Rutas hispánicas: de lo mozárabe a lo galaico


Antonio Moreno Ruiz











El grado de alienación existente en el pueblo español para con su identidad y proyecto de vida en común, provocado por el artificioso odio y enfrentamiento entre hermanos, agudizado muy especialmente a partir de 1978 y el régimen de las comunidades autónomas (a las que el escritor Fernando Vizcaíno Casas QEPD se apresuró en llamar “autonosuyas”), nos hace que veamos raro, por ejemplo, que un andaluz pueda interesarse por el folclore gallego y viceversa. Si un andaluz se interesara por el rock, el rap o la samba, lo veríamos tan normal. Y así, lejos de potenciar las cosas que nos unen, subrayamos, agrandamos y exageramos las diferencias, siendo que es el propio sistema político el que da pie a ello continuamente.

No es algo que venga de ahora, pues ya al alimón del romanticismo, en el siglo XIX buena parte de la cultura española se alienó pensando que España era un país muy diferente entre sí, mixtificando y confundiendo el pasado en base a una etnología que por aquellos entonces estaba muy verde. Este supuesto “diferenciador-determinante” estuvo latente en muchos sectores de la política, la cultura o la historiografía. A toro pasado, claro que se ven diferencias latentes en nuestro país, pero habría que preguntarse más bien en qué país no las hay. Y habría que preguntarse: Más allá de los mitos románticos, ¿hasta hoy se ha barajado las diferencias que pueda haber en países tan cercanos como Francia e Italia? Y no digamos otros muchos de esa Europa a la que muchos invocaban como el maná hasta hace tres días. Somos muy prontos para relativizar nuestros lazos de unidad y, sin embargo, damos por sentado que el resto del mundo es mucho más homogéneo que nosotros.


Así las cosas, hemos olvidado las muchas interacciones que se dan entre los pueblos de las Españas. Por ejemplo, entre el romance castellano, el navarro-aragonés y el vascuence, siendo que este último se llegó a hablar a las puertas de Burgos. Hablando de Burgos: Hasta hace poco, se pensaba que el monasterio de San Millán de la Cogolla radicaban las primeras glosas en castellano; y sin embargo, a día de hoy se discute si es castellano o navarro-aragonés.


Por ello, a partir de este momento, hablaré indistintamente de castellano o español para referirnos a nuestra común y universal lengua; mas, como en España somos tan aficionados a las guerras absurdas basadas en palabras que nos gustan más o menos y que convertimos en discusiones bizantinas, podré espetar, a saber, que:


-Siempre se le ha dicho de las dos formas, castellano o español. Castellano porque nació en Castilla, y español porque pronto se convirtió en el principal vehículo lingüístico entre españoles, incluyendo los españoles americanos.


-Hay quien dice que hablar de "español" es de “centralistas”, “liberales”, “fachas”... Bueno, no creo que nada de eso estuviera en la mente del rey Carlos I cuando hablaba de "lengua española"; ni en la de muchos cronistas de Indias que utilizaron la misma expresión; ni tan siquiera en Covarrubias cuando en el siglo XVII construyó el "Tesoro de la lengua castellana o española". Y es que al fin y al cabo, quien se dedica a poner etiquetas baratas, no demuestra sino carecer de argumentos ante la historia y la razón.


-Otrosí, pienso que hay que profundizar mucho más en los trabajos del gran polígrafo gallego Ramón Menéndez Pidal, el mismo que descubrió que la lengua mirandesa (hablada en el norte de Portugal) es heredera del tronco astur-leonés y que defendía la existencia de un sustrato hispano-romance común que comenzó a aparecer en la época visigótica y que se “truncó” por mor de las fronteras que se fueron formando en las guerras contra el islam. Las coincidencias en la lírica, desde las jarchas mozárabes a las cantigas de amigo galaico-portuguesas, avalan, entre otros, esta comunión lingüístico-cultural primigenia.


-Y de todas formas, el idioma del siglo XV, mezclado por las muchas interacciones con el bable astur-leonés, con la fabla navarro-aragonesa, muy influenciado por el vascuence e incluso por determinados usos germánicos y bastantes palabras del catalán, y ya evolucionado en su bajada hacia el sur por el contacto con el romance mozárabe, no es el "castellano original" (el dialecto original del latín nacido entre Cantabria y Burgos, me refiero); y lo que llega a América, principalmente a través de Extremadura y Andalucía y constantemente filtrado por las Islas Canarias, tampoco. Eso ya es otra cosa.


Y por eso, entre otras muchas cosas, se defiende que es totalmente lícito hablar de castellano y español.


Se nos podrá oponer a que en Gran Bretaña se habla de “inglés” y no de “británico”; sin embargo, esta misma oposición no suele ser contrastada cuando hablamos de “italiano”, “francés”, “alemán”, “ruso”… Y es que como bien dice mi amigo valenciano Luis Baraza, “supongo también que por la misma razón que llamamos italiano al idioma toscano. Además, no se puede comparar el caso de Inglaterra a Castilla, pues el continuum lingüístico del romance se daba más allá de Castilla, lo que hizo que lenguas como el navarro-aragonés resultaran parecidas e incluso fácilmente sustituibles con la llegada de los Trastámaras (¡vamos! si hasta hace poco se creía que las glosas de San Millán eran castellano, cuando son romance navarro-aragonés). ¿Qué continuum lingüístico se dio con el anglosajón?"


Navarra fue el primer reino español en usar el romance en su Corte. Lo usaba tanto o más que Castilla, y al final, el incipiente navarro-aragonés y el castellano se fueron “confundiendo”, bajo la atenta cercanía del vascuence, el idioma más antiguo de las Españas; el mismo que nos aportó el sonido “rr” (pesadilla para muchos alumnos que desean aprender nuestro idioma). Al vascuence se le debe, asimismo, la sustitución de la “h” a la “f” original en muchas palabras latinas (de “ferrum” a “hierro”, por ejemplo), así como le debemos palabras como “boina”, “zamarra”, “chabola”, “izquierda”, “pizarra”… En resumidas cuentas: El castellano no se entiende sin una fuerte impronta vasca.


Y siguiendo la ruta hispánica que nos llevan a un inequívoco camino patrio, nos remitimos a las coincidencias métricas y estilísticas entre las jarchas mozárabes y las cantigas galaico-portuguesas. Ante la habitual confusión de términos, conviene recordar que “mozárabe” es una palabra que viene del árabe “mustaarab”, esto es, “arabizado” (o “el que se arabiza”). Y como “mozárabes” fueron designados los cristianos que vivieron bajo el dominio musulmán. Ciertamente, representaba una parte significativa de la población de Alándalus, desde la Bética al Mediterráneo, pasando por la Meseta. Entre estas poblaciones se fue desarrollando una lengua romance curiosa, pues si bien tenía una gramática muy fiel al latín, iba incluyendo muchos vocablos árabes y bereberes. Y no en vano, si bien era una lengua latina, se acostumbraba a escribir en alfabeto árabe. Sin embargo, en su producción artística, son innegables los nexos con el noroeste. Cuando hace tiempo tuve la oportunidad de dictar la conferencia “Entre jarchas y cantigas” en el Centro Español del Perú (1),señalé las coincidencias idiomáticas y culturales entre el mundo mozárabe y el galaico-portugués. Coincidencias que todavía a día de hoy se resisten a desaparecer: En Algarinejo (Granada), la gente con más primaveras a cuestas todavía dice que "si la Candelaria chora, el inverno fora, si no chora ni dentro ni fora" (2).


Tengo para mí desde hace mucho tiempo que, en contra de todos los tópicos que hay contra Andalucía, y más concretamente contra las hablas andaluzas, que hay quien cree ver un “castellano mal hablado”, el mozárabe pudo influir de una manera u otra. Ahora bien: Tras la aparición de los almorávides en el siglo XI, con la posterior irrupción de los almohades en el siglo siguiente, la situación de los cristianos de la meseta, el sur y el levante empeoró sensiblemente. Si bien muchos de éstos ya habían emigrado al favor de los reyes del norte, la irrupción de los terribles cabileños norafricanos, que amén de cortar el avance cristiano, entraron para fustigar a sus correligionarios ibéricos (a los que reputaban como incumplidores del Corán, entre otras cosas, por su afición al vino), supuso un antes y un después, y ya en el siglo XIII, la presencia del romance mozárabe era poco menos que testimonial. Pero, ¿había desaparecido por completo, o más bien se habría cruzado o entreverado, como lo hicieron el castellano, el astur-leonés y el navarro-aragonés? Y como también lo hicieron hasta el vascuence y el catalán. ¿Qué grado de influencia del romance mozárabe quedó en Andalucía? No lo sabemos exactamente. En Valencia sin embargo sí parece más documentado, pero en Andalucía por desgracia no. Con todo, cada vez me inclino más a pensar que haberla, hayla.


Hablando del catalán, no hay que menospreciar su influencia en el castellano, pues no en vano palabras como “capicúa”, “papel”, “faena”, “albergue”, “bacín”, “peseta”, “frazada”, y otras muchas más, proceden de la antigua Marca Hispánica.


Por todo ello, yendo al inicio de nuestro escrito, no debería ser algo raro que un andaluz se interesase por lo gallego y viceversa. Es compatible que uno de los mayores estudiosos del flamenco hoy en día sea el musicólogo gallego Faustino Núñez (3), como de orígenes gallegos era Demófilo, el padre de los hermanos Machado. Ahora, con la gran diáspora española que está habiendo por Europa y América, estas cosas se deberían ir viendo más claras, porque no en vano muchos hispanoamericanos ven en los españoles rasgos muy comunes; siendo que, para ellos, los más diferentes no son ni vascos ni catalanes, sino andaluces y canarios; porque para un hispanoamericano, la fonética de Despeñaperros para arriba resulta idéntica. O sea, que si un separatista vasco, catalán o gallego, cree que un argentino o un peruano lo van a diferenciar por su habla de un madrileño, la decepcionante sorpresa que se puede llevar es de aúpa.


Con todo, la formación de una cultura de frontera en la España medieval, que luego será transportada a las Españas Americanas, engendrando a charros, llaneros, chalanes o gauchos (siendo que el cowboy norteamericano es de origen hispano), influirá en la cultura y en el idioma. De hecho, la separación política de Portugal marcó también la separación idiomática de su raíz galaica. Empero, como sabiamente apunta el profesor jiennense Manuel Fernández Espinosa, si bien según la Real Academia de la Lengua, “charro” derivaría del vascuence “txar”, que en verdad significa “débil”, “defectuoso”; y no parece corresponderse, puesto que si por algo se caracteriza el charro en particular y el jinete hispano en general es por su destreza; en cambio, en romance mozárabe tenemos la palabra “chauch” para designar al pastor o al caballista, y que nos recuerda a la palabra “gaucho”; que Fernández Espinosa relaciona con “gaucho” y “charro”. Asimismo, la lingüista peruana Martha Hildebrandt sostiene que, ante el controversial origen de la palabra “ceviche” (comida arquetípica del Perú, hecha a base de pescado marinado con limón), estamos ante “iche”, que es un sufijo mozárabe.


En las poesías mozárabes también encontraremos claves curiosas, pues si nos pareció ilustrativo el refrán mozárabe granadino, hay una jarcha que dice: “Non me mordas ya habibi, non quero daniyoso”. Quítemosle el arabismo “ya habibi” (“habibi” es “amado”, “querido”) y a ver quién dice que eso no es galaico-portugués… De hecho, topónimos de la Alpujarra granadina como Pampaneira, Beires, Murtas o Capileira, que se creían traídos por los repobladores gallegos y asturianos, sin embargo, también vienen del romance mozárabe.

Y volvemos a una cuestión candente para nos: ¿Es casualidad la interacción castellano-mozárabe a través de Andalucía, que es la que influencia directamente en el idioma a través de Canarias e Hispanoamérica?


Con todo, las coincidencias en esta cultura románica que va de las jarchas mozárabes a las cantigas galaico-portuguesas, cuna de nuestro importantísimo patrimonio literario, vendrían a ser, grosso modo, las siguientes:


• Provienen de una reelaboración culta de una lírica popular anterior.

• Son composiciones breves y sencillas, de tono intimista.

• Abordan la temática amorosa, en forma de lamentación por la ausencia del amado o bien alegría por su encuentro con él.


En métrica y musicalidad, asimismo, se parecen también a los villancicos castellanos. La diferenciación de las cantigas galaico-portuguesas radica en la abundancia de las referencias al ambiente marino y al paisaje gallego en general. Por ejemplo (4):

Ondas do mar de Vigo, de Martin Codax



Ondas do mar de Vigo,

se vistes meu amigo?

E ai Deus!, se verrá cedo?



Ondas do mar levado,

se vistes meu amado?

E ai Deus!, se verrá cedo?



Se vistes meu amigo,

o por que eu sospiro?

E ai Deus!, se verrá cedo?



Se vistes meu amado,

por que ei gran coidado?

E ai Deus!, se verrá cedo?


Traducción



Ondas del mar de Vigo,

¿Acaso habéis visto a mi amigo?

Y, ay Dios, ¡si vendrá pronto!



Ondas del alto mar,

¿Acaso habéis visto a mi amado?

Y, ay Dios, ¡si vendrá pronto!



¿Acaso habéis visto a mi amigo,

aquel por quien yo suspiro?

Y, ay Dios, ¡si vendrá pronto!



¿Acaso habéis visto a mi amado,

por quien tengo gran cuidado?

Y, ay Dios, ¡si vendrá pronto!




Esa temática del lamento de amor, puesto en boca de mujer, hasta “atrevida” para la época, con ese ritmo corto y constante que Menéndez Pidal halló arquetípico para la poesía hispánica y cuya prolongación atisbó hasta en la poesía gauchesca, también se da en las jarchas, poemas mozárabes hechos al final de la moaxaja, una estructura poética y extensa árabe. El problema de las jarchas, dada la distancia en el tiempo y la poca investigación, es que no sabemos si eran exactamente así o si nos ha llegado así, a partir del norte de África; donde sabemos que hubo cristianos expulsados y esclavizados por los musulmanes berberiscos. Con todo, aun teniendo lagunas, las jarchas que conocemos no dejan de ser muy ilustrativas y de demostrar una poligénesis que nos acerca a una hispánica comunión. Valgan algunas muestras (en mozárabe y castellano sucesivamente):


¡Tant ´amare, tant´amare,

¡Tanto amar, tanto amar,

habib,tant´amare!

amigo, tanto amar!.

Enfermiron welyôs (n)idiôs,

Enfermaron ojos antes alegres

ya duelen tan male.

y que ahora sufren tan grandes males.



Gar sodes devyna

Pues sois adivina

e devynas bi-l-haqq,

y adivinas en verdad,

garme cánd me vernad

dime cuándo me vendrá

meu habibi Ishaq.

mi amado Isaac.





Yâ mamma mio al-habîbi

¡Oh madre, mi amigo



bay-sê e no me tornade

se va y no vuelve!.



gar ke fareyo yâ mamma

Dime qué haré,madre,



in no mio ´ina´lesade.

si mi pena no afloja.




Cierto es que la estructura métrica varía un poco, pero la constante invocación al “amigo/habibi”, e incluso el mismo sentimiento de melancolía. Un paisaje poético similar, cuanto menos (5).


Hablando de curiosidades andaluzas y gallegas, yéndonos por otros derroteros, he aquí un dato que agradezco al mentado profesor jiennense Manuel Fernández Espinosa: Pascual Madoz, en su monumental “Diccionario Geográfico-estadístico-histórico (1845-1850)” describe a las gentes Jaén del siguiente tenor: "sus naturales participan de la honradez y formalidad castellanas, sin carecer de la gracia e imaginación propia de los andaluces. Dícese generalmente que la provincia de Jaén es la Galicia de las Andalucías, y así en efecto bajo el aspecto general, mercantil, político e industrial."


Mas el problema para ubicar la realidad de la identidad andaluza es que muchas veces se basan en los tópicos y las deformaciones. Durante muchos años, unos decían que en Andalucía lo que pasa es que se habla un mal castellano, y otros que todo se debe a exotismos afro-orientalistas. Siempre se suele hablar desde Andalucía desde fuera, y algunas reacciones que hay desde dentro, caen en un “castellanismo” exagerado y deformado, pues si bien fuimos (y ojalá lo siguiéramos siendo) durante siete siglos parte de la Corona de Castilla, ni somos ni fuimos “culturalmente castellanos”, como tampoco lo son los gallegos, por ejemplo. Es por ello que un servidor encarece el trabajo que ha de desarrollar un andalucismo hispánico, un regionalismo cultural sano que batalle contra los mitos alandalusistas/neomoriscos y ayude a vertebrar la hispanidad por su proximidad histórico-cultural con Canarias e Hispanoamérica.


Hay que ponerse manos a la obra con eso y Dios mediante, en ello seguiremos.


Con respecto a las hablas andaluzas, desechando todos los tópicos tristemente conocidos, contamos con que la aparición de las jarchas y los consiguientes estudios sobre el romance mozárabe determinan que nueve siglos de fecunda cultura hispanorromana no desaparecieron de un día para otro: Siguió existiendo una cultura latina con tintes visigóticos, si bien se fue mezclando paulatinamente con determinados arabismos. Asimismo, Andalucía, al convertirse conforme avanzaba el Medievo en una especie de “Lejano Oeste” ibérico, fue solar de repobladores de muy distintas procedencias, y algunos no hablaban un “castellano ortodoxo” por así decirlo. Sin ir muy lejos, en mi pueblo (Bollullos de la Mitación, provincia de Sevilla y muy cerca de la provincia de Huelva), así como en otras zonas rurales de Badajoz, Sevilla y Huelva, los viejos tenían mucha tendencia a alargar la “o” final, o hasta pronunciarla en “u”. Por ejemplo: “Burricu”; lo cual se da en el bable astur-leonés. Hay palabras como “chiquinino”, y ese diminutivo “ino”, tan típico de lo astur-leonés, se da todavía más en Extremadura. En bable astur leonés la “ct” se pronuncia como “r”: Por ejemplo, “intarto”, en lugar de “intacto”. Tanto en bable como en castellano antiguo se tendía a confundir la “h” con la “j”; por ejemplo “jierro” o “jierru” por “hierro”, “jacer” por “hacer”… ¡Como en Bollullos de la Mitación, mi pueblo, a quince kilómetros de Sevilla! Y hasta ahora, casi nadie ha reparado en estas cosas. Como nadie ha reparado que usemos galleguismos que ya no se usan en Galicia, como “rasquiña”, “cantiña”, “juntiña” o “piquiña”.


No digo que lo que hablemos en mi terruño sea una derivación del bable ni del gallego ni nada de eso: Lo que estoy diciendo es que la influencia de los repobladores del noroeste fue notoria, así como por ejemplo en Jaén, todavía se nota mucho la impronta de vascos y castellanos. Y no es cosa baladí que, asimismo, en Andalucía se conserven más arcaísmos castellanos que en la propia Castilla. Al final, en la antropología cotidiana, esas cosas salen, como acabó saliendo el legado cristiano mozárabe.


Con todo, desdoblando nuestra ruta hispánica de lo mozárabe a lo galaico y de lo andaluz a lo gallego, orientándonos sobre las conexiones e interacciones habidas y por haber entre las Españas, hemos de citar a Federico García Lorca, el magnífico y universal poeta que dejó dicho que era un español integral y que defendía que el español que no ha estado en América no sabe qué es España. La vasta cultura del gran poeta granadino abarcó desde las más novedosas vanguardias a las más antiguas tradiciones, que conocía y cultivaba con maestría. Así, este genial sureño se fijó en Galicia para embellecer su producción. Estamos hablando de los “Seis poemas galegos”. Galicia, su cultura y sus paisajes, entraron a formar parte de la vida y los recuerdos de Lorca desde su primera visita en 1916. En 1917 escribió en un artículo: «Se comprende, viendo el paisaje de Galicia, el carácter triste de sus habitantes y su música, que dice de penas, de amores, de imposibles». Al repertorio de canciones que tocaba y cantaba en los conciertos íntimos que ofrecía a sus amigos, pues entre muchas de sus cualidades está la de ser un gran pianista, se incorporaron cantigas, romances y canciones del folclore galaico-portugués. Era admirador de la obra de Rosalía de Castro, y conocía bien la de Valle-Inclán. En su conferencia sobre Góngora en 1926 demostraba tener conocimiento de los tres cancioneros que recogen casi la totalidad de la producción lírica galaico-portuguesa entre los siglos XII y XIV. En 1928, en su conferencia «Las nanas infantiles», aparece de nuevo su interés por las canciones populares de Galicia y se refiere a una cuestión que le llama la atención: la presencia de numerosas canciones de procedencia gallega y asturiana en Granada, fruto de la repoblación de la Alpujarra al final de la Reconquista, tema sobre el que volvió a incidir en distintas ocasiones.


Otra vez la cuestión repobladora: Primero el mozárabe que fue al norte; segundo, los norteños que fueron hacia el sur. Y entre todos fueron haciendo patria.


García Lorca era un apasionando del flamenco, y en el flamenco también podemos encontrar otra aproximación de lo andaluz a lo gallego, concretamente a través de la farruca. Como “farrucos” se conocía en el sur a los gallegos emigrados, los que como, refería el mentado Luis Cernuda, trabajaban en los puertos, cargando cosas de los comercios, o también en la hostelería. Concretando en el palo flamenco, los elementos musicales que constituyen la farruca pertenecen al complejo genérico de los tangos, que como tuvimos ocasión de expresar en nuestra conferencia “La herencia hispanoamericana en el flamenco” (6), procede del tronco hispanoamericano negroide. Eso sí, en la farruca se puede establecer relación con lo gallego a partir de la melodía descendente que se realiza sobre la vocal "a" al final de cada copla y para cerrar el cante, que de cierta manera tiende a imitar una característica netamente galaica. Asimismo, la farruca flamenca utiliza el acompañamiento del "tran - tran - tran - tran - treiro", sonido típico del folclore gallego que también ha empleado la malagueña Diana Navarro (7).


Otrosí, el flamenco, manoseado y mentido tanto por quienes decían ser sus partidarios como por quienes decían ser sus detractores, asimismo, encierra toda una clave del mundo hispánico al conectar elementos orientales, barrocos e hispanoamericanos. Y es que en el sur ibérico, como referíamos, está la avanzadilla que logró hacer de la monarquía hispánica una realidad universal, y tanto en la fonética como en la música quedan rastros poderosos de ese triángulo andaluz-canario-indiano.


A algunas mentes obtusas, por lo visto, les parece muy molesto que el flamenco figure como imagen de España, o como imagen del folclore de España, más concretamente. Pero estos ignorantes no saben que el flamenco nunca ha sido folclore –ni tampoco ha tenido pretensiones de tal-, sino que como bien dice el mentado musicólogo gallego Faustino Núñez, en todo caso es una reinterpretación del folclore desde una óptica andaluza. O “andaluzada”, muchas veces. Que puede gustar más o que puede gustar menos, pero que forma parte de la imagen de España en igualdad con la gaita gallega o la paella valenciana, y para notar esto, sólo basta con pasearse por Sudamérica. Hasta Carlos Núñez, músico gallego muy poco dado a sentimientos hispanistas, reconoce que la gaita, tanto como el flamenco, forman la imagen de España en el extranjero. Y es que estos flamencófobos de tres al cuarto, aparte de no tener ni idea de la historia y la identidad del flamenco, tienen el mismo razonamiento que los alandalusistas que mienten sobre el flamenco (que no necesariamente tiene predicamento en toda Andalucía) en particular y Andalucía en general. Y es que al final, tanto separatistas como separadores convergen bastante en su odio a una España que desconocen. Al menos los separatistas son claros, mientras que los separadores patrioteros, todo el día con “España” en la boca, y sin embargo, odiando a la mayoría de sus pueblos y sus respectivas manifestaciones culturales.


Mas, volviendo a nuestra ruta hispánica de lo galaico a lo mozárabe y viceversa, también encontramos complementos que confirman temas ya nombrados. Nos acordamos una vez más del profesor Manuel Fernández Espinosa, el cual nos informa que cerca de Granada (zona donde encontramos interesantísima toponimia mozárabe), hay un pueblecito llamado La Zubia. “Zubi” es puente en vascuence, y por La Zubia pasa un río. Sin embargo, raro es el que no le achaca un arabismo a la “Zubia”. Asimismo, fue Fernández Espinosa quien me hizo notar que el topónimo “Bollullos” (presente en las actuales provincias de Huelva y Sevilla), si bien puede tener relación con alguna palabra arábiga, también puede tener relación con el término latino “bullire”, que los romanos aplicaban a las cercanías de un río o arroyo. Y no en vano por mi pueblo, Bollullos de la Mitación, pasa el arroyo Majalberraque, de prefijo árabe y sufijo que bien parece ibérico. Asimismo, a siete kilómetros de Bollullos de la Mitación se encuentra el pueblo de Bormujos, cuya raíz “borm” identificó como ibérica/prerromana el querido y admirado Ramón Menéndez Pidal. Y escarbando en nuestras rutas hispánicas, ahora hacia el Oriente andaluz, hacia Jaén, Fernández Espinosa nos refiere que el topónimo “Tosiria” (antiguo nombre de su pueblo, Torredonjimeno), incluye el “-iri/-iria” vascuence que es “población”. E incluso ante el Iria Flavia gallego estamos ante la misma forma: "Iria" (población) de Flavia, en su caso. Y es que no son pocos los pueblos que por todo lo largo y ancho de nuestra ibera Península incluyen “-iri” o “-iria”: Iriépal (Guadalajara), y muchos de los apellidos como Iribarne, Iriarte, están conectados con el topónimo de algún caserío.


Así las cosas, como vemos, tenemos todavía muchos campos por explorar para sentirnos orgullosos y afirmados sobre un pasado que nos conecte en el presente y hacia el futuro. El romance mozárabe y sus productos poéticos todavía necesitan de profundización y vigor. Empero, en nuestro tiempo vivimos subvencionadísimas exposiciones acerca de moriscos y sefardíes, mientras se ignora sistemáticamente –hasta en los planes de estudio- lo visigótico y lo mozárabe; que en verdad forma parte de lo mismo, hasta en el arte, pues del arte hispano-visigótico se pasó al prerrománico asturiano y al arte mozárabe o de repoblación, siendo la continuidad evolutiva como partes de un todo, de un todo hispánico que se resistió a morir frente a la invasión musulmana, incluso frente a la conversión de no pocos de sus paisanos; que hasta el valle del Ebro fue dominado por estos conversos o muladíes rebeldes al poder de los omeyas.


Nuestras rutas hispánicas a través de lo mozárabe y lo galaico acumula muchas interacciones, tanto de sur a norte como de norte a sur. En nuestra decadente época, sin embargo, gracias a historiadores como Daniel Gómez Aragonés (8) estamos reencontrándonos con el esplendor del Reino Visigodo de Toledo, y también con la presencia bizantina en Spania; Bizancio con el cual tuvieron mucho contacto los cristianos mozárabes, los que eran sus traductores ante el poder musulmán, como bien subraya Jesús Sánchez Adalid, historiador apasionado de este tema (9). Las Jornadas Visigodas que se organizan en el toledano municipio de Guadamur, en torno al tesoro de Guarrazar, ya constituyen una máxima referencia y un justo culto; así como la aparición en estos años de ruinas de esta época, hasta en la misma Córdoba, nos están diciendo que hasta las piedras están hablando ante tanto desafuero, ante tanta sinrazón, ante tanta mentira; como exclamando que ya está bien. Hablando de Córdoba, y más concretamente de Cabra, gracias al historiador Manuel Chacón, también tenemos Jornadas Hispano-Visigodas que de seguro van a tener mucha continuidad (10).


Si bien todos los caminos conducen a Roma, hay una suerte de rutas hispánicas que nos conducen a nosotros mismos, y cuestión es de los hispanistas de fe y razón que vayamos guiando por senderos de patria y tradición, filtrando nuestras esencias hacia el sentido común.


NOTAS:

(1) Sobre este particular, tuve la oportunidad de dar una conferencia en el Centro Español del Perú que titulé “Entre jarchas y cantigas”:

ANTONIO MORENO RUIZ: CONFERENCIA "ENTRE JARCHAS Y CANTIGAS".

(2) Sobre el romance mozárabe:

https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_moz%C3%A1rabe

Promotora Espa&#241ola de Ling&#252&#237stica

Aprendo lengua: JARCHAS ROMANCES

https://www.youtube.com/watch?v=zDq-8BbLykc

(3) Sobre Faustino Núñez, recomiendo: https://www.youtube.com/watch?v=bOjEh0t-rXQ

(4) Extraído del enlace http://es.wikipedia.org/wiki/Cantiga_de_amigo

(5) Para mayor y mejor información, véase:

Las Jarchas - Monografias.com

(6) Sobre la farruca: Farruca | Flamencopolis

(7) Véase la buena combinación de Diana Navarro en Luar na Lubre:

https://www.youtube.com/watch?v=emWvgQRXsd8

(8) Sobre Daniel Gómez Aragonés, véase:
RAIGAMBRE: ENTREVISTA AL HISTORIADOR DANIEL GÓMEZ ARAGONÉS
«El Reino Visigodo de Toledo no murió en la Batalla de Guadalete» - La Tribuna de Toledo
(9) Sobre Jesús Sánchez Adalid, véase:
Conocereis de Verdad | Cultura - D9: aritmética y Aristóteles no debemos a musulmanes, sí mozárabes
(10) Pueden seguirse a través de este enlace:
https://www.facebook.com/EGABROjorna...godas/?fref=ts
Imagen: De Alexandre Vigo - Wikipedia en gallego., CC BY 3.0





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