunos mínimos cambios, la ha mantenido,
Mentira. ¿Cómo que mínimos cambios? El examen crítico del Novus Ordo de Ottaviani y Bacchi demuestra que de mínimos nada, sustanciales y no formales, pues, no lo olvidemos nunca, el fin de esa nueva liturgia era el acercamiento forzado, dejando de un lado a Dios, con las sectas protestantes, el "ut sint unum" con los medios humanos.
y, precisamente por eso, quienes llevaron a cabo la reforma litúrgica prefirieron crear nuevas plegarias, tomando incluso del tesoro de las oraciones de la tradición de la Iglesia, incluso más antiguas que el mismo Canon Romano (como es el caso de la plegaria II, que sigue sustancialmente el llamado Canon de Hipólito).
Las nuevas plegarias no son fruto de un rescate de la Tradicion, del cristianismo auténtico que sólo el Concilio Vaticano II y la "nouvelle teologie" son capaces de ver y del que se jactan descubridores, sino de ese arqueologismo condenado ya por S.S. Pío XII.
En cuanto a la ?fijación? de la Misa, hay que decir que el Misal de 1570, no obstante la voluntad de S. Pío V de que el rito romano allí establecido se observe ?ne in posterum perpetuis futuris temporibus in omnibus Christiani orbis...? (Bula Quo Primum), ha sido modificado con las sendas ediciones típicas que le sucedieron. Así, Clemente VIII (1604-Cum Sanctissimum); Urbano VIII (1634-Si quid); León XIII (1884), S. Pío X (1911-Divino Afflatu) Benedicto XV (1920) y Juan XIII (1962). El mismo Pío XII, hizo una importante reforma de la Semana Santa. Lo interesante es que los mencionados Pontífices utilizan fórmulas similares, incluso iguales para expresar la voluntad de perpetuidad, previendo penas canónicas análogas.
En efecto. Y hasta San Pío V no hizo otra cosa que codificar, no inventó nada. Y las ediciones típicas del Misal nunca, nunca, supusieron ir contra la esencia del rito, sino sólo un cambio formal legítimo.
En la Missale Romanum (Bula de promulgación del Nuevo Misal, del 3/4/69), Pablo VI concluye así: ?Nostra haec autem statuta et praescripta nunc et in posterum firma et efficacia esse et fore volumus, non obstantibus quatenus opus sit, Constitutionibus et Ordinationibus Apostolicis a Decessoribus Nostris editis, ceterisque praescriptionibus etiam, peculiari mentione et derogatione dignis.?
Bien, ¿y qué? Anotemos que el "posterum" del misal de S.S. Paulo VI no es el "posterum perpetuis futuris temporis in omnibus Christiani orbis", es decir, San Pío V está comprometiendo su infalibilidad canonizando el misal.
De todos modos rige otro principio superior: es la misma la autoridad de un Papa que de otro Papa, pues la fuente es la misma: la "autoridad apostólica". En la jerga romana se dice: ?un Papa bolla e l? altro sbolla? (?un Papa emite una bula y el otro la suprime?).
¡Toma ya! Modernismo en estado puro. Así, por ejemplo, la Inmaculada Concepción de María, dogma promulgado por una Bula, puede ser quitado por otro Papa con otra Bula. Pues, no. La infalibilidad no está en la categoría del documento, como quiere hacer ver aquí el neoteólogo (con ignorancia o mala fe, ni lo sé ni lo juzgo en eso), sino en la enseñanza que contiene y lo que la misma compromete. Hay que recordar el magisterio ex cathedra (siempre infalible), el magisterio ordinario infalible (cuando se reafirma en verdades creídas por todos en todo tiempo), y el magisterio ordinario no infalible (la condena de la Acción Francesa por S.S. Pío XI, v.g.).
Si uno tiene autoridad para reformar, unificar y codificar un rito, la tuvo también su antecesor y la tiene su sucesor. Por eso nunca se puede invocar la autoridad de un Papa para rebajar o poner en duda el ejercicio de la autoridad por parte de otro Papa, pues si éste último no la tiene, tampoco la tuvo el primero.
"Lo que atares en la tierra será atado en los cielos, y lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos." Esta promesa de Nuestro Señor a Pedro, no significa que se pueda atar y desatar una misma cosa, así hoy es blanco, mañana es egro, sino en la acción distinta (atar y desatar) sobre distintas cosas. Lo otros es el absurdo del evolucionismo dogmático. Lo que se invoca no es la autoridad del Papa como sujeto, sino la infalibilidad de la Iglesia en el curso de la historia.
Lo mismo vale para los Concilios ecuménicos convocados bajo la autoridad del Sumo Pontífice.
Aquí vale lo dicho al principio por S.S. Paulo VI, sobre el compromiso dogmático del Concilio Vaticano II.
De que la sana renovación litúrgica es obra del Espíritu Santo, no pueden quedar dudas. De que muchos han utilizado la renovación litúrgica para sembrar confusión y hacer de la liturgia una propia creación, totalmente arbitraria (haciendo el caldo gordo al demonio), tampoco caben dudas, pero debemos saber distinguir las cosas. (Puede leer la Exhortación Post-sinodal Sacramentum Caritatis).
Pues sí que quedan dudas, porque la infalibilidad no está comprometida, y es más, la filosofía modernista incapaz de afirmar más allá del existencialismo es, por esa incapacidad, ciega para ver las causas que ella misma niega. Sólo ve hechos funestos y malvados, pero se niega a reconocer las causas de los efectos, el hombre es desposeído, en aras del racionalismo, de toda capacidad intelectual y es sometido a la superstición y la superchería. ¿Tenemos que creer en lo irracional de las premisas porque así lo dice el Papa? pues no, eso es servilismo no obediencia.
El uso ordinario del rito romano es no sólo totalmente válido y ortodoxo, sino también el uso propiciado por la autoridad de la Iglesia y el más acorde a los tiempos en que vivimos, para una participación más activa, fructuosa y consciente del Santo Sacrificio de la Misa.
De que es válido el Novus Ordo Missae de S.S. Paulo VI, no nos cabe ninguna duda. De que sea ortodoxo, nos caben muchas dudas que no son más que las apuntadas en ese breve examen crítico por los cardenales Ottaviani y Bacchi. Sobre la participación más activa y fructosa, ahí están los frutos y la participación en los mismos: defección de la Fe, adulteración de la doctrina, la falta de vida y coherencia evangélica de los fieles y sacerdotes, en definitiva, la "autodemolición" de la Iglesia que sufre "dolores de parto". En resumen, se ha cambiado sustancialmente la lex orandi y se ha contaminado, prostituido, la lex credendi, aquí y en Roma. Son hechos, y el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga.
Cuente con mis oraciones y estamos a su disposición. Aprovecho la ocasión para desearle un santo 2008.
Rezaré para su conversión y para que diga las cosas como son, no como le gustaría que fueran.
En Cristo y María.
P. Jon Mikel de Arza Blanco, IVE.
El Teólogo Responde
Responsable: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Instituto del Verbo Encarnado
El Chañaral 2699 - San Rafael (Mza)Argentinamail: teologoresponde@ive.org
Publicado por F. L. de la Rosa en 11:05 0 comentarios