Arquitectura del edificio actual [editar]
El edificio está sólo construido desde los pies hasta el crucero. De la otra parte, desde el crucero a la cabecera, sólo está realizada una capilla hornacina del lado del Evangelio y las cimentaciones de su simétrica del lado de la Epístola. Por ello, el edificio presenta hoy en día tres naves, separadas con grandes pilares de planta cuadrada que sujetan grandes arcos de medio punto, presentando sólo cuatro tramos cada una y rematándose en tres ábsides provisionales construidos en el siglo XVII, usando ladrillo, en el lugar donde debería haber estado el crucero. A los lados del conjunto de las tres naves existen ocho capillas hornacinas (cuatro a cada lado) cerradas con rejas, que guardan retablos barrocos, rococós y neoclásicos, además de alguna muestra de escultura funeraria.
En el exterior, el edificio también sólo está concluido hasta el crucero, si bien falta una torre de la fachada principal, que se hundió en 1841, y la que actualmente se conserva, fue construida entre 1880 y 1890 y no es fiel en absoluto a las trazas de Juan de Herrera. Tampoco el cuerpo alto de la fachada principal (orientada al sur) es fiel a los planos herrerianos, pues fue diseñado por Alberto de Churriguera a principios del siglo XVIII.
Fachada sur [editar]
Vista del imafronte de la catedral.
En el exterior destaca la portada de la fachada principal, que estaría situada entre las dos torres, de las cuales sólo existe hoy una, levantada en el siglo XIX sin seguir los planos de Herrera. Está resuelta como un colosal arco de triunfo de orden dórico y distribuida en tres cuerpos centrales bien definidos:
- El primer cuerpo, presenta cuatro columnas y dos imágenes de San Pedro y San Pablo situadas en dos hornacinas excavadas en los intercolumnios. En el centro y enmarcando la puerta de entrada hay un arco formado por dos pares de columnas que soportan la cornisa con metopas y que flanquean un arco de medio punto, dentro del cual se abre la puerta adintelada. No está bien ejecutada por los canteros que materializaron los planos de Herrera, pues, aparte de no adelantarse tanto el cuerpo central respecto al resto de la fachada como está reflejado en los planos del cántabro, el gran arco tiende a ser apuntado, habiendo sido diseñado como de medio punto. En el tímpano del arco se halla una imagen de la Virgen de la Asunción, titular de la catedral. Las esculturas de San Pedro, San Pablo y la de la Virgen fueron realizadas por Pedro Baamonde en el siglo XVIII cuando se edificó el segundo cuerpo de la fachada. Sobre los capiteles de las cuatro columnas, separando los dos primeros cuerpos, se asienta un arquitrabe con friso y cornisa.
Escudo con el tema mariano del sol.
Escudo sostenido por dos ángeles con las iniciales de María.
Escudo con el tema mariano de la luna.
- El segundo cuerpo, edificado según las trazas de Alberto Churriguera en el siglo XVIII, presenta, en altura, las mismas dimensiones que el primero. Posee una gran ventana rectangular y adintelada, flanqueada por pilastras que continúan las columnas dóricas del cuerpo bajo, con los símbolos del Sol y la Luna entre ellas, temas marianos, realizados por el escultor salmantino Juan García Espinosa. Sobre la ventana se sitúa una cornisa que sirve de separación con el tercer cuerpo. Presenta una balaustrada interrumpida lateralmente por cuatro pedestales, perpendiculares a las columnas del primer piso, sobre los cuales se ubican las estatuas en piedra de los cuatro doctores de la Iglesia latina: San Ambrosio, San Agustín, obras del escultor Pedro Baamonde, San Gregorio y San Jerónimo, obras del escultor Antonio de Gautúa.
- El último cuerpo se remata con un triángulo concebido a modo de frontón en cuyo centro se ubica un escudo sostenido por dos ángeles que cobijan las iniciales de María. El tejadillo del frontón presenta cuatro pilastras barrocas, dos a cada lado, y otra de mayor tamaño en el vértice rematada con una cruz de hierro forjado.
Los cuerpos laterales de la fachada presentan dos puertas que se abren a las las naves menores del interior de la catedral. Sobre estas puertas se encuentra un círculo en relieve y una cornisa sobre la cual se levanta otro cuerpo de poca altura con otro círculo en relieve, de tamaño menor, terminado con un adorno en voluta o roleo de estilo churrigueresco.
Fachada oeste
En este lado, el edificio está concluido hasta el crucero, aunque falta la torre de la fachada principal, hundida en 1841. De la fachada del crucero sólo están realizados la cimentación y los arranques de los muros, pero sin el revestimiento exterior. A esta fachada habría estado pegado el claustro diseñado por Herrera si se hubiera construido.
Vista del edificio desde el oeste (plaza de Portugalete). Se ve el edificio herreriano concluido hasta el crucero, el muñón de la torre hundida en 1841 con la cornisa destrozada por el efecto de la caída de las piedras y las ruinas de la colegiata bajomedieval.
Vista, desde la plaza de la Universidad del cuerpo bajo de la fachada del crucero este, construido entre 1962 y 1964.
Vista de la fachada oeste, con el crucero inconcluso y los muros sin su hoja exterior. Se ven los capiteles de las pilastras y el gran entablamento interior, que está al exterior por no haberse cubierto nunca esta parte del edificio. También aprecia el cerramiento de la nave con ladrillo y los tres ábsides del siglo XVII. Algunos autores han comparado el aspecto de esta construcción con el de las ruinas de la antigua Roma.
Fachada este
Sólo se habían construido hasta mediados del siglo XX la mitad baja del cerramiento exterior de las capillas-hornacina hasta el crucero, la parte alta que cierra la nave central, con sus contrafuertes en forma de arbotante invertido, y el exterior de una capilla-hornacina del sector de la cabecera, después del crucero, que quedaba aislada por no estar unida con el resto a raíz de que la fachada del crucero no estaba ni siquiera empezada. Entre 1962 y 1964, se reanudaron las obras con la idea de completar en parte el proyecto de Herrera bajo la dirección del arquitecto A. Arenillas, construyéndose la parte alta de las capillas del lado de la Epístola y el primer cuerpo de la fachada este del crucero. El resultado fue bastante satisfactorio. La fachada del crucero, semejante al cuerpo bajo de la fachada sur, presenta cuatro gruesas columnas, arco de medio punto que cobija la puerta de entrada y un entablamento con cornisa. Sobre este cuerpo existiría otro, que no está realizado, con una gran ventana flanqueada por dos pares de pilastras y coronado con frontón con bolas a modo de acróteras.
Fachada Norte [editar]
Nunca fue construida tal fachada. Aunque desde el exterior no puede verse, esta parte de la catedral es una mezcla entre las ruinas de la colegiata y zonas de lo que pudo ser el crucero de Herrera. Lo construido del templo herreriano se remata por este lado por con un muro de ladrillo que cierra la nave central a la altura del crucero y los tres ábsides que rematan las naves. Por encima se ven los muros sin terminar de lo que hubiese sido el interior del crucero, con el gran entablamento corintio, los capiteles y los huecos termales sin cerrar.
Torres
Torre actual de la catedral, construida entre 1880 y 1890. La cúpula de coronación y la estatua monumental del Sagrado Corazón de Jesús fueron añadidas en 1923.
Juan de Herrera había concebido para la catedral la construcción de cuatro torres, dos en las esquinas de la fachada de los pies y dos más bajas en las esquinas de la cabecera. Estas dos últimas nunca llegaron a construirse y de las otras dos sólo se levantó la del oeste. En su alzado, según los planos, las torres constan de tres cuerpos que se rematan en media naranja y linterna. El tercer cuerpo había de servir como campanario.
Entre 1703 y 1709 se levantó la torre del lado del Evangelio, siguiendo las trazas de Herrera y dirigiendo las obras el maestro de cantería Antonio de la Torre. Años más tarde, sustituyendo a la cúpula de media naranja pensada por Herrera, se le añadió un piso más, ochavado con huecos donde se albergaron las campanas, en un número mayor de lo previsto y rematado con cúpula de cascos y linterna. La torre empezó a dar problemas, y a lo largo del siglo XVIII se hicieron tres reparaciones, hasta que en el siglo siguiente, en 1841, se desmoronó toda la parte de arriba, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo. Las ruinas corrían peligro de desplome, así es que las autoridades se decidieron por su derribo hasta la altura del primer cuerpo, que se mantenía sólido y firme.
A raíz de esta caída se proyectó el alzado de la otra torre del lado de la Epístola. Habrá que esperar hasta 1879 para que empiecen las obras de la nueva torre. Las trazas de Iturralde se basaban en las de Juan de Herrera, con la alteración de la coronación ochavada, pero suprimiendo por economía el segundo cuerpo de la torre ideada por Herrera, es decir, el cuerpo que tenía en sus alzados dos ventanas superpuestas. Al terminarse el primer piso del cuerpo ochavado, se inauguró con solemnidad el 4 de abril de 1885. Hubo entonces numerosas críticas ante la escasa esbeltez de la torre y su poca altura, con lo que Iturralde se vio obligado a construir sobre lo edificado dos cuerpos ochavados más: uno con el reloj y otro con una nueva sala de campanas, similar a la del primer piso (ya construido en ese momento) del cuerpo ochavado. Todo esto se realizó entre 1886 y 1890, año en el que la torre se remató con un torpe tejado y un pararrayos.[14] Por motivos económicos, hasta bien entrado el siglo XX no se culminó la obra con la instalación del reloj en 1911 y la colocación de la estatua del Sagrado Corazón en 1923.
Interior
Alzado de un tramo de la nave central, con los grandes pilares de 13 pies de lado y las pilastras adosadas que sujetan el gran entablamento. Al fondo se ve el cierre de las naves laterales, con las capillas hornacinas con su pequeño óculo de luz.
El estilo de la catedral de Valladolid es purista y sobrio y se corresponde con el más típico clasicismo herreriano, lo cual se demuestra tanto en su arquitectura como en la decoración.
La catedral presenta actualmente tres naves de cuatro tramos rematadas con ábsides en el lugar donde hubiese estado el crucero. En el interior, filas de pilares con pilastras adosadas de orden corintio sujetan hileras de arcos de medio punto.[15] Las naves están cubiertas por bóvedas de arista.
El crucero ideado por Herrera no existe como tal porque fue convertido en espacio para la capilla mayor y dos laterales. Solamente del crucero quedan construidos algunos muros y el cuerpo bajo de su fachada del lado de la Epístola, al Este; en la estancia llamada Vestíbulo del museo catedralicio puede verse el arranque de uno de los arcos torales que se iban a construir. El espacio de lo que pudo ser este crucero tiene la misma longitud que el ancho de las tres naves, por lo que no sobresale a los lados del templo. En sus extremos desemboca en dos portales pero sólo está realizado, con puerta de acceso y gran portada, el cuerpo bajo del correspondiente al lado este, como ya se ha dicho. Entre los contrafuertes de cada nave del templo se encuentran emplazadas cuatro capillas.
Capilla mayor [editar]
Vista del interior desde la tribuna del órgano, a los pies de la nave central. Al frente la capilla mayor "provisional" del siglo XVII con el retablo de Juan de Juni.
Se encuentra en el presbiterio, en el ábside central. Sus paredes están tapizadas con damasco carmesí y contiene el retablo mayor, obra de Juan de Juni, que fue trasladado desde la cercana iglesia de La Antigua, la sillería y un facistol del siglo XVII, obra de Cristóbal Ruiz de Andino. En el centro hay un altar adornado con un frontal que presenta un trabajo de repujado en plata, obra barroca del siglo XVIII.
Los retablos
La capilla mayor ha tenido tres retablos diferentes a lo largo de su historia. El primero fue colocado en 1670, el segundo en 1865 y el tercero en 1922, cuando por motivo de las obras en la iglesia de Santa María La Antigua se trasladó desde esta iglesia el retablo de Juan de Juni, que quedó definitivamente en la catedral.
El primer retablo de 1670, era una especie de tabernáculo y fue construido por el ensamblador Pedro de Cea con esculturas de José Mayo y Pedro Salvador y una pequeña imagen de la Asunción que en el año 2008 se encuentra en la capilla de San Pedro.
El segundo retablo, que sustituyó al anterior y que se mantuvo hasta 1922, procedía de la iglesia de Arrabal de Portillo, fue cedido por el cardenal-arzobispo de Valladolid Juan Ignacio Moreno el 6 de julio de 1865. Su instalación se celebró con Salve Solemne[16] la víspera de la fiesta de la Concepción (según consta en las Actas Capitulares). Era un retablo dorado, con cuatro columnas salomónicas, al que se le añadió una pintura de la Asunción del pintor Zacarías González Velázquez, que fue ampliada en sus costados por el pintor vallisoletano Pablo Berasátegui, para amoldarse al hueco que ya tenía el retablo. En los intercolumnios del retablo estaban las imágenes de Pedro y Pablo. También había un lienzo apaisado con Santiago Apóstol. Tenía una tarjeta circular festoneada de nubes y cabezas de ángeles, que servían como marco al anagrama de María que era dorado sobre fondo de azul claro, acompañado de 4 jarrones perpendiculares a las columnas del tercer cuerpo. Detrás del tabernáculo había un nicho abierto en el muro y cerrado con verja de hierro; dentro había una urna de plata con la inscripción:
Corpora S. S. in pace sepulta réquiem in spe.
Este retablo barroco fue cedido en 1922 a la iglesia del monasterio de San Benito el Real, en Valladolid, donde actualmente se conserva, aunque la pintura de la Asunción de Zacarías González Velázquez se quedó en la Catedral, conservándose hoy en la Capilla de San Pedro Regalado. El tercer retablo, que es el que perdura, procede de la iglesia cercana de Santa María de la Antigua; fue necesario sacarlo de allí por motivo de las obras que se iban a realizar en esta parroquia en 1922. Es el retablo que Juan de Juni contrató para Santa María de la Antigua en 1546 además de seis sitiales adosados al mismo y formando un todo y que subsisten en la catedral tal y como lo concibió Juan de Juni.
Historia de la creación del retablo de Juan de Juni
El 12 de febrero de 1545, el escultor Juan de Juni se reunió con los canónigos y parroquianos de la iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid para concertar las condiciones para la elaboración del retablo mayor: condiciones, materiales, medidas, esculturas, temas, etc. El escultor se comprometía también a:
[…] pintar y estofar de oro, colores, todo muy bueno, y por mano de oficiales, los que mejor lo supieran hacer […]
Se estableció un tiempo de seis años a partir de la firma del contrato (1546) y un precio de 2.400 ducados. Pero el acuerdo no pudo seguir adelante porque el escultor Francisco de Giralte entabló un pleito en contra de Juan de Juni, que duró hasta 1550, fecha en que la Chancillería se pronunció a favor de Juan de Juni. El proceso, del que se guardan todos los documentos y firmas de testigos y declarantes, fue largo y desagradable. El estudio exhaustivo que hizo José Martí y Monsó[17] a la vista de todos los legajos sacó a la luz el origen de este pleito y el por qué de tanta insistencia, sobre todo por parte de los seguidores del escultor Giralte que se vio inmerso en esta historia como un simple instrumento sin demasiada convicción.
Cuando la iglesia de Santa María de la Antigua repartió los edictos para poner en conocimiento la pretensión de un nuevo retablo, ningún artista se presentó salvo Juan de Juni que inmediatamente enseñó su proyecto. Todos estuvieron de acuerdo (el provisor Juan de Balboa puso algunas pegas por el gran coste que suponía) y la obra habría seguido adelante si no se le hubiera tratado de imponer a Juan de Juni una última condición que no aceptó: tenía que tomar como ayudante o colaborador para pintar el retablo al pintor Vázquez y a un cuñado de éste llamado Ribera, protegidos de algunos fieles parroquianos de bastante influencia. Juan de Juni no aceptó, alegando que puesto que se había comprometido a realizar la obra quería tener la libertad de escoger a sus pintores y salir fiador de ellos. Ante la negativa, los interesados consiguieron detener la ejecución del contrato y buscaron a Giralte para que presentara una nueva traza y exigiese que le otorgaran la ejecución del retablo. Aquí empezó el litigio que, como se ha dicho más arriba, terminó en 1550 sentenciando la Chancillería a favor de Juan de Juni.
Descripción del retablo [editar]
Capilla mayor, con la sillería de coro clasicista, el retablo de Juan de Juni procedente de La Antigua y el altar con frontal de platería.
Las medidas y estructura del retablo se adaptaban perfectamente al ábside de Santa María de la Antigua para quien fue pensado y proyectado; en la catedral resulta ligeramente disminuido. Está considerado como una gran obra de Juan de Juni que expresó en él todo su saber clasicista, huyendo del encasillamiento convencional renacentista. Por eso puede verse como novedad cómo están divididos los compartimentos para las figuras aisladas y cómo los tableros de composición no se repiten simétricamente de arriba abajo sino que están intercalados en los distintos cuerpos.
El retablo está dedicado a Santa María, por lo que presenta escenas de la vida de la Virgen y de Cristo. Está dividido en predela y tres cuerpos más el ático. En los dos primeros cuerpos las columnas de orden compuesto sirven de separación (o de marco) para las distintas figuras de santos esculpidas en busto redondo. Los fustes no presentan ninguna ornamentación de grutescos, como todavía se venía haciendo, siendo este detalle bastante criticado por algunos personajes de la época. El tercer cuerpo no tiene esculturas enteras sino relieves que sobresalen bastante, contrastando con los relieves del segundo cuerpo que están alrededor de las figuras y que sobresalen muy poco.
En los intercolumnios se hallan las figuras de San Andrés, San José, San Joaquín y San Agustín. Tienen la originalidad de que la cruz de San Andrés se asoma por detrás de la columna, en el hueco siguiente y lo mismo ocurre con el báculo de San Agustín. En palabras de Martí y Monsó, el escultor Juan de Juni en esta obra llegó a dar:
[…] el sello especial de grandiosidad ampulosa, de movimientos decididos y violentos con semblantes expresivos, y conocimiento profundo de la anatomía artística […]
Coro
La Catedral de Valladolid atesora un archivo musical que está considerado como de los mejores del mundo en su género. En él se encuentran obras manuscritas e impresas (algunas de éstas últimas, de gran valor por los escasos ejemplares que se conservan) que van desde el siglo XV al XX. Muchas de las composiciones son obra de los Maestros de Capilla que ha tenido la colegiata y después catedral vallisoletana desde el Renacimiento hasta nuestros días. Entre ellos, destacan Francisco de Montanos en el siglo XVI; Manuel Gómez Camargo en el XVII; en el XVIII, José Martínez de Arce y Fernando Haykuens; en el XIX, Antonio García-Valladolid; Vicente Goicoechea a caballo entre el XIX Y XX y ya esta última centuria, Julián García Blanco.[18]
Al contrario que muchas catedrales españolas, en la actualidad, la sillería de coro no está colocada en la nave, sino en el presbiterio, mientras que el órgano se halla en una tribuna alta a los pies. Sin embargo, cuando se construyó el coro en 1667, se situó la sillería en el centro de la nave mayor, con los órganos a los lados, según costumbre de la arquitectura religiosa española, ocupando el segundo tramo por los pies de la nave central. La primera sillería que tuvo fue la proveniente de la antigua colegiata, de estilo tardogótico, realizada en el siglo XV. En el siglo XVII, hubo necesidad de hacer nuevos sitiales al pasar de la Colegiata gótica al templo herreriano. Esta sillería se utilizó hasta los primeros años del siglo XIX, cuando se sustituyó por otra, desmembrándose la tardogótica, que fue arrinconada y guardada en huecos de diversas capillas. Algunos de los paneles de madera finamente tallados que servían de respaldos, fueron utilizados como batientes de puertas[19] y la silla abacial se llevó a la capilla del Palacio Arzobispal. En 1763 se empezó a colocar la reja costeada por el obispo de Valladolid Isidro Cosío y Bustamante.
A principios del siglo XIX se amuebló el coro con la sillería que estaba en el coro alto de la iglesia del convento de San Pablo. Esta sillería, de estilo herreriano y realizada con maderas de gran calidad, fue mandada construir por el duque de Lerma, patrón del Convento de San Pablo, en el siglo XVII y sus autores fueron Francisco Velázquez y Melchor Beya, ambos de Valladolid. En el libro Becerro del convento de San Pablo puede leerse esta referencia:
En mil seiscientos veintiuno y mes de Noviembre, se finalizó la sillería del coro, que se compone de cincuenta sillas altas y cuarenta y cinco bajas. Costó la hechura de cada par unas con otras, trescientos treinta ducados. Las maderas son de las indias portuguesas; costeó la obra el duque cardenal.
Cuando en 1928 se desbarató el recinto del coro y la reja que lo cerraba fue vendida, se hizo la tribuna a los pies de la catedral, donde se instaló uno de los dos órganos, y los sitiales se llevaron al presbiterio, donde se colocaron en semicírculo apoyados en la pared. Actualmente siguen dispuestos de este modo. Se encuentran los sitiales distribuidos en dos grupos simétricos flanqueando al retablo de Juan de Juni. Existen en total 32 sillas altas y 22 bajas sin contar con los seis sitiales bajos que posee el propio retablo de Juni.
Reja del coro [editar]
El coro estuvo cerrado por una buena reja costeada por el obispo de Valladolid Isidro Cosío y Bustamante, que se empezó a colocar en octubre de 1763 y quedó instalada en diciembre de ese mismo año. Acabó su dorado en agosto de 1764. En el centro del segundo cuerpo colocó el Cabildo el escudo de armas del obispo Bustamante, en homenaje y agradecimiento a su donación. Llevaba la leyenda:
Esta reja y rallar las dio el Ilmo. Sr. Don Isidro Cosío, obispo que fue de esta ciudad.
Años más tarde este escudo con su inscripción fue sustituido por el del Cabildo.
Reja del coro de la Catedral, actualmente expuesta en el Museo Metropolitano de Nueva York.
La reja fue ejecutada en talleres de Elorrio y Elgóibar, en el País Vasco, siendo terminada en 1763. Tradicionalmente se ha venido atribuyendo su autoría a dos rejeros: Gregorio de Aguirre y Rafael de Amezua. Estudios más recientes dan por segura la autoría del artista Amezua perteneciente a una familia de rejeros de Elorrio. Parece que lo confirma la similitud de motivos en dos rejas firmadas por Rafael de Amezua destinadas a los lados del altar mayor de la catedral de Cuenca y otra de Gaspar de Amezua para el coro de la Iglesia de Santa María de Palacio, en Logroño.[20] Teorías anteriores atribuían la obra a Gregorio de Aguirre,[21] rejero y maestro arquitecto de Elgoibar.[22]
Era costumbre de los rejeros de Elorrio y Elgóibar depositar en Vitoria las piezas de las rejas una vez terminadas. Desde allí, cargadas en carretas, llegaron a Valladolid en cuya catedral fueron montadas y asentadas entre octubre y diciembre de 1763, bajo la supervisión del maestro rejero autor de la obra. El Cabildo invitó a los artífices a un ágape, lo que entonces se llamaba guantes para refrescar. En 1764 se llevó a cabo el dorado, probablemente por doradores segovianos que eran los más expertos en esta época.
En 1928, con la remodelación hecha en la catedral, la sillería del coro volvió al altar mayor y se construyó una tribuna alta a los pies donde se ubicó el órgano. Por motivos económicos por la necesidad de seguir haciendo obras, el Cabildo vendió la reja (y otras obras de arte) que fue a parar a la Fundación Hearst. Esta fundación la donó en 1956 al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, donde se puede ver asentada sobre un banco de piedra.
Tiene 3 puertas, 9 calles y 3 pisos. Las columnas son mitad torneadas y mitad abalaustradas (con abalaustramiento invertido), siguiendo un modelo típico del taller de Elorza. Tiene 64 balaustres cincelados. Un arquitrabe liso separa el primer friso con una cornisa de molduras. El coronamiento tiene ornamentación de espirales, óvalos y jarrones.
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