DIOS COMO BELLEZA

por El Responsable


“…José Bayó Font lloraba recordando que Gaudí le dijo que era un buen albañil, asegurando que esta era la más valiosa condecoración que había recibido en su vida.”



Este extracto de un artículo sobre Antoni Gaudí puede servir como punto de partida para mil conversaciones, estudios o novelas. Nos puede hacer pensar en la sobrecogedora humildad del buen artesano, reflexionar sobre la autoridad emanada del genio verdadero. Sobre la poderosa personalidad de un hombre profundamente religioso, cuya obra maravilla y sorprende de forma casi universal.


En los últimos días, por razones que no vienen al caso, he tenido que leer muchas de las estupideces que el mito ha visto crecer a su alrededor, a modo de teorías de lo más esotérico y psicodélico, respecto del origen de sus creaciones. En general, estas teorías lo único que demuestran es la perplejidad del neo-pagano contemporáneo ante la potencia artística de la tradición católica; su general ignorancia sólo le permite acercarse a la obra de un maestro de este calibre desde los atajos perezosos que sus propias supersticiones ridículas le proporcionan -convencidos como están de que la nuestra es la única superstición que queda en pie-.


Para acercarse un poco a la verdad del arte de Antoni Gaudí, sin embargo, es mejor guiarse por auténticos sabios. Así decía el Papa Benedicto XVI, al consagrar la Sagrada Familia el 7 de noviembre de 2010:

“En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo.”




Gaudí en la procesión de Corpus Christi (1924)

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