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Tema: C. H. Douglas, J. A. Primo de Rivera y la economía

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    C. H. Douglas, J. A. Primo de Rivera y la economía

    Hace varias semanas terminé de leer las Obras Completas de Jose Antonio Primo de Rivera. Lo que me interesa señalar en este hilo es el aspecto económico de su doctrina. Ciertamente adolece de una presentación bastante vaga y general (seguramente los detalles técnicos los dejaría a otros para su elaboración más detallada, supongo). De todas formas me viene bien hacer uso de algunas frases y afirmaciones del Marqués de Estella para poder hacer en la medida de lo posible más inteligible los principios que conforman el funcionamiento de la economía (para de esta forma detectar así más fácilmente los problemas del mismo y sus correspodientes soluciones) tal y como fueron auténticamente formulados por el genio economista C. H. Douglas.

    Pienso que antes de llevar a cabo esta labor, vendría bien repasar de manera sucinta las verdades enunciadas por Douglas en torno a la economía.

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    Crédito Social


    El crédito social es una filosofía distribuida de manera interdisciplinar desarrollada por C. H. Douglas (1879-1952), un ingeniero británico, que escribió un libro del mismo nombre en 1924. Engloba los campos de economía, ciencia política, historia, contabilidad y física. Sus políticas están diseñadas, de acuerdo con Douglas, para dispersar el poder económico y político en manos de los individuos. Douglas escribió una vez, “Los sistemas fueron hechos para los hombres, y no los hombres para los sistemas, y el interés del hombre –que es el autodesarrollo- está por encima de todos los sistemas, ya sean teológicos, políticos o económicos”.

    Douglas dijo que los creditistas sociales querían construir una nueva civilización basada en la “absoluta seguridad económica” para el individuo, donde “cada uno se sentará bajo su parra y bajo su higuera, y nadie los aterrorizará” (Miqueas 4,4). En sus palabras, “lo que realmente demandamos de la existencia no es que seamos puestos dentro de la Utopía de alguien, sino que seamos puestos en una posición en la que podamos construir cada uno nuestra propia Utopía”.

    Fue mientras estaba organizando el trabajo en Farnborough durante la Primera Guerra Mundial que Douglas se dio cuenta de que los costes totales semanales de los bienes producidos eran mayores que las sumas pagadas a los individuos en sueldos, salarios y dividendos. Esto parecía contradecir la teoría planteada por la economía clásica ricardiana, de que todos los costes son distribuidos simultáneamente como poder adquisitivo. Preocupado por esta aparente desconexión entre la forma en que el dinero fluye y los objetivos la industria (“la distribución de bienes y servicios”, en su visión), Douglas comenzó a aplicar métodos de ingeniería al sistema económico.

    Douglas recopiló datos de más de un centenar de grandes empresas británicas y encontró que en todos los casos (excepto aquellas compañías que iban derechas a la bancarrota) las sumas pagadas en salarios, sueldos y dividendos eran siempre menores que los costes totales de los bienes y servicios producidos cada semana: los consumidores no tenían suficientes ingresos para comprar de nuevo aquello que habían hecho. Publicó sus observaciones y conclusiones en un artículo en el English Review donde sugirió: “Que estamos viviendo bajo un sistema de contabilidad que hace que la distribución de los bienes y servicios de la nación a sí misma sea una imposibilidad técnica”. Posteriormente formalizó esta observación en su teorema A + B. Douglas propuso eliminar esta brecha entre el total de precios y el total de ingresos mediante un aumento del poder adquisitivo de los consumidores a través de un Dividendo Nacional y un Mecanismo de Precio Compensado.

    De acuerdo con Douglas, el verdadero propósito de la producción es el consumo, y la producción debe servir a los intereses libre y genuinamente expresados de los consumidores. Para conseguir este objetivo, él creía que cada ciudadano debería tener una herencia beneficiosa, no directa, en el capital común traducido en un acceso completo a los bienes de consumo asegurado por el Dividendo Nacional y el Precio Compensado. Douglas pensaba que los consumidores, provistos suficientemente con el adecuado poder adquisitivo, establecerían la política de producción mediante el ejercicio de su voto monetario. De esta forma, el término democracia económica no significa el control de la industria por el trabajador, sino control democrático del crédito. Quitando la política de producción de manos de las instituciones financieras, gobierno e industria, el Crédito Social prevé una “aristocracia de productores, sirviendo y siendo acreditada por una democracia de consumidores”.

    Las propuestas políticas del Crédito Social atrajeron un amplio interés en las décadas de entreguerras del siglo XX por su relevancia respecto a las condiciones económicas del momento. Douglas llamó la atención acerca del exceso de capacidad de producción sobre el poder adquisitivo del consumidor, una observación que también fue hecha por John Maynard Keynes en su libro La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Mientras Douglas compartía algunas de las críticas de Keynes de la economía clásica, sus remedios únicos fueron contestados e incluso rechazados por la mayoría de los economistas y banqueros del momento. Remanentes del Crédito Social existen todavía en partidos de crédito social a lo largo del mundo, pero en la forma más pura en que fue originalmente planteado por el Mayor C. H. Douglas.

    Teoría económica

    1. Factores de producción y valor

    Douglas estaba en desacuerdo con los economistas clásicos que dividían los factores de producción en sólo tierra, trabajo y capital. Si bien Douglas no negaba estos factores en la producción, creía que “la herencia cultural de la sociedad” era el primero de los factores. La herencia cultural se define como el conocimiento, técnica y procesos que nos han sido transmitidos de manera cada vez más creciente desde los orígenes de la civilización. En consecuencia, la humanidad no tiene que estar continuamente “reinventando la rueda”. “Somos meros administradores de esa herencia cultural, y es en ese sentido que la herencia cultural es propiedad de todos nosotros, sin excepción”. Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx afirmaban que el trabajo crea todo el valor. Si bien Douglas no negó que todos los costes se deben en última instancia a cargas de trabajo de algún tipo (pasado o presente), él negó que el trabajo presente del mundo creara toda la riqueza. Douglas tuvo cuidado en distinguir entre valor, coste y precios. Afirmó que uno de los factores que conducen a un error de pensamiento en relación a la naturaleza y funcionamiento del dinero era la obsesión de los economistas sobre los valores y su relación con los precios y los ingresos. Si bien Douglas reconocía el “valor en uso” como una teoría legítima de los valores, también afirmaba que los valores eran subjetivos y no susceptibles de ser medidos de una manera objetiva. Así, rechazó la idea de que el rol del dinero sea el de actuar como un valor estándar o medida de valor. Douglas creía que el rol del dinero es el de actuar como un medio de comunicación por el cual los consumidores dirigen la distribución de la producción.

    2. Sabotaje económico

    Altamente asociado con el concepto de herencia cultural como factor de producción está la teoría del crédito social del sabotaje económico. Si bien Douglas creía que el factor de producción de la herencia cultural es principal en el crecimiento de la riqueza, también creía que el sabotaje económico es el principal factor de su decrecimiento. La palabra riqueza (“wealth”) deriva de la antigua palabra inglesa wela o “bienestar”, y Douglas creía que toda la producción debería incrementar el bienestar personal. Por tanto, la producción que no incrementa directamente el bienestar personal es desperdicio o sabotaje económico.

    “El efecto económico de cargar todo el desperdicio de la industria en el consumidor recorta de tal manera su poder adquisitivo que un creciente porcentaje del producto de la industria debe ser exportado. El efecto de esto en el trabajador es que él tiene que hacer muchas veces la cantidad de trabajo que debería ser necesaria para mantenerle en el más alto estándar de vida, como resultado de un incentivo artificial para producir cosas que no quiere, que no puede comprar y que no son de ninguna utilidad para el logro de su propio estándar de bienestar”.

    Mediante los métodos modernos de contabilidad, el consumidor es forzado a pagar por todos los costes de la producción, incluido el desperdicio. El efecto económico de cargar al consumidor con todo el desperdicio de la industria es que el consumidor es forzado a hacer mucho más trabajo del que es necesario. Douglas creía que el esfuerzo inútil podía ligarse directamente con la confusión referente al propósito del sistema económico, y la creencia de que el sistema económico existe para proveer empleo para así distribuir los bienes y servicios.

    “Pero sería aconsejable echar un vistazo a alguna de la causas próximas operantes que reducen la remuneración por esfuerzo; y para darse cuenta del origen de la mayoría de los ejemplos específicos, debe fijarse en mente que el sistema económico existente distribuye bienes y servicios a través del mismo medio que causa los bienes y servicios, es decir, pago por trabajo continuo. En otras palabras, si la producción para, la distribución para, y en consecuencia existe un claro incentivo para producir inútiles y superfluos artículos para que así materias primas útiles ya existentes puedan ser distribuidas. Esta razón perfectamente simples es la explicación de la necesidad creciente de lo que ha venido a denominarse sabotaje económico; el desperdicio colosal de esfuerzo que avanza en cualquier aspecto de la vida y que pasa desapercibido para la mayoría de la población pues están muy familiarizados con él; un desperdicio que sobregravó tanto la ingenuidad de la sociedad para extenderlo que el clímax de guerra sólo ocurrió en el momento en que una culminante exhibición de sabotaje organizado era necesaria para preservar al sistema de su espontánea combustión”.

    3. Propósito de una economía

    Douglas afirmaba haber tres posibles políticas alternativas a seguir respecto al sistema económico:

    “1. La primera de éstas es que se trata de un Gobierno encubierto, cuyo principal (aunque hay que admitirlo, no el único) objetivo es imponer sobre el mundo un sistema de pensamiento y acción. 2. La segunda alternativa tiene cierta similitud con la primera, pero es más simple. Asume que el principal objetivo del sistema industrial es la provisión de empleo. 3. Y la tercera, que esencialmente es más simple todavía (de hecho, tan simple que parece enteramente ininteligible para la mayoría) es que el objetivo del sistema industrial es meramente de proveer de bienes y servicios”.

    Douglas creía que era la tercera alternativa política aquella sobre la cual debía basarse un sistema económico, pero la confusión del pensamiento ha permitido que el sistema industrial sea gobernado por los dos primeros objetivos. Si el propósito de nuestro sistema económico es el distribuir la máxima cantidad de bienes y servicios con la mínima cantidad de esfuerzo, entonces la capacidad de distribuir bienes y servicios con la mínima cantidad de empleo es realmente deseable. Douglas proponía que el desempleo es la lógica consecuencia del hecho de que las máquinas reemplacen al trabajo en el proceso productivo, y cualquier intento de revertir este proceso por medio de políticas diseñadas para conseguir el pleno empleo directamente sabotean nuestra herencia cultural. Douglas también creía que la población apartada del sistema industrial debido al proceso de mecanización debería tener todavía la capacidad de consumir los frutos del sistema, pues sugería que todos somos herederos de la herencia cultural, y su propuesta de un dividendo nacional está directamente relacionada con esta creencia.

    4. La naturaleza crediticia del dinero

    Douglas criticaba la economía clásica porque muchas de las teorías están basadas sobre una economía de trueque, mientras que la economía moderna es de tipo monetario. Inicialmente, el dinero se originaba en el sistema productivo, cuando los ganaderos realizaban discos de cuero que representaban una cabeza de ganado. Estos discos podían entonces intercambiarse por grano, y los productores de grano podían entonces intercambiar el disco por una cabeza de ganado en un periodo posterior. La palabra “pecuniario” viene del latín pecunia, que significaba originalmente y literalmente “ganado” (relacionado con pecus, que significaba bestia). Hoy, el sistema productivo y el sistema financiero son dos entidades separadas. Douglas demostró que los préstamos crean depósitos, y presentó una prueba matemática en su libro Crédito Social. El crédito bancario engloba la mayor parte del dinero, y es creado cada vez que un banco hace un préstamo. Douglas también fue uno de los primeros en entender la naturaleza crediticia del dinero. La palabra crédito deriva del latín credere, que significa “creer”. “La cualidad esencial del dinero, por tanto, es que un hombre crea que va a conseguir lo que quiere con la ayuda del mismo”.

    De acuerdo con los economistas, el dinero es un medio de cambio. Douglas argumentaba que esto pudo haber sido el caso una vez cuando la mayoría de la riqueza era producida por individuos que a continuación la intercambiaban con los otros. Pero en las modernas economías, la división del trabajo divide la producción en múltiples procesos, y la riqueza es producida por gente que trabaja en asociación con los demás. Por ejemplo, un trabajador en automóviles no produce ninguna riqueza (es decir, el automóvil) por sí mismo, sino sólo en conjunción con otros trabajadores de automóviles, los productores de carreteras, de gasolina, seguros, etc. En esta perspectiva, la riqueza es un fondo o pozo del cual la gente puede sacar algo, y el dinero pasa a ser un sistema de tickets. La eficiencia ganada por los individuos cooperando en el sistema productivo fue denominada por Douglas como la “plusvalía de la asociación” (cuyas históricas acumulaciones constituyen lo que Douglas llamaba herencia cultural). Los medios para poder sacar riqueza de ese pozo común es el dinero distribuido por el sistema bancario.

    Douglas creía que el dinero no debería ser considerado como una materia prima sino más bien como un ticket, un medio de distribución de la producción. “Existen dos lados en esta cuestión del ticket que representan algo que podemos llamar, si se quiere, un valor. Existe el ticket mismo (el dinero que forma lo que podemos llamar “demanda efectiva”) y existe algo que llamamos precio en oposición a él”. El dinero es demanda efectiva, y los medios para reclamar ese dinero son los precios y los impuestos. A medida que el capital real reemplaza al trabajo en el proceso de modernización, el dinero debería convertirse de una manera cada vez más creciente en un instrumento de distribución. La idea de que el dinero es un medio de cambio está relacionado con la creencia de que toda la riqueza es creada por el trabajo actual del mundo, y Douglas rechazó claramente esta creencia, declarando que la herencia cultural de la sociedad es el factor principal en la creación de riqueza, que hace del dinero un mecanismo de distribución y no un medio de cambio.

    Douglas también afirmaba que el problema de la producción, o escasez, estaba resuelto desde hace tiempo. El nuevo problema era uno de distribución. Sin embargo, en tanto que la economía ortodoxa haga de la escasez un valor, los bancos continuarán creyendo que están creando valor para el dinero que producen haciéndolo escaso. Douglas criticó al sistema bancario en dos puntos:

    1. Por ser una forma de gobierno que ha estado centralizando sus poderes durante siglos, y
    2. Por reclamar la propiedad del dinero que ellos crean.


    El primero es considerado por Douglas como algo antisocial en política. Y el segundo afirmaba que era equivalente a reclamara la propiedad de la nación. De acuerdo con Douglas, el dinero es meramente una representación abstracta del crédito real de la comunidad, que es la capacidad de la comunidad para distribuir bienes y servicios, cuando y donde sean requeridos.

    El teorema A + B

    En enero de 1919, Una visión mecánica de la economía por C. H. Douglas fue el primer artículo que apareció en el New Age, editado por A. R. Orage, criticando los métodos por los cuales la actividad económica es medida normalmente:

    “No es el propósito de este pequeño artículo menospreciar los servicios de los contables; de hecho, bajo las condiciones existentes probablemente ninguna corporación de hombres han hecho más por cristalizar los datos sobre los cuales nosotros llevamos a cabo los negocios del mundo; pero la profunda confusión de pensamiento que indudablemente surge de la tranquila asunción del llevador de libros y del contable de que él y sólo él estaba en una posición para asignar valores positivos o negativos a las cantidades representadas por sus cifras es una de las más sorprendentes curiosidades del sistema industrial; y el intento de moldear las actividades de un gran imperio en semejante base es seguramente la condenación final de un método obsoleto”.

    En 1920, Douglas presentó el teorema A + B en su libro, Poder del Crédito y Democracia, en crítica de la metodología contable referente al ingreso y los precios. En la cuarta edición australiana de 1933, Douglas declara:

    “Una fábrica o otra organización productiva tiene, junto con su función económica como productora de bienes, un aspecto financiero: puede ser considerada, por un lado, como un mecanismo para la distribución de poder adquisitivo a los individuos por medio de sueldos, salarios y dividendos; y por otro lado, como un creador de precios (valores financieros). Desde este punto de vista, sus pagos pueden ser divididos en dos grupos:

    Grupo A: Todos los pagos hechos a los individuos (sueldos, salarios y dividendos).
    Grupo B: Todos los pagos hechos a otras organizaciones (materias primas, cargos bancarios, y otros costes externos).

    Ahora bien, el ritmo de flujo de poder adquisitivo a los individuos está representado por A, pero como todos los pagos van a los precios, el ritmo de flujo de los precios no puede ser menor a A + B. El producto de cualquier fábrica puede ser considerado como algo que el público debería ser capaz de comprar, aunque en muchos casos es un producto intermediario sin uso para los individuos sino sólo para una fábrica ulterior; pero como A no adquirirá A + B, una proporción del producto al menos equivalente a B debe ser distribuida mediante una forma de poder adquisitivo que no esté comprendida en la descripción agrupada en A. Será necesario en una fase posterior mostrar que este poder adquisitivo adicional es provisto mediante préstamo crediticio (descubiertos bancarios) o créditos procedentes de la exportación”.

    Más allá de la evidencia empírica, Douglas afirma que este teorema deductivo demuestra que el total de precios sube más rápido que el total de ingresos cuando son considerados como un flujo.

    En su folleto titulado “La Nueva y la Antigua Economía”, Douglas describe la causa de los pagos “B”:

    “Pienso que una pequeña consideración pondrá en claro que en este sentido una carga indirecta (“overhead charge”) es cualquier carga respecto de la cual el poder adquisitivo verdaderamente distribuido no existe todavía, y que prácticamente esto significa cualquier carga creada a una distancia mayor en el pasado que el periodo de ritmo de circulación cíclica del dinero. No hay diferencia fundamental entre herramientas y productos intermedios, y estos últimos deben por tanto ser incluidos”.

    En 1932, Douglas estimó el ritmo de circulación cíclica del dinero en aproximadamente tres semanas. El ritmo de circulación cíclica del dinero mide el tiempo requerido por un préstamo para pasar a través del sistema productivo y retornar al banco. Esto puede ser calculado determinando la cantidad de compensaciones a través del banco en un año dividido por la cantidad media de depósitos mantenidos en los bancos (que varían muy poco). El resultado es el número de veces que el dinero debe renovarse para producir estas cifras de la cámara de compensación. En un testimonio delante del Comité de Agricultura de Alberta de la Legislatura de Alberta en 1934, Douglas dijo:

    “Ahora sabemos que hay un número creciente de cargas que se originaron en un periodo muy anterior a las tres semanas, e incluidas en esas cargas, como una cuestión de hecho, están la mayor parte de las cargas hechas en relación a adquisiciones de una organización a otra, pero todas esas cargas como cargas de capital (por ejemplo, en una vía de ferrocarril que fue construida un año, dos años, tres años, cinco o diez años atrás, donde las cargas todavía están existentes), no pueden ser liquidadas por una corriente de poder adquisitivo que no se incrementa en volumen y que tiene un periodo de tres semanas. La consecuencia que usted tiene un apilamiento de deuda, usted tiene en muchos casos una disminución de poder adquisitivo equivalente al precio de los bienes a la venta”.

    De acuerdo con Douglas, la mayor consecuencia del problema que él identificó en su teorema A + B es una deuda que crece exponencialmente. Más aún, él creía que la sociedad es forzada a producir bienes que los consumidores o bien no quieren o bien no pueden permitirse adquirir. Lo segundo representa una balanza comercial favorable, significando que un país exporta más de lo que importa. Pero no todos los países pueden perseguir este objetivo al mismo tiempo, pues un país debe importar más de lo que exporta cuando otro país exporta más de lo que importa. Douglas señalaba que la consecuencia a largo plazo de esta política era la guerra comercial, que normalmente resultaba en guerra real: de ahí la admonición del crédito social de que “¡Aquél que pregona por el pleno empleo pregona por la guerra!”, expresado por el partido del Crédito Social de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, liderado por John Hargrave. Lo primero representa una producción de capital excesivo y/o preparación militar. La preparación militar necesita o bien el uso violento de las armas o bien una acumulación superflua de ellas. Douglas creía que una excesiva producción de capital es solamente una corrección temporal, pues el coste del capital aparece en el coste de los bienes de consumo, o en impuestos, los cuales exacerbarán aún más las futuras brechas entre ingresos y precios.

    “En primer lugar, estos bienes de capital han de ser vendidos a alguien. Ellos forman una reserva de exportaciones forzadas. Ellos deben (como productos intermediarios) entrar de alguna manera dentro del precio de posteriores productos finales y producen una posición de equilibrio altamente inestable, pues la vida de los bienes de capital es en general más larga que la de los bienes de consumo o productos finales, y aún así para poder satisfacer las necesidades de dinero para la compra de los bienes de consumo, el ritmo de producción de los bienes de capital debe incrementarse continuamente”.

    1. El teorema A + B y una visión de la inflación desde la contabilidad del coste

    El reemplazo del trabajo por el capital en el proceso productivo implica que las cargas indirectas (B) aumenten en relación al ingreso (A), pues “ “B” es la representación financiera de la palanca del capital”. Como Douglas dijo en su primer artículo, “El engaño de la superproducción”:

    “El coste de fábrica (no el precio de venta) de cualquier producto bajo nuestro actual sistema industrial y financiero está compuesto de tres partes principales: coste laboral directo, coste material y costes indirectos, cuyas proporciones varían ampliamente con la “modernidad” del método de producción. Por ejemplo, un escultor produciendo una obra de arte con la ayuda de herramientas simples y un bloque de mármol no tiene casi nada de costes indirectos aunque también un muy bajo nivel de producción, mientras que una fábrica productora de tornillos usando máquinas automáticas pueden tener una alta cantidad de costes indirectos y una proporción muy baja de costes laborales directos, aunque también altos niveles de producción. Puesto que el aumento de producción industrial por individuo depende principalmente de las herramientas y el método, puede ser casi declarado como una ley que la producción intensificada significa una progresivamente cada vez más alta proporción de costes indirectos en relación a costes directos laborales y, dejando aparte razones artificiales, esto es simplemente una indicación de la extensión en que la maquinaria reemplaza al trabajo manual, como debería”.

    Si los costes indirectos están constantemente subiendo en relación al ingreso, cualquier intento de estabilizar o incrementar el ingreso es satisfecho con una subida de precios. Si el ingreso es constante o creciente, y los costes indirectos están continuamente incrementándose debido al avance tecnológico, entonces los precios, que igualan el ingreso más los costes indirectos, deben también subir. Más aún, cualquier intento de estabilizar o hacer decrecer los precios debe ser satisfecho mediante una caída de los ingresos de acuerdo con este análisis. Como demuestra la curva de Phillips, la inflación y el desempleo están en relación inversa (se compensan), a menos que los precios sean reducidos mediante dinero procedente de fuera del sistema productivo. De acuerdo con el teorema de Douglas A + B, el problema sistémico de la subida de precios o inflación, no es debido a “mucho dinero enfrente de pocos bienes”, sino que es debido a la proporción creciente de costes indirectos en la producción a consecuencia del reemplazo del trabajo por el capital en la industria combinado con una política de pleno empleo. Douglas no sugería que la inflación no pueda se causada por haber mucho dinero enfrente de muy pocos bienes de consumo, pero de acuerdo con su análisis ésta no es la única causa de la inflación, y la inflación es sistémica de acuerdo con las reglas de contabilidad del coste dado que los costes indirectos están constantemente incrementándose en relación con el ingreso. En otras palabras, la inflación puede existir aún cuando los consumidores tengan insuficiente poder adquisitivo para recomprar toda la producción. Douglas señalaba que había dos límites que gobernaban los precios, un límite bajo gobernado por el coste de la producción, y un límite superior gobernado por lo que un artículo alcanzará en el mercado abierto. Douglas sugería que esta es la razón por la que la deflación es considerada un problema en la economía ortodoxa, pues los banqueros y los hombres de negocios tendían mucho a olvidar el límite bajo de los precios.

    2. Precio compensado y dividendo nacional

    Douglas propuso eliminar la brecha entre el poder adquisitivo y los precios aumentando el poder adquisitivo de los consumidores con créditos que no aparecieran en los precios, en la forma de una rebaja del precio y un dividendo. Formalmente denominados “Precio Compensado” y “Dividendo Nacional (o de Consumo)”, una Oficina de Crédito Nacional estaría encargada de la tarea de calcular el tamaño de la rebaja y del dividendo determinando una hoja de balance nacional y calculando las estadísticas de producción y consumo agregados.
    Esta rebaja de precio se basa en la observación de que el coste real de la producción viene dado por la proporción de consumo media dividida por la proporción de producción media para un periodo equivalente de tiempo.

    Coste Real (Producción) = M * [(IntegralT1T2 dC/dt dt)/(IntegralT1T2 dP/dt dt)]


    donde M = dinero distribuido para un programa de producción dado.

    C
    = Consumo.

    P
    = Producción.

    El coste físico de producir algo son los materiales y el capital que fueron consumidos en su producción, más la cantidad de bienes de consumo que el trabajo consumió durante su producción. Este consumo total representa el coste de producción físico o real.

    Precio verdadero ($) = Coste ($) * [(Consumo ($) + Depreciación ($))/(Crédito ($) + Producción ($)]


    donde Consumo = coste de bienes de consumo; Depreciación = depreciación del capital real; Crédito = crédito creado; Producción = coste de la producción total.

    Puesto que cada vez menos materias primas (“inputs”) se consumen para producir una unidad de producción (“output”) en cada mejora en el proceso, el coste real de la producción cae en el tiempo. Como resultado, los precios deberían caer con la progresión del tiempo. “Puesto que la capacidad de la sociedad para distribuir bienes y servicios se incrementa por el uso de fábricas y todavía más por el progreso científico, y decrece por la producción, mantenimiento o depreciación del mismo, podemos emitir crédito, en los costes, a un ritmo cada vez mayor que el ritmo al que lo retiramos por medio de los precios de productos finales, siempre que la capacidad para suministrar a los individuos exceda al deseo”.

    Basado en esta conclusión de que el coste real de la producción es menor que el coste financiero de la producción, la rebaja del precio (Precio Compensado) de Douglas se determina por la proporción de consumo respecto a la producción. Puesto que el consumo en un periodo de tiempo normalmente menor que la producción durante el mismo periodo de tiempo en una sociedad industrial, el coste real de los bienes debería ser menor que el coste financiero.

    Por ejemplo, si el coste monetario de un bien es $100, y la proporción de consumo y producción es de ¾, entonces el coste real del bien es $100 * (3/4) = $75. En consecuencia, si un consumidor gasta $100 por un bien, la Autoridad del Crédito Nacional bonificaría al consumidor $25. El bien cuesta al consumidor $75, el minorista recibe $100, y el consumidor recibe la diferencia de $25 vía nuevos créditos creados por la Autoridad del Crédito Nacional.

    El Dividendo Nacional está justificado por el desplazamiento del trabajo en el proceso productivo debido a los aumentos tecnológicos en la productividad. A medida que el trabajo humano es reemplazado de manera creciente por las máquinas en el proceso productivo, Douglas creía que la gente debería ser libre de consumir mientras disfruta de cantidades crecientes de tiempo libre, y el Dividendo proveería a dicha libertad.

    3. Críticos del teorema A + B y refutación

    Críticos del teorema, como J. M. Pullen, Hawtrey y J. M. Keynes argumentan que no hay diferencia entre los pagos A y B. Otros críticos, como Gary North, argumentan que las políticas del crédito social son inflacionarias. “El teorema A + B se ha encontrado con un casi universal rechazo por parte de los economistas académicos sobre la base de que, aunque los pagos B pueden ser hechos inicialmente a “otras organizaciones”, no se perderán necesariamente para el flujo de poder adquisitivo disponible. Los pagos A y B coinciden a través del tiempo. Incluso si los pagos B se reciben y son gastados antes de que el producto final esté disponible para la compra, el poder adquisitivo actual se aumentaría por los pagos B recibidos en la actual producción de bienes que estarán disponibles para su adquisición en el futuro”.

    A. W. Joseph replicó a esta crítica específica en un trabajo enviado a la Birmingham Actuarial Society, “Banca e Industria”:

    “Pongamos que A1 + B1 sean los costes en un periodo de tiempo de artículos producidos por fábricas que realizan bienes de consumo que se dividen en costes A1 (que se refieren al dinero pagado a los individuos por medio de los salarios, sueldos, dividendos, etc.) y en costes B1 (que se refieren al dinero pagado a otras instituciones). Pongamos que A2, B2 sean los costes correspondientes de fábricas que producen equipo capital. El dinero distribuido a los individuos es A1 + A2 y el coste de los bienes de consumo finales es A1 +B1. Si el dinero en manos del público debe ser igual al coste de los bienes de consumo producidos, entonces A1 + A2 = A1 + B1, y por tanto A2 = B1. Ahora bien, la ciencia moderna nos ha conducido a una situación en la que las máquinas cada vez más y más toman el lugar del trabajo humano en la producción de bienes, es decir, A1 se está convirtiendo en menos importante en relación a B1, y A2 menos importante en relación a B2.

    En símbolos, si B1/A1 = k1 y B2/A2 = k2, ambos k1 y k2 están incrementándose.

    Puesto que A2 = B1, esto significa que (A2 + B2)/(A1 + B1) = [(1+ k2)*A2]/[(1 + 1/k1)*B1] = (1 + k2)/(1 + 1/k1), que está incrementándose.

    De esta forma, para que el sistema económico continúe funcionando es esencial que los bienes de capital sean producidos en una cantidad cada vez más creciente en relación a los bienes de consumo. Tan pronto como la proporción de bienes de capital en relación a los bienes de consumo se afloja, los costes exceden al dinero distribuido, es decir, el consumidor es incapaz de adquirir los bienes de consumo que llegan al mercado”.

    Y en réplica al Dr. Hobson, Douglas reafirmó su tesis principal: “Para reiterar categóricamente el teorema criticado por Mr. Hobson: los sueldos, salarios y dividendos distribuidos en un periodo dado no compran ni pueden comprar la producción de ese periodo; esa producción sólo puede ser comprada, es decir, distribuida, bajo las presentes condiciones por un giro (y un giro cada vez más creciente) sobre el poder adquisitivo distribuido en relación a producción futura, y éste último principalmente y de manera cada vez más creciente se deriva del crédito financiero creado por los bancos”.

    Los ingresos se pagan a los trabajadores a lo largo de un programa de producción con múltiples etapas. De acuerdo a la convención de reglas ortodoxas de contabilidad aceptadas, todos esos ingresos son parte del coste financiero y el precio del producto final. Para que el producto pudiera ser comprado con los ingresos ganados en su manufactura, todos esos ingresos habrían de ser ahorrados hasta que el producto quedara terminado. Douglas argumentaba que los ingresos normalmente se gastan en producción pasada para satisfacer las presentes necesidades de la vida, y no estarán disponibles para adquirir los bienes que se terminan en el futuro (bienes que deben incluir la suma de los ingresos desembolsados durante el periodo de su fabricación en sus precios). En consecuencia, esto no liquida el coste financiero de la producción en tanto que meramente traspasa las cargas de un periodo contable como cargas acumuladas contra periodos futuros. En otras palabras, de acuerdo con Douglas, la oferta no crea suficiente demanda para liquidar todos los costes de la producción. Douglas negaba la validez de la ley de Say en economía.

    Si bien John Maynard Keynes se refería a Douglas como un “soldado raso, quizá, pero no un mayor en el valiente ejército de los herejes”, él declaró de Douglas que “tiene derecho a afirmar, en contra de algunos de sus adversarios ortodoxos, que él al menos no ha estado completamente ciego respecto al principal problema de nuestro sistema económico”. Si bien Keynes dijo que el teorema A + B de Douglas “incluye en mucho mera mistificación”, él alcanza una conclusión similar a la de Douglas cuando declara:

    “Así, el problema de sostener que la nueva inversión de capital siempre excederá la desinversión de capital suficientemente para llenar la brecha entre ingreso y consumo, presenta un problema que es de manera cada vez más creciente difícil a medida que el capital crece. La nueva inversión de capital sólo puede tener lugar en exceso de la actual desinversión de capital si se espera que el gasto futuro en consumo crezca. Cada vez que aseguramos el equilibrio de hoy incrementando la inversión estamos agravando la dificultad de asegurar el equilibrio mañana.”

    La crítica de que las políticas del crédito social son inflacionarias se basan en lo que los economistas llaman la teoría cuantitativa del dinero, que afirma que la cantidad de dinero multiplicada por su velocidad de circulación es igual al poder adquisitivo total. Douglas era muy crítico con esta teoría declarando que, “La velocidad de circulación del dinero (en el sentido ordinario de la frase) es –si se me permite señalarlo de esta forma- un completo mito. No se crea de ninguna de las maneras poder adquisitivo adicional mediante la velocidad de circulación del dinero. El ritmo de transferencias hechas de mano en mano (como podrían denominarse) de bienes se incrementa, por supuesto, por el ritmo de gasto, pero una sola unidad de poder adquisitivo no puede cancelar más costes que la de una sola unidad de coste. Cada vez que una unidad de poder adquisitivo pasa a través del sistema de costes crea un coste, y cuando regresa de nuevo al mismo sistema de costes mediante la compra y transferencia de una unidad de producción al sistema de consumo entonces puede ser cancelado, pero todo este proceso es completamente indiferente a lo que se llama velocidad del dinero, por tanto la respuesta categórica es que yo no tomo en cuenta para nada la velocidad del dinero en ese sentido”. El gobierno del Crédito Social en Alberta publicó en un informe de comisión lo que se percibía como un error en consideración a esta teoría: “La falacia en la teoría radica en la incorrecta asunción de que el dinero “circula”, cuando en realidad es emitido en relación a la producción, y retirado como poder adquisitivo a medida que los bienes son comprados para el consumo”.

    Otros críticos argumentan que si la brecha entre ingresos y precios existiera como Douglas afirmaba, la economía se habría colapsado en poco tiempo. Argumentan también que existen periodos de tiempo en el que el poder adquisitivo excede a los precios de los bienes de consumo a la venta.

    Douglas replicó a estas críticas en su testimonio delante del Comité de Agricultura de Alberta:

    “Lo que la gente que dice eso olvida es que estábamos apilando deuda en ese tiempo a un ritmo de diez millones de libres esterlinas al día y si se puede mostrar (y se puede mostrar) que estamos incrementando la deuda continuamente mediante las operaciones normales del sistema bancario y del sistema financiero en el presente momento, entonces eso es una prueba de que no estamos distribuyendo suficiente poder adquisitivo para comprar los bienes a la venta en este tiempo, de otra forma no deberíamos estar incrementando la deuda, y esa es la situación.”


    Fuente: Wikipedia

  2. #2
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    Re: C. H. Douglas, J. A. Primo de Rivera y la economía

    En primer lugar empiezo con unas palabras que J.A.P.de R. pronunció en un discurso en el Teatro Bretón de Salamanca el 10 de Febrero de 1935. Dice así (tal y como recoge El Adelanto, de 12 de Febrero de 1935):


    "es absurdo que mientras hay muchos españoles que no tienen para comer, los labradores tengan abarrotadas sus paneras y, por la paralización del mercado, no tienen dinero para cubrir sus necesidades. (...) Esto no puede ser. El Estado debe resolver íntegramente los problemas de distribución del trigo, con medidas eficaces, no con las que suelen dictarse desde los despachos ministeriales de Madrid, nidos de arbitristas que no conocen la realidad española".


    Como dije, poco a poco iré recogiendo frases y trozos para ir glosándolos y comentándolos de manera que puedan ayudar a entender cómo realmente funciona la economía (y por tanto cuáles son las causas del problema y, por consiguiente, su solución).

    Aquí quisiera detenerme antes que nada en estas palabras arriba transcritas, porque creo que en ellas se encierra todo el núcleo, por decirlo así, de la cuestión económica. Desgraciadamente Primo de Rivera no llegó a meditar el alcance de esta afirmación y la gran importancia que encierra. Fijémonos: por un lado tenemos que existe abundancia de trigo o, por lo menos, no hay escasez para el abastecimiento de pan en la comunidad política; y por otro lado, esa misma comunidad polìtica es incapaz de adquirir todo ese trigo, esto es, la propia comunidad política no puede autoabastecerse o distribuir dicho trigo.

    Ahora bien, la pregunta del millón: ¿Qué es lo que impide que unos labradrores deseosos de vender su trigo (pues como dice Primo de Rivera, quieren vender para obtener dinero y cubrir sus necesidades) no puedan venderlo y una comunidad política deseasosa, a su vez, de comprárselo no pueda comprarlo?

    No es baladí realizar este tipo de preguntas pues sirven para que pensemos un poco por encima de los tópicos que los economistas nos repiten una y otra vez. Es evidente que lo que describía Primo de Rivera no era un problema de producción, sino que era un problema de distribución. Dicho con otras palabras, la comunidad política era incapaz de adquirir su propia producción. Y el único elemento que se interponía entre esas cosechas de trigo y la población sin pan era el dinero, el elemento financiero.

    Si uno reflexionara solamente sobre este punto, en mi opinión pienso que ya habría recorrido el 90% del camino hacia la solución. Si el único objetivo de la economía es la de distribuir la producción a la población, entonces el sistema financiero debería reajustarse convenientemente para que mediante la ayuda inestimable del dinero dicho objetivo quedara facilitado para su ejecución en lugar de servir de obstáculo o impedimento para su consecución.

    Fíjemonos en la primera parte del trozo de discurso reproducido: "es absurdo que mientras hay muchos españoles que no tienen para comer, los labradores tengan abarrotadas sus paneras y, por la paralización del mercado, no tienen dinero para cubrir sus necesidades".

    La frase subrayada hace referencia al origen del problema. ¿Qué quiere decir el Marqués de Estella con "paralización del mercado"? Quiere decir simple y llanamente que existe una demanda real y psicológicamente verdadera de trigo, pero que esta demanda no se traduce en la adquisición o compra del trigo por falta de poder de compra o falta de dinero de esa misma población demandante. Es decir, volvemos otra vez a lo que dijimos antes: la única razón por la que la población no puede adquirir toda esa producción que desean adquirir no es porque no tengan empleo, no es porque el país tenga una balanza comercial desfavorable, no es porque no haya trigo (que lo hay y en abundancia)... sino que no pueden adquirirlo porque no tienen dinero, dicho con otras palabras, por razones absolutamente artificiales y por tanto fácilmente evitables.

    Aquí entramos en un nuevo concepto que utillizó J.A. Primo de Rivera (el cual a su vez lo tomó de Marx): me refiero al concepto de plusvalía. Es importante porque Primo de Rivera se equivocaba acerca de la aplicación y significado de este concepto, que es importantísimo a la hora de abordar el carácter comunitario de la producción y el de su disfrute por parte de la comunidad política. Pero sobre esto nos extenderemos en otra ocasión. Basta por ahora con lo dicho.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: C. H. Douglas, J. A. Primo de Rivera y la economía

    Bueno. Continuamos. A continuación voy a comentar unos extractos del discurso pronunciado en el Círculo Mercantil de Madrid, de 9 de abril de 1935. En rojo los trozos de la conferencia de J. A. Primo de Rivera y en negro mis comentarios.

    Pues bien; este gran capital, este capital técnico, este capital que llega a alcanzar dimensiones enormes, no sólo no tiene nada que ver, como os decía, con la propiedad en el sentido elemental y humano, sino que es su enemigo. Por eso, muchas veces, cuando yo veo cómo, por ejemplo, los patronos y los obreros llegan, en luchas encarnizadas, incluso a matarse por las calles, incluso a caer víctimas de atentados donde se expresa una crueldad sin arreglo posible, pienso que no saben los unos y los otros que son ciertamente protagonistas de una lucha económica, pero una lucha económica en la cual, aproximadamente, están los dos en el mismo bando; que quien ocupa el bando de enfrente, contra los patronos y contra los obreros, es el poder del capitalismo, la técnica del capitalismo financiero.

    Uno de los inconvenientes que suelen aparecer en los discursos de Primo de Rivera (y en realidad de la mayoría de los economistas) es el del uso del término capital de una manera ambigua, que obliga al lector a darle el sentido que le corresponde ayudándose del contexto en que es utilizada la palabra. Existen dos sentidos de la palabra capital: o bien capital real (es decir: fábrica, maquinaria y demás cosas que son aprovechadas por la empresa en el proceso productivo y que tienen una larga vida útil) o bien capital financiero (es decir, la disposición o posesión de una enorme cantidad de dinero acumulada y que no es utilizada para los gastos corrientes de la vida diaria sino que se tiene paralizada en forma de ahorro).

    En esta frase Primo de Rivera señala dos cosas importantes: 1) La lucha de clases sociales es algo no necesario o perfectamente evitable, es decir, los patronos y obreros (hablando de manera simplificada, es decir, los que dirigen y los que son dirigidos en el proceso de producción general) están todos en el mismo bando. En realidad toda la población de una comunidad política está en el mismo bando. 2) El origen de las desavenencias hay que buscarlas no en el terreno de la producción económica, sino en el mecanismo adyacente a dicha producción económica: el sistema financiero.

    Y sí no, decídmelo vosotros, que tenéis mucha más experiencia que yo en estas cosas: cuantas veces habéis tenido que acudir a las grandes instituciones de crédito a solicitar un auxilio económico sabéis muy bien qué intereses os cobran, del 7 y del 8 por 100, y sabéis no menos bien que ese dinero que se os presta no es de la institución que os lo presta, sino que es de los que se lo tienen confiado, percibiendo el 1,5 ó el 2 por 100 de intereses, y esta enorme diferencia que se os cobra por pasar el dinero de mano a mano gravita juntamente sobre vosotros v sobre vuestros obreros, que tal vez os están esperando detrás de una esquina para mataros.

    Esta breve descripición de las operaciones bancarias es completamente falsa. El sistema bancario en su conjunto (operante en un área económica determinada, es decir, en una comunidad política determinada) está diseñado u opera de tal forma que cada vez que un banco comercial realiza un préstamo, crea automáticamente un depósito, y en este proceso de creación no ha habido ninguno tipo de reducción de las cuentas o depósitos de nadie. Es cierto que los bancos incentivan a la gente a ingresar su dinero en el banco, pero es para recoger el dinero físico que les sirve de reserva (tal y como opera el sistema bancario) para sus concesiones posteriores de crédito (siempre y cuando no les conceda nuevas reservas el Banco Central, eje central y controlador monopolístico de dichas reservas conforme a la forma en que opera sistema bancario actualmente). Pero los créditos o préstamos creados por los bancos no dependen para nada del dinero ingresado por la gente en los bancos. Repito: cada vez que concede un préstamo, el banco crea un nuevo depósito (y viceversa, cada vez que la gente devuelve un préstamo, desparece el depósito quedando solamente los intereses que entran a formar parte de la cuenta de beneficios del banco comercial).

    El tema de que se cobre más o menos interés, en este sentido, resulta ser una cuestión secundaria. La cuestión principal es que un banco comercial tiene la potestad de crear un capital de la nada, en base al cual se le reconoce el derecho a percibir una renta financiera o interés. Quiero explicarme mejor: una cosa es que se le reconozca al banco el derecho de percibir un determinado beneficio en base a la actividad o trabajo que realiza igual que cualquier otra empresa (y que lo haga por medio del cobro de interés o de otra forma cualquiera es indiferente); el problema principal es que se le reconozca al banco la propiedad de ese capital nuevo que crea de la nada, de tal forma que sea el propio banco comercial el que señale las condiciones de la devolución y forma de pago del mismo (cuantía, tiempo de devolución, etc...) tratándose un capital que realmente pertenece a la comunidad política y que es tratado al margen de las condiciones financieras reales de dicha comunidad política.

    Pues bien: ese capital financiero es el que durante los últimos lustros está recorriendo la vía de su fracaso, y ved que fracasa de dos maneras: primero, desde el punto de vista social (esto deberíamos casi esperarlo); después, desde el punto de vista técnico del propio capitalismo, y esto lo vamos a demostrar en seguida.

    Desde el punto de vista social va a resultar que, sin querer, voy a estar de acuerdo en más de un punto con la crítica que hizo Carlos Marx. Como ahora, en realidad desde que todos nos hemos lanzado a la política, tenemos que hablar de él constantemente; como hemos tenido todos que declararnos marxistas o antimarxistas, se presenta a Carlos Marx, por algunos –desde luego, por ninguno de vosotros–, como una especie de urdidor de sociedades utópicas. Incluso en letras de molde hemos visto aquello de "Los sueños utópicos de Carlos Marx". Sabéis de sobra que si alguien ha habido en el mundo poco soñador, éste ha sido Carlos Marx: implacable, lo único que hizo fue colocarse ante la realidad viva de una organización económica, de la organización económica inglesa de las manufacturas de Manchester, y deducir que dentro de aquella estructura económica estaban operando unas constantes que acabarían por destruirla. Esto dijo Carlos Marx en un libro formidablemente grueso; tanto, que no lo pudo acabar en vida; pero tan grueso como interesante, esta es la verdad; libro de una dialéctica apretadísima y de un ingenio extraordinario; un libro, como os digo, de pura crítica, en el que, después de profetizar que la sociedad montada sobre este sistema acabaría destruyéndose, no se molestó ni siquiera en decir cuándo iba a destruirse ni en qué forma iba a sobrevenir la destrucción. No hizo más que decir: dadas tales y cuales premisas, deduzco que esto va a acabar mal; y después de eso se murió, incluso antes de haber publicado los tomos segundo y tercero de su obra; y se fue al otro mundo (no me atrevo a aventurar que al infierno, porque sería un juicio temerario) ajeno por completo a la sospecha de que algún día iba a salir algún antimarxista español que le encajara en la línea de los poetas.


    Aquí Primo de Rivera se está refiriendo al libro de Marx Das Kapital. El problema de Marx es que era al mismo tiempo "profeta" y revolucionario consciente. ¿Qué quiere decir esto? Que Marx sabía perfectamente que el capitalismo produce necesariamente los efectos perniciosos que él describe (luchas entre empleadores y empleados, acumulación del capital financiero, formación de trusts y monopolios, etc...). Por eso Marx es "profeta". Lo que pasa es que de lo que se olvida Primo de Rivera es que Marx era un auténtico revolucionaria, y ya sabemos que en táctica revolucionaria ningún revolucionaria consciente cometería el error de hacer pública el origen o la causa real de los efectos perniciosos que el "profeta" Marx vaticinó.

    Es por eso que Marx, al mismo tiempo que describía los efectos que necesariamente se desprenderían del capitalismo, se guardó muy mucho de señalar en Das Kapital cuál era el elemento principal que indirectamente producía todos esos efectos. Marx dijo en su libro que la industria (o la producción en general) no está determinada por el capital financiero, sino más bien al contrario: que el capital financiero está determinado por la actividad productiva o industrial. Lanzando semejante mentira a los cuatro vientos mataba dos pájaros de un tiro: por un lado, desviaba la atención sobre el auténtico elemento caustante de los problemas económicos, es decir, el dinero o elemento finaciero, y por otro lado, conseguía redodearse de la aureola de "profeta" por sus correctos vaticinios de los efectos del capitalismo.

    Este Carlos Marx ya vaticinó el fracaso social del capitalismo sobre el cual estoy departiendo ahora con vosotros. Vio que iban a pasar, por lo menos, estas cosas: primeramente, la aglomeración de capital. Tiene que producirla la gran industria. La pequeña industria apenas operaba más que con dos ingredientes: la mano de obra y la primera materia. En las épocas de crisis, cuando el mercado disminuía, estas dos cosas eran fáciles de reducir: se compraba menos primera materia, se disminuía la mano de obra y se equilibraba, aproximadamente, la producción con la exigencia del mercado; pero llega la gran industria; y la gran industria, aparte de ese elemento que se va a llamar por el propio Marx capital variable, emplea una enorme parte de sus reservas en capital constante; una enorme parte que sobrepuja, en mucho, el valor de las primeras materias y de la mano de obra; reúne grandes instalaciones de maquinaria, que no es posible en un momento reducir. De manera que para que la producción compense esta aglomeración de capital muerto, de capital irreducible, no tiene más remedio la gran industria que producir a un ritmo enorme, como produce; y como a fuerza de aumentar la cantidad llega a producir más barato, invade el terreno de las pequeñas producciones, va arruinándolas una detrás de otra y acaba por absorberlas.

    Aquí Primo de Rivera distingue como C. H. Douglas dos partes en la actividad productiva. Por un lado, lo que denomina capital variable (que es el equivalente a los costes directos laborales o pagos A del teorema de Douglas) y el capital constante (que es el equivalente a los costes indirectos o pagos B del análisis de Douglas).

    Lo que dice aquí Primo de Rivera es exactamente lo mismo que Douglas señalaba en su análisis. A saber: antes de que se incorporaran al proceso productivo los adelantos en maquinaria, proceso y demás a avances científicos, la proporción de capital variable en relación a capital constante en las empresas y negocios era muy alta. Pero tras la progresiva introducción de la automatización en los procesos productivos, se fueron formando nuevas empresas en las que la proporción de capital variable (mano de obra) respecto a capital constante (maquinaria, equipo capital, etc...) iba disminuyendo cada vez más, de tal manera que los costes de las empresas con maquinaria iban aumentando sus costes B respecto a sus costes A. Evidentemente estas nuevas empresas automatizadas partían con una ventaja enorme respecto de aquéllas que no podían seguir el ritmo de bajada de precios que dichas empresas, en el principio de su actividad productiva (este dato es importante), relizaban en relación a los precios de las empresas no automatizadas o que se habían quedado atascadas o no habían seguido el ritmo de automatización de las otras. De esta forma tenían facilidad para acaparar toda la demanda efectiva del mercado, lo cual les permitía, a su vez, renovar los préstamos con las instituciones financieras (préstamos que, por supuesto, no eran renovados en las otras empresas y negocios que iban a la bancarrota).

    Así poco a poco se va produciendo la acumulación cada vez mayor de capital en esas pocas grandes empresas que en poco tiempo se van convirtiendo en monopolios y oligopolios, pudiendo así fijar los términos de cantidades y precios a su antojo.

    El siguiente paso, por supuesto, sería la progresiva adquisición directa o control indirecto de todos esos truts por aquellos de los que dichas empresas dependían para la continuación de sus negocios: obviamente me estoy refiriendo a los grandes bancos internacionales, que rápidamente irían conformando sus respectivos holdings empresariales o industriales.

    Esta ley de la aglomeración del capital la predijo Marx, y aunque algunos afirmen que no se ha cumplido, estamos viendo que sí, porque Europa y el mundo están llenos de trusts, de Sindicatos de producción enorme y de otras cosas que vosotros conocéis mejor que yo, como son esos magníficos almacenes de precio único, que pueden darse el lujo de vender a tipos de dumpimg, sabiendo que vosotros no podéis resistir la competencia de unos meses y que ellos en cambio, compensando unos establecimientos con otros, unas sucursales con otras, pueden esperar cruzados de brazos nuestro total aniquilamiento.

    Es cierto que el dumping de precios es una forma de destruir la competencia para absorber la demanda efectiva del mercado. Pero la forma más rápida y segura es por medio del sistema bancario. Si los bancos deciden asegurar la renovación de capital de unas empresas y denegársela a otras, ya pueden estas últimas intentar rebajar los precios o vivir de sus reservas, que las otras (con la ayuda imprescindible ya apuntada de renovarles continuamente los créditos y dejarles grandes periodos de carencia para devolver los préstamos) tarde o temprano (más bien temprano) acabaran expulsando del mercado a las otras empresas que no obtuvieron el beneplácito del sistema bancario para continuar viviendo.

    Segundo fenómeno social que sobreviene: la proletarización. Los artesanos desplazados de sus oficios, los artesanos que eran dueños de su instrumento de producción y que, naturalmente, tienen que vender su instrumento de producción porque ya no les sirve para nada; los pequeños productores, los pequeños comerciantes, van siendo aniquilados económicamente por este avance ingente, inmenso, incontenible, del gran capital y acaba incorporándose al proletariado, se proletarizan. Marx lo describe con un extraordinario acento dramático cuando dice que estos hombres, después de haber vendido sus productos, después de haber vendido el instrumento con que elaboran sus productos, después de haber vendido sus casas, ya no tienen nada que vender, y entonces se dan cuenta de que ellos mismos pueden una mercancía, de que su propio trabajo puede ser una mercancía, y se lanzan al mercado a alquilarse por una temporal esclavitud. Pues bien: este fenómeno de la proletarización de masas enormes y de su aglomeración en las urbes alrededor de las fábricas es otro de los síntomas de quiebra social del capitalismo.

    Vale. De acuerdo. Pero resulta curioso que por un lado se denuncie esta formación masiva de nuevos trabajadors ex-autónomos ahora empleados en las nuevas macroempresas supervivientes (gracias al trato de favor, recordemos, de que disfrutaron de parte del sistema bancario, que es el que "pincha y corta" siempre en última instancia) como única salida a la pérdida de sus negocios independientes, y luego por otro lado se abogue como algo bueno por dicha proletarizació masiva mediante las políticas del pleno empleo.

    Y todavía se produce otro, que es la desocupación. En los primeros tiempos de empleo de las máquinas se resistían los obreros a darles entrada en los talleres. A ellos les parecía que aquellas máquinas, que podían hacer el trabajo de veinte, de cien o de cuatrocientos obreros, iban a desplazarlos. Como se estaba en los tiempos de fe en el "progreso indefinido", los economistas de entonces sonreían y decían: "Estos ignorantes obreros no saben que esto lo que hará será aumentar la producción, desarrollar la economía, dar mayor auge a los negocios...; habrá sitio para las máquinas y para los hombres." Pero resultó que no ha habido este sitio; que en muchas partes las máquinas han desplazado a la casi totalidad de los hombres en cantidad exorbitante. Por ejemplo, en la fabricación de botellas de Checoslovaquia –éste es un dato que viene a mi memoria– donde trabajan, no en 1880, sino en 1920, 8000,obreros, en este momento no trabajan más de 1.000, y, sin embargo, la producción de botellas ha aumentado.

    El hecho de que esto último que señala Primo de Rivera lo considere como algo negativo o malo, evidencia más que cualquier otra cosa esa confusión de pensamiento que tanto denunciaba C. H. Douglas no sólo en la población en general sino también en los economistas académicos en particular.

    Vamos a ver. Si tú puedes producir el doble de producción de antes reduciendo a la mitad la mano de obra humana en dicha producción: ¿Es eso algo malo o bueno? Si una comunidad política puede producir el doble de botellas, por ejemplo, en la misma cantidad de tiempo que antes, eso sólo puede significar o que dicha comunidad política, con el mismo tiempo de trabajo, se beneficia del doble de la producción o que dicha comunidad política decide reducir a la mitad su jornada laboral para seguir obteniendo la misma producción de antes, lo que se prefiera de estas dos opciones.

    El conflicto artificial entre empleadores y empleados que antes señalara Primo de Rivera acertadamente no es menos artificial que el supuesto conflicto entre los hombres y las máquinas o entre los hombres y la incorporación de nuevas formas de energía distintas de la humana dentro del proceso productivo. La única razón de que se produzca dicho conflicto es una vez más el hecho de seguir una política financiera de emisión y retirada de dinero de la comunidad política que no se ajusta para nada, desde un punto de vista contable, con la situación real productiva de la que goza dicha comunidad política. Si una comunidad política puede aumentar su producción con la misma cantidad de tiempo y personas vinculadas al proceso productivo, entonces esa misma comunidad debería disfrutar de ese aumento, bien manteniendo la misma cantidad de tiempo y personas trabajando, bien reduciendo a la mitad la producción al mismo tiempo que se reduce a la mitad las personas o las horas de trabajo de las personas vinculadas al proceso productivo. En ambos casos la comunidad tiene que salir gananando: o bien aumentando su disfrute como consecuencia del aumento de producción o bien aumentando su tiempo libre si no se desea aumentar más la producción. La razón de que esto no ocurra así es porque el dinero no se emite ni se retira de acuerdo con esa realidad física que debería reflejarse en términos contables de toda la comunidad política en su conjunto.

    El desplazamiento del hombre por la máquina no tiene ni la compensación poética que se atribuyó a la máquina en los primeros tiempos, aquella compensación que consistía en aliviar a los hombres de una tarea formidable. Se decía: "No; las máquinas harán nuestro trabajo, las máquinas nos liberarán de nuestra labor." No tiene esa compensación poética, porque lo que ha hecho la máquina no ha sido reducir la jornada de los hombres, sino, manteniendo la jornada igual, poco más o menos –pues la reducción de la jornada se debe a causas distintas–, desplazar a todos los hombres sobrantes. Ni ha tenido la compensación de implicar un aumento de los salarios, porque, evidentemente, los salarios de los obreros han aumentado; pero aquí también lo tenemos que decir todo tal como lo encontramos en las estadísticas y en la verdad. ¿Sabéis en la época de prosperidad de los Estados Unidos, en la mejor época, desde 1922 hasta 1929, en cuánto aumentó el volumen total de los salarios pagados a los obreros? Pues aumentó en un 5 por 100. ¿Y sabéis, en la misma época, en cuánto aumentaron los dividendos percibidos por el capital? Pues aumentaron en el 86 por 100. ¡Decid si es una manera equitativa de repartir las ventajas del maquinismo!

    Aquí entraría en juego el concepto de plusvalía o beneficio, que C. H. Douglas denominaba dividendo o crédito social. Esto lo dejaré para otro mensaje como anuncié al final de mi mensaje anterior. Basta señalar aquí la referencia indirecta que Primo de Rivera hace a dicha plusvalía, que apenas es aprovechada en un porcentaje mínimo por los poseedores de acciones de los grandes bancos internacionales y compañías de seguros (de ahí la referencia que hace a los dividendos del capital que, como digo, en su mayor parte corresponde a acciones bancarias y de aseguradoras).

    Pero era de prever que el capitalismo tuviera esta quiebra social. Lo que era menos de prever era que tuviera también una quiebra técnica, que es, acaso, la que está llevando su situación a términos desesperados.
    Por ejemplo: las crisis periódicas han sido un fenómeno producido por la gran industria, y producido, precisamente, por esa razón que os decía antes, cuando explicaba la aglomeración del capital. Los gastos irreducibles del primer establecimiento son gastos muertos que en ningún caso se pueden achicar cuando el mercado disminuye. La superproducción, aquella producción a ritmo violentísimo de que hablaba antes, acaba por saturar los mercados. Se produce entonces el subconsumo, y el mercado absorbe menos de lo que las fábricas le entregan. Si se conservase la estructura de la pequeña economía anterior se achicaría la producción proporcionalmente a la demanda mediante la disminución en la adquisición de primeras materias y mano de obra; pero como esto no se puede hacer en la gran industria, porque tiene ese ingente capital constante, ese ingente capital muerto, la gran industria se arruina; es decir, que técnicamente la gran industria hace frente a las épocas de crisis peor que la pequeña industria. Primera quiebra para su antigua altanería.


    Aquí mezcla Primo de Rivera una verdad y una falsedad. La verdad es la que hace referencia al capital constante o pagos B (en terminología douglasiana) que cada vez va creciendo más dentro de los costes de las grandes empresas automatizadas. Aquí es donde recupero lo de "en el principio" que señale antes respecto al buen funcionamiento de estas empresas automatizadas que salían al sistema productivo compitiendo con y arruinando a las que se quedaban atrás. ¿Qué es lo que ocurre, ahora? Ya lo adelanté antes: estas empresas deben recuperar todos estos grandísimos costes indirectos en que incurren en el mercado, es decir, debe haber suficiente demanda efectiva o dinero en manos de lso consumidores-usuarios de la comunidad política para poder sufragar dichos costes. ¿Qué ocurre? Pues lo que ya señaló C. H. Douglas: que no existe suficiente poder adquisitivo para sufragar dichos costes. Las macroempresas no pueden, por tanto, devolver los préstamos a los grandes bancos y éstos se quedan con un bonito holding de empresas de propina tras ejecutar las respectivas hipotecas.

    ¿Dónde está el fallo en el análisis de Primo de Rivera? En considerar esta situación como una situación de subconsumo, es decir, como si los consumidores tuvieran dinero suficiente pero no quisieran comprar la producción de esas fábricas que entran en bancarrota al no poder hacer frente a sus deudas con los bancos. Por tanto, la solución lógica a este problema vendría dado de la mano de C. H. Douglas: aumentar el dinero o el poder adquisitivo de la población para poder así sufragar los costes de las empresas que repercuten en los precios de los productos finales que lanzan al mercado. Es un simple ajuste contable general que hace aumentar el poder adquisitivo de la población y facilita de esta forma el objetivo último de la economía: la distribución de los bienes y servicios. Como esto está conectado con el tema de la plusvalía, me extenderé en su momento en el correspondiente mensaje que lo trate.
    Última edición por Martin Ant; 27/04/2013 a las 15:15
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  4. #4
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    Re: C. H. Douglas, J. A. Primo de Rivera y la economía

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    Abordamos a continuación el tema de la plusvalía. J. A. Primo de Rivera hace referencia al mismo en una entrevista publicada en El Sol de 9 de febrero de 1936 (en rojo la transcripción).

    El tema electoral se ha alejado definitivamente en la charla. Nosotros hemos de forzar ya la despedida. Sin embargo, para corresponder a la cordialidad del candidato por Cádiz que es don José Antonio Primo de Rivera, recogemos ya al terminar la definición que éste nos hace de sus teorías económicas de programa de Falange.

    – Lo que pretendemos no es más que evitar la adjudicación de la plusvalía a los titulares de los signos de créditos, luchamos por una economía sindicalista que adjudique la plusvalía a la comunidad orgánica de los productores constituida en Sindicatos verticales.


    Previamente ya hacía hecho referencia a la plusvalía en otra entrevista no publicada realizada por el periodista José Montero Alonso el 12 de diciembre de 1935, en el que decía prácticamente lo mismo (transcripición en rojo).


    Paro obrero.–De momento hay que alejar el fantasma del hambre, cueste lo que cueste, buscando el dinero donde lo haya (como alguien dijo y no cumplió). Pero a la larga, el problema del paro exige la desarticulación del sistema capitalista, dentro del cual no hay solución para los problemas sociales, porque es él quien los crea o los agudiza. La Falange, contra el criterio capitalista que asigna la plusvalía al capital, propugna el criterio sindicalista: la plusvalía para la comunidad orgánica de productores.

    Como se recordará, el término plusvalía es un término económico-financiero hecho popular por Karl Marx en su obra y que se ha ido extendiendo paulatinamente dentro de los círculos de economistas académicos.

    Originalmente el término hace alusión a la existencia de una descompensación en términos comparativos entre la parte o proporción de la renta general ganada por los titulares de valores financieros (es decir, la parte de renta general correspondiente a dividendos, intereses, etc...) y la renta ganada por los trabajadores, ya sean autónomos, administradores o empleados (es decir la parte de renta general correspondiente a sueldos, salarios y beneficios). Marx, asumiendo (al igual que los economistas clásicos) que el dinero sólo puede fluir y emitirse por medio del sistema productivo, consideraba la cantidad de renta para el consumo o poder adquisitivo que llegaba a manos de la población como una cantidad fija y dada, de tal forma que sólo se consideraba como renta general la máxima cantidad que el sistema productivo era capaz de distribuir en su normal funcionamiento. Por tanto, asumiendo dicha cantidad como algo fijo incapaz de incrementarse por otras fuentes distintas que las que distribuía el propio sistema productivo, Marx simplemente señaló como solución -ante la evidencia del problema de la insuficiencia de poder adquisitivo en manos de la mayor parte de la población trabajadora- una redistribución de toda esa renta general fija, detrayendo de aquéllos que recibieron una mayor parte de dicha renta general una porción para repartirla a la otra parte de la población mayoritaria que había recibido, dentro del funcionamiento del sistema productivo, una parte de la renta proporcionalmente más pequeña.

    Dejando a parte los elementos ideológicos introducidos por Marx (en los que básicamente consideraba o asumía el prejuicio de que toda la riqueza de la comunidad politica era generada exclusivamente por el trabajo actual de esa misma comunidad política), es evidente que dicha concepción económica-financiera de la plusvalía ha sido prácticamente aceptada por la mayoría de la gente. Antes de entrar en las afirmaciones de Primo de Rivera antes transcritas, basta señalar, como botón de muestra, lo que dicen Gustave Thibon y Henri de Lovinfosse en su librito Solución Social, donde recogen también el concepto de la plusvalía, indicando que la mayor parte de la misma se la agencia el Estado vía impuestos (en lugar del capital vía intereses).

    Jose Antonio Primo de Rivera se acerca más a la verdad en sus palabras al achacar al capital, y más concretamente al sistema financiero, la absorción de dicha plusvalía que la comunidad política genera en su actividad productiva. Sin embargo, se queda corto y es aquí donde entra en juego de nuevo el análisis de C. H. Douglas para poner las cosas en su sitio y dar con la solución al problema.

    Ciertamente es innegable que la comunidad política genera lo que podríamos denominar un beneficio a su favor. Es decir, con indiferencia de la forma en que dicha producción es realizada (es decir, dejando a un lado la proporción que aportan las máquinas y el trabajo humano al proceso productivo) lo cierto es que la realidad económica actual es la de una superabundancia de producción en todos los sentidos, es decir, que no existe problema alguno de producción. Ahora bien, si para realización de toda esa (y cada vez más creciente) producción se necesitan menos horas de trabajo, menos consumo de materiales y menos deterioro o depreciación de bienes, esto, en términos reales o físicos, significa que se ha generado un beneficio real-físico a favor de esa misma población. Por tanto, el sistema financiero (que no es más que un sistema contable que contabiliza y refleja -o mejor dicho, debería reflejar- dicho beneficio real) debería traducir en términos financieros a favor de la población el beneficio real-físico que dicha comunidad política ha generado.

    El problema principal de la economía, por tanto, es el siguiente: de acuerdo con las reglas de contabilidad financiera la comunidad política es correctamente cargada con los costes en que dicha comunidad política ha incurrido para la formación de toda su producción en un periodo de tiempo determinado (bienes de capital depreciados, bienes de consumo destruidos para la elaboración de la producción, consumo de energía, etc.), pero, siguiendo el mismo criterio de contabilidad nacional y constatando que la producción ha sido (y de hecho es cada vez más) mayor que el consumo incurrido en el mismo periodo de tiempo, esa misma comunidad política no es correctamente abonada, como debería serlo si la contabilidad nacional fuera realmente (y no lo es actualmente) un fiel reflejo en términos financieros de lo que física-realmente ocurre en nuestra economía moderna en términos comparativos de producción-consumo de riqueza por unidad de tiempo.

    Huelga decir que si en todo momento hablo de comunidad política es porque considero (siguiendo en esto a Douglas) que la plusvalía o beneficio no debería recaer sólo en los trabajadores (ideología marxista), en el sistema bancario o en el Estado, sino que debería monetizarse a favor de toda la población que conforma dicha comunidad política sin distinción ninguna. De hecho, actualmente en el caso de los españoles, por poner un ejemplo (aunque también ocurre lo mismo en las poblaciones de los demás países denominados occidentales: ingleses, rioplatenses, novohispanos, italianos, franceses, novogranadinos, australianos, brasileños, angloamericanos, etc...), sólo una pequeñísima parte de la plusvalía o beneficio físico o real es monetizado y distribuido a las entidades financieras (por medio del interés) las cuales los reparten a su vez a sus empleados bancarios, a sus administradores y a sus accionistas u obligacionistas; el resto de la ingente plusvalía se desperdicia sin que nadie se aproveche de ella (en términos físicos o reales esto se traducen en un desperdicio o desecho cada vez mayor tanto de producción o riqueza actual como de producción o riqueza potencial).


    Posdata.- Veo que por ahora las afirmaciones realizadas en este hilo no generan inquietudes o interrogantes en los foreros (pienso sobre todo en jasarhez y kontrapoder). No duden en ningún momento en realizar todas las críticas que sean necesarias o en preguntar sobre algún punto que pudiera no haberse entendido bien.

    Hace un tiempo, el forero Juan Vergara me criticó (crítica que recibio el Victor de muchos foreros) que yo pusiera demasiado hincapié o que señalara de manera reduccionista que el único o principal problema de la economía en los países denominados occidentales fuera una cuestión meramente técnica, en el sentido de ser un problema estrictamente financiero-contable o, mejor dicho, de una mala contabilidad llevada a cabo a nivel general o comunitario. Desde luego reafirmo de nuevo, conforme a la doctrina política tradicional, la subordinación de la economía a la política y de ésta a la justicia o moral. Pero también afirmo que si el origen de una problema es de carácter técnico (en este caso una mala contabilidad con consecuencias sociales terribles para la comunidad política) es evidente que debe darse también una respuesta de carácter técnico a dicho problema. Por poner un ejemplo, si yo en una empresa compro algo (por ejemplo material de oficina) evidentemente tendré que reflejar dicha compra como un gasto de la empresa y no como un ingreso en los libros de contabilidad. Dicho con otras palabras, aquí, en sentido estricto, no entra para nada hablar de política o de moral, sino que habría que hablar de un asunto estrictamente contable (sin menoscabo, por supuesto, de las analogías o relaciones amplias que pudiera tener la política y la moral con dicho acto concreto de contabilidad falsa: por ejemplo, si dijeramos que en un sentido amplio cabe hablar de mala política por parte de dicha empresa por llevar mal la contabilidad o falta de moral por realizar mal los asientos contables).
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

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