Se podría afirmar que todos los idiomas cambian con el paso del tiempo. Posiblemente los que menos lo hagan sean aquellos que son propios de grupos que llamaríamos primitivos y que resulta frecuente que vivan en medio de un gran aislamiento geográfico, como puede ser el caso de diversas tribus amazónicas o de las selvas de Papua-Nueva Guinea. Tal vez también pueda ser que haya un control social manifiesto en el interior de ciertas comunidades y, en este caso, estoy pensando en los "amish" o en los "menonitas", similares aunque no iguales. Pero en las sociedades abiertas, como la nuestra, los cambios en los usos de las palabras son continuos. Hoy en día las comunicaciones han alcanzado tal grado de interrelación que ya no hay modo de huir de neologismos que vamos incorporando a nuestra habla cotidiana. Un ejemplo es éste mismo en el que me estoy expresando, lleno de anglicismos cuyo significado real se me escapa en muchas ocasiones. O en ciertos momentos en los que me doy cuenta de que después del Español, el Inglés es el idioma que más oigo a diario.
Frente a las imposiciones lingüísticas como, por ejemplo, los modos de expresión basados en la jerga administrativa, jurídica, publicitaria, periodística y otros similares, aunque resulta penoso escuchar a personas entrevistadas en la calle expresándose como un bombero, sin serlo, porque hay un incendio. O hablar como un economista sin diferenciar ni los términos, sólo porque la noticia habla de un caso de corrupción, y muchos más parecidos, que son casos en los que se detecta que el entrevistado quiere pasar por persona leída, culta o erudita. Parece un anhelo natural en cualquier persona consciente de que lo escucha un número importante de espectadores. Y ello a pesar de que hay quienes confunden "un muro de contención" con "un muro de contencioso" (sic), o presentadores de noticiarios que nos informan sobre "jabalíes salvajes", o que las ocas "son mamíferos". Bueno, por lo menos hay un intento, aunque al final parezca que algunos han pisado la piel de un plátano.
Sin embargo, hay otras situaciones cuyas causas requieren un análisis serio, porque el problema empieza en los impuestos que pagamos y la total inoperancia de un sistema educativo en manos de políticos y que a las claras no funciona. Lease el siguiente ejemplo de lo que digo, del que me guardo la fuente pero que se encuentra contenido en un sitio de Internet.
"para mi hay muxas weniiiisimas pero aora m acuerdo de estas... q creo q no stan en vuestra lista o eso x lo q e leido,"
Supongo que habrá quien comente que semejante colección de disparates, reunidos a modo de muestra en este ataque frontal contra nuestra Lengua, es producto de esa manía de los mensajitos en los teléfonos móviles. Podría ser que si, pero resulta que esa jerga de las palabras convertidas en una especie de código inaccesible para los no iniciados, es más viejo que comer. Cualquiera que haya estudiado en una universidad sabe que los apuntes o se anotan mediante algún sistema taquigráfico "ad hoc", o no hay manera de reflejar todo lo que dice el profesor: "pq" = por qué, porque... , "q" por "que", "tb" en lugar de "también", u ordinales en lugar de cardinales; todos los adjetivos acabados en "-mente", como "total/" en lugar de "totalmente". En suma, un código que los alumnos aprende en poco tiempo. Pero ello no es óbice para, una vez acostumbrados, acabar dando de patadas a la Gramática y al diccionario, pues se trata de una práctica ajustada a una necesidad y nada más. Sin embargo, esa otra forma de la frase está transformando una lengua en algo totalmente irreconocible.
Última edición por Valmadian; 10/09/2016 a las 23:03
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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