Real Fábrica de Tapices de Madrid
Jaime Mascaro Munar 01/03/2022
Con el siglo XVIII llega a España una nueva dinastía real: la de los Borbones. El primer monarca, Felipe V, era nieto del Rey Sol de Francia, en cuya esplendorosa corte pasó sus primeros años. En su nuevo país encontró un panorama muy diferente al de su tierra natal. España estaba inmersa en la pobreza y la austeridad, consecuencia de los últimos reinados de los Austria. En tal situación, Felipe inició una labor de engrandecimiento económico y entre las empresas que promovió se contaban las de objetos de ornato y lujo, como las porcelanas del Retiro, los vidrios de San Ildefonso y los de Tapices, de Madrid. Son éstos los únicos que aún se conservan, cuya manufactura cuenta con 300 años de experiencia en la fabricación y restauración de alfombras, tapices y reposteros.
Durante la Edad Media, la finalidad de los tapices era meramente térmica. No tuvieron ningún fin decorativo, por lo que muchas veces se trataba exclusivamente de paños gruesos de lana que colgaban de las paredes y que, junto con la lumbre de las chimeneas, ayudaban a paliar el frío y la humedad en las grandes estancias en castillos y palacios. A partir del siglo XV, nuevos sistemas de calefacción permitieron a las viviendas nobles proporcionar el mayor confort posible a sus moradores, como forma de combatir la dureza de un clima, especialmente crudo y frío durante los inviernos. Los nuevos avances en la climatización del ámbito doméstico permitieron que los tapices abandonaran su primitiva función práctica para asumir otra exclusivamente estética, reflejo de la posición social y el poder económico de sus propietarios.
Felipe V buscó en los Países Bajos especialistas en la confección de tapices, a tal fin de Amberes vino Jacobo Vandergoten, bajo cuya tutela se formaron los primeros tapiceros y con cuyo asesoramiento se habilitaron las instalaciones de la real Fábrica de Tapices de Madrid. Su fundación imitó a los talleres reales franceses que seguían el modelo colbertista, tras la interrupción de la importación de tapices flamencos tras la Paz de Utrecht, que proveían las piezas destinadas a las dependencias reales. Esto ocurría en el año 1721 y la manufactura pronto se convertiría en un referente europeo para la fabricación de tejidos de lujo, gracias a la colaboración entre tejedores y pintores de la talla de Mengs, Bayeu o Goya.
En sus inicios fue dirigida por Jacobo Vandergoten y su familia, ocupando una finca en las afueras de Madrid, conocida como Casa del Abreviador, muy cerca de «El Paseo del Arte» y al lado de la Puerta de Santa Bárbara, de la que la Real Fábrica toma su nombre, donde permanecerá hasta 1882. Pero fue con Carlos III y la dirección de Antonio Rafael Mengs que la fabricación de tapices experimentó su época más brillante. El checo, nombrado desde su llegada a España primer pintor de cámara del Rey, introdujo un concepto neoclásico en la composición, no exenta del pintoresquismo que ahora se va a aplicar a temas de costumbres, escenas, tipos y paisajes españoles, producto del influjo de la Ilustración, que deseaba un mayor conocimiento de la realidad del país. Para ello se ayudó del arquitecto Sabatini en la labor de dirección de la Real Fábrica y posteriormente ― en sus ausencias ― de Francisco Bayeu, nombrado director tras Mengs.
Se instalaron telares de bajo lizo que se realizaban a partir de modelos realizados por pintores de la corte. Destacó la labor de Francisco de Goya ― con su llegada en 1775 como pintor de cartones ― hasta 1792 en que una grave enfermedad, que le produjo su sordera, le alejó definitivamente de este trabajo, el primero en la corte madrileña. Fue él quien logró conjugar en su quehacer los estilos de las escuelas anteriores y crear uno propio, que en adelante caracterizó a la Real Fábrica hasta su declive tras el reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia.
A finales del siglo XIX, el crecimiento urbano de Madrid determina el traslado de la manufactura al extrarradio de la capital por lo que Alfonso XII autorizó en el 1889 la demolición de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, que se trasladó a un local de la calle Fuenterrabía, para proceder al acuartelamiento y ensanche de Madrid. Asimismo, ordenó que se construyera un nuevo edificio en la zona del Olivar y Huerta del Convento de Atocha que se encuentra en el barrio de Pacífico de Madrid, en un edificio construido entre 1889 y 1891, donde continúa actualmente la actividad para la que fue creada.
Con la República entra en crisis, ya que se deja a la Fábrica sin el apoyo de la Corona. No obstante, se mantuvo su actividad, pasando a denominarse Manufactura Nacional de Tapices y Alfombras, gracias al apoyo de Azaña e Indalecio Prieto. Durante la Guerra Civil, la Fábrica fue incautada, pero una vez finalizada volvió de nuevo a la familia Stuyck que continuó con la actividad.
En 1982 se le vuelve a conceder el título de Real Fábrica, en 1992 fue consolidada y reformada, y en 1996, a iniciativa de la Corona y del Ministerio de Cultura, la Manufactura se convierte en la Fundación Real Fábrica de Tapices. Desde ese momento, se configura como una entidad destinada a garantizar la transmisión de los valores culturales de la Fábrica y tiene encomendada, junto con la función de conservar alfombras y tapices titularidad del Patrimonio Nacional, siendo responsable de su restauración y traslado. En el año 2006 fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, siendo el edificio el soporte físico de la actividad, aunque no cabe duda de que esta última debiera ser por sí misma merecedora de protección singular.
La Real Fábrica de Tapices actualmente continúa su actividad bajo la figura de una Fundación que prolonga la tradición tricentenaria de la producción artesanal de tapices y alfombras, con el objeto de mantener viva esta institución cultural y los oficios artesanos que le son propios, en vías de desaparición. Sigue trabajando según los métodos que Vandergoten enseñara a sus alumnos, con telares de madera y en ellos dos o tres operarios, a tenor del tamaño del tapiz, tejen éste a mano. Al iniciarse el siglo XX hubo algunas innovaciones técnicas, instalando máquinas para cardar la lana que ahorraban mucho tiempo en el proceso. Dispone de una exposición permanente de alfombras y tapices en sus dependencias.
Las competencias de la empresa han ido ampliándose en el curso de su existencia, por lo que, a la misión primitiva de fabricación de tapices se sumó, poco después la de alfombras, así como la restauración y saneamiento de unos y otras. Lo que no ha sufrido cambio alguno desde sus orígenes son los motivos, los cartones sobre los que se realizan los tapices y actualmente. La fábrica que nació para satisfacer la demanda de reyes y nobles admite encargos de organismos de todo el planeta y de cualquier persona particular que solicite un servicio.
https://espanaenlahistoria.org/episo...ces-de-madrid/
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