Tomado de MADRID HABITABLE:

Israel supporters : el choque entre dos integrismos
Manuel Leal

En palestina nos encontramos ante un choque entre dos integrismos. Por un lado el integrismo islámico, autoproclamado, violento y fácilmente identificable. Por otro el integrismo judío ejercido desde grandes los centros financieros, gobiernos “intervenidos” y lobbies. Ambas son concepciones del mundo expansionistas e incompatibles con la existencia de una Europa libre, soberana y realmente democrática. Hemos de tomar distancia ante el conflicto y hacerlo también de aquellos que creen viable la defensa del Estado de Israel con el de la identidad europea.

Paganos de la reconstrucción y cómplices de la destrucción

Israel goza del estatus de socio preferente de la Unión Europea desde el año 2000. Un acuerdo que "aporta al Estado Judío muchas ventajas en su relación con la Unión Europea, tanto en la esfera política como en la económica", del que así presume el Ministerio de Exteriores judío.

Así Europa se ha convertido en el principal mercado para los productos agrícolas israelíes. La cifra anual de negocio de su exportación agraria con destino en la UE se sitúa en los 783 millones de euros. Más del 75% de su producción de frutas, verduras y hortalizas es importada por el Viejo Continente. Desde 1981 el Banco de Inversión Europeo, dependiente de la UE, ha destinado 637 millones de euros en créditos de ayuda a Israel.

Pero la ayuda europea también se ha derramado generosamente en Palestina, donde España es uno de los principales benefactores. De nuestros bolsillos han salido entre 2005 y 2008 un total de 257.961.192 euros destinados a los territorios palestinos.

Este tipo de ayudas a unos u otros, resultan ya de por si altamente controvertidas, pero los más sangrante del caso es que desde que comenzó la segunda Intifada en el año 2000, el Estado Judío se ha dedicado a destruir sistemáticamente infraestructuras civiles básicas palestinas, entre ellas los proyectos financiados por los países de la UE.

Recientemente los medios de comunicación han tenido acceso a un informe de la Comisión Europea en el que se citan al menos 78 proyectos financiados con dinero de la UE, que han sido arrasados por Israel en los últimos diez años. Según estas informaciones “los cálculos más conservadores estiman que tal destrucción alcanza un valor superior a 79,5 millones de euros. De ellos al menos ocho instalaciones han sido pagadas íntegramente con fondos españoles, por un importe superior a 33 millones de euros”. Hecho que podemos catalogar de catástrofe civil en territorios como el de Gaza, donde gracias al bloqueo israelita el 40% de la población está en paro y el 80% depende de la ayuda humanitaria.

Esto convierte a los ciudadanos europeos simultáneamente en paganos de la reconstrucción y cómplices de la destrucción. Ante tamaño despropósito no hemos podido encontrar ninguna reclamación formal de los gobiernos europeos. Incluso asistimos a respuestas peregrinas como la de la comisaria europea de Exteriores, Benita Ferrero-Waldne que llegó a declarar que “los proyectos financiados por la UE pertenecen legalmente a la Autoridad Palestina y no hemos tenido constancia de ninguna petición por su parte de una reclamación contra Israel".



El porqué de la impunidad israelí

Ante hechos como este y otros de mayor gravedad, la comunidad internacional no ha llamado al orden de forma realista al Estado Judío, ya sea desde Washington o Bruselas. El silencio internacional no tiene su origen en miedo al Estado mismo de Israel, de algo más de 7 millones de habitantes. Israel es la más clara referencia geográfica de una concepción del mundo liberal que interviene de forma determinante en el destino de muchos países, desde centros financieros, corporaciones trasnacionales, medios de comunicación y lobbies.

Esta maquinaria de presión está asentada desde hace décadas en los Estados Unidos. No había conseguido hasta la fecha similares niveles de eficacia en Europa, pero en los últimos años hechos como el relatado parecen indicar que lo han conseguido.

El registro europeo de lobbies ha alcanzado ya las 3.000 inscripciones. Este censo de carácter voluntario comenzó hace dos años. El término lobby (salón de espera), tiene su origen en aquellas personas que esperaban a un político en el lobby del parlamento con intención de influir sus votos. Hoy llamamos lobby a un grupo organizado de personas que intentan intervenir en las decisiones del poder ejecutivo o legislativo con el objeto de conseguir políticas favorables a sus intereses.

Esta fórmula permite a los poderes económicos dirigir la política de una manera mucho más eficaz y menos costosa que si hubieran de intervenir a través del voto del electorado. Al fin estos lobbies no son otra cosa que una hosca e ilegítima influencia, ejercida por los que disponen de más recursos en claro detrimento de la democracia y la soberanía popular.

En Europa la primera y principal iniciativa de crear un lobby judío en Bruselas partió del American Jewish Committtee (AJC), integrado en el poderoso lobby judío de EEUU. Esta organización abrió su primera oficina en Bruselas en 2004. Su objetivo es practicar en Europa idénticos mecanismos de presión a los empleados en Washington.

El AJC fundó el Transatlantic Institute (TAI), una organización que impulsa publicaciones agresivamente proisraelíes vinculada al movimiento neocon. Hoy ambas organizaciones mantienen reuniones periódicas con altos funcionarios de la UE, jefes de Estado y ministros que vistan Bruselas. De esta forma intervienen no sólo vía parlamentaria en la política conjunta de la UE, sino también en la de los distintos países europeos por separado.

En los últimos años se han instalado también en Bruselas el European Jewish Congress y B'nai B'rith. Además, se ha creado European Friends of Israel. Aunque esta última es una alianza formada por eurodiputados adscritos “nominalmente” de diversas tendencias, los palmeros europeos en que se sustentan los lobbies judíos son predominantemente liberales en su proyección pública.


Choque entre dos integrismos

En palestina nos encontramos ante un choque entre dos integrismos. Por un lado el integrismo islámico, autoproclamado, violento y fácilmente identificable. Por otro el integrismo judío ejercido desde grandes los centros financieros, gobiernos “intervenidos” y lobbies. Ambas son concepciones del mundo expansionistas e incompatibles con la existencia de una Europa libre, soberana y realmente democrática.

Hemos de tomar distancia ante el conflicto y hacerlo también de aquellos que creen viable la defensa del Estado de Israel con el de la identidad europea. Porque solo pueden estar animados por dos razones. La primera es la ignorancia. La segunda razón es que su voluntad esté comprometida por los largos brazos de los lobbies judíos. Sabido es que hasta el más tonto en alguna ocasión alcanza un pensamiento acertado. Así, por una vez y sin que sirva de precedente, tendríamos que darle la razón a Rodríguez Zapatero cuando calificó a este último grupo de supporters como “patriotas de hojalata”.
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