Niegan los innovadores modernistas que exista oposición entre los documentos del Vaticano II y el Magisterio de los papas anteriores al mismo; apelan a una distinta sensibilidad o a una adaptación de esos mismos textos al hombre moderno, o bien a que aquellos papas habrían acabado por entender y aceptar el mundo moderno, o que aquel texto era equivalente a lo que hoy es su corrección en sentido contrario etc.
En última instancia se trata de explicar algo inconciliable sólo mediante la misma fuerza de los hechos consumados. Algo así como:
“Los papas anteriores estaban en lo cierto;
El Vaticano II también estaba en lo cierto;
Luego,
o los textos no son contradictorios entre sí (se apelará a su “interpretación”, a su “redacción”, a su “espíritu”…)
o, suponiendo que sí lo fueran, el Espíritu Santo habría querido esa contradicción (teoría de los “signos de los tiempos”)”.
- El sentido común:
No hace falta ser muy inteligente para comprobar que el Syllabus y los documentos del Vaticano II son contradictorios entre sí. Y no sólo en su texto sino también en su “espíritu”.
Y si esto se niega solo nos queda que el Espíritu Santo ¡¡se contradiga a sí mismo!! ¡Pero cómo va a ser eso posible?
- Responderían los modernistas:
¿Y quién conoce los designios de Dios? ¿Quién eres tú para juzgar a Dios? ¿No has oído hablar de los “renglones torcidos” de Dios? ¡Dios siempre quiere lo mejor! ¡Para Dios nunca hay contradicción!
- El sentido común:
Pero ¿y antes de apelar a la “voluntad” de Dios en todo este caos, no cabría apelar, a otra categoría como la de la infalibilidad papal?
¿No consta acaso que el Concilio Vaticano II no definió nada ni condenó nada, sino que tuvo solamente carácter “pastoral”, y que con ese carácter fue convocado en 1962 (reconocida tal cosa por el mismo Pablo VI)?
Pero sí sabemos que tuvieron infalibilidad las condenas tajantes y terminantes del Magisterio de los papas anteriores que habían condenado el liberalismo.
Luego no es que el Espíritu Santo se contradiga a sí mismo, sino que esa contradicción la hay entre los documentos “pastorales” elaborados por los obispos del Vaticano II y los documentos infalibles de los papas anteriores.
Pues:
I - La infalibilidad sólo se concede para mantener y desarrollar el Magisterio precedente, NO para INNOVAR (Denz. 1836: “pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe…”), y por supuesto, se precisa de una declaración solemne del Pontífice o Concilio en cuestión (como puede ser condenar tajantemente la tesis opuesta)
II – Ni el Vaticano II, Juan XXIII, ni Pablo VI definieron nada (dado el carácter pastoral del Vaticano II) y Juan XXIII había afirmado, además, que el Concilio sólo iba a tratar de explicar el mensaje de la Iglesia (el Magisterio precedente) al hombre moderno.
III – Luego sigue siendo absolutamente válido (entonces y ahora) el Magisterio anterior al Vaticano II. Y respecto a los documentos (pastorales) promulgados por el Vaticano II son válidos en la medida que concuerdan y se adapten al Magisterio (infalible) precedente; los restantes documentos (pastorales) del Vaticano II que innovan no son, pues, infalibles y, por tanto, se puede prescindir de ellos, tal como si nunca hubieran existido.
- Responderían los modernistas:
¡Ningún documento del Vaticano II realmente innova! ¡El Vaticano II explica ortodoxamente el Magisterio anterior… y como ese Magisterio era infalible, en esa medida es infalible el Vaticano II!
- El sentido común:
Veamos. El Magisterio infalible anterior (Mirari Vos, Syllabus, Humanum Genus, Pascendi, etc.) se refería a las “libertades modernas” como “libertades de perdición”; y sin embargo vemos que esas mismas “libertades de perdición” son en el Vaticano II (camufladas eufemísticamente con otros nombres) nada menos que valoradas y alabadas.
¿Cómo explicar eso?
Por ejemplo, el Syllabus condena, entre otras muchísimas, la proposición “el Papa debe conciliarse con el progreso y la civilización moderna” y fulmina anatema contra quien la defienda.
¡¡Y, en cambio, el Vaticano II (de carácter pastoral) la defiende extendiéndola a toda la Iglesia!!
Luego ese anatema recaería sobre el Vaticano II.
Entonces, ¿cómo pueden decir los modernistas que el Vaticano II (o los Papas que lo desarrollaron) ¡¡sobre quien(es) recaería el anatema del Syllabus!! puede(n) interpretar ortodoxamente el Magisterio anterior al Vaticano II?
Si aceptamos eso, se hace imposible cualquier lógica y razonamiento.
¿Acaso no se restringió al máximo la doctrina de la infalibilidad precisamente para frenar los abusos sobre la interpretación de las declaraciones papales o conciliares que no fueran vinculantes dogmáticamente?
¿Acaso no se dio esa doctrina para OBLIGAR A TODO CATÓLICO (INCLUIDA LA PROPIA JERARQUÍA) a unos mínimos de aceptación de las declaraciones del Magisterio?
Pero es que incluso concediéndolo se llega también al absurdo:
Si, tal como los liberales modernistas afirman, el Espíritu Santo hubiera querido o inspirado las tesis católico-liberales-modernistas del Vaticano II, ¿por qué, incomprensiblemente, el Espíritu Santo permitió e inspiró anteriormente en el infalible Concilio Vaticano Primero (año 1869!) la doctrina de la infalibilidad papal que canoniza el Magisterio infalible anterior contra el liberalismo, y que resulta contradictorio con el Vaticano II (año 1962-65)?
¿O es que el Espíritu Santo (blasfemia) juega a contradecirse y a reírse de los católicos?
- Seguirían respondiendo los modernistas:
Dios “escribe recto” con “renglones torcidos”…; los “signos de los tiempos”…; “el Misterio” de Dios; Dios es “incomprensible” etc.
- El sentido común:
Lo que ocurre es que Vds están justificando los hechos consumados tal como queridos por Dios, en tanto y cuanto Dios NO HA IMPEDIDO que la situción actual de la Iglesia venga siendo la que es.
Y en la medida que eso es así, y que esa lamentable situación se prolonga en el tiempo, sin que, aparentemente, ningún designio ni señal divina contradiga este caos doctrinal, efectivamente se está tentado a creer que Dios QUIERE esta situación contradictoria (más de 40 años desde que finalizó el Vaticano II), ¡¡y por tanto, que Dios habría deseado el Vaticano II!!
Pero no ignoramos por la Sagrada Escritura ni por las predicciones sobre los últimos tiempos, sobre todo las de la Virgen, las calamidades y las apostasías que se sucederían al fin de los tiempos .
Última edición por Gothico; 07/12/2007 a las 19:37
Cualquiera que conozca un poco, nada más, la historia de la Iglesia puede ver esas contradicciones, sobretodo en las actitudes del clero. P.D.: muy buenas reflexiones, Gothico, un gusto tenerte de vuelta por acá
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
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