José Antonio frente a Adam Smith:
Revista FUERZA NUEVA, nº 493, 19-Jun-1976
JOSÉ ANTONIO FRENTE A ADAM SMITH
Es sintomático, anacrónico y ridículo que un rotativo como “La Vanguardia”, órgano del gran capitalismo, caiga en la ingenuidad de enseñar las cartas. Nos referimos a las páginas dedicadas el pasado 28 de mayo a Adam Smith, máximo representante, con Malthus y David Ricardo, del más feroz, frío y devorador liberalismo económico. Se necesita auténtica irresponsabilidad, a estas alturas, para cantar endechas y quemar incienso a un ídolo tan desacreditado. Pero la ceguera capitalista, por su irracionalidad, tiene estos baches.
Digamos que el orden económico liberal, que es el que roba los corazones de los demócratas y de los amigos de los partidos políticos –que son los trampolines de los negocios más sucios- “no es obra de los principios católicos, no corresponde al ideal de la economía cristiana, sino más bien a la economía individualista liberal triunfante en la Revolución Francesa, a la inaugurada en parte por la escuela fisiocrática y desarrollada por la inglesa de Smith y de Ricardo y la francesa de Bastiat”, como dijo Vázquez de Mella. El liberalismo económico –gemelo siempre del político y democrático- necesita la competencia inmoral, el acaparamiento de la propiedad, defraudándola, de los otros, la ley de la oferta y la demanda para agarrotar al obrero, y el Estado, estúpido y abúlico, no interviniendo ante los peores desafueros. Adam Smith fue el culpable, en 1772, de que desaparecieran en Inglaterra leyes ordenadoras del mercado –contra regrating, forestalling and engrossing, que impedían los monopolios-, así como sus seguidores…
El capitalismo –que no es la propiedad privada, ni la iniciativa particular, sino todo lo contrario hasta lo mastodóntico- ha creado el proletariado, los jornales de hambre, la explotación de los niños y de las mujeres, la mayor parte de las guerras coloniales y conflictos internacionales. Y es el progenitor del comunismo. Un hijo digno de tal padre.
José Antonio, en pleno desafío
José Antonio, con su visión peculiar y genial, se adentraba en el análisis político y económico buscando las raíces. Si desmontaba a Rousseau, con su democracia, partidos políticos y sufragio universal, no podía dejar indemne a Adam Smith. En su famoso discurso del 9 de abril de 1935, José Antonio, profundamente, exponía:
“Para Adam Smith el mundo económico era una comunidad natural creada por la división del trabajo. Esta división del trabajo no era un fenómeno consciente, querido por aquellos que se habían repartido la tarea; era un fenómeno inconsciente, un fenómeno espontáneo. Los hombres se habían ido repartiendo el trabajo sin ponerse de acuerdo; a ninguno, al proceder a esa división, había guiado el interés de los demás, sino la utilidad propia; lo que es cada uno, había venido a armonizar con la utilidad de los demás, y así, en esta sociedad espontánea, libre, se presentan: primero, el trabajo, que es la única fuente de toda riqueza; después, la permuta, es decir, el cambio de las cosas que nosotros producimos por las cosas que producen los otros; luego, la moneda, que es una mercancía que todos estaban seguros habían de aceptar los demás; por último, el capital, que es el ahorro de lo que no hemos tenido que gastar, el ahorro de productos para poder con él dar vitalidad a empresas nuevas. Adam Smith cree que el capital es Ia condición indispensable para la industria: el capital condiciona la industria –son sus palabras–.
Pero todo esto pasa espontáneamente, como os digo; nadie se ha puesto de acuerdo para que esto ande así y, sin embargo, anda así, tiene que andar así; además, Adam Smith considera que debe andar así, y está tan seguro, tan contento de esta demostración que va enhebrando, que, encarándose con el Estado, con el soberano –él también le llama el soberano–, le dice: "Lo mejor que puedes hacer es no meterte en nada, dejar las cosas como están. Estas cosas de la economía son delicadísimas; no las toques, que no tocándolas se harán solas ellas e irán bien."
Adolfo Muñoz Alonso estudió con perspicacia el juicio de José Antonio sobre Adam Smith. Y nos dice:
“Adam Smith, profesor de Lógica, lógica de mentalidad anglosajona, y autor en 1759 de una Teoría de los sentimientos, a los que Rousseau rendía por los mismos años un culto idolátrico y una sumisión enfermiza, no sólo explica la evolución de los fenómenos, sino que emite juicios de valor sobre su aparición sucesiva… Abandonado el proceso económico a su propia espontaneidad, el equilibrio se mantendrá, y la ley de la oferta y la demanda sostendrá en su justo medio el desarrollo en libertad y el bienestar creciente y pacífico. Cualquier intromisión ajena resulta improcedente y sofocaría el orden natural del proceso. Así sucedió, en efecto, en Inglaterra, hasta que el capital no sólo condicionó la economía sino que la determinó, transfinalizando su función.
El fenómeno capitalista no entraba como factor en la lógica espontánea de Adam Smith. A lo menos el capitalismo como fenómeno específico de tiranía, como técnica de opresión, como arma de sumisión, como poder social y político. José Antonio se detiene a considerar los hechos y lo que en ellos queda velado. Es la suya una operación de reflexión, una filosofía del fenómeno”.
“En el proceso que desemboca en el capitalismo financiero, el hombre se despersonaliza gradualmente y las cosas en las que se proyectaba ya no reflejan su rostro ni el esfuerzo de su vida. La propiedad privada, en la que el hombre se prolonga con dimensión esencial, va cediendo ante la presión del capital monopolizado por unas sociedades anónimas, que son las titulares de los derechos sobre la propiedad. Las sociedades capitalistas ejercen su dominio sobre unos hombres que, en rigor, actúan como maquinaria, y sobre unas máquinas que merecen una mayor atención y más cuidados y solicitud que el hombre. Los técnicos, los obreros, los propios directivos son trabajadores anónimos de una sociedad invisible y poderosa, que les utiliza como mano de obra o como manantial de ideas, sin que la empresa capitalista reconozca en ellos más derechos en la empresa que los establecidos en un contrato de prestación de trabajo.
La aglomeración del capital, la proletarización de los asalariados y la maquinización de la industria han provocado una previsible crisis social, una inevitable subversión política y una imprevista quiebra técnica, capaces, cada una de ellas, de arruinar el curso de la historia europea… El Estado liberal, al sentirse deslegitimado para reestructurar el proceso económico sobre estas bases, y al querer suavizar la tensión producida por la crisis social del sistema con fórmulas conciliadoras, que dejan intacta la cuestión de fondo, se convierte en propagandista de la solución marxista del Estado”.
En estas calendas (1976), el capitalismo mundial y sus agentes en España, afincados en las momias liberales de otros tiempos, con alardes socialistas, democráticos, progresistas y liberales, quieren repetir la misma hazaña, a través del reformismo político y de la jubilación de las Leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional.
Las estadísticas cantan
Al sufrir la invasión de los grandes mandiles que disponen del presente y porvenir de España, con la palinodia de la prensa y revistas pagadas por la banca y fondos inconfesables, hemos empezado el descenso por la rampa del fracaso económico que por primera vez conoce España después de la victoria contra el comunismo, en 1939…
(…)
Las consecuencias del perjurio
“La Vanguardia”, al rememorar la figura siniestra de Adam Smith, ha buscado comentaristas que lo maquillaran de forma simpática. Ni ha tenido la elegancia de reproducir las páginas de José Antonio, el único político español, en nuestros tiempos, que la ha hecho una crítica científica seria. No, “La Vanguardia” del conde de Godó se ha portado conforme a sus esquemas secamente capitalistas. Y ha cantado las esencias del peor mercader del dinero que ha sufrido el mundo: Adam Smith y sus muchachos.
Así llevan a España a la perdición los que, habiendo jurado las Leyes Fundamentales y principios del Movimiento Nacional, cambian de chaqueta para propinarnos democracia y partidos políticos. Y simultáneamente multinacionales, paro obrero, inflación, odio de clases, de hombres e incluso de feminismo contra el resto de la sociedad.
José Antonio lo dijo para siempre:
“Ya es hora de acabar con la idolatría electoral. Las muchedumbres son falibles como los individuos, y generalmente, yerran más. La verdad es la verdad (aunque tenga cien votos), y la mentira es mentira (aunque tenga cien millones). Lo que hace falta es buscar con ahínco la verdad, creer en ella e imponerla, contra los menos o contra los más. Esa es la gran tarea del conductor de masas: operar sobre ellas para transformarlas, para elevarlas, para templarlas; no ponerlas a temperatura de paroxismo (como en el circo de Roma la plebe embriagada) decisiones de vida o muerte”.
Por esto ahora (1976) ya se habla de los millones de pesetas que se necesitarán para promocionar candidatos y políticos. Como la propaganda de una bebida alcohólica o de un detergente, con una chica lo más destapada posible. Es José Antonio que nos grita de nuevo:
“El sistema sufragista no sólo se resiente de todos los vicios de la demagogia, sino que los estimula… No puede haber un solo hombre normal que defienda de buena fe este sistema diabólico. Sólo odiando al pueblo se le puede desear un sistema que le convierte, cada dos o tres años, en campo de experimentación de todos los imbéciles, ambiciosos, frenéticos, logreros y farsantes. Sobre una masa popular ingenua, tierna, fácil a la credulidad y a la cólera, se permite la avenida de todo el hampa electoral, diestra en el juego de las torturas y las mentiras. Unos candidatos saldrán triunfantes, y otros vencidos; de unos y de otros se sabrá poco hasta las próximas elecciones; pero en pos de ellos habrán quedado, envenenando almas, embalses enormes de rencor sin alivio posible, porque los demagogos, para alimentar el rencor, encienden apetitos irrealizables”.
Otra vez, como si estuviera en los sótanos de la Dirección General de Seguridad el 14 de marzo de 1936, José Antonio nos vuelve a repetir:
“Hoy están al frente dos concepciones totales del mundo, cualquiera que venza interrumpirá definitivamente el turno acostumbrado; o vence la concepción espiritual, occidental, cristiana, española, de la existencia, con cuanto supone de servicio y sacrificio, pero con todo lo que concede de dignidad individual y de decoro patrio, o vence la concepción materialista rusa de la existencia, que, sobre someter a los españoles al yugo feroz de un ejército rojo y de una implacable policía, disgregará a España en repúblicas locales –Cataluña, Vasconia, Galicia- mediatizadas por Rusia”.
En esta plataforma estamos. Y a ello contribuyen los admiradores de Adam Smith. Los típicos capitalistas que hacen las sogas con las que han de ser ahorcados, como decía Lenin. Porque el liberalismo, económico y político, produce el comunismo. Lo han dicho los Papas y la historia. Aunque la olviden el conde de Godó, “La Vanguardia” y los chicos de la prensa a su servicio. Nosotros con José Antonio, la Patria, el pan y la justicia. Por Dios y por España. Los otros –derechas e izquierdas- con Adam Smith y Carlos Marx.
Jaime TARRAGÓ
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Última edición por ALACRAN; 01/09/2020 a las 20:23
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Aquí el discurso completo de José Antonio (1935) :
"ANTE UNA ENCRUCIJADA EN LA HISTORIA POLITICA Y ECONOMICA DEL MUNDO
(CONFERENCIA PRONUNCIADA EN EL CÍRCULO MERCANTIL DE MADRID, EL DIA 9 DE ABRIL DE 1935)
http://www.rumbos.net/ocja/jaoc0103.html
***
Aquí el artículo de La Vanguardia (año 1976) que motiva el artículo en F. N. :
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1976/05/28/pagina-39/33773184/pdf.html?search=adam%20smith
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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