Irónicamente, el poder o prerrogativa para crear el crédito o dinero de una comunidad política de acuerdo a los intereses de sus miembros, es uno los poderes de los que el poder político revolucionario español se ha desprendido y dejado en manos de otras instituciones y organismos financieros con intereses particulares contrarios a los de los españoles (es decir, que pueden decidir qué empresas van a salir adelante y qué empresas van a ir a pique mediante el simple mecanismo de concederles o no un crédito, o de renovárselo o no, o de exigír la devolución de ese crédito cuando mejor les parezca, etc...).No, no, por favor. Más poder para los políticos, no.
¿Alguien podría explicarme de dónde viene esa tendencia a pensar que los políticos, o los gobernantes, o el Estado, van a utilizar bien el poder y, sin embargo, se tiende a considerar que el poder utilizado individualmente va a producir el mal?
¿Acaso los mayores crímenes de la Historia no han sido perpetrados colectivamente?
¿Acaso no hemos aprendido los devastadores efectos de la centralización artificial nacida de las revoluciones?
Los políticos, poquitos y con el poder bien controlado.
Por supuesto es un principio que forma parte de nuestra tradición política la no centralización política, en el sentido de reconocer en los cuerpos políticos y sociales inferiores al poder central el desenvolvimiento particular de sus propios asuntos al margen de ese mismo poder central (yo no defiendo ningún tipo de regalismo o absolutismo). Pero una cosa es esto, y otra muy distinta la que he señalado antes de dejar el control absoluto del crédito de una comunidad política en manos de ciertas instituciones-organismos financieros al margen y en contra de los intereses legítimos de los españoles.
Particularmente, yo soy partidario de la aplicación del principio de foralidad también a los asuntos financieros, de manera que éstos sean controlados mediante instituciones de crédito locales y/o corporativas (de producción o profesionales), sin necesidad de la existencia de una centralización monopolizadora por medio de un Banco Central, u oligopolizadora por medio de unas pocas entidades financieras multinacionales que extiendan sus tentáculos por toda la geografía española por medio de infinitas sucursales.
El poder político central (es decir, el Rey) es algo bueno, pero siempre manteniéndose dentro de sus legítimas regalías sin invadir ámbitos de competencia que la prudencia y el sentido común exigen que sean realizadas foral y autónomamente por las sociedades y personas que conforman la comunidad política al margen del poder central, y no mediante una Administración totalitaria y asfixiante que anule toda inciativa personal-corporativa.
Marcadores