Día de dulces castañas
Algunos las cambian por eso de Halloween. Los dolços seguimos prefiriendo el olor de la naturaleza y la vida.
“Cada tiempo tiene su alegoría, y las castañas de las castañeras son una especie de flor ilusoria del otoño sombrío. Junto al calorcillo amistoso, los frutos que allí se cuecen dispersan por el aire un olor vivo a resina y a campo.
Pero no es solamente el olor de los puestos lo que nos seduce en este tiempo, sino la patética luz que de ellos trasciende. (…) A veces, cuando éramos chicos, nos parábamos ante esa luz, con una pieza de diez céntimos en la mano, para sentirla llena de bolitas olorosas y calientes. (…) No sabemos hoy cómo serán para los jóvenes estas castañas dulces del otoño. Los garitos han cambiado su aspecto y estructura; ya no son los de entonces, viejos y remendados barracones con techumbres de hojalata, apuntalados contra el viento con estacas y maderos. Hoy, las castañeras poseen casi un inmueble funcional donde vender castañas. Quizá el sabor de lo que se cuece se resienta de esta modernidad. Tal vez las castañas de hoy no sean tan coruscantes y apetitosas como las de antaño, si una parte de su sabor les venía del mismo hollín de la noche en que habitaban. (…) La pulpa de la vida está, como la de las castañas, debajo de esta corteza negra que nos deja los dedos manchados de carbonilla y que hay que arrancar con destreza sin herir para atrapar caliente”. (Ignacio Agustí: Las castañas y el fuego, Tele/eXpres, 10-10-1964)
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