El toro no siente dolor en la fiesta

POLÉMICA / LA ÚLTIMA VISIÓN DE LA LIDIA
El toro no siente dolor en la fiestaEL CORREO del veterinario que afirma esto tras estudiar 300 reses bravas en Las Ventas se llena de insultos y amenazas. Su tesis: la extraña reacción del animal al infligirle castigo se debería a una actividad hormonal exclusiva del toro bravo. Ahora va a estudiar si también le pasa al toreroGALA DIAZ CURIEL

No sé cómo han conseguido mi correo, me lo están eventando con insultos y amenazas de muerte». No es juez ni policía ni político. Juan Carlos Illera del Portal es profesor titular y director del Departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, y su pecado, merecedor para algunos de la pena máxima, ha sido el de estudiar las hormonas de los toros para demostrar que el sufrimiento de las reses bravas en la lidia no es tan grande como se podía pensar.

Nadie hasta ahora se había planteado que un animal que es sometido a la tortura de la puya, las banderillas y el estoque pudiese sentir menos dolor del imaginable. Parecía claro que el toro sufría de forma brutal durante la corrida. Pero Juan Carlos Illera del Portal acaba de hacer pública una investigación con la que pretende demostrar que gracias a la segregación de hormonas el toro siente menos estrés y menos dolor durante la lidia de lo que siempre se ha creído.

Juan Carlos asegura que el estudio no pretendía ser un manifiesto en defensa de las corridas taurinas. No cree que su investigación vaya a cambiar el eterno debate entre partidarios y detractores de las corridas: «Eso seguirá siendo así».
Pero sí considera que las conclusiones demuestran que el toro de lidia es un animal con unas reacciones hormonales únicas y que resulta necesaria su protección. «El estudio puede dar fuerza a los defensores de la fiesta, porque ahora podrán decir que tenemos una especie única en el mundo. Pero debemos tener en cuenta, o al menos yo lo tengo claro, que si desaparece la fiesta desaparecerán los toros del campo. Estarán en los zoológicos como una especie en extinción».

Quienes defienden las corridas creen que el estudio de Illera podría acallar las voces críticas de los antitaurinos. La discusión encendida ha existido siempre. Unos insisten en celebrar corridas como medida para conservar el toro de lidia y otros, sin embargo, ya no saben qué más hacer -además de desnudarse en las calles de Pamplona- para conseguir que la sociedad elimine una práctica que, cuando menos, hace que el animal sufra.

El estudio de Illera ha caído como un jarro de agua fría en las asociaciones antitaurinas. Tras leer los resultados de la investigación, Alfonso Chillerón es presidente de la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales: «La lidia es el mayor castigo físico y psicológico al que puede ser sometido un animal. Y acabar con las corridas no supondría la extinción de una supuesta raza».
Para conservar lo que ellos denominan «agrupación bovina» lo adecuado «sería mantenerlos en reservas naturales y no someterlos al espantoso espectáculo de su agonía y su muerte en la plaza». Aunque ahora digan que no duele tanto.
Para llevar a cabo un estudio que ha necesitado de más de cinco años de trabajo, el equipo de Juan Carlos Illera analizó la respuesta hormonal de 180 toros y 120 novillos de la plaza de Las Ventas de Madrid. Medían en sangre la actividad hormonal de todos los animales que se devolvían a corrales antes y después de ser picados o incluso después de ser sometidos a las banderillas.

Querían comparar si la glándula adrenal del toro de lidia era igual a la de otras especies de ganado vacuno y concluyeron que el toro tiene una respuesta hormonal distinta a la de cualquier otro animal. Aseguran que los niveles de estrés -medidos a través del cortisol y las catecolaminas- son tres veces mayores durante el traslado que en el ruedo por lo que el sufrimiento del toro sería mayor en el camión que ante el mismísimo torero.

DOLOR CASI NULO
Pero, además, pensaron que si los toros tenían un mecanismo hormonal especial para controlar el estrés quizás también lo tuvieran para liberarse del dolor. Descubrieron que durante la lidia el toro libera 10 veces más betaendorfinas - conocidas como hormonas del placer- que un ser humano y siete veces más que durante el transporte. «La betaendorfina -explica Illera- bloquea los receptores del dolor hasta que llega un momento en que el dolor y el placer se equiparan y el sufrimiento puede llegar a ser casi nulo. Lo que queremos decir es que el toro bravo tiene un mecanismo especial para llegar a controlar su dolor. Cierto que lo siente, pero no es lo mismo un organismo que puede controlarlo y contrarrestarlo, hasta casi no sentir sufrimiento, que otro que no puede poner en funcionamiento este mecanismo».

Las críticas le han llovido de todas partes desde que el pasado 24 de enero la revista taurina 6 toros 6 publicó una extensa entrevista en la que Illera explicaba de forma pormenorizada los hallazgos de la investigación. En sólo unas semanas, su correo electrónico se ha llenado de amenazas de muerte e insultos de todo tipo. Es la ira de algunos sectores de la comunidad antitaurina. Hasta Rosa Montero, escritora e hija del torero Pascual Montero, le dedicaba hace escasos días una de sus columnas en la contraportada del diario El País. Como podrán imaginar, nada de bonito había tampoco en sus palabras.

Illeras no consigue comprender el tremendo impacto que ha causado la difusión del estudio. Dice que en absoluto se considera defensor de las corridas. Como veterinario, asegura ser un gran amante del toro de lidia por su belleza y por su fortaleza pero no como el simple pelele de un espectáculo violento. «Mi padre era un gran amante de la fiesta de los toros. Era catedrático del Departamento de Fisiología Animal de la Complutense y durante muchos años fue el veterinario de Las Ventas. Pero a mí no me gustan especialmente las corridas. El ambiente sí. Pero no entiendo demasiado bien lo que pasa en el ruedo y no lo disfruto. En mi vida habré ido a seis o siete corridas».
Amenazas de por medio, Juan Carlos Illera asegura que todavía tiene muchas ganas de seguir trabajando y que en pocos meses retomará la investigación con algunas variaciones. Ahora le tocará a los toreros. «Los cirujanos de una plaza de toros nos comentaron el año pasado que era más que posible que la misma reacción hormonal que tenían los toros ante el dolor la tuviesen los toreros».

El vídeo con el que los cirujanos trataron de probar esta teoría mostraba cómo un diestro había conseguido acabar la corrida con el puyazo de un toro en el pecho. La cornada había sido tan brutal que cuando le abrieron la chaquetilla en la enfermería, la piel se separó dejando ver el movimiento de los pulmones. Además le cosieron sin ningún tipo de anestesia, porque así lo pidió él, y sin que su cara mostrase el más mínimo signo de dolor».



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