El Legitimismo no es sino la profesión del principio de Legitimidad. Éste está basado en el principio de que toda autoridad constituida proviene de Dios, aunque la manera de manifestarse sea distinta según las diferentes formas de gobierno, que constituyen especies del género político. Dichas formas son: la monarquía, la aristocracia y la democracia (que se corrompen respectivamente en la tiranía, la oligarquía y la oclocracia). En la aristocracia y la democracia la designación del gobierno se deja a mecanismos convencionales: elección por un colegio restringido, sufragio universal, etc. En la monarquía la designación del gobernante puede ser por sucesión hereditaria o por elección. La elección demostró ser un sistema menos conveniente por la inestabilidad a la que se sometía a la institución monárquica. En cambio, la sucesión hereditaria, determinada por el nacimiento, aportó el beneficio de una continuidad automática, evitando así disputas de partidos e interregnos perniciosos.


Por lo que a Francia respecta, la monarquía hereditaria se consolidó gracias a los primeros Capetos, que tuvieron el buen sentido de asociar a sus hijos al trono, de modo que, al morir aquéllos, éstos lo sucedieron con naturalidad. La monarquía electiva de merovingios y carolingios había sido uno de los factores de la debilidad de las dos primeras razas. La tercera, la fundada por Hugo Capeto en 987, ha perdurado gracias a la sucesión hereditaria de acuerdo con unas reglas fundamentales que se fueron perfilando y perfeccionando en el devenir histórico y entraron a formar parte de la tradición monárquica, como vehículos a través de los que se manifestaba la voluntad de Dios, por cuya gracia reinan los reyes. La Legitimidad es el conjunto de esas reglas fundamentales que determinan el modo cómo se verifica la sucesión hereditaria en Francia.


Las reglas que conforman el principio de Legitimidad son: 1) sucesión de varón por agnación, con exclusión absoluta de las hembras, y en estricto orden de primogenitura; 2) filiación dimanante de justas nupcias; 3) catolicidad; 4) indisponibilidad de la Corona. No existe el vicio de peregrinidad que aducen algunos para defender las posturas orleanistas; en cambio, parece que sí existe el vicio de regicidio (como se deduce de los procesos contra Juan II, duque de Alençon y conde de Perche, condenado a muerte dos veces por delito de lesa majestad y desposeído de sus títulos y prerrogativas).


La observancia y el respeto de la Legitimidad son los que forjaron la grandeza de Francia, haciendo de ella el reino más estable de la Cristiandad, que contribuyó decisivamente a la formación de la Civilización europea. En momentos puntuales y cruciales, tal observancia y tal respeto parecieron decaer y el Reino entró en declive: en 1420 (Tratado de Troyes), en 1525 (Tratado de Madrid), en 1588 (la Santa Liga), en 1713 (Tratado de Utrecht) y en 1830 (Insurrección de Julio). En todas estas ocasiones se hizo caso omiso de la sucesión legítima. Francia se rehízo de todas esas crisis menos de la última, que acabó oficialmente con la Monarquía tradicional, de modo que ésta hubo de refugiarse en la resistencia moral -a veces hasta el heroísmo- de los titulares de la Legitimidad. Después del desastre de 1870 hubo alguna esperanza de restauración, pero el daño estaba ya hecho: el liberalismo revolucionario no iba a permitir a un conde de Chambord reinar como lo habían hecho sus antepasados y éste -que hubiera sido Enrique V- prefirió deponer una corona espuria antes que traicionar sus principios.


Al conde Chambord, en estricto derecho y según la tradición sálica de la Monarquía de las Lises, le sucedieron los Borbones de España o rama de Anjou, primero en su línea carlista y más tarde en su línea alfonsina. A esta última pertenece el actual titular de los derechos dinásticos, Monseñor Luis de Borbón, duque de Anjou y de Borbón, hijo de Monseñor Alfonso de Borbón, duque de Anjou y de Cádiz, de augusta memoria. El que sería rey Luis XX desciende directamente de Luis XIV, mientras su oponente orleanista desciende del hermano menor del Rey Sol, Monsieur, Felipe de Orléans. Entre uno y otro hay una setentena de príncipes descendientes asimismo de Luis XIV con derecho a sucesión, lo que hace que el llamado por cortesía "conde de París" (duque de Orléans, en realidad y en estricto derecho) sea simplemente un segundón lejano de la Casa Real de Borbón o Casa de Francia (que son una misma cosa).


La esperanza de la Legitimidad se cifra hoy en el próximo parto de Madame la duquesa de Anjou, que ya ha dado a la Familia Real a Madame Royale. Hago votos para que en el año cuatricentenario de la muerte del primer Borbón reinante, Enrique IV, Dios conceda a Francia un Delfín, que asegure y fortifique la continuidad de la sucesión primogénita y sálica, que no es meramente una cuestión dinástica, sino también de principios.


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