Tesoros ocultos: San Luis de los Franceses (II)
La Compañía de Jesús , había llegado a Sevilla en el año del señor de 1554; otros indican el mes de Febrero de 1558, como la fecha adecuada, para que años mas tarde se iniciaran las construcciones de su casa profesa y un noviciado.
En la misma época construyeron la iglesia de la Anunciación, la única que se conserva en nuestros días de aquellas primeras edificaciones. En su interior se encuentra la cripta del Panteón de Sevillanos Ilustres. Dicho sea de pasada, en ella está enterrado Gustavo Adolfo Bécquer junto a otros prestigiosos hispalenses.
Sabido es, que el día 2 de abril de 1767 sombras de espesura flotaban silenciosamente por las casas profesas e iglesias que los jesuitas tenían en el Reino. Quebrando la paz de la mañana dentro de ellas y nubes oscuras sombreaban el sol reluciente, que habían creado con sus conocimientos profundos y sus influencias. En este señalado momento comenzó su crepúsculo, fueron expulsados de España por mandato del Rey Carlos III.
Se hace necesario, contar un poco de la historia de la Compañía de Jesús, promotores de la creación de San Luis de los Franceses, y el gran nivel de influencia que tenían para engendrar estas maravillas.
La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S.J.), fue fundada en el año 1534 por Ignacio de Loyola, junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simao Rodríguez, Juan Codurí, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada sus reglas por Paulo III en el año de1540.
El Prepósito General de la Compañía, es la dignidad sobre quien recae la máxima autoridad de la Orden religiosa. La silenciosa influencia del Padre General, sobre las actividades indescifrables para tejer y entretejer en los telares del Vaticano, condujeron a que le aplicaran el apelativo del Papa Negro, debido, a la sobria sotana de ese color que vestía. Su primer General fue Ignacio de Loyola.
San Luis de los Franceses de Sevilla es una exaltación de la Compañía a sus miembros santificados. No restringieron gastos en la búsqueda de los mejores, para compensar mediante el encumbramiento y elevación a preciosos tabernáculos, la entrega de sus vidas al propósito de la causa.
Lo mismo que los árboles crecen donde lo plantan, desde la influyente religiosa Roma, hicieron crecer sus largas y robustas ramas, para dar cobijo y enseñanzas a todos los católicos, con la filtración de sus dogmáticas ideas.
Buscaban ansiosamente la gloria de Dios y de la Orden, a la que entregaron todo su convencimiento en cuerpo y alma.
El retablo dedicado a Ignacio de Loyola, se representa con una rodilla hincada en el suelo. Sobre su cabeza inclinada con gesto humilde, aparece suspendida un aura de santidad, dirigiendo su mirada hacia el suelo en la cueva de Manresa.
Lugar donde al decir de muchos, recibió la primera inspiración divina de lo que más tardes serían sus influyentes Ejercicio Espirituales.
Publicado en 1548 se extendió rápidamente a todos los miembros de la Compañía, convirtiéndose en libro de cabecera imprescindible para todos los jesuitas. Este es el atributo que reciben todos los pertenecientes a esta orden.
Por contagio, lo utilizaron otras ordenes religiosas y la cristiandad en general, para fortalecer el convencimientos en las ideas católicas, durante la inclemente lucha con las nuevas ideas de la Reforma.
El liderazgo religioso que ejerció durante la Contrarreforma, y su obediencia absoluta al Papa, se confabularon, para propiciar una situación favorable durante su mandato como General; desarrollando la Orden una expansión épica. Fundándose más de cien casas profesas en las principales ciudades europeas.
Estanislao Kostka, nacido en la aldea polaca de Rostkowo, conocido entre los católicos como San Estanislao de Kostka, tiene su retablo en el santuario. El novicio de delicada salud, se representa portando al Niño Jesús entre sus brazos, rememorando el episodio de la aparición de la Virgen, que salvó al santo de una gravísima enfermedad, entregándole su hijo durante unos instantes.
Manifestándole posteriormente su deseo de que entrase en la Compañía de Jesús. Se incorporó a la Orden en Roma, muriendo de malaria a muy temprana edad en esta misma ciudad.
San Luis Gonzaga fue un religioso italiano nacido en Castiglione delle Stivere, Marquesado de Castiglione. Beatificado por Paulo V en 1605 y canonizado en el año 1726 por Benedicto XIII; declarándolo Patrono de la juventud. Pío XI confirmó esta dignidad en 1926. Santo jesuita italiano que dispone de retablo, en la Iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla.
Cuando su padre fue nombrado gobernador de Monferrato, por el duque de Mantua, Guillermo Gonzaga , trasladó sus hijos a la Corte ducal en Mantua.
La duquesa, Leonor de Austria, debido a una dolencia hepática del joven, le obligó a seguir una severa dieta, prestándole la atención de una madre.
Esta dieta forjaron un carácter austero, que le serviría en su posterior vida religiosa. En la corte Ducal, cuando tenía 12 años, recibió la primera comunión de manos de San Carlos Borromeo.
Se trasladó a Madrid acompañando a su padre, y fue junto a su hermano Rodolfo, pajes del príncipe Don Diego heredero de Felipe II.
En la corte española el “Libro de la oración y meditación” de Luis de Granada, le impactó grandemente, siendo su guía de vida interior.
La peste de 1590 hizo estragos en Roma, causando la muerte de tres Papa: Sixto V, UrbanoVII y Gregorio XIV.
Luis atendió con heroísmo a los apestados en San Juan de Letrán y en la Iglesia del Gesú donde contrajo la enfermedad. Moría a los 23 años. Pese a su corta edad, tuvo una vida rica en experiencias.
Uno de los mas bonitos retablo de San Luis de los Franceses, está dedicado a San Juan Francisco Régis, jesuita francés. Entró en el noviciado de Toulouse en 1616, ordenándose a los 31 años.
Pasando años cumpliendo su misión evangélica en las zonas controladas por los hugonotes, vivía en el colegio jesuita de Montpellier.
En 1634 se puso a disposición del obispo de Viviers, ayudándole en las escarpadas montañas de Boutières donde demuestra su cualidades misioneras. Su gran bondad y la sencillez de sus palabras, asequibles y directas atrae a los montañeses, gentes rudas y poco instruidas, debido a la crudeza de su trabajo y la lejanía de los centros culturales.
Estableció refugios para las siempre perseguidas coimas. Discípulo de San Francisco Javier, la devoción a su persona comienza después de su muerte. Una sencilla cruz está sostenida delicadamente entre sus manos.
San Francisco de Borja en su retablo, se personifica la escena y la frustración que padeció, cuando fue comisionado para trasladar el cuerpo de la emperatriz Isabel de Portugal, desde Toledo hasta el Mausoleo de los Reyes Católicos en Granada.
Cuando delante de las autoridades protocolarias se abrió el ataúd para identificar el cadáver, al contemplar el cuerpo yacente en putrefacción, se juró a si mismo “nunca más servir a señor que se pueda morir”.
Por ello se representa llevando un cráneo con corona en la mano izquierda, rememorando la experiencia vivida, que mantuvo largo tiempo en su mente.
San Francisco Javier está representado en el momento de su muerte.
Nacido con el nombre de Francisco Jasso Azpilicueta Atondo y Aznare, señor de Javier, siempre fue reconocido como Francisco Javier.
Su padre Francisco Jasso, señor del Castillo de Javier, era presidente del Real Consejo de los Reyes de Navarra.
Francisco marcha a París para estudiar en la Universidad de la Sorbona lo que sería su carrera eclesiástica. Fue allí donde conoció a Ignacio de Loyola, con quién fundó mas tarde la Compañía de Jesús.
Al principio no sintió simpatía por, en ese momento, Iñigo de Loyola, debido a que había combatido contra sus hermanos en su época de militar. Lo cierto es que terminó siendo su mejor amigo y colaborador.
Fue un gran misionero y religioso, destacado por su apostolado en la India y el oriente asiático, muere en la Isla de Sanchón, China. Recibió el título de Apóstol de la India.
La dura acción de Apostolado de los Santo jesuitas, merecieron el honor de los altares en el preciosos santuario, de San Luis de los Franceses en Sevilla. Muchos de los mismo murieron, jóvenes o muy jóvenes. Pues también lo divino necesita de un pecho humano ardiente que lo sienta, para mayor gloria de Dios y su magnificencia.
José Manuel Piñero
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