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Tema: La tierra española no es del viento... ni de la langosta

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    La tierra española no es del viento... ni de la langosta

    LA TIERRA ESPAÑOLA NO ES DEL VIENTO... NI DE LA LANGOSTA


    Romano, con los retratos de sus antepasados.

    RECUPERACIÓN DEL CAMPESINADO ESPAÑOL

    De una raza telúrica es el labriego. En sus rasgos fisonómicos lleva grabadas las labranzas de sus ancestros todos, la cosecha arruinada por la langosta y las mieses bonanceras. Tiene andares calmosos y es sentencioso en su decir. Habla poco, pues sabe que el silencio es mejor. Se le conoce a la distancia y su cuerpo está avezado a la pana acanalada; y tan estoicamente hecho a los rigores. Su boina cubre la cabeza que cavila y teme las plagas.

    Puede desaparecer el campesino. Está desapareciendo. Pero la estirpe del labrador llevará por generaciones el sello indeleble que imprime sus nobles labores. Es mentira lo que por ahí se dice: que el campesinado andaluz es morisco. Es una patraña de tantas. En Andalucía los labriegos que hay son de otra masa racial. Hay que estar ciego para no encontrar en el tipo de labrador andaluz al tipo itálico, asentado en la Bética desde los remotos tiempos en que los legiones, una vez licenciados de su servicio militar, tomaban posesión de las tierras como recompensa, levantando pequeñas copias, como por participación platónica, de la Urbe Ideal, la Eterna Roma, a la vera del Padre Betis. Las caras de estos labradores nuestros fueron entalladas en cabezas romanas, muchas braquicéfalas, de pelo lacio cual colonos oriundos de Alba Longa. El invisible escoplo de la genética no miente.

    Una de las causas de la crisis total que sufre España en la actualidad (crisis espiritual y material) reside en la aversión que el burgués tiene contra el campo. El burgués, como desertor del terruño, vive para renegar de sus orígenes campesinos. Desprecia a los labriegos que fueron sus abuelos y bisabuelos... Y, por ende, termina burlándose del labrador como tipo humano rústico. Debido a esa animadversión propia del renegado, el nuevo rico, prófugo de los labrantíos, fingió la aristocracia que no tenía, ocultó su procedencia rural y vino con ínfulas de príncipe de los negocios. Así el campesino (que es decir el hombre rural) pasó en el imaginario social a ser el "paleto", el "cateto", el "pueblerino" y su caricatura sirvió para el hazmerreír de los "ciudadanos". Es curioso: nunca se hicieron más películas en España con el "cateto" como fuente de risotadas y burlas que en la transición democrática. Era un síntoma: nos estaban desarraigando del terruño, de las viejas tradiciones piadosas y rurales, donde se mantuvo el verdadero ser de España.

    El burgués traicionó a sus abuelos labradores. Si el burgués era judío, no hizo falta perpetrar ninguna traición. No se puede traicionar nada a lo que nunca se le haya declarado lealtad. El judío ha manifestado a lo largo del tiempo un connatural desprecio por las labores del campo. Y ello, sin ánimo de descalificación, es algo notorio. El judío es capaz de ser campesino en Israel, pero profundas y atávicas supersticiones le impiden dedicarse a la tierra de los "goim" (término peyorativo con el que se refieren a nosotros, los gentiles). Tal vez, por esa incomprensión del judío por el campesino, el mismo Karl Marx no consideró al campesinado como una clase socialista. Algo muy similar a lo dicho que le ocurre al judío con el campo y el campesino, le viene a pasar al gitano que, durante tanto tiempo, ha llevado una vida errante sin asentar la cabeza, y que nos llama "payos" a los autóctonos.

    Una política auténticamente nacional estimará al campesinado y al campo. Verá en el campesino al custodio del agro, suelo sagrado de los antepasados, y entenderá que las manos que tocan la cosecha no pueden ser las manos de cualquiera, sino las manos expertas de quien siendo del país, sabe labrar para cosechar.

    Toda política económica que -como hoy ocurre- desprecia los campos españoles y a los campesinos españoles que saben más que nadie de sus campos es un política traidora de taimados felones. Es la política de esos políticos cipayos que venden nuestra Patria al extranjero.

    Maestro Gelimer

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  2. #2
    Antonio Hernández Pé está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: La tierra española no es del viento... ni de la langosta

    Una magistral reflexión. Todo lo que se describe sobre el campesino lo conozco de primera mano y por eso he querido levantar casa en un pueblo labrador para pasar allí lo que nuestro Señor me conceda de vida. Quedan muy pocos nobles labriegos, pero quedan, gracias a Dios.

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: La tierra española no es del viento... ni de la langosta

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    VIDA ANTIGUA, DE BOINA Y PANA



    Como sentarse bajo un olivo, tras la faena, y sacar de la talega la fiambrera, el huevo duro, la alcuza y el bollo de pan hodierno. Abrimos la fiambrera, sabiendo lo que contiene, y recibimos dichosos el aroma del chorizo hecho, frío después de horas, con los torreznos incrustados en la masa de lampante que se ha formado al congelarse el aceite.

    La navaja está abierta, y con brío fundimos la lengua de acero en el pan, abrimos una ranura y por ella vamos cortando. Entra la hoja suave y rajamos, practicando una oquedad en el pan, cuidándonos de no calarlo, para dejar un "piso". Se aparta el miajón, se escancia el óleo de la aceitera. El líquido áureo y rico cae en un chorro lento. Cuando a satisfacción hemos llenado con el aceite la poza del pan, empapamos el miajón en el embalse de aceite y esponjamos el sabroso pan. Lo dejamos reposar, para luego comerlo.

    Vamos ahora al huevo. Con el mango de la navaja damos un golpe seco a la cáscara del huevo que traemos cocido, y lo descascarillamos. Alguno de la cuadrilla se ha traído una porción de sal, bien en un papelote o, si es más curioso, en un salero. Salpicamos el huevo, pues ya se sabe que un huevo sin sal es arisco y desazonado, como una vida sin campo. Entre bocado y bocado, le damos un tiento a la bota: sabe mejor el vino en bota que en botella. Una hogaza de pan sabe mejor comiéndola sobre los terrones, cabe el olivo.

    ¿Puede el hombre aspirar a mayor felicidad que la que le depara el trabajo saludable y su recompensa, que es el pan y el vino?

    Hablamos de lo aventajado por la mañana. Reimos alguna ocurrencia de alguno. Podemos reirla. Estamos alborozados, pues la tarea nos cunde. No hay ni un holgazán entre nosotros, y que todos seamos del mismo pueblo es la razón de tan buena compaña, pues todos nos conocemos. Nos conocemos y si hubiera uno que se hiciera el longui, pronto circularía que Fulano es "más perro que la chaqueta de un guarda". Aquí, en el tajo: "Nuestro Trabajo es nuestro Honor". El remolque del tractor a la tarde se colmará de aceitunas, espuerta va y espuerta viene.

    Algún día retornaré al campo, que nunca tuvimos que abandonar. Y llevaré una vida antigua. Un cortijo, mis libros, una escopeta y un perro. Y si me invaden la casa, no me lo pensaré dos veces: azuzaré al perro, para que muerda al intruso; y tampoco descarto que le dispare al delincuente que salte mi tapia. Y apretaré el gatillo con menos remordimiento que si le tiro a un conejo.

    Se habla de gente que es de aquí, de gente que, de toda la vida, es de aquí. Y el de aquí, hasta el peor, es al fin y al cabo, uno de los nuestros, por rana que nos saliera el infeliz: "Una mala cabeza" -dice un su primo. Y es que trabajar con ese celo no impide que hablemos, los unos con los otros, contándonos anécdotas de lo que le pasó a Mengano en el Año 92, cuando la Expo -"Que bien que se embolsaron algunos socialistas su buena millonada". Otro hay que sostiene que los peores políticos son los que vienen del charco, esos que no tuvieron ni mierda en las tripas. Pero hay debate: se piensa, por otro lado, que muy peores que esos bergantes son los que, habiendo vestido la camisa azul, ahora levantan el puño. Para uno que está a mi lado, está más que claro: todos son chabacanes, los de siniestra y los de diestra. También se cuenta lo que le ocurrió a Zutano, en el Año del GAL, cuando el gobierno de España, ocupado por el PSOE de Felipe González, cometió Terrorismo de Estado.

    Y uno termina diciendo: "Maldita sea la madre que lo parió... Ese facineroso". A lo que otro contesta: "Vaya que sí: de maleantes está el mundo lleno". "Los perros tienen más vergüenza que algunos" -dijo otro. Los perros son mejores que muchos que parecen hombres. Y todos sabemos de quién hablamos así.

    Y usted, ¿no se lo calcula?

    Maestro Gelimer

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