El problema de la economía actual y su solución desde el catolicismo (II)

En la primera entrega veíamos que la economía actual tiene un serio problema: el liberalismo, haciendo gala de un falso concepto de libertad (libertad irrestricta, exceso de libertad) ha propiciado una distribución de la propiedad tremendamente desigual. Existe una minúscula casta multimillonaria (62 multimillonarios concentran la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial) y una grandísima casta menesterosa; para peor, y como consecuencia del sistema, la clase media poco a poco se transforma en menesterosa.

Por lo que tenemos dos vicios opuestos: el exceso de la riqueza (los multimillonarios) y el defecto de la riqueza (los menesterosos); el término medio de la virtud, esto es, la justa proporción de la riqueza, no existe.

¿Cómo lograr dicha justa proporción de la riqueza, es decir, que todos (o la mayoría) de los hombres gocen de la propiedad? Según lo acordado, pasaré a dar algunas ideas.

Decía G. K. Chesterton que hay dos cosas objetivamente ciertas, que todo el mundo puede ver con facilidad: la muerte y los impuestos. Así pues, no se puede estar en contra del sistema impositivo, aunque sí se puede hacerlo virtuoso (recuérdese que en la Edad Media, época que tanto defiendo desde aquí, los impuestos existían, mas con una enorme diferencia: eran acordados por el pueblo). La primera clave es que los impuestos sean moderados, ya que como enseña H. Belloc, los altos destruyen a la clase media: “secan la corriente por medio de la cual la clase media se gesta y se mantiene”; esto es, atacan a la pequeña propiedad y la destruyen. A un millonario poco le afecta pagar una alta suma de dinero, pero a un pequeño comerciante, sí; no una tan alta cuantitativamente, pero sí cualitativamente para él. Llevando a la práctica los dichos de H. Belloc: en cuanto el arrendatario quiere comprar el terreno o el local, o en cuanto el dueño quiere ampliar un poco su espacio, se le aplican los impuestos, y “se seca la corriente”.

En segundo lugar, los impuestos deben destinarse a afianzar familias económicamente independientes. No debe disiparse la renta en pagar sueldos a empleados públicos o en la Usura del crédito bancario que esclaviza al Estado Moderno. Así, no solamente los impuestos hoy en día son altos cualitativamente para la clase media, y de a poco la transforman en menesterosa, como vimos; además, lo que recauda el fisco no lo invierte en afianzar a la clase media, sino que lo destina para financiar empleos públicos innecesarios (clientelismo político, y si no véase en qué medida en el último período la Intendencia de Montevideo contrató subordinados) o en pagar la nefanda Deuda Externa; o mejor dicho, la Deuda Eterna. Merece un artículo entero explicar el sistema de la Deuda y por ello no lo voy a analizar.

Por otra parte, los comercios que tienen varias sucursales no son necesarios y se “comen” al chico: es el caso de los nuevos autoservicios que invaden Montevideo (Frog y Kinko). A ellos se les puede aplicar un “impuesto progresivo”, en palabras de H. Belloc: a la primera sucursal, una suma de dinero; a la segunda, una suma mucho más grande; a la tercera, una suma prohibitiva. Esto puesto que estas tiendas también destruyen a la clase media, porque sus dueños se vuelven ricachones en demasía y sus empleados (una abrumadora mayoría) esclavos asalariados; dígase, clase menesterosa, o como mucho, clase media en vías de transformarse en menesterosa. Ello sin tener en cuenta el factor humanista, que también es importante: este tipo de comercios no fomentan el contacto directo entre empleados y empleadores, ni con los clientes, etc.; contrariamente, todo se vuelve automático, mecánico, deshumanizado.

Por último, y en relación a lo antedicho, el impuesto progresivo puede aplicarse también a las tiendas que venden artículos múltiples, es decir, de diferentes tipos, que corresponden a diferentes comercios. Que una farmacia venda libros, según me consta, es una desubicación; y, sin llegar a casos tan extremos, se puede gravar progresivamente a las tiendas que venden productos de diferente tipo, no atendiéndose a su ramo, o inmiscuyéndose en el de otro. El proceso es el mismo: a un producto diferente, una suma; a otro, una más alta; y al tercero, una prohibitiva. De esa manera, cada uno respeta el ámbito que le corresponde, no perjudicando al otro; y permite vivir, no solo a sí mismo y de forma holgada, sino a todos y de forma suficiente.

De manera que puede procederse, según mi opinión, de esta forma: a) los impuestos deben ser moderados; b) deben destinarse a afianzar familias económicamente independientes; c) deben aplicarse progresivamente, tanto a comercios con varias sucursales, como a los que venden productos múltiples.

Teniendo en cuenta esto, creo, se puede llegar a la justa distribución de la riqueza.

FUENTE: eljovencriollo.blogspot.com