Las diez espadañas singulares de Sevilla
Escrito por Fran Piñero
Además de por sus naranjos, sus templos barrocos y sus recoletos rincones, Sevilla bien podría definirse como una ciudad de espadañas. Una ruta por el casco antiguo, y por sus barrios, le llevará a descubrir unas doscientas, funcionales o ya como huecos ciegos, diseñadas para llamar al culto.
Precisamente eso es una espadaña. Una fachada simple, un muro en el que se abre el hueco, o vano, para insertar en él una campana. Cuando el campanario se cuadruplica en la misma edificación hablaríamos de torre, que, por otra parte, lleva un componente defensivo implícito del que carece la espadaña, puramente religiosa.
Sería imposible clasificarlas en base al criterio de la calidad. Lo que aquí se expone es una selección de las diez son singulares por algún motivo. O un punto de partida para conocer Sevilla desde otra perspectiva.
1. En Santa Inés, «la primitiva»
La espadaña del Convento de Santa Inés, la más antigua de Sevilla al datar de finales del siglo XIV
La espadaña más antigua de todas cuantas se alzan al cielo sevillano se encuentra en el convento de Santa Inés, culminado en 1376. La Ermita de Valme es coetánea, tal vez previa, pero no se encuentra en la capital, sino que pertenece a la localidad de Dos Hermanas.
Como no podría ser de otra forma, se presenta en un estilo mudéjar que se hace más patente en el aspecto tostado del ladrillo visto, si bien se mantuvo una larga temporada encalada en blanco y con algunos detalles en color azul añil.
El cambio tuvo lugar durante la restauración que llevó a cabo, entre 1970 y 1979, el arquitecto Rafael Manzano Martos sobre una construcción que, como suele ocurrir con los conventos del medievo de Sevilla, no se proyecta hacia el exterior, sino que se desarrolla en el interior del recinto, originalmente residencia de Doña María Coronel.
Entre sus peculiaridades, destaca su forma piramidal aunque escalonada, y la asimetría de sus vanos (los huecos donde se insertan las campanas) inferiores, que no presentan la misma anchura entre sí.
2. En la Magdalena, «la gemela»
La espadaña «gemela» de la Magdalena, con siete vanos entre sus cuerpos laterales y central, en una simetría casi perfecta
La espadaña de la Iglesia parroquial de la Magdalena es una de las más vistosas por su distribución, con dos cuerpos idénticos que se sitúan, equidistantes, junto a otro cuerpo central. No las consideramos espadañas independientes porque todo el conjunto emerge de la misma fachada, la que da a la calle Cristo del Calvario.
Como explica José Antonio Calderón Quijano en «Las espadañas de Sevilla», esta tipología «tiene su origen en el Cister, en la Toscana, son las más complejas». De hecho, es la que más vanos presenta de cuantas figuran en Sevilla, concretamente siete. Aunque son seis las campanas que alberga, pues el séptimo hueco corresponde a la puerta de acceso.
Como curiosidad, la simetría tan sólo se rompe en la hornacina del cuerpo derecho, vacía, frente a la del cuerpo izquierdo, que cobija la escultura de un ángel con armadura, lanza y escudo.
Igualmente llamativo es el relieve central, donde aparece, en palabras del aparejador Miguel Ángel Soler Vázquez, «un perro con un cirio en la boca, sentado sobre un libro… mientras abraza la bola del mundo». Eso y su cromatismo, azul en sus azulejos y terracota en los detalles.
En este caso, la espadaña fue construida por los mismos responsables de la edificación del templo, el arquitecto Leonardo de Figueroa y su hijo Matías, que la ejecutaron en 1697, doce años antes de que concluyeran la iglesia.
3. En la Catedral, «la eclipsada»
Perspectiva de la espadaña de las cubiertas de la Catedral, desde los balcones intermedios de La Giralda
No habrá campanario hispalense más célebre que el de La Giralda. El contraste llega al hablar de otra espadaña, situada también en el conjunto de la Catedral. Una construcción en la que pocos habrán reparado pese a estar bien cerca de la «Fortissima».
A pie de calle hay que agudizar la vista, pero podrá verla entre la fantasía de pináculos, arbotantes y remates que coronan las cubiertas de la Catedral, en la parte que da al Patio de los Naranjos. O, subiendo a la torre, entre los balcones a partir de la «planta» número 21.
Como suele ocurrir con las espadañas, una construcción de menor trascendencia que el resto del templo, y a menudo diseñadas por arquitectos de menor renombre, no queda constancia de su fecha de creación.
Podría, pues, haberse construido al tiempo que las cubiertas, a comienzos del siglo XV. Podría haber cumplido su función en el tiempo en que se sustituyó la espadaña original de la Giralda por su culmen renacentista. Su estado de conservación y la ausencia de documentos sólo sustentan la incertidumbre.
Como última curiosidad, la Catedral ostenta una tercera espadaña, la que remata la Puerta del Perdón.
4. En el Archivo de Protocolo, «la romántica»
En la espadaña del Archivo de Protocolo se aprecian la reciente restauración pero también la inherente erosión de la piedra
Esta espadaña es fiel reflejo de los distintos avatares por los que ha pasado el edificio que la integra a lo largo de su historia. Fue creado inicialmente como sede conventual de la Orden de Predicadores entre los años 1576 y 1601, de ahí su estilo puramente renacentista, de líneas simples, esbeltas y elegantes.
Tras un par de siglos de estabilidad, fue objeto de la invasión francesa en 1808, cuyas tropas saquearon y destrozaron el templo, así como de la desamortización de Mendizábal en 1836. Tan sólo el final del siglo XIX le devolvería la función religiosa, al ser morada de las Monjas de Dueñas tras el derribo de su convento. Sería su última vez.
En 1927 se desacraliza, conviertiéndose en la sede del Archivo de Protocolo tras ser adquirido por el Ilustre Colegio Notarial de Andalucía.
Hasta hace poco, se podía comprobar como el paso del tiempo había sido implacable con esta espadaña, pues la erosión estaba muy presente, en especial en el remate superior, un frontón curvo. «Sobre su azotea se encuentran ambas peanas que soportarían esbeltos florones de piedra, si nos atenemos a las varillas existentes de hierro que las sostenían», explica Miguel Ángel Soler en «Las espadañas de Sevilla».
Recientemente ha sido sometida a una importante restauración, que ha «rellenado» las partes de piedra perdidas. Aunque el trabajo ha resultado impecable, se aprecia la diferencia entre lo nuevo y lo antiguo.
El edificio, llamado en su época fundacional «Convento de Montesión», posee otra espadaña de menor tamaño y un mejor estado de conservación, más allá de la limpieza a la que fue sometida recientemente.
Los nidos de cigüeñas, habituales en estos campanarios, conferían un sabor nostálgico a la escena. Ya no están. Lo que si permanece es la romántica belleza de esta construcción, que le llevó a ser declarada, en 1964, Conjunto Histórico de Sevilla.
5. En la basílica del Gran Poder, «la ornamentada»
En las esbeltas líneas de la espadaña del Gran Poder se aprecia su apariencia de «espada enclavada en la fachada»
Más allá de su función meramente sonora, las espadañas vienen a embellecer los contornos de los edificios que las albergan. Sólo con su forma ya rompen la linealidad de las cornisas. Sin embargo, estas construcciones presentan todo tipo de detalles que las hacen aún más vistosas.
Desde la majestuosidad de los perfiles en la de la iglesia de San Jacinto, a la utilización de paños de cerámica naturalista en las de los conventos de San Clemente y Santa Clara, o de azulejos, en la de Santa Paula (obra de de Niculoso Pisano), pasando por juegos de colores, como el blanco y azul en la de Santiago.
Representa esta categoría la de la Basílica del Gran Poder, obra de Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontín de Orta en 1965, por ser la única en la que luce un entramado de cerrajería artística en el interior del vano, quedando las campanas armónicamente entremezcladas entre la forja.
En palabras de Miguel Ángel Soler, «las espadañas son como espadas clavadas en los muros de las iglesias y otros edificios». Obsérvelo en este caso. El frontón partido en la parte baja, la propia esbeltez de la espadaña y la espigada cruz de cerrajería, a modo de empuñadura, son una perfecta descripción gráfica de esta afirmación.
6. En las Esclavas, «la diferente»
La espadaña del colegio de las Esclavas Concepcionistas rompe con el barroco imperante y presenta un estilo neogótico
En Sevilla, las espadañas más extendidas son las de traza barroca. Los siglos XVII y XVIII dejaron en la ciudad una importante creación de estas construcciones, que en Europa habían tenido su punto álgido en el siglo XV y en España, en general, en el XVI.
No obstante, la edificación de espadañas en la capital hispalense no concluyó en dichas centurias, sino que se ha mantenido hasta nuestros días. Pese a lo reciente, las más modernas han seguido el modelo clásico a excepción de algunas, donde se hace evidente la corriente artística imperante en el momento.
Es el caso de la espadaña del Colegio de las Esclavas Concepcionistas, en estilo neogótico como el resto del templo, realizado por González de Roja. El campanario, de tres vanos, fue ejecutado por Luis Alarcón Manescau a excepción de las figuras de los ángeles, del escultor sevillano Adolfo López.
«En el interior de una de las campanas se lee Palencia año 1905», explica José Antonio Calderón. Ese fue el año en que se culminó la obra, que presenta gablete, pináculos y crestería en el antepecho.
Otro ejemplo de espadaña moderna y de estilo diverso lo tenemos en el Monasterio de la Visitación de las Salesas Reales, que sigue el estilo historicista y ecléctico del conjunto, con detalles mudéjares, románicos y bizantinos en igual presencia.
7. En la calle Entrecárceles, «la particular»
La de Entrecárceles es una de las pocas, que no la única, espadaña «particular» de Sevilla
La situación de esta espadaña, que remata la cancela de entrada del conjunto de viviendas de la calle Entrecárceles es toda una paradoja, pues se encuentra en el punto intermedio de los espacios que ocupaban dos históricas cárceles, de ahí su nombre: la Cárcel Real y la que se encontraba en el interior de la Audiencia de la plaza de San Francisco, hoy Fundación Cajasol.
Como pueden imaginar, no señaliza un espacio de tradición religiosa, precisamente, lo cual no es merma para que una cruz de cerrajería corone el conjunto. Por otra parte, no alberga campana. Quien rellena el vano es la efigie de San Juan de Dios, patrón de los enfermos.
Aunque no es lo habitual, tampoco es un caso exclusivo. Existen otras espadañas incluidas en viviendas particulares, como las que se pueden observar en el número 38 de la calle San Esteban, o en el 12 de la calle Jesús de la Vera Cruz, por citar un par de ejemplos.
8. En el Postigo, «la pequeñita»
La espadaña de la capilla de la Pura y Limpia del Postigo se inserta bajo el arco en su parte izquierda
Realmente hace juego con las dimensiones del conjunto. Se trata de la espadaña de la capilla de la Pura y Limpia del Postigo, cuya cruz de forja remata a unos cinco metros de altura sobre el suelo.
De un único cuerpo y vano, pero ornamentada con volutas en los laterales, frontón triangular y hasta un par de jarritas de azucenas en la parte superior, esta construcción es resumen perfecto de simbología sevillana, situándose sobre la leyenda «Bendita sea tu pureza».
Otra de sus curiosidades es que la parte izquierda se encastra bajo el arco del Postigo, o lo que es lo mismo, bajo el paño de muralla almohade que se conserva en la zona.
Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontín de Orta restauraron en 1964 esta edificación que data del siglo XVIII, como el conjunto de la capilla.
9. En el Museo, «la oculta»
El campanil «oculto» de la capilla del Museo
Sin nociones previas es casi imposible que el transeúnte repare en esta espadaña, o mejor dicho, campanil.
Antes la vista se irá hacia el farol sevillano, o al bello y cercano balcón, o al letrero en el que queda claro que el espectador se encuentra en la plaza del Museo.
Entre todos esos detalles existe un guardapolvo oscuro que cobija a la campana que llama a la oración en la capilla del Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas.
Otro buen ejemplo de espadañas ocultas lo encontramos en el patio de los Naranjos del Salvador, la parte que aún se conserva de la antigua mezquita sobre la que se asienta lo que hoy es una Iglesia Colegial.
Entre las vigas, apenas visible, figura una pequeña espadaña en ladrillo visto, con su campana en el interior de un vano ojival. Es curioso pues, pese a las grandes dimensiones del templo, no existe campanario ni espadaña sobre las cubiertas.
Un tercer caso sería la del Rectorado. No la que remata la capilla de los Estudiantes, ni la del edificio aislado que se encuentra justo en frente de la misma (antigua cárcel).
Nos referimos a la que corona el centro del edificio, entre el patio de la fuente y el «de los carros» y que, en palabras de Calderón Quijano, «pudo ser creada por Pedro de Silva y Lucas Cintora y presenta el aspecto del mejor barroco sevillano».
10. En San Telmo, «la monumental»
La portada principal del Palacio de San Telmo es una de las obras clave para entender el barroco sevillano. Deléitese en la maestría de su ejecución y en los detalles. Prestando atención observará que el remate superior no es otra cosa que una espadaña.
La monumental portada del Palacio de San Telmo remata en su parte superior en una espadaña de los Figueroa
No hay campana. En su lugar luce la escultura del santo que da nombre al conjunto, todo en piedra tallada y ejecutado por los miembros de la Familia Figueroa Matías y Antonio Matías, hijo y nieto de Leonardo, respectivamente. El que iniciara la afamada saga también participó, concretamente en la construcción de la capilla del palacio.
El estilo churrigueresco, o lo que es lo mismo, un barroco aún más opulento, se deja sentir en toda la portada, concluida en 1754, como se puede apreciar en el repujado, los estípites, los atlantes y el realismo en las estatuas, como las de San Hermenegildo y San Fernando, flanqueando a San Telmo en la zona superior.
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