GUSTAVE THIBON... EL AGUA CLARA


Pasa desapercibido en el panorama intelectual español (uno de los más desalentadores panoramas, por cierto... Pero, ¿es que hay intelectuales en España? Busque usted en las Universidades y en las cafeterías... Pero no se olvide de la linterna de Diógenes el Cínico). Muy pocos hemos leído a Gustave Thibon (en las facultades de Filosofía me dicen que ni se le menciona), actualmente -gracias a la labor divulgadora de Juan Manuel de Prada- se está oyendo un poco más su nombre: esperemos que sirva para que este filósofo francés haga muchos lectores en España, que falta nos hace. A nosotros Juan Manuel de Prada nos ha podido descubrir al gran Castellani, pero a Thibon lo descubrimos por nosotros mismos y, atendiendo a las referencias, mucho antes.

Por mucho que a un filósofo se le ignore -y por más que se imponga la ignorancia y el silencio sobre él-, cuando se es un filósofo de raza, más tarde o más temprano, la posteridad se encarga de reivindicarlo. Nosotros tenemos una esperanza grande en que Gustave Thibon, filósofo cristiano, tendrá mucho futuro en aquellos lectores que busquen agua sin contaminar. Pues a diferencia de todos los profetas de la desesperación, de la angustia, del malhumor y, en suma, de la revolución... A diferencia de los nihilistas, como Cioran, Camus, Sartre, etcétera... Gustave Thibon transmite la esperanza con la sencillez, sin pretenciosidad, con la claridad de un chorro de agua cristalina de las montañas alpinas.

Thibon fue un autodidacta, pero de vastas y profundas lecturas: su curiosidad intelectual no soslayó ni los textos de tradiciones exóticas, como la hindú (los textos védicos asoman de vez en cuando en las páginas thibonianas); pero lo más importante de los libros de Thibon no son las muchas lecturas que pueden componer el acervo erudito de un escritor (uno puede leer muchos libros y no sacar nada en claro). Lo que cautiva de Thibon es la profundidad con la que ha vivido y ha leído. Su prosa llana y sencilla, como él mismo. Y, aunque no quisiéramos que se interpretara como un reduccionismo, el pensamiento de Thibon tiene digamos que un eje diamantino, que podría expresarse -con sus palabras- así:

"Dios no responde preguntas, sino que logra que no se nos planteen como tales".

Donde más alza el vuelo el autor francés es en todo lo que tiene que decirnos sobre el amor: el amor divino y el amor humano. El amor humano no puede absolutizarse, siempre es algo referido a Dios -insistirá Thibon una y otra vez, remachando. Y nosotros, partidarios de su postura, creemos que es difícil encontrar a un escritor que tenga, en este asunto, las ideas más claras.

Thibon... O el agua potable y clara.

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS