SI MI BIBLIOTECA SE PUSIERA EN ALMONEDA...
SI ME TOCAS LOS LIBROS... TE MATO
Confieso que una de las concupiscencias más grandes que tengo es la de los libros. Libros, fieles compañeros, siempre parleros cuando se les abre y está uno para escucharlos. Estaba el otro día pensando que, en caso de una catástrofe, en el supuesto de que todo lo que me rodea se desmoronara y perdiera... ¿qué cosas serían las que más lamentaría perder? Estaba en mi biblioteca. Rodeado por libros de todos los orígenes y condiciones: libros regalados, heredados libros, libros adquiridos a lo largo de décadas y décadas, libros... Cada uno de los cuales, como vetustos linajes o casonas rancias, tiene su historia: su fecha de nacimiento, tal vez una dedicatoria del autor, de la persona que me los regaló, o del antiguo dueño. Libros con su oriundez: Zaragoza, San Sebastián, Lugo, Salamanca, Madrid, Barcelona, Sevilla, Córdoba, Lisboa, Oporto, Viseo, París, Andorra, Braga... Ciudades donde viví. Libros que estuvieron en los anaqueles de librerías o bibliotecas personales. Algunos de ellos son tan antiguos que sus otrora propietarios dejaron su ex libris en tinta estampado en la primera página, los hay también con su escudo de armas.
En las baldas de mi biblioteca están ahora. Rodeado por ellos, decía, pensé que en caso de una catástrofe... ¿qué bienes de mi propiedad serían los que más me dolería perder? Los libros, no podía ser otra la respuesta. He encontrado en ellos el consuelo y el gozo. Hay libros que son obsequios, ofrendas de un amor que no pudo ser, símbolos de una amistad que decayó o que matamos de consuno, legado de alguien que ya nunca nos podrá fallar... Pues murió y nos dejó su mejor recuerdo: los libros que amó. El daño más irreparable que pudieran hacerme en cuanto a cosas materiales es perder mi biblioteca. Imaginemos que caigo en la ruina económica (no es un supuesto muy disparatado, habida cuenta de cómo está el corral)... ¿cómo podría deshacerme de estos libros, vendiéndolos para comer si no me quedara otra oportunidad?
Os lo digo a vosotros, malditas sanguijuelas politiqueras, si tuviera que verme obligado a ello, podría pasar, con mucha probabilidad, que con un cuchillo en la mano os lo hiciera pagar muy caro, hijos de perra. Y sí, es una amenaza en toda regla, porque ya está bien de ver cómo se ceban vuestros patrimonios a costa del bienestar de todos. Mejor que hagáis bien nuestras cuentas, por la cuenta que os trae en ello. Cada cual puede, con plena legitimidad, hacer el mismo ejercicio: considerar lo que más ama en este mundo... Y tener en cuenta quién es el culpable -vosotros, políticos democráticos y nefastos- de su pérdida.
Si mi biblioteca tuviera que ponerla en almoneda... Buscaría a un político -el más próximo- y lo acuchillaría... Para seguir leyendo en una celda carcelaria el último libro que me quedara.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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